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  • El ojo de Argos512
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    8. Algunos consejos en el combate.
    Como ya se ha comentado, el tirador es una clase muy versátil, con un amplio abanico de armas, proyectiles y habilidades. En este último punto vengo a comentaros algunas sugerencias para sacarle mayor partido.
    1- Las ballestas tienen un daño ligeramente reducido, pero su penetración de armadura, tanto natural como de equipo, es total. Sin embargo, poseen un rango y una bonificación de ofensivo menor (los 30 puntos de ofensivo de la duergar frente a los 40 del arco de ponzoña y el edhelorn, y el infalible del arco élfico), el bloqueo de sus habilidades es más alto, por no mencionar que solo los diestros en su uso pueden emplearla en movimiento. Por tal motivo, solo deben emplearse contra jugadores *chapados* físicamente, y contra NPCs que no se muevan demasiado. Por ejemplo, atacar a Amanda, o a un ágil y escurridizo ladrón, con una enorme arma del estilo no será muy buena idea, ya que en cuanto finalicemos la preparación del disparo nuestro objetivo ya se habrá escapado, siendo imposible seguirle, so pena de cortar la habilidad. Los arcos son más equilibrados, ofreciendo más rango, la posibilidad de emplearlos en movimiento, un bloqueo reducido y un daño mayor. Resultan de mayor utilidad contra jugadores, contra los que siempre se dispone de rango, y contra ciertos y abundantes NPCs también resultan útiles (incluso contra la citada Amanda si sabes cómo seguirla). Las cerbatanas tienen daños reducidos, pero disparan muy rápido. Ideales contra jugadores escurridizos, criaturas de gran movilidad, como la citada Amanda, e incluso para romper imágenes y pieles de hechiceros, o atacar rápidamente a un PNJ tanqueado por un jugador, para que nuestro aliado no permanezca demasiado tiempo junto a su contendiente.
    2. Por otro lado, muchos NPCs poderosos (que no todos) tienen algo de armadura. Podríamos omitir la araña aberrante, de piel abundante, pero relativamente suave, o el avatar de Mor Groddur, cuyo cuerpo desnudo será resistente, pero no más duro de lo normal. Por ende, se suele decir que en NPCs, mejor ballesta que arco. Es más probable que el objetivo esté protegido. Incluso puede ser conveniente eplear las ballestas para hacer más daño, dado que la ballesta duergar de repetición tiene doble ataque, lo que incrementa las posibilidades de causar daños críticos, y la empaladora de Tilva, aunque de bajo poder de ataque, siempre causa heridas. Ideal para debilitar a un curador desde el principio con un simple apuntar, con tal de que sus curaciones se vean reducidas. NO nos supondrá una victoria inmediata, desde luego, teniendo en cuenta que el objetivo puede cubrir sus heridas mediante plantas, vendas u otros métodos, pero algo es algo (y quizás estamos hablando de mucho algo).
    3. Los arcos tienen una mayor precisión, un rango más seguro contra jugadores y contra algunos PNJs tanqueados, como el kraken varado, un daño mayor y bloqueos reducidos. Consecuentemente, si se desea realizar ataque tras ataque, bien a un único blanco, o a múltiples enemigos, causando la mayor cantidad de daño posible en el menor tiempo, conviene tener un método relativamente fiable para conocer la armadura de nuestro blanco. Para intentar averiguar si un NPC tiene armadura, podemos mirar su equipo, pero también su descripción. Por ejemplo, el Sarcófago Helado de Erik Aldara no viste pieza de equipo alguna, pero su armadura natural bloquea alrededor del 50% de los ataques físicos. ¿Por qué? En la descripción se intuye claramente que lo rodea un grueso bloque de hielo. Y el hielo, como bien sabemos, puede llegar a ser muy duro (y si no me creen, pregúntenle a los cascotes del polo norte. Eso de un martillazo no lo rompes). Otros ejemplos de PNJs protegidos. Los monitores sajuaguines, como se indica en la descripción, tienen una piel dura y escamosa. Tanto es así, que sin una ballesta un tirador no podría destruirlos de manera segura, rápida y eficaz. Las rocosas escamas de los dragones tampoco son moco de pavo. Algunas de ellas absorben el 80% de los ataques, por no decir más. Prepararles un disparoapuntado de nueve turnos con un arco, o peor, con una honda, resulta, por decirlo alto y claro, patético. Las flechas no resultan para el gran Merganedivasander mayor molestia que la que supone la picadura de un mosquito. A penas perderá dos puntos porcentuales de vida, y eso es pedir demasiado… Y teniendo en cuenta cómo nos responderá, pues tal vez (y solo tal vez) no compensa. Por otro lado, el gusano gigante de Kheleb posee una mísera y abundante armadura carnosa, que obviamente no absorbe nada. Lo mismo puede decirse de la araña aberrante, o de crissipt… Aunque a veces la mejor manera de comprobar la resistencia de una criatura concreta es golpearla. Los orcos, tal y como se indica en la ayuda de razas, tienen una pequeña armadura natural debido a su dura piel. Tampoco podemos fiarnos de los elementales y de las salamandras, así como de otros demonios, puesto que planos alternativos se rigen por reglas alternativas. Por tal motivo, el método indicado no es absolutamente fiable, aunque sí de utilidad.
    4. Solo dispondremos de alcance contra PNJs si hay un jugador en peleas activas con él, en su sala. Obviamente nadie se va a poner a tiro si carece de motivo alguno para ello. En estas circunstancias de seguridad, es normal (o por lo menos a mi me sucedía) que nos acomodemos, hablemos y pensemos más de lo que disparamos. Tranquilamente he cubierto a jugadores de esta manera contra un dragón mientras hablaba por teléfono, con una honda mediocre por no pensar en coordinarme… Pero algo así es absolutamente ineficiente. Se supone que los tiradores son fuego de cobertura, así que la lluvia de proyectiles nunca debe dejar de caer. No se centren en una única habilidad, en un único tipo de proyectil, en una sola arma. Piensen lo que van a hacer y comuníquense con vuestros compañeros.
    ¿Necesitáis saber si vuestra presa está protegida o no por armadura? Vayan a mirarlo. Sabéis que algunas criaturas presentan cierta resistencia contra algunos elementos. Pidan información sobre las citadas resistencias a un mago, guardadlas en algún manual de caza (un bloc denotas cualquiera, aunque esto último si estáis tan locos como yo y soys un poco extraños) y emplead los puntos débiles de vuestro objetivo contra él. Uno o tal dragón se encuentra al 70% de sus puntos de vida o más? Utilicen munición del verdugo. ¿Al 30% y se trata de un blanco sin armadura? Usen arco élfico de edhelorn y flecha ejecutora. ¿Es difícil de acertar, pero relativamente débil? Tiren del infalible. ¿Es mago y hay que romper espejos y pieles primero? Cerbatanas y hondas al poder, con salva, por favor. ¿Está al 5%, no es un muerto viviente y es duro de narices? ¡Munición mortal, yo os invoco! ¿Es duro de pelar y necesita penetración? Comunicaos con vuestro aliado, entrad primero en sigilo, iniciad la habilidad, salid y que entre él para completarla.
    NO dejéis de cambiar de proyectiles, armas y habilidades. No realicéis disparos apuntados muy largos, puesto que esa es la función del primer impacto sin entrar en peleas. Causar un daño bestial a vuestro objetivo desprevenido desde la distancia antes de ponerse en serio. después vuestro enemigo ya no será tan piadoso. Solo usad el disparoapuntado corto, utilizando tantos turnos como os sean posibles, mientras el resto de habilidades vuelven a estar disponibles. Utilizad la salva siempre con munición o arma del efecto elemental pertinente, el disparoincapacitador con el arco de ponzoña o con el huracán, según las tiradas de salvación de vuestro blanco (nunca ballesta. Esta habilidad ya penetra al máximo de por sí. Tal vez sí conviene emplear la duergar de repetición para impactar doblemente con munición mortal). SI vuestro enemigo no cierra salidas, y no es muy arriesgado, que no os de corte el entrar para realizarle una maniobra de apuntar. Tal ataque solo es posible en la sala del PNJ, y no en la colindante. Parece ser que al emplearlo se realiza demasiado ruido y el objetivo corre a esconderse de nosotros, incluso aunque esté siendo distraído. O tal vez, es que simplemente no es lo suficientemente preciso como para impactar donde debe si no estamos lo suficientemente cerca.

