Respuestas de foro creadas

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  • dgferrin
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    Totalmente de acuerdo, no me había fijado en eso…

    dgferrin
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    en respuesta a: Sugerencia Arremeter #351514

    O simplemente que en sala pegue menos y si es con direccion haga mas daño por no haber la suficiente inercia.

    dgferrin
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    Mastropiero, que lo que dices pueda ser verdad, no sería una solución válida no permitir el cambio de equipo automático.

    No puedes ser chaman o druida y tener que equiparte con cosas que no valen para nada en una clase u otra porque el juego  no está diseñado para esa estrategia.

    Además, aunque fueras full equip en chapa en soldado, y desnudo en emisario (mal llamado ‘seldar’), seguirías siendo una clase brutal.

    La solución del chamán en comunión, desde mi punto de vista, tal como están las cosas es reconstruirla o eliminarla. Dado la cantidad de programadores que hay, dudo que reconstruirla sea una opción.

    El chamán a poques llegaba y sobraba, que si bien es cierto, ahora mismo a poques no lo querria jugar ni el tato, no estarías a la altura ni a nivel 100 de la mayoría de clases con el sistema lento de órdenes a los poques y sin poder ni curarlos. Engorroso y desfasado.

    dgferrin
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    en respuesta a: Magos, costes #346997

    Cualquier mago que tenga que hacer daño con evocacion a neutral ya ves los costes en pgs, en 5 minutos estas seco.

    Imagina tirar un defenestrar sin rango como ejemplo, Coste: 21 pgs, el tio se mueve y tienes que cortar el hechizo, seguirlo y volver a gastar 21 pgs, asi hasta que logres darle.

    Ese gasto en pgs no lo aguantas ni con la regeneración de gestas.

    dgferrin
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    en respuesta a: Magos, costes #346992

    No vería algo descabellado reducir los costes de pgs a las esferas menor y neutral teniendo en cuenta el nivel ponderado, lo que sería de aliciente y recompensa a la vez el hecho de subir un mago a nivel 100 mas allá de ganar 10 pvs por nivel.

    dgferrin
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    en respuesta a: Relatos Nazzgrul #346844

    Capítulo 3: El tartamudo.

     

    Me quedé allí sentado, agarrando ese maldito libro con mis dos brazos, preguntándome quien demonios se le ocurriría escribir un libro con una pluma sin tinta. Los comerciantes se apresuraban a recoger sus puestos, unas enormes nubes negras oscurecían antes de lo previsto la ciudad, amenazaba tormenta. De vez en cuando, abría de nuevo mi libro y lo cerraba con fuerza, quizás estaba esperando que ocurriese un milagro. La verdad es que nunca creí en esas cosas, si tienes hambre robas una manzana, no te pones a esperar a que algún ente divino baje y te dé de comer. No he visto jamás a nadie rezando en la mesa y que de repente le caiga un pollo del cielo.

    Volví a abrir el libro, aquella vez eran las gotas de la lluvia las que mojaban las páginas, me quedé pesando como habría reaccionado si lo hubiese pagado. De nuevo intenté leer lo que ponía en esa gruesa cubierta, adornada con todo tipo de jeroglíficos: ‘Iniciación a la magia arcana’. Bueno eso es lo que imaginaba que pondría, en realidad aún estaba aprendiendo a leer. Estaba casi seguro de que, si volvía a aquella tienda, habría un hueco en la estantería esperando ser ocupado de nuevo por esta obra. El rufián que me lo regaló se parecía demasiado a su último cliente, aunque si me preguntan, yo no he visto nada.

    La lluvia empezaba a caer con más fuerza, eliminando la suciedad que había acumulado durante toda la semana. Nadie daba una limosna a un crio limpio y vigoroso, Lesha me obligaba a estar sucio todo el tiempo y la comida era siempre más bien escasa.

