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en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348492
Fascículo 65
Una vez atravesado el umbral hacia el interior de la Meseta Ferrian, y conversado brevemente con los Telequinéticos y Soldados que custodian el Disco Elevador, el Alto Teócrata Arcano se embarcó en este hasta ascender a la cumbre de dicha meseta, alcanzando así su ciudad natal, Ar’Kaindia.
Apenas le supuso unos minutos atravesar las calles, más allá del mercado de la ciudad, para llegar al Templo Piramidal. Los guardias de la zona se amilanaron al ver pasar a Rijja emitiendo un gesto militar de saludo, al cual el Orgo respondió amablemente, a la vez que se adentraba en el interior del Templo. Una vez allí ascendió por las sinuosas Escaleras Astrales y llegó a una de las estancias donde se encontraba, entre múltiples de ellos, su laboratorio favorito.
El Alto Teócrata Arcano apartó todos los enseres y bártulos que se hallaban en una de las mesas de aquella estancia y, después de depositarlos en sus lugares correspondientes con cierta parsimonia, dispuso su petate encima. Entonces desató el fino cordón, asido a una impecable hebilla, y depositó el contenido de este sobre aquel escritorio que extendía frente a él.
Los dos objetos recién hallados, los cuales iban a ser el objeto principal de estudio en esa ocasión, fueron despojados de su particular envoltura y colocados con cuidado sobre unas inmensas placas de Petri.
Una vez separados ambos objetos, el Alto Teócrata Arcano los dispuso de manera diferente. El extraño vendaje fue espolvoreado con una mezcla de ceniza, similar en textura al talco, por toda su superficie y, al margen, estirado mediante unas pequeñas pesas de mithril que Rijja había colocado en sus extremos.
El extraño apéndice óseo fue entonces engarzado en dos resistentes soportes de obsidiana sobre la placa de Petri y, después de ser salpicado de igual modo y con la misma sustancia que el vendaje, fue apartado a uno de los extremos del escritorio, quedando relegado al segundo turno de estudio.
Rijja sonrió.
El Orgo se alejó pausadamente del escritorio dirigiéndose hacia la salida de la estancia para, después de colocar un cartel de “no molestar” en el pomo de la puerta; como era costumbre antes de ejecutar cualquier estudio, clausurar el pórtico a dicha estancia y voltear de nuevo hacia el escritorio.
–No quiero interrupciones. –Pensó el Alto Teócrata Arcano para sus adentros, a la vez que volvía a esbozar una sonrisa simpática.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348462Fascículo 64
Una vez que su enorme corcel lo llevó lejos del Castillo de D’hara, yendo hasta el final del camino fronterizo que separa el Imperio Dendrita del el Reino de Golthur, Rijja bajo de su montura, una vez alcanzó un cruce de caminos al sur de la Ciudad de Dendra, y la entregó a una escuadra de caballeros que se dirigían a la Fortaleza de D’hara, de donde él venía. Después de agradecerle a su Orden de Caballería por cederle prestado tan portentoso caballo y desearles buena fortuna en su camino, el Alto Teócrata Arcano se dirigió a pie hacia el sur, introduciéndose en la sabana, avanzando por esta sin dilación.
Debido al conocimiento exhaustivo que ha desarrollado sobre la zona con el paso del tiempo, el Alto Teócrata Arcano no tuvo problemas en desenvolverse por el terreno sin llamar las atenciones indeseadas por parte de algunas criaturas que moran en aquellas tierras.
Después de algunas horas de travesía por fin alcanzó las soledades que ofrece el Desierto de Merok-Gaddor. Sin efectuar pausa alguna, Rijja comenzó a adentrarse en aquel páramo ardiente de manera cómoda y tranquila, regocijándose en la belleza que ofrecía su Reino del desierto y, obviamente, completamente satisfecho con el resultado y novedades en su estudio. El hallazgo repentino de las variadas piezas con procedencia directa del Y502 sin duda habían exaltado el ánimo del Alto Teócrata.
Una vez se adentró lo suficiente en aquel desierto, Rijja se detuvo y se concentró profundamente. En su mano derecha comenzó a acumularse un crepitante poder mágico y, llegado el momento oportuno, Rijja extendió su mano hacia el cielo y de ella surgió una bola de haces mágicos que se alzó verticalmente a una velocidad increíble. Una vez alcanzó la altura deseada, aquel crepitar mágico se extinguió completamente, quedando un profundo silencio en la zona.
Transcurridos unos segundos, un ligero temblor creciente empezó a notarse justo debajo de Rijja Al’jhtar, al cual acompañaba un suave sonido casi hipnótico. El Alto Teócrata sonrió.
La arena del suelo deslizó súbitamente a la vez que emergía de ella un enorme gusano, montando sobre su lomo a Rijja durante el proceso. Tras unos ligeros toques en el lomo, de forma amigable, y un ligero espoleado mediante un gesto con la pierna, aquel enorme gusano comenzó a desplazarse rápidamente por la tierra, zigzagueante, rumbo a las profundidades del desierto, más allá del límite del Desierto de Merok-Gaddor, hasta el vasto Desierto de Sharframma.