    Con estos últimos consejos, tal vez innecesarios, pero que por algún extraño motivo me hacía ilusión plasmar en el duradero pergamino de los documentos digitales, me despido.
    Carpe diem.

     

     

     

    El ojo de Argos512
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    Buenas. Algunas ideas que podría sugerir sería que se mencionase, en el circuito del tutorial, aspectos esenciales de la ayuda. Conceptos como los puntos de vida y la energía, así como su regeneración, y conceptos como el movimiento (que de hecho, en la ayuda, no lo he visto), la bo, la bp y la esquiva, que a su vez están muy relacionados con los huecos del inventario, el peso admitido (¡cuidado con indicarle al jugador que si sobrepasa su carga máxima se le pueden caer cosas!) y con los comandos de coger y dejar objetos. Los comandos para entregar objetos a jugadores (dar) y a PNJs (entregar). El poner y coger cosas en contenedores, puesto que el único ítem que puede cogerse en el tutorial actual, es una espada del suelo. Miraría el incluir los comandos dejar x, coger x, poner x en (contenedor) y coger x de (contenedor). Así mismo, explicaría la diferencia entre cómo ejecutar una habilidad y un hechizo (así como una breve introducción a las clases que conjuran magia clerical y magia arcana, si se considera que no sería mucho que asimilar), y pondría alguna simple de cada, para que el jugador del tutorial pudiera familiarizarse con su uso. Por ejemplo, que deba usar un tajar sobre algún NPC para pasar, o saltoheroico para romper alguna puerta especial. Que tuviese que usar un hechizo de curar enfermedad para quitarse algo antes de moverse, encender una antorcha para pasar por algún lugar oscuro y que, gracias a ella, vea el concepto de salidas ocultas en la descripción de una sala oscura en concreto, o hacerle coger filetes y elixires de revitalización de un fardo y que se los coma para curarse, aprendiendo de paso, para qué sirve la comida y los elixires. Que conozca el concepto de la deshidratación, teniendo que beber de alguna fuente tras pasar por algún pequeño paraje árido, y de no hacerlo, debería reaparecer en el punto anterior al cruce por el área desolada, donde se explica que algunos lugares hacen que debas hidratarte para no morir de sed, y qué métodos (odre, fuente, frasco), de agua puede usar. Una explicación simple de cómo se juzga un arma o armadura, de manera que, por ejemplo, deba coger aquella con más daño para pasar a otro lugar, o un yelmo que le proteja más o menos, aprendiendo, de paso, cómo se miran las protecciones, y aprovechando para derivarle, si desea mirarlo más tarde, a la ayuda de combates. En este punto también podría aprovecharse para enseñar al jugador a equiparse con piezas que le den más o menos salvaciones de algún tipo (enseñándole qué es una salvación). De este modo, se le puede hacer pasar por un terreno viscoso que le obligue a ver, entre varios cinturones de prueba, a ver cuál le da más agilidad, haciéndole ver que en situaciones conviene cambiar de equipo. Hacerle seguir a algún PNJ con el comando seguir x para que le lleve a algún lugar, proteger a alguien o algo de algún ataque sin efectos para enseñarle el comando proteger (por ejemplo, hacerle proteger a un pastor del ataque de un león, teniendo ambos NPCS daño 0, y el pastor vida infinita, de manera que se de el punto del tutorial como concluido cuando el jugador haya protegido con éxito al pastor de un kill del animal)…

    Si se me ocurre algo más, trataré de añadirlo a este hilo, aunque advierto que se me da algo mal el manejo del foro. )

     

     