    Se estaba haciendo tarde y el agua empezaba a calar hasta los huesos. Comencé a correr hacia casa, todavía no debía caer la noche, pero el cielo estaba encapotado y no tenía pinta de querer escampar. Un viejo mendigo, muy conocido en la zona, me invitó a resguardarme del temporal en su morada. Era muy amable con todo el mundo, aunque siempre se metían con él porque era tartamudo. Tenías que tener la paciencia de un caracol para entablar una conversación con él. Llovía demasiado, así que acepte su invitación sin pensarlo.

    —Estás mo, mo, mo, mo, mojado jovencito, prenderé un fuego para que pu, pu, pu, pu, puedas calentarte.

    Me saqué la blusa y el pantalón y los puse a secar enfrente de las llamas, todavía eran débiles y no producían mucho calor. Me senté encima del libro y coloqué las palmas de mis manos enfrente de la fogata. Un rugido proveniente del estómago llamó la atención del anciano, que sin pensarlo dos veces, compartió conmigo un trozo de pan. Hacía tiempo que no probaba un bocado tan exquisito, dijo que se lo había cogido a un comerciante que hace la ruta de Nimbor.

    El viejo mendigo no apartaba la mirada de mi libro, arqueaba las cejas e introducía otro trozo de pan en la boca mientras masticaba con la boca abierta. Comenzaba a ponerme un poco nervioso, solo era un libro con las páginas en blanco, pero era mío. No había tenido algo propio desde que nací y no iba a desprenderme del fácilmente. El anciano se percató de mi inquietud pero no titubeó en preguntarme: —¿De do, do, do, do, donde has sacado ese libro jo, jo, jo ,jo jovencito? —en otra ocasión, le habría tirado una piedra y habría escapado gritando: —¡Adiós! viejo ta, ta ta, ta, tartamudo —es lo que hacen los niños de mi edad en estos barrios con los raritos. Sin embargo, me encontraba desnudo, me estaban dando cobijo y fuera llovía a cántaros. Decidí que el silencio en aquel momento era mi mejor amigo. Me quedé mirándole fijamente, como si hubiese perdido la capacidad de hablar. El anciano insistió una vez más y volvió a preguntarme lo mismo. —¡Fue un regalo! —contesté acelerado y en voz alta—, pero está completamente en blanco.

    El viejo tartamudo, con un gesto y expresión afable, me pidió prestado el libro. No vi la necesidad de negarme y se lo entregué. Abrió esa gruesa tapa y tal como había hecho yo la primera vez, pasó la primera página y se quedó mirándola fijamente mientras asentía con la cabeza. Me pareció que tardaba una eternidad en pasar a la siguiente, humedeció su dedo y pasó otra página mientras exclamaba en voz baja: —¡Aján!

    —Bueno chico, te aseguro que este libro está rebosante de conocimiento —cerró el libro de un sopetón y me lo entregó de nuevo.

    Volví a abrir el libro y …, las páginas en blanco, no entendía nada.

    Mi ropa ya estaba seca, dejó de llover y el cielo se despejó considerablemente. El chaparrón había cesado y ya podía regresar a casa. No sin antes preguntar a aquel viejo tartamudo: —¿Por qué yo no puedo leerlo?

    —Sencillo mu, mu, mu, mu, muchacho, deberás aprender a leer la magia. Se está haciendo tarde, debes regresar antes de que caiga la noche, mañana te diré quién puede ayudarte.

    Me despedí y marché de allí, con total certeza de que esa noche, no conciliaría el sueño…

    dgferrin
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    en respuesta a: Relatos Nazzgrul #346829

    Capítulo 2: Desdichado.

    El sol comenzaba a ocultarse detrás de la muralla oeste de la ciudad, todavía quedaban horas de día, pero el camino de vuelta se tornaba peligroso cuando caía la noche. Los maleantes aprovechaban la oscuridad para hacer de las suyas.