Ignorando la hostilidad del clima, el cual realmente no molestaba en demasía a Rijja Al’jhtar, este avanzó por aquel inhóspito paraje hasta llegar a los pies de la Meseta de Ferrian y, desmontando de su inusual montura y caminando la parte final del trayecto, llegó a su amada ciudad, la joya del desierto, Ar’Kaindia.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348460Fascículo 63
Después de observar largo tiempo a aquel extraño e inusitado ente mondo, lirondo y ligeramente terrorífico que había aparecido en reacción a la magia del Alto Teócrata Arcano, este último agarró con fuerza el farolillo vaporoso para, después de un movimiento firme, cerrar la ventanilla que permanecía abierta de aquel artefacto. De soslayo, respondiendo al gesto del Orgo, la fantasmagórica cabeza desapareció y, de manera instantánea, la llama espectral que antes habitaba en el interior de aquel farol apareció de nuevo dentro de su particular prisión.
Rijja asintió complacido al ver que su intención para con su acción se había cumplido perfectamente. El demonio, atento al gesto que había ejecutado el Alto Teócrata Arcano, también sonrió de manera complaciente.
–Esto ocupará largas horas de estudio por mi parte, estoy deseando comenzar dicha tarea de manera concienzuda. –Dijo Rijja Al’jhtar, dirigiéndose al demonio.
–Sin duda. Pocos hechiceros han pasado por mi recuerdo con tanto afán de… como decís por aquí… rata de biblioteca, ¿o era de laboratorio? –Respondió burlesco Rogahortharminathar.
–Las burlas, teniendo en cuenta los recientes hallazgos, no son apreciadas en este momento, demonio. Sabéis de sobra la trascendencia que podría tener, al margen claro de mi satisfacción personal. –replicó Rijja con tono firme.
–Claro, claro. No te sulfures –respondió el demonio de manera más seria. –No niego el potencial de todo esto o lo que pueda conllevar, simplemente no podía dejar pasar la ocasión de ser sarcástico, es parte de mi naturaleza demoníaca. Agradezco enormemente cuando un trato me beneficia, máxime cuando a la otra parte también, y estoy realmente contento con atesorar la fantástica moneda que me has ofrecido a cambio. –Sentenció el Rogahortharminathar solemnemente.
Una vez el Alto Teócrata Arcano finiquitó su conversación con el demonio sobre las últimas vicisitudes conocidas que entraña el Plano dimensional del Y502, Rijja Al’jhtar abandonó la estancia con rapidez rumbo al exterior de la Torre del Homenaje donde se encontraba.
Mientras el Orgo abandonaba el Castillo de D’hara rumbo hacia el sur, con intención de alcanzar a la mayor brevedad el Reino de Al’Qualanda, Rogahortharminathar se levantó pesadamente de su asiento y, después de caminar unas decenas de pasos, se detuvo ante una puerta que se hallaba en la zona este de la estancia, llamó pausadamente en tres toques acompasados y la puerta se abrió como recibiéndole amistosamente.
Una sepulcral voz se oyó desde el interior de la sala recién abierta:
“¿Has conseguido la moneda?”
Pudo oírse nítidamente mientras el demonio atravesaba el umbral que se encontraba ante él y, a la vez que cerraba la puerta tras de sí, contestó:
“Si, Asmoranocalducalar. Aquí te traigo la dichosa moneda”.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348459Fascículo 62
Habiendo pasado un tiempo comentando la posible magia albergada en el interior del extraño artefacto, Rijja fue a depositarlo de nuevo sobre la mesa que se encontraba entre ambos contertulios y, mientras lo alzaba por última vez antes de dejarlo, el farolillo reaccionó de manera inesperada.
Aquel artefacto abrió súbitamente una de sus ventanillas y, sin dar tiempo a reaccionar ante aquel suceso, el Alto Teócrata Arcano se vio envuelto por una serpentina bocanada de espesa niebla la cual, después de envolverlo completamente, se distribuyó también por toda la estancia, aunque con menor virulencia. A los pocos segundos, a la altura de la cabeza del Orgo, la niebla comenzó a emitir un potente fogonazo de una luz pálida ligeramente azulada y, tras un instante una cabeza flotante apareció en escena.
Se trataba de una calavera, completamente ennegrecida, que estaba envuelta en anaranjadas y furiosas flamas. Junto a ella, siguiendo su estela, se encontraban numerosos y extraños insectos voladores, los cuales envolvían eventualmente la carne muerta que se hallaba colgando en los maxilares de la particular calavera y darse con ello un festín. El cuello de este extraño ente terminaba en un amplio pedazo de espina dorsal, la cual serpentea ligeramente de manera constante como buscando algo.
Ante esta repentina aparición terrorífica, tanto el orgo como el demonio, adoptaron una pose defensivamente hostil, la cual desapareció cuando aquella extraña invocación comenzó a cacarear de forma macabra, pero amistosa, levitando alrededor del Alto Teócrata Arcano con un comportamiento similar al de un perro con su amo.
Ante la situación tan inesperada ambos quedaron ligeramente perplejos hasta que los invadió una ligera risilla de alivio.