    El ojo de Argos512
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    <p class=»s2″>6-El silencio de los pedruscos.</p>
    <p class=»s2″>Los árboles se expresan con el movimiento de las hojas. Los animales hablan para todo aquel que sepa escucharlos. Una gran lección de los druidas que jamás olvidaré. Las rocas, por el contrario, no hablan, ni sienten. Ni tan siquiera podría afirmarse que existen como tal. No, con consciencia al menos. Son pues, las piedras y los cimientos, lo que nunca podrán desvelar un secreto, claro está, siempre que no sean imbuidas con magia de adivinación. Sea como fuere, lo cierto es que los hombres, tarde o temprano, acaban desvelándolo todo. Cualquiera tiene un precio, que no siempre se paga en oro. Cualquiera tiene un aguante limitado para los secretos. Y es que quien conoce demasiadas confidencias, solo puede tomar tres caminos posibles, so pena de inmolarse mentalmente en una sobrecarga de responsabilidades inalcanzables: el revelado, el anotado o el olvido. El primer sendero es sencillo. Comunicas a un desconocido lo que jamás debió saberse, y te desentiendes, ya si eso justificando tu conducta en argumentos moralistas que a nadie importan en realidad, pero que permiten mantener una imagen para contigo mismo y con el resto. Algo que te haga vivir menos peor de lo que deberías por tus errores. Puede ser accidental o voluntario, eso es irrelevante. El segundo es polémico, puesto que, aunque teóricamente no cuentes nada a nadie, quien encuentre el pergamino en el que tu pluma y tinta estamparon el secreto, conocerá también, lo que jamás debió saberse. Algo que puede ser peor, pues las palabras grabadas son más fáciles de emplear en acusaciones oficiales. El tercer camino es el más seguro para todos. Nadie puede desvelar lo que no existe. El olvido es la salvación para los de peores confesiones. Normalmente, este ocurre de manera natural. Sin embargo, situaciones en las que hay algo importante en juego precisan la compra de esta memoria selectiva, bien por trato, o por silencio, y este silencio, en contadas pero en serias situaciones, llega a ser definitivo. Nada tiene mayor parecido con las piedras que los muertos. Las piedras no se mueven, crecen ni hacen ruido. Los cadáveres y las cenizas depositadas en urnas, tampoco. Una solución, tan radical como efectiva, que permite sortear los obstáculos de lo que debe permanecer oculto.</p>
    <p class=»s2″>El temor infundido en los campeones de la Batalla de Los Mendigos a manos de Domiana, con sus sutiles amenazas de una muerte segura, bajo el ilegítimo pretexto de salvaguardar la heroicidad de la fortaleza de Dara y sus *valerosos guardianes*, pertenece a esta última senda de preservación de secretos. La compra del silencio ajeno mediante pactos oscuros. El miedo es un buen arma. Todos los regímenes autoritarios, como el del imperio dendrita, lo utilizan. De hecho, todo gobierno o asociación lo emplea alguna vez, por muy altruista y justo que se muestre hacia los demás. No son la amenaza o el filo de una espada los únicos móviles del temor. Las sanciones que toda norma o ley prevé tienen la misma funcióndisuasoria. A la fuerza de tales reglas de diversa índole se suma, además, la legitimación del colectivo en aquellos grupos más permisivos. El mismo miedo que obliga a los esclavos de las minas o de las cloacas de Anduar a retirar escombros y picar, so pena de recibir latigazos, pasar hambrunas o sentir en el cuerpo el rojizo beso del fuego,puede ser empleado de otras formas en una ciudadanía con aparentes rasgos de libertad y voluntad de unión fraternal. Véase por ejemplo, el gobierno de la villa de Aethia. Siento compartiros que no me creo eso de que con algo de educación estricta por parte de unos monjes pueda eliminarse el egocentrismo propio de quienes ansían el dinero. Otra cosa es que los hambrientos de oro y poder deban ocultarse con mayor cuidado, con tal de evitar el destierro. Pero ocurre. Ocurre la indestructible corrupción. Antes, ahora, luego, y tal vez siempre. Tenedlo por seguro. Y no, no considero que la culpa provenga de las inmigraciones extranjeras. Cada colectivo tiene sus propias luces y sombras, por mucho que cueste admitirlo.</p>
    <p class=»s2″>Pese a sus enormes ventajas, el terror, como cualquier espada, flecha o conjuro, acaba encontrando su escudo, su opuesto negador mágico, el final de su vida útil, el vacío en el que se perderá por siempre. En el caso que nos atañe, Este impedimento es la no identidad. Y es que cuando no se es nada, tras haberlo perdido todo, nada hay que temer… Ni tan siquiera a la muerte. Es así, como muchos que aún desearon vivir, se mantuvieron en silencio, o bien como fue el caso de mi amigo, desvelaron su secreto a alguien conocido que mantendría sus confidencias a salvo. Mas para aquellos que habían perdido toda esperanza, bien al borde del suicidio, o de la completa transformación en animales despojados de toda cordura, nada importó el dar a conocer lo que sucedió realmente aquella noche de naibind del 158.</p>
    <p class=»s2″>Y fue de tal modo como, extendiéndose poco a poco el rumor entre las tabernas de Dalaensar y, posiblemente, más allá, la verdad salió a la luz. Tardó años, tal vez. Hubo de transcurrir casi un lustro para que las mentiras desapareciesen. Pero al final, a falta de una buena gestión de lo que no tuvo que saberse, el pueblo se enteró. Claro, que al imperio poco le importó en realidad. Desconozco cuáles fueron los argumentos empleados por la mismísima Asyrr para controlar a sus súbditos. El caso es, que solo una minoría logró manifestarse en contra de una conducta que, por omisión, tuvo necesariamente que condenar a cientos de personas. ¿Otro movimiento revolucionario? SI se ha organizado de manera tan caótica como muchos otros, incluso aunque se haya planificado a conciencia como el de Sirgol, solo les espera el favor de la tierra al tragarlos para que los propios enemigos del imperio no los hagan sufrir en sus famosas prisiones de agonía. A pesar de todo, se agradece el esfuerzo. De verdad que sí. Yo al menos los elogio. Tal vez logren cambiar algo, haciendo de Eirea un lugar mejor. Solo el tiempo lo dirá.</p>
    <p class=»s2″></p>

    El ojo de Argos512
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    5-Una deuda impagable.

    ***Continúa el testimonio directo de Ismutus.***

    «Lo demás ocurrió tan rápido que a penas logro acordarme. Fui sometido a varios tratamientos de pócimas y encantamientos que garantizaron mi recuperación, allí mismo, tendido en el verde y rojizo suelo, separado de los cadáveres de mis compañeros. Tras dedicar a aquellos valientes aliados las condolencias que debía recibir un valeroso caído en la contienda, nos aprestamos hacia el interior de la Fortaleza de Dara. Todos estábamos resentidos con el trato recibido y por la nula actuación de quienes realmente debían defendernos. Fue bien poco lo que les importó nuestra angustia. Tras varias formalidades sin valor, en las que buen cuidado tuvimos de no ofender a Domiana en demasía, so pena de no vivir otro día, nos encaminamos, cada uno de los supervivientes, hacia la ciudad de Galador, donde deberíamos explicar lo sucedido, guardando especial silencio sobre nuestra presencia. Es decir, que habría que retratar a los guardianes de Dara como héroes y no como la escoria que eran en realidad. EN mi opinión, hasta relacionarse sentimentalmente con las heces de los caballos resulta más digno que dirigirle la palabra a cualquiera de esos cobardes hambrientos de inmerecida gloria. ¿Cuál era la recompensa por ser sinceros? Simplemente, la muerte. Ya se encargarían los burócratas del papeleo. No me sorprende lo más mínimo, que muchos de los supervivientes de la carnicería hubiesen optado por desterrarse a ellos mismos, viviendo a partir de aquellos días la libre existencia del vagabundo mercenario, al servicio de todos. Otros, no obstante, hartos de luchar por el prójimo, decidieron renegar de toda sociedad y vivir apartados del resto, dando caza a aquellos a quienes les viniese en gana. Sea como fuere, hasta algunos de los que decidieron permanecer en Galador por mera estabilidad abandonaron su fe, mostrando fidelidad tan solo cuando la conservación de la propia imagen lo requiriese. Algo parecido a lo que vos, Irhydia, os visteis obligados a hacer. Como bien sabéis no os culpo por ello. Respeto vuestras creencias, del mismo modo que os conozco lo suficiente como para comprender que entendéis las mías.