    Lesha tenía mucho que perder cada vez que regresaba a su lugar de cobijo, pero solo ella lo sabía. Digo lugar de cobijo porque vivía en una de las esquinas de la almena noroeste de la ciudad. Casi todos los mendigos buscaban al menos dos paredes, así podían montar un toldo que les permitiese resguardarse del sol, la lluvia y el viento. Usaban una pequeña viga de madera, que debía encajar perfectamente en el hueco que quedaba al levantar uno de los adoquines. De esa forma, conseguía una estructura que permitía cerrar completamente la estancia, colocando algo parecido a unas cortinas de tela gruesa. Para ella, como para el resto de desdichados en aquel lugar, ese era su hogar de toda la vida.

    Al llegar a casa, se celebraba algo parecido a un ritual, desenrollaba las cortinas, quedando totalmente protegida contra las miradas indiscretas. Levantaba el adoquín donde guardaba sus pertenencias y contaba todo el dinero. Había acumulado tanto que se vio obligada a agrandar el hueco. Cuando el crío era un bebé no le suponía un inconveniente, ahora ya había cumplido cinco años y comenzaba a ser un problema. Se deshacía de él dándole la calderilla para comprar en el mercado cualquier cosa que le hiciera falta. A veces no necesitaba nada más que se largara de allí y le dejaba comprarse algo para él, aquel fue uno de esos días.

    Debía darse prisa, pues no podía caer la noche al regresar. Al doblar una de las calles, el bullicio de la gente se hacía notar alertando todos los sentidos.

    —¡Tela de seda por un platino! —Exclamaba un comerciante mientras la zarandeaba por el aire.

    —¡Dátiles del Sharframna, frescos, recién recolectados! —Exclamaba otro vendedor ambulante, mientras un ágil mono daba vueltas a su alrededor.

    Nada de aquello provocaba el más mínimo interés en Nazzgrul, que pasaba de largo entre los distintos puestos. El olor a incienso se acrecentaba cada vez más al aproximarse a una de las tiendas del mercado, esto si despertaba curiosidad en el jovencito. Poco a poco se dejó llevar por los sentidos hasta acabar dentro de una extraña tienda. Un montón de manuscritos y desgastados pergaminos de papel, rellenaban cada estante del armario que había al fondo. Dos candelabros, colgados a ambos lados de la pared, dotaban de luz a este místico lugar. Un mostrador de casi metro y medio de altura separaba el armario del acceso al público, sobre él, asomaba la cabeza de vez en cuando el joven que regentaba la tienda. Al ver al jovencito, frunció el ceño y prosiguió ordenando unos libros en uno de los estantes.

    —¡Ejem, Ejem! —Exclamó Nazzgrul intentando atraer su atención.

    El regente del negocio observó de arriba a abajo al jovencito una vez más. Lleno de manchas por todas partes, de no haberse lavado al menos en una semana. Los remiendos que cubrían los agujeros del pantalón parecían desprenderse con la mirada. La blusa de lino ya no podía ser abrochada pues ya no tenía ni botones.

    —¿Que hace un crio de tu edad solo por ahí? —Preguntó el regente.

    —¡Quiero comprar un libro! —Respondió el jovencito.

    —¿Y dispones de dinero para tal menester? a ver, enséñame que llevas en los bolsillos…

    Nazzgrul sacó el dinero que le había dado Lesha y comenzó a contarlo con los dedos…

    Con los nervios, una de las monedas se le desprendió de las manos y fue rodando hacia los pies del tendero, éste la pisó acabando así con su incesante rodeo y se agachó para recogerla.

    La puerta se abrió en ese instante emitiendo un molesto chirrido y otro cliente entró en la tienda.

    —Lo siento chico, ‘Iniciación a la magia arcana’ es el libro más económico del que disponemos aquí y cuesta cinco denarios, por no decir que no es lectura para niños.