Sin duda, los poderes de aquel artefacto habían respondido ante la magia del Alto Teócrata y, sin saber cómo hacerlo posible, aquella criatura reconocía a Rijja como dueño y señor o, al menos, como alguien amigable.
–Jamás había contemplado algo así, orgo. –Dijo el Demonio con una mueca de asombro. –Sin duda, este intercambio ha sido provechosamente curioso y revelador. –Añadió con una sonrisa.
–El primer sorprendido soy yo, querido amigo. –Dijo Rijja Al’jhtar. –Creo firmemente que ha sido un gran acontecimiento. –Añadió, a la vez que acariciaba de manera cauta a la calavera, la cual volaba alrededor suyo sin cesar, entre cacareos.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348458Fascículo 61
Después de un tiempo, Rogahortharminathar había expuesto al Alto Teócrata Arcano múltiples datos sobre la dimensión del Y502 y sobre algunos de sus habitantes, al menos datos que él conocía o sospechaba. Realmente, seguramente debido a la animadversión o indiferencia que tienen los demonios sobre ese plano, no se había interesado lo suficiente. El caso, al menos lo más significativo de esto, es que al Alto Teócrata Arcano le fue esclarecedor en algunos campos. Cuando la conversación había alcanzado ya un par de horas, los vapores del farolillo se extendían por la mayoría de la habitación de manera sinuosa, lo cual hizo recapacitar de nuevo en su presencia a los interlocutores. Rijja Al’jhtar, mirando aquel artefacto, comenzó a hablar.
–Disculpa mi curiosidad impertinente, ¿Dónde encontraste este objeto? –Dijo Rijja, a la vez que agarraba el artefacto con ambas manos, percatándose de nuevo que la llama interior seguía sin emitir calor alguno.
–No lo encontré yo, aunque sé que el artefacto procede del Y502 de manera fehaciente. –Dijo el demonio. –Un Caballero del Castillo de D’hara atravesó uno de esos inestables portales que se abren fruto de los… “experimentos” que lleva acabo Dalim. A su vuelta, justo antes de que la muerte le llegara, se desplomó portando este objeto. Ya que fui el único que estaba presente, decidí quedármelo. –Concluyó sonriendo Rogahortharminathar.
Rijja esbozó una sonrisa.
–Entiendo. –Asintió el Alto Teócrata Arcano. –Dejemos al margen su procedencia. Ya que lo has tenido en tus manos, y soy consciente de tu naturaleza curiosa, ¿Qué has logrado averiguar sobre él? –Terminó intrigante Rijja Al’jhtar.
–Veras, ciertamente me produjo una sensación intrigante al principio y, al margen de contemplar sus medidas y componentes, la magia del objeto parece no reaccionar ante mi. La prueba fehaciente de esto es la cantidad de brillos y vapores que ha exhalado ante su nuevo dueño. Conmigo jamás pasó tal cosa, ni con ninguno de mis colaboradores demoníacos. –Sentenció Rogahortharminathar.
–Ahora, amigo mío, al margen de curiosidad, este objeto ha despertado mi simpatía –Contestó sonriente Rijja Al’jhtar, a la vez que clavaba su mirada en la llama fatua del interior de aquel extraño farolillo.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348457Fascículo 60
Mientras el Demonio Rogahortharminathar miraba con obnubilación aquella moneda mientras ponía muecas y ligeras sonrisas siniestras, el Alto Teócrata Arcano tomó siento en el sillón de enfrente, quedando separado de su interlocutor por una pequeña mesa.
–Realmente es magnífica. Su manufactura y acuñado es muy inusual… -Comenzó, Rijja Al’jhtar, a hablar. –Espero que el resultado esté a la altura de su pérdida. –Concluyó.
El Demonio lanzó pobremente la moneda al aire y, a la vez que la cogía rápidamente con su mano derecha apretando el puño de manera intensa, emitió una amplia sonrisa complaciente.
–Sin duda lo estará, amigo mío. – Dijo el demonio mientras comenzaba a hacer unos extraños gestos con su mano izquierda.
Cuando terminó, después de un ligero chasquido de dedos y abriendo su palma, comenzó a brotar una pequeña neblina azulada y, de ella, emergió un extraño objeto, el cual pasó a estar sujeto en la mano del demonio, la cual casi lo cubría por completo.
Se trataba de un farolillo fabricado en cristal, el cual estaba rodeado y sellado por extrañas piezas óseas. En el interior de este particular artefacto se encontraba una crepitante llama blanca que, eventualmente, languidecía en sinuosos bamboleos. A los pocos segundos de que el demonio hiciera aparecer aquel extraño farol, este comenzó a exhalar profundos hálitos de vapor azulado, el cual se enredaba encaprichado en el propio objeto. Los cristales, con aspecto de estar fríos como un témpano, contenían la mayor parte de la extraña bruma en el interior.
Rijja sonrió brevemente y, marcando una profunda mirada de curiosidad a la vez que alargaba el brazo, solicitó que el demonio le entregara el objeto. Este accedió complaciente y se lo entregó sin rechistar.