    Sin embargo, y a pesar de lo vivido antes, durante y después de mi corta estancia en el túnel de espíritus, no puedo, sino reafirmarme en mi fe… Aunque, para ser sinceros, me siento diferente. Por supuesto que continúo luchando por los ideales de Seldar, mas ahora siento algo extraño. El honor de un paladín, ¿podría decirse? Sea como fuere, en aquella lenta marcha hacia Galador, juré que solo derramaría sangre en tiempos de guerra, y que jamás, bajo ningún concepto, atacaría a quienes mostrasen su rendición o a quienes no desearan combatir. Que, al finalizar cada contienda en la que me halle presente, procuraré que reciban los vencidos el justo trato de Seldar, pues no soy yo, un simple mortal; sino nuestro amo y señor de la oscuridad y el fuego, quien junto a los demás jueces del túnel de espíritus, deben decidir el destino de los que no volverán a ver la luz del Sol.

    Pero ahora, tan solo la congoja de la deuda asalta mi mente. Los dioses han depositado en mi una confianza que no sé si merezco. Por ello, me he decidido a mostrar la devoción a Seldar, como siempre he hecho, mediante ofrendas. Haré todo lo que esté en mi mano y en mi moral para procurar que los dioses se enorgullezcan de mi. Aunque desconozco si lo lograré, trataré de erigirme como alto inquisidor, y pelearé por ver, al fin, los ideales del corrompido satisfechos.»

    Así acabó su relato mi mejor amigo de Dendra, quien tan gustosamente, y sin interés alguno, me acogió en los momentos más complicados de mi vida, tras la reciente pérdida de mi amado bardo. No puedo ayudarle a lograr todas sus metas, puesto que mi participación implicaría intervenir en la guerra, algo que me prometí que no haría nunca, mas no por ello tengo por qué abandonarle. Tal vez haya alguna manera de ayudarle. Si Seldar reclama ofrendas materiales forjadas en hierro, como armas extraplanares u objetos de gran valor, tal vez pueda proporcionarle lo que necesita.

     

    El ojo de Argos512
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    4-El favor de los dioses.

    El campo de batalla se encontraba repleto de cadáveres, tanto de orcos como de humanos. La sangre bañó los bosques cercanos y los caminos, concediéndoles un tono rojizo semejante al de las piedras volcánicas del infierno, una ramificación de cavernas sofocantes, hábitat de diversas criaturas de fuego, localizada bajo la anarquía kobold de Ankarak.

    No hubo piedad con los despojos de los enemigos. Los miembros de la compañía que podían sostenerse en pie se cebaron despedazando los cadáveres de quienes consideraron animales, sin ningún tipo de pudor. Sus huesos serían el carbón que alimentaría las chimeneas el próximo invierno. En cuanto a los propios caídos, los clérigos recuperados por sus poderes sanadores, fueron buscando supervivientes a los que atender. No fueron muchos los que lograron salvarse, mas peor sería que no se hubiese logrado auxiliar a ninguno. Aquellos físicamente más destrozados fueron sometidos al poder de la resurrección. Nadie logró volver de donde fuese que van los muertos… Nadie, excepto Ismutus.

    Y es así como recuerda el que regresó de entre las tinieblas, lo acontecido en el plano de las almas.

    *****

    «Descubrí a la figura de Soële. Aquella de la que tanto hablan los cánones de fe. No dudé jamás de su existencia, pero no es hasta encontrarte frente a frente con ella cuando te percatas de lo que significa. No recuerdo su figura, pero sé que era él. Lo sentí. Todo eran almas, esferas de luz, y oscuridad a mi alrededor. No era más que una de esas redondas emanaciones de energía, un pulso infinitamente prolongado de luz blanca, carente de deseos o dolor, desprovisto de cualquier sentimiento propio de un ser viviente, originario  del plano material. Todas volábamos, una tras otra, hacia el círculo en el que Soële aclamaba nuestra presencia, pronunciando el único sonido que éramos capaces de escuchar: un siseo ininteligible, al menos para cualquier ser viviente. Un ruido vacío de significado, menos para nosotros. Era el equivalente a una constante llamada, a una invocación de nuestra presencia.Algo que, sin saber cómo, nos impulsaba a seguir adelante sin pensar, pues para hilar ideas entre sí, o entender conceptos complejos, no poseíamos mente alguna. Flanqueando al juez imparcial, un devoto de Eralie, otro de Seldar y tres más de Izgrawll, Ralder y Khaol, llamaban la atención de quienes en vida fueron sus seguidores. Para los ateos como vos, el propio Soële sería vuestro guía. Es así, como cada una de nuestras almas, fruto del trance de la fe, o de la incredulidad, según el caso, viajaban, como polilla atraída por la luz, hacia quien debía juzgarlo.

    Recuerdo que muchas de aquellas esferas, tras su breve encuentro con aquellos a los que seguían, fueron enviadas a un lugar desconocido, a través de portales de inconmensurable belleza, provistos de un azul más puro que el del propio cielo. Seguramente, debía tratarse del inicio de la senda de una vida nueva. Otros pocos, tras recuperar su forma sólida, caminaban libremente por entre los guardianes de aquel túnel de espíritus, hacia un portal blanquecino, rodeado de pequeños rayos de diversos colores. Según prometía Soële, aquella entrada era la puerta del plano material. Quienes obraron hazañas dignas de mención, casi únicas, recibían la oportunidad de volver y enmendar los errores que hubiesen podido cometer en su vida pasada. No obstante, algunos de los que regresaban lo hacían con un cuerpo algo desmejorado, a causa del duro trauma de regresar de la muerte.

    Nada escuché ni avisté, sin embargo, que tuviese relación alguna con el tan tétrico abismo al que se supone, deben ir las almas condenadas por toda la eternidad. Tal vez no sea la muerte el modo en el que se accede a tan horrenda prisión. Tal vez, el aterrador castigo destinado a los mayores pecadores no sea más que vitalicio. ¿Longevo? Puede. ¿Perpetuo? Es posible. ¿De por vida? Quizás. ¿Doloroso hasta límites insoportables para hasta el más recio ser? No lo dudo. Pero no, eterno no.