    El regente entregó al pequeño la moneda que había salido rodando y siguió atendiendo al resto de clientes. Nazzgrul, compungido y desilusionado, abandonó la estancia y se dispuso a volver a casa.

    Antes de alcanzar la salida del mercado, un muchacho llegaba corriendo, arremetiendo contra todo aquel que se interponía en su paso. Le seguían dos cruzados que habían sido advertidos de un robo a un conocido comerciante. El muchacho tropezó a la altura de Nazzgrul y varios pergaminos y libros se desparramaron por el suelo. Se incorporó rápido como alma que lleva el diablo e introdujo el botín de nuevo en el bolso de cuero. Hizo una seña al pequeño clamando silencio con su dedo índice, luego, sacó algo de dentro antes de proseguir su huida hacia el sur de la ciudad. El pulso de Nazzgrul se disparó considerablemente cuando recibió un viejo y desgastado libro de aquel desconocido tan generoso.

    Los cruzados, que habían perdido la pista del Joven maleante, se detuvieron ante el chico para preguntar qué dirección había tomado en el cruce. Nazzgrul alzó su brazo y éstos se dirigieron hacia el norte exclamando en voz alta: —¡Vamos, vamos, vamos!

    Con el corazón palpitante y sumo cuidado abrió la tapa del libro. Humedeció el índice de la mano derecha y pasó la que iba a ser su primera página. De igual forma comenzó a pasar las demás, cada vez más rápido. Sus ojos comenzaron a humedecerse, las lágrimas se derramaban sobre las páginas mojándolas. No había más que dos cubiertas protegiendo un montón de páginas en blanco. Era su primer libro y estaba vacío.

    dgferrin
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    en respuesta a: Registros Nazzgrul #346606

    Reg 2 Nazzgrul

    Historia:

    Las placas de hielo que cubren el océano en los meses de invierno, ya casi han desaparecido. La navegación hacia Naggrung es tarea sencilla en el mes de Aylie. Desembarcamos en el puerto de Keel por la mañana, hacemos acopio de víveres en nuestras mochilas y poco más, en esta época del año, cruzar la isla no debería suponer gran esfuerzo. La nieve que cubre normalmente los caminos obliga a llevar pesadas vestimentas, no es este el caso, por lo que la expedición está resultando muy favorable.

    Llegamos a la entrada del bosque negro, nuestro cometido es recolectar las raíces de unas extrañas criaturas. La finalidad la desconocemos pues servimos simplemente a un druida loco que ha pagado muy bien por nuestros servicios. Hago un gesto con la mano y mis dos compañeros me siguen hacia dentro, sabemos los peligros que entraña este bosque, por lo que no nos adentraremos demasiado.

    Unas extrañas raíces se deslizan por el suelo, intentando alcanzar nuestras extremidades. Ayudados de cimitarras imbuidas de magia arcana, logramos cortarlas antes de acabar siendo su presa. De ellas se desprende la savia que hemos venido a buscar. Al replegarse, dejan entrever una cesta fabricada con juncos, que, si no me falla la memoria, sólo he visto en las orillas del rio Durmi. En su interior se halla una criatura recién nacida que se asemeja a un humano varón, aunque sus orejas, y tonalidad de piel, me dicen que alguna humana ha sido víctima del infortunio.

    Mis compañeros discuten fervientemente para dejarlo en el bosque, pero soy rotundo en mi decisión, lo llevaremos de vuelta con nosotros, a un lugar más propicio, luego, que el destino se encargue de él. Es hora de encontrar el camino de regreso, tarea extremadamente difícil, pues algún tipo de conjuro afecta a este bosque ocultando la salida. Ya hemos estado aquí más veces, ya puedo ver la salida con facilidad.

    Estamos embarcados, rumbo a Alandaen, el buen tiempo permite acelerar la navegación. Mientras mi compañero se encarga del timón, hago carantoñas a la joven criatura, que dibuja una sonrisa en su rostro. Al intentar cogerlo en mis brazos, una nota se desprende de la túnica que lleva puesta.