–Debo decir, mi demoníaco señor, que estoy muy complacido por este… obsequio. –Dijo Rijja Al’jhtar, mientras observaba de cerca y con mimo aquel curioso artefacto. –Y, por favor, complaced mi curiosidad. Habladme sobre lo que sabéis del Plano Y502 y estos objetos que tanto vos como yo tenemos entre manos. –Concluyó el Alto Teócrata Arcano, sin dejar de observar exhaustivamente aquel farolillo vaporoso.
–Un trato es un trato. Escuchad con atención… -Asintió complaciente la entidad demoníaca.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348456Fascículo 59
Los Orgos no cesaron en su galope, espoleando sus monturas con tesón, avanzando rápidamente por los territorios del Imperio Dendrita y de manera rauda recorrieron, bordeando sus muros, la Ciudad de Dendra en dirección norte.
Una vez hubieron recorrido totalmente la vía principal que los llevó hasta el Feudo de Ysalonna, los dos Orgos dividirían sus caminos y, dirigiéndose Karsig hacia la ciudad de Galador para reclutar a un pelotón del Ejercito Ar’Kaindiano que allí se encontraba y partir hacia los desiertos de Al’Qualanda, Rijja cabalgaría solo por los desfiladeros hasta alcanzar, de nuevo, el Castillo de D’hara.
El trasiego del Alto Teócrata Arcano por aquellos caminos resultó rápido y sin ningún incidente mientras oía los susurros y rumores en los lugareños sobre lo ocurrido recientemente en la Ciudad de Ryniver. Era patente la preocupación que se extendía sobre el populacho y, debido a la velocidad por la que el rumor se había expandido, seguramente la nobleza también andaría molesta con los recientes acontecimientos. Nadie estaba contento.
Una vez Rijja Al’jhtar hubo alcanzado el Castillo de D’hara, desmontó de su corcel y se dirigió raudamente, mientras se sacudía el polvo de los ropajes que se había acumulado en cantidad, debido a la velocidad de su galope, por los polvorientos caminos, cruzando el Patio de Armas y accediendo a la Torre del Homenaje. Apenas tardó una exhalación en terminar de posar su pie en el último peldaño de las escaleras del interior de la Torre y, con mano firme y decidida, abrió la puerta que llevaba a la estancia que había ocupado, en un pasado breve en el tiempo, en su negociación con Rogahortharminathar.
Con apenas observar el interior de aquella estancia vio al Emisario Abismal sentado en el mismo sillón donde habían hablado la última vez y clavándole la mirada a la vez que sonreía abiertamente.
–¡Rijja Al’jhtar! –exclamó simpático el demonio. –Que poco habéis tardado en volver, menudo alarde de audacia el vuestro. –concluyó con cierto tono satírico.
–No creeríais que no iba a volver, ¿Verdad? –Dijo sonriendo el Alto Teócrata Arcano. –Tenemos un pacto que cumplir y, por mi parte, mi apreciado Señor Demonio, quiero hacerlo efectivo.
Las palabras de Rijja denotaban cierto tono chulesco y, a la vez que le lanzaba una de las monedas blancas que poseía a las manos del demonio, este la agarró con suma habilidad.
–Así me gusta, Orgo. No te arrepentirás. – Concluyó Rogahortharminathar.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348455Fascículo 58
Sin duda, el hallazgo forzado resultaba una pieza de interés. Dicho interés se exacerbaba hasta límites mucho más altos en el Alto Teócrata Arcano, el cual encontraba el extraño artículo extremadamente útil para sus estudios. Sin esperar ni un segundo, se dispuso a escudriñarlo, mientras este colgaba todavía de la guadaña del Antipaladín.
Este largo trozo de tejido se encontraba plegado varias veces a lo largo del filo de la guadaña y, desliándolo de manera pausada, utilizando unas pinzas para no tocarlo directamente, descubrieron que llevaba una afilada esquirla de hueso pegada en uno de sus extremos. La curiosidad del Alto Teócrata volvía a dispararse. Cuando este se disponía a introducir dicha garra en un frasco, que previamente había sacado de su mochila, con sumo cuidado y poder estudiarla detenidamente, Karsig alargó el brazo agarrando dicha garra osea y arrancándola sin cuidado alguno de aquel pútrido tejido ante la mirada atónita de Rijja y Drakar.
–Esto seguro que sirve como arma. –Dijo Karsig, mientras que agitaba el apéndice oseo, ajeno a las miradas de desconcierto de sus compañeros.
–¡Insensato! –Dijo Rijja elevando el tono. –No sabemos cuál las propiedades o maldiciones que podría contener dicho objeto, debemos manejarlo con cuidado. –Añadió en tono inquisitivo, a la vez que Drakar lo acompañaba con una sonrisa despreocupada.
–Los Orgos tenéis formas muy diferentes de hacer las cosas. –Dijo Drakar carcajeando. –Por esta vez, al parecer, no hacía falta tanto cuidado y mañana, Teócrata. –Añadió entre risas.
Rijja suspiró de manera desconcertada, ciertamente aliviado ante que la despreocupación de Karsig no hubiera ocasionado mayores problemas.