    Como podéis imaginar, atravesé el segundo sendero, el de la segunda oportunidad, para volver junto a mis compañeros supervivientes, mas en mi caso, sucedió algo extraño. No tan solo fui juzgado por el sacerdote de Seldar, sino que el propio representante de Ralder vio en mi la furia animal que me impulsó, por instinto, a salvar a mis compañeros. Hasta Soële se sorprendió de tal echo, pues no es común que un seguidor de Seldar reciba el favor de varios dioses. Y fue así como, tras verlo todo blanco en mi forma normal, abrí, no sin sobresalto, los ojos en nuestro mundo.»

    *****

     

    El ojo de Argos512
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    3- La batalla de los mendigos (5 de Naibind del 158 era 4ª).

    Desde la torre de vigilancia de Dara, pudo observarse un contingente anárquico de más de diez mil orcos. Los ataques a la fortaleza son frecuentes, eso seguro. Y es que no puede ser de otro modo si el citado bastión dendrita delimita con los dominios del caos.

    Aquella noche, sin embargo, la situación se descontroló. Parece ser que, cansados de la opresión del espacio, y ávidos de nuevas tierras, los Uruk-hai se organizaron para tomar el fuerte del camino fronterizo, con tan mala suerte que coincidieron con la labor de los recolectores y campesinos que, fuera de las murallas, recogían lo sembrado, plantaban nuevos frutos, y hacían acopio de algunas bayas autóctonas.

    La ya acostumbrada crueldad de Domiana no se hizo esperar. Mucho antes de lo debido, ordenó el cierre de las puertas del castillo, dejando desamparados a cientos de inocentes fuera de los muros, a merced de La Horda Negra. Gran cantidad de soldados, si es que merecen tal nombre, permanecieron bajo la seguridad del rastrillo. Ya se cansarán de la carne y se irán al ver cómo les arrojamos piedras, aceite y flechas incendiarias desde las almenas. Eso fue lo que pensaron, mientras contemplaban impasibles, la masacre que en breves se cerniría sobre el colectivo indefenso. Los que pudiesen huir, perfecto. Los que no, allá ellos. Tales eran los pensamientos de muchos. Por supuesto, Domiana permaneció cómodamente junto a su tan codicioso y custodiado meteorito de ponzoña, sin intervenir lo más mínimo arriesgando su pellejo. ¡Eso es mujer! Ojalá la radiación te sepulte lentamente bajo tierra. Ansío ver cómo el dolor inunda tus huesos por siempre, hasta el fin de tus días. Que la eterna migraña provocada por Vandal y los cientos de miles de semi demonios de mismo nombre que le precedieron te impidan dormir durante las noches. Que tus carnes y músculos se vuelvan tan lacios como los de un decrépito anciano, pero en tu juventud, que Seldar cese en sus esfuerzos de prolongar tu fútil existencia, y que los desdichados a los que has torturado y asesinado te visiten durante las noches, absorbiendo poco a poco tu esencia hasta hacer de tu existencia algo insoportable.

    Abandonando mis sinceras *felicitaciones a la citada combatiente* (nótese la ironía), lo cierto es que la noche no auguraba nada bueno para los plebeyos. Afortunadamente, y desobedeciendo las órdenes directas de la campeona del lugar, una multitud de cientos de hombres y mujeres tomaron posiciones fuera de los muros, mientras otros tantos aunaron esfuerzos por traer a los abandonados de la mano del fortín a un nuevo e improvisado cerco.

    Algunos diestros luchadores se presentaron voluntarios, mas no conformaron estos el grueso de la compañía. Magos y sacerdotes, en su mayoría iniciados, así como asesinos solitarios y expertos ladrones, varios de ellos servidores del culto al lujo, e incluso simpatizantes del extinto movimiento rebelde al que pertenecía Sirgol, formaron una comitiva, sin la cual se habrían perdido demasiadas vidas. Entre los miembros de tal resistencia se encontraba mi amigo. Todos ellos, no obstante , se encontraban en inferioridad numérica, en la irrisoria proporción de uno a diez. Aquella contienda sería dura, y lo que era peor: nadie podía asegurar la victoria para aquella alianza espontánea. Una cosa era cierta. Morirían con honor, llevándose por delante a cuantas alimañas fuese posible.

    La batalla fue más que cruenta. Aquellas bestias les acosaron por oleadas. Mataban a cientos, y miles ocupaban su lugar. Calleron muchos entre los suyos. Demasiados entre los resistentes. El ideal enterrado de Sirgol encontró su auténtico fin cuando el hacha de un empalador decapitó al último de sus seguidores. En cuanto a los demás, la mitad de aquella milicia corrió la misma suerte. Tres cuartas partes de los asesinos fueron capturados y enviados a las cámaras de tortura de GolthurOrod. Nada puede el subterfugio contra cientos de ojos que Observan el mismo punto al unísono. Todos los luchadores cayeron. Zurgowl, gran confidente de Ismutus, encontró su final a manos de dos guargos que lo devoraron lentamente. Su agonía se oyó a leguas de distancia. Nadie le socorrió. Allí mismo, los orcos se procuraron un banquete con sus restos, recuperándose con la sangre del desafortunado a un ritmo alarmante. La totalidad de los hechiceros cayó asaeteada, una vez desprovistos de todo espejo, piel o escudo protector que les salvaguardase. De entre los numerosos clérigos apenas se contaron cinco supervivientes, entre los cuales, por supuesto, no estaba Ismutus. Una mohósa lanza de piedra y musgo se lo llevó, atravesándole el corazón en un segundo. No hay cura posible contra un mal tan instantáneo. Entre tanto, los vigilantes de Dara disfrutaban el espectáculo, sin mostrar el más mínimo signo de remordimiento, gozando de una buena ración de chuletón de cerdo asado, cocinado sobre hogueras en lo alto del muro. Ni tan siquiera los arqueros, amparados por la distancia y la altura, se molestaron en intervenir. Apuntar, tensar y soltar es un ejercicio demasiado agotador para un señor de alta cuna, ¿verdad?

    El esfuerzo, sin embargo, valió la pena. Finalmente los orcos, superados por la voluntad de los sacrificados, optaron por batirse en retirada hacia su humeante madriguera. Los monstruos habían sido repelidos, una vez más. Cómo no, serían los acobardados tras las murallas los que se llevarían el mérito. No hay concesión ni congratulación posible hacia un ciudadano de baja estofa en el corazón del imperio dendrita.
    Este episodio de la historia de Dendra, recordado tan solo por unos pocos, recibiría su nombre de los que participaron en ella. Unos pobres inexpertos en su oficio, aparecidos de la nada y renegados, por propia voluntad, del poder que les podría haber mantenido a salvo. Mendigos, de riqueza o de reputación, cuyo único objetivo fue la salvaguarda de los despreciados ante el muro en aquella larga noche.

