Tras varios días del extraño encuentro, el drow se encontraba recorriendo los callejones de Anduar mientras intentaba cazar su próxima comida, ya sea una rata, un gato o un perro. Estaba tan acostumbrado a ese tipo de alimentos que apenas disfrutaba con el agradable olor de las cocinas de las casas más cercanas. Mientras desollaba un gato intentando sacarle la mayor cantidad de carne posible, se acordó del pergamino que le entregaron los dos extraños hace días, y con delicadeza, aparta su capa del lado derecho y lo coge del cinto donde estaba colocado. Lo abre y comienza a leerlo:
Por fin te he encontrado, llevo mucho tiempo buscándote, joven Kygron. Es la primera vez que sabes de tu nombre y estarás confundido, te lo explicaré todo a su debido tiempo. Te escribo para que podamos vernos en persona y hablar de ti y de quién soy. Pero antes, debes hacer una cosa por mí, más bien una misión. Tienes que ir a keel y conseguir un arma característica de los drows, una cimitarra, pero no cualquier cimitarra, una cimitarra plateada. Me llegan rumores que sólo existe una persona capaz de elaborar esa arma, búscalo y convéncele para que te fabrique una. Cuando la tengas en tu poder, dirígete por la carretera del norte de Anduar hasta llegar al valle de Eloras, allí, deja una señal en el cartel y espera noticias mías.
Sin saber cómo y porqué, la curiosidad le recorrió por todo el cuerpo y sin pensarlo, el drow se dirigió al muelle del sur de Anduar en busca de un barco que le lleve a Keel y buscar el arma que le había encargado ese extraño mensaje.
- Kygron. – Susurró para sí.