Después de recobrar la compostura, empaquetaron ambos artículos por separado en unas cajas de madera con remaches plateados que previamente Drakar había extraído de su petate. Una vez acabado dicho embalaje, el Alto Teócrata Arcano las introdujo en su mochila mágica, en pos de un estudio meticuloso más adelante y volvió a mirar a Karsig de manera ligeramente furiosa, recordando sus acciones con la astilla de hueso de unos minutos antes.
-Bueno, es hora que os partáis de la zona. –Dijo Drakar Baelzhemon, al observar la llegada de varios pelotones del Ejercito de Dendra, los cuales habían sido enviados para asegurar la zona. –Cuando obtengas respuestas o aclaraciones sobre los objetos que hemos encontrado, házmelo saber de inmediato, Teócrata.– Añadió Drakar, con tono imperativo.
–No os preocupéis, Alto Inquisidor. Tendréis noticias mías a la mayor brevedad. –Dijo complaciente el Alto Teócrata Arcano, teniendo en cuenta la facilidad que el Inquisidor le había ofrecido para poder estudiar de primera mano el mismo los hallazgos.
Después de asentir brevemente, el trío de amigos se separó.
Drakar Baelzhemon se mantuvo en Ryniver, organizando a las nuevas tropas que habían llegado para asegurar la zona y poniendo en vereda de nuevo el orden en la ciudad mientras que el Alto Teócrata Arcano y el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana ensillaban sus monturas y salían al galope rumbo a la Fortaleza de D’hara donde, el Alto Teócrata, tenía pendiente la ejecución de un trato, pero, esta vez, él tenía en su posesión dos monedas y un par de artículos hallados muy interesantes.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348454Fascículo 57
Mientras Drakar Baelzhemon, con la ayuda de Karsig Al’jhtar y algunos guardias que quedaban con vida, asignaba las tareas para la reorganización y reconstrucción de la Ciudad de Ryniver, Rijja Al’jhtar se dedicaba a recoger muestras de los restos del combate: Muestras de la tierra infectada por los miasmas, partes de carne infectadas, ciertos restos de ectoplasma e incluso jirones de huesos astillados que yacían por los alrededores. Una vez hubo terminado, juntó todas las muestras en un pequeño saco que sacó que llevaba colgado al cinturón y lo sostuvo con la mano derecha.
–«Fais Alijus»– pronunció Rijja, a la vez que se abría una especie de pequeño dimensional, guardando aquel pequeño saco en su interior para luego desaparecer.
Acto seguido, el Alto Teócrata Arcano, se dirigió donde se encontraban sus compañeros de armas, los cuales se encontraban en ese preciso momento conversando un par de calles más abajo.
–Veo que habéis organizado bien la reconstrucción. Comandante, gracias por la ayuda prestada. –Comenzó a decir Rijja hasta llegar a la posición de estos. –Lord Drakar, después de repasarlo mentalmente en varias ocasiones, un halago por su carga contra el enemigo. Una ejecución perfecta. Parece que los años no os afectan. –Terminó diciendo al detenerse, con tono jocoso.
–No puedo decir lo mismo de usted, Teócrata. He visto como os alcanzaban en algún punto vital tras vuestro hechizo. Menos mal que esa magia vuestra aun os protege como es debido. –Interpeló el Anciano Inquisidor, devolviendo la misma jocosidad en sus palabras.
Ambos contertulios echaron a reír.
–Y no ha sido completamente inútil, ¿Verdad, Lord Drakar? –Dijo Karsig mientras señalaba el filo de la Guadaña del Alto Inquisidor. –¿Algo que añadir a la colección? – Sentenció.
En ese momento, tras esbozar una sonrisa, Drakar Baelzhemon alzó ligeramente su guadaña, dejando a la vista el vendaje que había arrancado del propio cuerpo del Apóstol de Astaroth y que, ahora, se encontraba enredado en su arma.
Dichas vendas no se habían volatilizado y rezumaban un fuerte halo mágico que intrigaba a los presentes.
Una buena oportunidad de estudio, sin duda.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348453Fascículo 56
Gracias a la improvisada organización de la población, evitando caer en pánico total, la situación se había tornado en favor de los combatientes mortales.
Mientras el Apóstol de Astaroth continuaba ligeramente aturdido, Drakar Baelzhemon giró la cabeza, observando a su alrededor y viendo la victoria segura, para luego volverse y clavar la mirada de nuevo en su enemigo, el cual permanecía observando los daños recibidos mientras trataba inútilmente de moverse. Sin esperar a cualquier tipo de regeneración por su parte, el Anciano Inquisidor elevó su guadaña por encima de su cabeza, asiéndola fuertemente con ambas manos, para luego descargarla con tremenda potencia sobre el ajado Apóstol de Astaroth. El cuerpo desapareció, disipándose lentamente, entre una pequeña nube de ectoplasma.
El combate llegó a su fin con esa acción.
Los pútridos portales que se habían abierto, de manera múltiple, a lo largo de toda la ciudad desaparecieron súbitamente, al igual que los tres extraños astros eclipsados que se habían situado en el firmamento.