    ‘Para el que lo encuentre, se llama Nazzgrul, ya no puedo hacerme cargo de él.’

    La nota se desprende de mis manos y sale volando por la borda de la embarcación, poco después atracamos en el puerto de destino. Nos dirigimos a Anduar, escondo a la criatura con una manta entre mis pertrechos, mi mujer ni nadie conocido puede verme con ella. Al llegar a la ciudad, me aproximo a los suburbios, allí lo dejo y escribo una nota con su nombre, con la esperanza de que alguien lo encuentre. Algo me dice que no es la primera vez que le ocurre esto, pero yo ya no puedo mantener más bocas.

    Han pasado ya 10 años desde que lo dejé allí, tengo que acercarme a los suburbios, a llevarle unas monedas a un viejo muy conocido que mendiga por la zona. Se dice que siempre tiene información útil si le ayudas. Tropiezo con uno de los adoquines y un joven acompañado por un chucho sarnoso me ayuda a levantarme, le doy las gracias y me despido. Introduzco la mano en el bolsillo de mis perneras, luego en el del otro lado, las monedas que llevo para el viejo mendigo no están. Tardo un rato en darme cuenta. El joven que me ha ayudado a levantarme también me ha ayudado a deshacerme de mis posesiones. Pregunto por la zona y todos me responden lo mismo: ‘se llama Nazzgrul, es un pobre diablo muerto de hambre’

    Nazzgrul, ese inconfundible nombre, al final ha logrado sobrevivir. Desde entonces siempre me acerco a los suburbios de la ciudad, con el pretexto de alimentar a algún mendigo y obtener información sobre él.

    Es curioso, porque mientras se las ingenia para distraerte, su perro se acerca lentamente y te sustrae cualquier cosa que lleves cargando. Ahora ya se cómo ha logrado subsistir tanto tiempo.

    Años más tarde…

    Ahora ya es todo un mozo, que tendrá, ¿20 años? Se le ve bastante débil físicamente, se las pasa de taberna en taberna catando vinos y presumiendo de sus conocimientos sobre enología. Ya no sólo es conocido en los suburbios, sino en toda la ciudad, un experimentado mago que provoca numerosos altercados por donde pasa, provocados por su séquito de no-muertos, que, en ocasiones, no logra controlar.

    Es curioso, ya no veo al chucho que le acompañaba a todas partes, supongo que todos nos vamos haciendo un poco más viejos cada día…

    Rol:

    Si le invitas a una copa de vino, tendrás ganada su atención, además de involucrarte en una intensa charla sobre enología. Pasa horas en las tabernas próximas a los puertos, en las que se deleita con suculentos manjares provenientes del mar maridados con excelentes vinos blancos.

    Siente un apego especial por los chuchos desvalidos, durante su etapa temprana de vida, uno muy especial al que adoptó, le acompañó hasta que expiró su último aliento.

    Posee una pésima destreza en el combate cuerpo a cuerpo, algo que compensa con sus dotes para el estudio. Su predilección por las artes que imbuyen vida a seres de otro mundo, sumado a los prejuicios sociales, le generan problemas para socializar, aunque no contempla escoger otro camino.

    Objetivos:

    Descubrir la fórmula que le permita ralentizar el desgaste prematuro al que está sometido, causado por la magia arcana que practica. Mientras, ejerce oficios que le ayudan a mejorar su constitución de forma natural.

    Rendir culto a los pies de la tumba en la que yace el cuerpo de su querida mascota, siempre que encuentra un hueco en su atareada agenda.

    Construir una pequeña casa en un extenso terreno, donde plantar su propia vid y crear afrutados vinos de elaboración propia.

    Viajar por Eirea, ayudado de su séquito de no-muertos, en busca de tesoros que le permitan costear sus propósitos más mundanos.