     

    El ojo de Argos512
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    2-El retorno del sacerdote.

    En fin, intentemos divagar menos si es posible. El echo era evidente. SI los rumores volaban, no sería por nada. Fue, por tal razón, que pasada la medianoche decidí abandonar mi alquilada alcoba de clase noble y bajar al barrio rico de la ciudad.

    La lumbre era tenue y agradable. Unos pocos candiles sobre altos postes, separados entre sí por docenas de metros. La luz de ambas lunas, junto al estrellado manto de puntos blancos que destacaban en la negrura de la noche, era todo lo necesario para alegrar la vista. La panorámica de los campos es más bella si cabe, mastampoco era horrible la de esta urbe. Tal vez la chimenea de la forja del mercado arruinaba el espectáculo, hasta cierto punto, pero el resultado seguía siendo conmovedor.

    Las calles por las que anduve no son especialmente anchas, aunque sí lo suficiente como para que las corrientes de aire fuesen débiles brisas que te acarician al caminar. El característico hedor de los suburbios poco o nada influyen en estos barrios nobles, algo a lo que sin duda contribuía el recién avance en las obras del alcantarillado de la ciudad. Y es que ya les valía a los obreros algo de mejora, aunque fuesen solo varios codos, tras más de siglo y medio. Aunque claro, teniendo en cuenta que la mayoría de trabajadores son meros esclavos sometidos al yugo y a la flagelación, poco se puede esperar en lo que concierne al progreso. Algunos creen que el miedo impulsa a las gentes en sus labores. No obstante, todo tiene un límite, y cuando, desprovisto de vergüenza, creencias, vida y esperanza, tan solo te queda obedecer como un autómata, no es mayor diferencia la existente entre otro latigazo, la marca de un hierro candente o la propia muerte. La esclavitud es barata, eso seguro. ¿Eficaz? Pues como puede observarse, no. Pero qué le importa a la hipócrita y noble Anduar el sufrimiento ajeno y la felicidad? Estén o no las cloacas en funcionamiento, el dinero sigue llegando. Trabajen más o menos los condenados, la imagen sigue predominando. ¿A caso les vale la pena desprender un poco de empatía y preocuparse por los desfavorecidos, a costa de perder el favor del monedero y del estatus que se obtiene con él, sumado a la satisfacción de hasta los caprichos más perversos? No, la verdad es que no. Y por ello todo seguirá igual hasta el fin de los tiempos. Algunos me preguntarán tal vez. ¿Si tanto odias Anduar, por qué te has esforzado en tejerte una reputación de renombre en su seno? Simplemente, porque en la vida conviene tener amigos. Además, mi mediana popularidad se debe al favor realizado a diario limpiando los caminos de bandidos. Rufianes que, al fin y al cabo, acosan más a los pobres que a las protegidas caravanas de los aristócratas, pues el comerciante común es una caza más sencilla, algo de lo que puede obtenerse mercancías, oro, lascivo placer e incluso alimento. Si acabas con la vida de un hombre de alta cuna, ten por seguro que te buscarán por toda Eirea, incluso aunque tengan que viajar al fin del mundo. Los familiares y amigos de estos individuos tienen mucho botín con el que incentivar a los mercenarios. No sucede de igual modo con un mísero grano del populacho, a quien pocos y pobres echarán de menos… Hasta que la muerte se lleve también a los conocidos del fallecido, y acaben todos en el olvido. Por este motivo, aun sin recibir recompensa alguna o agradecimiento de las altas esferas, seguiría barriendo los caminos, por el bien de los que no pueden defenderse por sí mismos.

    Continuemos pues, nuestro camino, ya que nada podemos hacer para cambiar esta ciudad. Tal vez algún afortunado tenga la suerte de poder recibir mi ayuda o la de mis amigos… ¡Amigos! Eso es lo que buscaba. Fui paseando, lentamente, hacia el centro de la plaza mayor, y no fue comparable a nada la emoción que me invadió al encontrar la delgada figura de un hombre rubio, envuelto en harapos raídos, agujereados por las inclemencias del tiempo. La oscuridad no fue obstáculo para distinguirle con claridad, pues bastante iluminación proporcionaban las antorchas y el cielo. Además una faja solar, que siempre llevo en la cintura a modo de linterna, ejercía en aquel momento una función magnífica mediante su sutil intensidad. NO había duda alguna posible. Aquel hombre era Ismutus.

    Nadie había en la plaza salvo él y yo, mas la multitud, tarde o temprano, acabaría por llenarla. Fue, por esta razón, que pospusimos los gestos y palabras para mi alcoba.

    Tras un abrazo y numerosas chanzas, el acólito me pidió tomar asiento en el escritorio de la habitación. Una vez acomodados, y con absoluta calma, comenzó a relatarme lo sucedido.

     

     

     

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    1-Reflexiones sobre la magia.

    Para muchos, los enviados de Seldar suelen ser un mal augurio. No, peor incluso. La propia muerte en vida pisando fuerte por entre los desiertos, bosques, llanuras, montañas, pueblos, ciudades. Haciendo de la hierba cenizas; de la arena metal y cristal con el que forjar espadas; de los árboles carbón vegetal, maderos, barcos y antorchas que, con su fuego, traerán el caos y el dolor a los infieles.

    Demasiado se ha estigmatizado ya en mi opinión a los seldaritas. Es indiscutible la brutalidad de este supremo ser corrupto. Tan irrebatible como su existencia. ¿Deben, a caso, ser todos sus seguidores igual de crueles con todo el mundo? No lo creo así. Y es que, si bien la guerra es cruel, el honor, o lo más parecido a ello, puede hacerla justa… O al menos todo lo justa que es posible. Lo ideal sería que la paz reinase hasta en los lugares más recónditos de Eirea, pero parece que tal deseo no será jamás cumplido.

    Y es que pueden encontrarse amigos incluso entre los servidores de un imperio. Es extraño. Eso es cierto, mas no por ende debe ser una hazaña irrealizable. El joven Ismutus, sacerdote acólito del dios del relativo mal, atravesado por la adarga de un orco montado sobre un guargo. Un guerrero Uruk-hai, como otros miles provenientes de Golthur Orod; seres más semejantes a las bestias que a los humanos. El clérigo al que asesinó se lo llevó con él a la tumba, en el nombre del dios del fuego.