Los gritos de júbilo y victoria por parte de los presentes en la ciudad o tardaron en ensordecer cualquier otro sonido. Los tres amigos se miraron con una sonrisa complaciente, teniendo la sensación de éxito después de tales eventos. Y no erraban. Repeler una invasión de los habitantes del Y502 no había sido una tarea sencilla.
–Creo que empiezo a estar viejo para esto. –Dijo Rijja Al’jhtar con tono malhumorado. –Si este tipo de invasiones se van a suceder en el tiempo, deberíamos destinar ciertos recursos a predecirlos y repelerlos, o tendremos serios problemas. Todos. –Añadió, tornando el tono malhumorado a uno más preocupado.
–No cabe duda, pero, Señor Alto Teócrata, disfrute de la vejez como lo hago yo. –Dijo Drakar Baelzhemon entre una leve carcajada. –Y, si, tiene usted razón. Comunicaré de inmediato el reporte sobre lo sucedido a mis superiores. Decidirán sabiamente lo que hacer. –Añadió de manera solemnemente tajante.
Ante tal respuesta, los Orgos se miraron y, después de un leve arqueo en sus cejas, comenzaron a recoger ciertas muestras. Cual fue la sorpresa del Alto Teócrata al observar, cerca de donde aquel extraño carruaje que combatían había volcado, y guiado por la visión de un pequeño reflejo metálico en un surco en el suelo, encontró una moneda blanca, exacta a la que el portaba, fruto de la expedición al mismísimo Y502. Después de esbozar una amplia sonrisa y casi una carcajada ahogada, Rijja se la guardó en uno de los pliegues de su túnica y continuó con el escrutinio de los restos.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348452Fascículo 55
Aun habiendo dado muerte a multitud de enemigos e incluso dañar severamente a su enemigo principal, la situación para los combatientes no paraba de empeorar. Los miasmas que había generado el Apóstol no dejaban de vomitar, más y más criaturas que se sumaban al ataque en su contra.
Drakar avanzó varios metros más, entre giros veloces de su guadaña, mientras cortaba los cuerpos de sus enemigos como si fueran mantequilla. La cantidad de criaturas que se acumulaban en torno a él empezó a sobrepasar su capacidad de ofensiva, a la vez que sus golpes comenzaron a descender en rapidez, y justo antes de verse alcanzado por sus ataques, unos negros tentáculos emergieron de su cuerpo para, no solo detener los ataques, agarrar a sus enemigos y lanzarlos varios metros en la distancia. Fue en ese momento cuando atisbo un ligero pasillo entre las criaturas el cual le brindaba un acceso directo al Apóstol de Astaroth tras recorrer varios metros.
Una ligera sonrisa se esbozó en el rostro del Alto Inquisidor de Seldar.
Tras una breve carrera, ejecutando un sprint a gran velocidad, Drakar se situó en la posición propicia para el ataque, aferró su portentosa guadaña y miró con determinación a su enemigo mientras crecía un aura púrpura a su alrededor que trazaba sombras siniestras en sus facciones. De soslayo, comenzó una vertiginosa embestida contra el Apóstol de Astaroth mientras pronunciaba unas palabras en un maléfico y perverso tono.
–¡Observad bien esto, Criatura blasfema! –Exclamó. ¡Voy a mostraros el camino que exhumará vuestra pútrida alma al doloroso Infierno de Seldar, recibid la caricia de su Caótica Excelencia! –añadió.
El Antipaladín se abalanzó entonces contra el Apóstol y, con una precisa y contundente carga, seccionó parcialmente a su enemigo, arrancando algunos trozos de armadura y vendajes del cuerpo de Apóstol, los cuales se quedaron agarrados a la guadaña.
El enemigo retrocedió torpemente varios pasos atrás, quedando desconcertado por la magnitud de los daños sufridos.
Para este momento, el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana y el Alto Teócrata Arcano no habían permanecido impasibles. Ambos habían conseguido reducir al cuantioso número de enemigos que los rodeaban y, al margen, un tumulto de aldeanos y varios guardias de la ciudad que aún seguían con vida se habían organizado para hacer frente a las criaturas que los asediaban, consiguiendo recuperar la mayor parte de la urbe.
Una turba muy oportuna y eficaz.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348429Fascículo 54
El cruce de miradas entre los ahora contrincantes en combate fue hostil y breve.
Arrancando el escudo del suelo, que se encontraba hundido con fuerza en la tierra debido al choque anterior, Karsig lo arrojó con fuerza sobre el Apóstol de Astaroth, como si de un disco volador se tratase, a la vez que asía la empuñadora de su Yhjlema Arcana con ambas manos y comenzaba a canalizar su magia sobre ella, la cual empezó a emanar una potente aura de heterogéneos colores.
Mientras Drakar Baelzhemon flanqueaba al enemigo por la parte izquierda, alcanzando gran velocidad, el Alto Teócrata Arcano comenzaba a formular un potente hechizo con la mirada clavada en su rival, el cual apartó, desviando fuertemente de trayectoria, dando un golpe con su maza, en la parte baja del escudo, con gran potencia. La criatura hizo un giro rápido con su muñeca y, de soslayo, aparecieron varios de pequeños portales que resquebrajaron el aire cerca de cada uno de los enemigos del Apóstol.