    Crear una escuela para nigromantes en Dalaensar, que facilite el aprendizaje de la especialización a los habitantes del continente.

     

    dgferrin
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    los cepos en general son odiosos. Pero deberia haber unos segundos de cooldown entre cepo y retener o cualquier otra incapacitación de ese estilo que no permita moverse que haga superar automáticamente la tirada de paralización.

    dgferrin
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    La idea del hechizo es buena, pero en la práctica al final pocos han conseguido hacer algo con el hechizo mas que usarlo para escapar. Quizás al principio cuando la gente no sabía bien su mecánica pudo tener una utilidad mayor, pero luego te das cuenta de que con esos pgs que te gastas podrías haber hecho muchas mas cosas útiles que lanzarlo.

    Además ni siquiera te permite ayudar a tu grupo si vas con uno, si lo tiras en algun pk grupal tus compañeros de grupo te van a poner de verano, no es como un holy que bien tirado te da la victoria, o mal tirado te la arurina, con la inversión la tiras y te quedas como estabas, porque no podras pegarle a nadie si hay algun compañero en ella, o simplemente harás que lo maten.

    • Esta respuesta fue modificada hace 2 years, 6 months por dgferrin.
    dgferrin
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    Uno de los problemas que tiene es que si alguien supera la tirada ya no puedes quedarte a spamear hechizos porque te parten en 2, por lo que al final tienes que irte casi siempre dejandolo como hechizo de escape. No se si sigue atrapando a los aliados creo que si.

    Lo que creo que se refiere sokoth es que se tarda en quedar pìllado por la anomalia la primera vez que entras, si no recuerdo mal se efectuaban varias tiradas hasta que al final caes dentro de la gravedad cuanto mas estas en la anomalia, lo que provoca que quien la ve quiera salir de la room para safarla. Hace tiempo que lo aparque quizas me equivoque en algo.

    • Esta respuesta fue modificada hace 2 years, 7 months por dgferrin.
    dgferrin
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    El cazador no puede hacer poco daño con las resistencias que tiene porque quedaria demasiado nerf, estoy de acuerdo que el rastrear es demasiado OP y deberia revisarse, ademas si no nerfeas el rastrear provocas que grupitos de 2 sigan abusando del comando.

    dgferrin
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    en respuesta a: Garfio herrumbroso #336223

    Estoy de acuerdo, aunque en realidad yo creo que el problema no reside sólo en este arma, creo que el sistema de cálculo que se emplea para reducir armadura es demasiado drástico, las armas o bien sacan un 30% de armadura o bien habilidades que prácticamente sumadas te dejan sin ella.

    Quizás sería bueno crear un sistema de rendimiento decreciente y pongo un ejemplo para explicarme mejor.

    Supongamos que las armas y habilidades con efecto machacaarmaduras saquen una cantidad de puntos de armadura, que no se restaría directamente a la armadura total del objetivo.

    El garfio sacaria pues 30 puntos, a mayores el objetivo le sacaron otros 70 puntos que puede provenir de un furtivo, pero el objetivo tiene 100 puntos de armadura…

    Claro en un sistema básico se quedaría a ‘0’ pero si aplicamos una fórmula con rendimiento decreciente en realidad le estaríamos sacando con 100 puntos pues el 50% de la armadura(a modo de ejemplo)

    Si por ejemplo en vez de aplicar 100 puntos de machacarmaduras le aplicasemos 200, en vez de un 50% le estariamos sacando un 55%, y con 300 puntos un 56% y con 10000 puntos un 58%.

    Bueno los que programan sabrán de que hablo seguramente, estoy intentando ser abstracto para llegar a todo el público.

    dgferrin
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    Joder que currado, pues no había caido yo en eso pero me parece una propuesta genial.

    dgferrin
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    Lo que me hace preguntarme si el goblin que da el reajustador tiene un limite para pedir gemas o si realmente llegará un dia que ni puedas conseguirlo…

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