    No hace pocas horas, y para mi gran alegría y admiración, entre los rumores de la Taberna del Dragón Verde, pude enterarme del recién resurgimiento de este gran amigo. No fue un acontecimiento único, es cierto. Sin embargo, el favor de los dioses no suele llegar a tales extremos, si no es por una buena razón. Los estudiosos de la magia clerical aprenden el arte de la resurrección, mas, al fin y al cabo, son las divinidades las que eligen que tales ceremonias sean efectivas o no. Al  menos eso es lo que dicen. Desde mi humilde posición de ignorante, me atrevo a indicar que resucitar no es más que devolver la consciencia y la salud a aquellos más cercanos a los espíritus que a lo tangible, pues los muertos de verdad, muertos se quedan. Y si no estáis de acuerdo, sea testigo de lo que afirmo el absurdo intento de un inquisidor enviado de Galador a reanimar el cuerpo de mi amado Shirgol sin conseguirlo. Me observó colérico, tras usar sus poderes de quién sabe qué esfera y descubrir que, para su desgracia, el chiquillo a quien perseguía ya había partido a otro lugar, de un modo agradable y desmerecido para un seguidor del culto al lujo o de cualquiera de las ramas de este movimiento rebelde. No tuvo tiempo de blasfemar, maldecir o empuñar arma o escudo alguno. Una flecha de hueso se lo llevó… Y no, no ha resucitado, ni podrá hacerlo jamás. Sus restos, así como los de sus compañeros, mutaron en ceniza y polvo; y entre una nube de hielo y otra de fuego, me di un baño inigualable, que poco o nada tiene que envidiar a los de las mejores termas de Dendra. Tal vez faltaba el jabón, es cierto. Algo que, a pesar de todo, pude paliar fácilmente gracias a un ungüento limpiador, extremadamente eficaz, elaborado con la sabia de algunos árboles de la zona. No daré mayores detalles de lo sucedido por el momento. Todavía resulta duro hablar de ello, aunque no, no me arrepiento en absoluto de lo ocurrido. Volvería a hacerlo si fuese necesario.
    <p class=»s2″>Sigamos con mi crítica hacia el poderío sacerdotal. Que me repriman los entendidos por mis errores, que no serán pocos. La magia clerical no es más que una vertiente de la arcana. Una escuela, o conjunto de esferas, como lo son la adivinación, la alteración, la ilusión, la nigromancia o la evocación. Una mezcla de todas ellas, carente a su vez, de todos los elementos que la hacen tan temible como la de los propios magos. No obstante lo anterior, esta reflexión queda truncada por la realidad, pues ni las armaduras más pesadas del más puro y grueso hierro parecen molestar a  los sabios conjuradores que formulan hechizos en nombre de un dios. Tan solo conozco, y de boca de terceros, a un hechicero que logró dominar los vientos del éter, a pesar de su metálico yelmo. El mago sombrío Whirgem, viejo enemigo del padre de Sylbira. Han pasado más de 30 años desde su muerte a causa de una inmolación extraña, tanto por su potencia y alcance como por la forma en la que esta tuvo lugar. Manifestaciones mágicas del estilo, según tengo entendido, pueden contarse con los dedos de una mano en toda la historia de Eirea. No conozco ni a un solo arcano que haya logrado algo parecido, y ni siquiera los más eruditos o los tomos más exhaustivos y antiguos arrojan algo de luz al asunto.</p>
    <p class=»s2″>El porqué de estos raros dominios de energías me remueve la curiosidad, mas, al fin y al cabo, no soy más que una especialista en el manejo de armas de proyectiles, por lo que tales conocimientos me quedan lejos. Más que lejos. Son, simple y llanamente, inalcanzables.</p>
     

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    en respuesta a: Historia de Dreyhz. #349319

    Mira que es mono el Dreihz. Casi me dan ganas de sacar a srank y ponerlo arbitrariamente en algún lugar como el cartel del trolll. Pero no. ¿Sabes el palo que da tener que poner todo el rato o o o o o o o ne e se o …. y como sea que sigue esa ruta? Prefiero dormir Xd.

    PD: Srank dice: Yo soy tu nuevo padre. Seguro que te encantó el regalo que dejé en tu casa teñido de rojo. Seldar quiere verteen la catedral de Galador a principios del 163. No te demores demasiado. Tenemos a tu papi querido.

    ************

    :s coña te amo (como amigo). Enga chao. Y muy buena la historia.

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    Bravo. Bravísimo. Sigue mejorando la lista de PNJs. Me encanta cómo lo redactas. Cómo explicar eventos del juego sin usar términos técnicos, como HB, PVS, GPS, o habilidades concretas del modo de jugabilidad, aunque con leerte se entiende. Te faltó comentar que Vandal te seguirá por toda la cárcel. Quiero hacer algo parecido a tu proyecto de criaturas, pero con las habilidades de los tiradores, de modo que intentaré explicar su modo de juego de forma que roleramente quede bien. Entre otras cosas, intentaré explicar cómo se dispara un arco sin flechas, o cómo es que al empuñar un arco este puede lanzar daños en impactos de kill normales sin habilidad. Sigue así.

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    Personalmente como principal escritor de Questorium puedo asegurar que es una tarea que requiere demasiado tiempo como para que no se otorgue ni gestas ni nada en absoluto por ello. No se cual es la razón por la cual estos proyectos que ayudan a la comunidad no pueden ser recompensados con gestas o con cualquier otro tipo de premio, ser tutor de un novato otorga sus recompensas aunque no sirva de nada, pues un tutor debería estar encima del novel a todas horas, y todos sabemos que no es así. Dicho esto, estoy de acuerdo que estoy redactando e ilustrando una quest que no he creado yo, quizás debería dar menos puntos que otras, pero algo debería dar creo yo, básicamente porque además de ayudar a la comunidad, creo que es un proyecto bastante rolero, que lleva sus descripciones de pjs, fotos, etc. Con esto no quiero decir que no siga con el proyecto, por supuesto seguiré con la web pero de una manera mas pausada, chino chano.[/quotHola a todo el mundo.

    Poco hago en esta respuesta, más que mostrar mi acuerdo con el hecho de que los creadores de iniciativas como el questorium tengan derecho a recibir una recompensa digna de su trabajo. Y es que, después de luchar contra el maldito campo para responder, el cual parece no llevarse bien conmigo, o con mi lector, trato de engrosar el número de respuestas a este debate, para ver si conseguimos así que el asunto cobre relevancia.

    Por mi parte poco puedo ofrecer que no sean unos cuantos cientos de platinos y alojamiento gratuito en el futuro solar que llegue a construir algún día para las fichas compatibles con mi diplomacia, que sean propiedad de alguno de los creadores de este proyecto. Sin embargo, correspondería a los inmortales y al CDJ gestionar algo como esto. Yo al menos, le pondría 1.000 puntos de gesta a cada una de las guías de cada quest, beneficiando a todos los creadores de la guía por igual, pero poco puedo hacer desde mi mera posición de simple mortal.

    Espero que os tomen en consideración.

    Carpe diem.