Antes de que el trío de amigos pudiera culminar sus ataques sobre la criatura, de los portales recién abiertos junto a ellos comenzaron a brotar multitud de no-muertos que les atacaron con fiereza, siguiendo los designios de su invocador.
Drakar detuvo en seco su avance para, a la vez que se giraba con fuerza, rebanar en dos partes a las criaturas que le atacaban a su espalda gracias a su portentosa guadaña y, girando la hoja guadañil hacia el otro sentido, realizó un giro de trescientos sesenta grados para hacer lo propio con aquellos entes que se abalanzaban en todas direcciones.
Rijja, sin desistir en proyectar su hechizo hasta su objetivo principal, emitió un cántico arcano a la vez que canalizaba la magia, con sus manos situadas en forma de triángulo, hacia su enemigo. Acto seguido, de las manos del Alto Teócrata Arcano emanó con fuerza un rayo de energía mágica que impacto parcialmente contra el Apóstol de Astaroth, desintegrando completamente su brazo derecho, al igual que su poderosa maza. Para este momento, el orgo había sido completamente rodeado por los entes que habían brotado de los portales y, después de recibir los primeros ataques y perder ciertas escamas pétreas de su protección, fue entonces cuando Rijja pronunció un cántico arcano rápidamente:
«Repelish Forceum»
Conforme el Alto Teócrata Arcano finalizó de pronunciar su hechizo, sus atacantes salieron despedidos con fuerza, los cuales volaron; o arrastraron dolorosamente, a varios metros desde la posición del mago Rúnico, el cual volvió a encauzar su mirada y atención sobre el Obispo de Astaroth, su enemigo principal, con una sonrisilla clavada en el rostro.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #348424Fascículo 53
Mientras el ambiente de la mayor parte de la Ciudad de Ryniver se sumergía en los ecos de los estridentes gritos de terror de sus habitantes, bajo el yugo de las “bendiciones” de los seguidores de Astaroth, el carruaje conducido por el Obispo de la Muerte se acercaba a una velocidad vertiginosa. Vista la brevedad en la que se produciría el choche frontal; Rijja, Drakar y Karsig, de dispusieron a preparar su estrategia defensiva. Durante largos años, este trío había compartido innumerables escenarios de batalla y albergaban una gran coordinación bélica.
Karsig Al’jhtar, justo después de aferrar un enorme escudo a su brazo izquierdo mediante unas apretadas correas, clavó la parte inferior de este en el suelo afianzando una pequeña barrera a la vez que desenvainaba una espectacular Yhjlema Arcana, situando su punta hacia delante en una pose ofensiva.
El antipaladin, Lord Drakar Baelzhemon, se situó a la derecha del Comandante Ar’Kaindiano, mientras que comenzó a recitar una letanía de versos en una perversa lengua empuñó con fuerza una enorme guadaña de filo oscuro como una noche sin estrellas a la vez que brotaban de él unos extraños tentáculos, frutos de su asociación con un demonio de sombras.
Rijja Al’jhtar, en cambio, pronunció un cántico arcano y, mientras que el efecto de protección pétrea hacia efecto, se dirigió al flanco derecho de Karsig mientras que extraía una enorme espada de su talabarte, la cual tenía una de las partes del filo con un color ceniza poco usual, y la mantuvo alzada utilizando ambas manos.
Justo antes de que el carruaje de aquel poderoso Apóstol de Astaroth arramblara con ellos, Rijja descendió su espada sobre una pequeña alimaña que rondaba la zona de sus pies. Gracias al sacrificio de aquel pequeño ser vivo, la magia de la espada que sostenía el Alto Teócrata Arcano se activó, haciendo emerger mediante invocación a un esqueleto animado justo en la trayectoria del carruaje.
Dicho esqueleto quedó completamente devastado por el choque que se sobrevino, pero consiguió el propósito por el cual había sido invocado. Debido al impacto, el carruaje se desvió ligeramente de su trayectoria original, trastabillando a los corceles que de él tiraban y orientándolos hacia el escudo de Karsig. Fue en ese momento cuando el Comandante Ar’Kaindiano cambió sutilmente la inclinación del escudo que previamente había afianzado en el suelo y gracias a esto consiguió volcar el carruaje justo cuando este se estampó, por uno de sus lados, ante dicha barrera.
El Apóstol de Astaroth salió despedido varios metros debido al accidente sufrido y, levantándose con una mueca inexpresiva sin apenas haber sufrido daños, enarboló una enorme maza oscura mientras miraba desafiante al trío que había provocado su estado actual.
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La indeseada invasión que amortajaba la Ciudad de Ryniver se hizo patente cuando, entre un fulgurante destello emitido desde el portal que los sobrevolaba, brotó un enorme y tétrico carruaje volador, el cual encabezaban numerosos corceles óseos con un porte extremadamente intimidante.
A las riendas de dicho vehículo, y espoleando a los corceles de hueso con un ansia inusitada, se encontraba uno de los famosos Apóstoles de Astaroth, los cuales habían asolado en otras ocasiones diferentes Reinos. Esta atroz criatura enarboló su arma emitiendo unos giros concéntricos y, de súbito, comenzaron a brotar innumerables miasmas en la tierra de toda la zona complaciendo la voluntad, y poder, de su conjurador.
