Cuando la política deje de ser una competición cual liga de fútbol, que es ahora mismo lo que es, votaré.
Cuando exista algún partido que por algun casual simpatice conmigo, votaré.
Cuando dejen de venirme kits del ‘no votante’ por correo, en el cual dicen «no votar es no creer en tus ideas» para obligarme a votar (psicológicamente) en un país en el que se supone que puedo votar a quien quiera o no votar a nadie; votaré.
Cuando los políticos ‘sepan’ el motivo por lo que están en la cumbre; pues no deben competir para quedarse con la Moncloa, ni para captar votantes, ni para quedar bien en el cara-a-cara-PPvsPSOE (que digo yo, ¿no hay más partidos?), ni para crear más polémica de la que ya está escrita, sino PARA GOBERNAR UN PAÍS.
Entonces, votaré. Mi voto quizá no haga legítima su corrupción (votan todos los españoles, no solo yo), pero sí la está justificando.
Yo no elijo el destino de mi país, las masas lo eligen. Yo puedo tener mis ideales, pero son muy distintos de los de las masas. La democracia favorece a las masas, por tanto, ¿para qué votar?