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    Memorias de Irhydia; los inicios (parte 3 de 3) Lo que nos queda

    Destrozada como estaba, solo pude acudir a su hogar, tal y como me pidió, y simulando una muerte aun mucho más temible de uno de los líderes del movimiento rebelde, escribí unas cartas a la capital del eterno cielo gris, gracias a las cuales me consideraron  fiel acólita de Seldar, lo que me permitió ganarme la vida en otro lugar más, a pesar de que en realidad no creyese en ninguna divinidad y tuviese que fingir en ocasiones para conseguir beneficios, de otro modo inalcanzables.

    Pasados unos años, atormentada por los recuerdos de la ciudad, decidí emprender mi camino de nuevo a Anduar, no sin antes despedirme, aun con falsedad quizás, de gente despreciable, como Hermillo, a quien no sé ni como logré conocer, para mi desgracia. Algunos, sin embargo, se mostraron más simpáticos durante mi estancia, hasta el punto de convertirse en verdaderos confidentes. Ismutus fue uno de aquellos que logró llenarme el corazón de esperanza. Obviamente no compartía las creencias del sacerdote, lo que curiosamente no resultó ser ningún impedimento para con nuestra mutua confianza. Fue sorprendentemente bueno conmigo, así como con sus allegados, lo que pagó con su vida, ayudando en la defensa de una importante partida de campesinos que pretendía refugiarse en la fortaleza de Dara durante una incursión orca.

    Mis días siguieron transcurriendo durante viajes alrededor de toda  Dalaensar, siempre y cuando no decidía volver a Anduar para trabajar y ayudar con parte de mis beneficios a los pobres, cuya brecha de oportunidades con los ciudadanos de aquella urbe no para de crecer a cada mes que sucede al anterior. Mis mayores y sinceras felicitaciones a la ciudad más próspera del continente. Sus pieles exteriores son de diamante y mármol blanco pulido a conciencia, mientras que en su corazón la gente muere y muere y vuelve a morir de inanición por el capricho de unos pocos indeseables que distribuyen los recursos económicos a favor de quienes los adulan. Pero claro, ¿qué puede hacer una simple arquera errante como yo? Las revoluciones no acaban bien si no se planifican con gran detalle y cuidado, tal y como me mostró la funesta suerte de Sirgol. Una dura lección sobre la realidad de este mundo, de la que conviene reírse por no enloquecer. Al menos no todo es malo, y tal vez en otra vida, en otro nuevo juego de azares, la buena suerte sea más considerada con los desfavorecidos.

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    Memorias de Irhydia; los inicios (parte 2 de 3) Hacerse mayor

    ¿Dónde iría? Pues a Anduar, claro. Durmiendo en tabernas de mala muerte; bañándome bajo la lluvia; obteniendo los alimentos directamente de la naturaleza como la cazadora experta en la que me había convertido; trabajando en la confección de zapatos de lujo.
    La empresa “El Calzador Esmeralda, muy popular entre la aristocracia local en aquellos días pasados”, era propiedad de un noble, cuyas miradas lascivas me hacían pensar en su hambre carnal, a pesar del sufrimiento que me pudiera causar. Mi arco, sin embargo, lo mantuvo a ralla durante todo ese tiempo, hasta que, en un agresivo intento de cumplir sus deseos en la arboleda de Ucho, una flecha de plata de mi arma preferida decidió volar con certero augurio hacia su estómago y dejarle morir lenta e inexorablemente, gritando de dolor como una gata desollada en vida. Nada quedó de su cadáver, pues una bonita salva de munición ígnea dio lugar a una nube incendiaria que rodeó su forma inerte de un fuego que todo lo destruye, eliminando cualquier rastro de lo que en aquellas tierras había sucedido. Con las joyas que pude vender de su cuerpo, jamás hallado, cómo no, me permití unos lujos más que inasequibles para los de mi condición en las estancias nobles de la taberna del dragón verde, mientras que, como miembro de una partida de caza, decidí contribuir al comercio de las carnes y las plantas de diversos tipos. Fue Shilops, el botánico del jardín más importante de Anduar, quien me enseñó gran parte de lo que no aprendí por mi cuenta sobre vegetación venenosa, curativa y comestible.
    Por vivir tanto en la taberna del dragón verde, pude conocer a personas más que sorprendentes. Algunos groseros borrachos, orgos civilizados (el aquel entonces joven Karsig sería buena muestra de ello), enanos fiesteros, mas siempre dispuestos a hacer amigos y a alargar las noches hasta el alba, creyentes y no creyentes en diferentes deidades, orcos y kobolds salvajes, otros que renegaban de su anárquica y caótica sociedad y decidían desaparecer a ojos de sus congéneres… Incluso algún bardo, creyente en Seldar, casi logró llevarme a la senda del antagonista de Eralie. Claro que cuando conocí la historia de unos huérfanos que apuñalaron repetidas veces a un inquisidor de Galador por tantos años de adoctrinador sufrimiento, pues como que perdí toda fe, aunque eso es historia para llenar otro rollo de tinta.
    Mi primer y único amante, Sirgol, alegría de almas atormentadas por el dolor, célebre intérprete musical, narrador de historias, poemas y chanzas, también apareció en aquella ciudad. Sus amigos y yo poco tardamos en hacer buenas migas, y aunque no compartía su interés por la rebelión del Culto al Lujo contra el imperio dendrita, considerándola imposible e innecesaria, la verdad es que me dieron bastante en que pensar, aun más buenos recuerdos que cualquier otra compañía de mi vida hasta la fecha.
    Huyendo junto a mi querido bardo de la implacable justicia imperial, hacia lo más profundo de las grutas del lago de Aethia, solo pude ver en sus ojos el miedo por el inevitable destino de recibir, más pronto que tarde, una tortura y ejecución tan cruel como la de sus compañeros, capturados y castigados una semana antes, a manos de las nada tolerantes legiones de Dendra. Algunos fueron quemados, otros ahogados en ponzoña burbujeante, otros atados a un palo de hierro más alto que la torre negra de Mor Groddur durante el transcurso de una tormenta eléctrica, otros abandonados a manos de una sociedad anárquica en el Erial de los condenados, donde unos orcos decidieron clavarlos al suelo mediante estacas de madera y dejarlos sofocarse y pudrirse al Sol, o bien empalarlos con terribles armas de asta roñosa, decorando con sus esqueletos el primer nivel de la fortaleza de Golthur Orod. Siendo tal su aciago destino, decidió acabar con todo. Los detalles de su muerte me los ahorraré por el momento. Lo único que puedo testificar en estas líneas que escribo bajo las copas de los árboles del Claro de los Nyathor durante la puesta del Sol, es que no sufrió ningún dolor ni temor en el poco tiempo que le quedó.

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