El Alto Teócrata Arcano, acompañado ahora por Karsig Al’jhtar y Drakar Baelzhemon, sabían que las huestes de Astaroth llegarían inexorablemente y se dispusieron a la improvisada defensa de aquel territorio. No cesarían en su empeño de evitar que la “bendición” de ese Dios redujera Ryniver a un amasijo de sangre y muerte.
Pasados unos instantes, mientras aquel Obispo de la Muerte comenzaba a descender con su carruaje, un efluvio dañino envolvió a todos los presentes en la zona, impregnándolos en una tenebrosa sensación mortal y, a la vez que pasaba, las miasmas de tierra putrefacta comenzaron a vomitar una ingente cantidad de muertos vivientes, defensores acérrimos del Apóstol de Astaroth.
En la primera oleada, los soldados situados al norte de la ciudad casi sucumben de inmediato, aunque, después de algunas acometidas y restructuración de su defensa de manera acertada, consiguieron finalmente sobreponerse sobre sus recién llegados enemigos.
Los pequeños portales de la zona este de la ciudad, desde el comienzo, habían sido previamente rodeados por algunas lanzas clavadas fuertemente en el suelo de alrededor, lo cual había facilitado el exterminio de las criaturas de la mano de los soldados que defendían dicha posición.
El sur de la ciudad se encontraba inmerso en una lucha encarnizada contra los no-muertos invasores, pero, debido a la amplitud de terreno que otorgaban los cultivos de la zona, los guerreros podían reagruparse con facilidad y batallar en rápidas escaramuzas ante grupos reducidos de muertos vivientes acumulados allí.
El oeste no tuvo tanta suerte. Fue en esta zona donde descendió el Apóstol, llevando una muerte rápida a todos los caballeros y soldados apostados allí, los cuales apenas pudieron hacer frente ante el poder del Obispo de la Muerte. Una vez los hubo “evangelizado” en la fe de Astaroth, el carruaje se dispuso a recorrer rápidamente la distancia que lo separaba del centro de la ciudad donde, ansiosos, esperaban Rijja y Karsig Al’jhtar junto a Drakar Baelzhemon.
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El Alto Teócrata Arcano, apartando la vista momentáneamente de aquel extraño portal, volteó su cabeza para observar quien había exhalado aquellas palabras.
Se trataba de Drakar Baelzhemon, un viejo amigo que, al mando de una pequeña hueste de soldados y caballeros, se había personado en el lugar con la intención de sofocar cualquier visita hostil dentro de los confines del Imperio Dendrita y, la ciudad de Ryniver, se encontraba dentro de esta situación.
–Saludos, viejo amigo. Debo decir que me relaja tu presencia aquí. –Comentó Rijja con tono amigable y complaciente. –Es una situación potencialmente peligrosa en la que nos encontramos. –Añadió.
–De hecho, lo es. Ya hemos presenciado, en más ocasiones de las que me gustaría, como este tipo de fenómenos han dejado arrasadas ciertas zonas de un momento para otro, pero, esta vez no pasará, no mientras yo esté aquí.
Drakar hizo un ligero gesto a su guarnición personal y esta respondió con un breve y gutural sonido para después posicionarse en distintos puntos de la ciudad, adoptando posiciones estratégicas a modo de defensa. Una vez alcanzaron las ubicaciones deseadas, esperaron.
Habían pasado unos minutos desde que aquellos eclipses se afianzaron en el horizonte y, la turba de aldeanos asustados que antes invadía las calles de la ciudad, se había ocultado en sus casa y sótanos dejando las calles despejadas para la inminente intervención militar.
De soslayo, desde el camino que hace pocos minutos había cruzado Rijja Al’jhtar, pudo divisarse un pequeño grupo de Orgos que se acercaba a marcha rápida hacia la posición del Alto Teócrata Arcano, Rijja Al’jhtar, y el Alto Inquisidor, Drakar Baelzhemon. Dicho grupo, capitaneado por el ahora reconocible Karsig Al’jhtar, no tardó en llegar al lugar donde se encontraban dichos mandatarios.
–Llegas tarde. –Dijo Rijja a Karsig, justo antes de que este último detuviera la marcha junto a él. –Espero que vengas preparado. –Añadió en tono jocoso.
–Saludos Alto Teócrata. –Dijo nada más llegar, a la vez que ejecutaba un saludo militar, el Comandante de la Guardia Ar’Kaindiana. –Un placer verle a usted también, Lord Drakar. –Añadió.
–Basta de protocolo, sabemos perfectamente lo que va a suceder. Prepara a tus hombres. –Demandó el Alto Teócrata de manera amigable, pero autoritaria.
Sin apenas esbozar un gesto con su mano derecha, los Orgos que acompañaban a Karsig se repartieron para situarse junto a los soldados comandados por Lord Drakar Baelzhemon, a modo de reforzar las líneas defensivas.
Perfecto… que gran batalla nos aguarda.
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