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en respuesta a: Historias de un Instructor #345486
Historia de un Instructor: Libros y Compendios III
Pasado un breve tiempo, desde su peculiar encuentro, Rijja y Leghdan terminaron sus saludos y plática variada para centrarse en la tarea que Rijja había encomendado al Bibliotecario del Templo Piramidal.
-Bien, mi señor Rijja Al’jhtar. ¿Qué libros busca exactamente? – Preguntó intrigado Leghdan.
-Son varios los ejemplares que quiero agenciarme, pero de esta biblioteca en concreto, necesitaría uno de tus Compendios de Herbalismo, en concreto el de nivel aficionado y un Libro del Reino de las Gárgolas.
- ¡Curiosa petición!, ayer mismo estuve desempolvando uno de esos libros del reino de las Gárgolas, no hay problema en que se lo lleve, hay varias transcripciones en esta biblioteca. Pero… ¿tratado de herbalismo?, ¿Por qué? He leído su ultimo trabajo sobre Alquimia y Herbología y mis estudios han quedado muy atrasados con respecto a los suyos, mi querido Alto Teócrata. – dijo cabizbajo el bibliotecario.
-Gratificantes palabras- agradeció Rijja- Aunque no seas tan modesto, gracias a tus estudios pude hacer la ampliación que comentas. Dicho esto, he de decir que no quiero otorgar el conocimiento tan meticuloso sobre un tema como la herbología a mi futuro alumno, tantos tecnicismos y disecciones sobre plantas volvería muy tedioso el aprendizaje. Me limitaré a darle los conocimientos necesarios para conocer para que sirve cada planta y donde podría encontrarla. – añadió.
-Perfecto, tan sabio como siempre. Como he dicho antes, no tengo problema en sustraer esos libros de la colección que aquí descansa. Solo tengo una humilde petición en compensación por tan apabullante trabajo de búsqueda- dijo Legdhan mientras sonreía irónicamente.
-Habla pues. – dijo Rijja.
Legdhan se calló súbitamente a la vez que numerosos ruidos procedentes de su estómago se hacían notar en la sala.
- ¿Podría usted traerme…? – Comenzó a preguntar Legdhan.
-
Sin duda te traeré unos dátiles frescos cuando pase a recoger los volúmenes que te he solicitado. Sé que no sales de estas soledades, no tengo inconveniente en traer tu dulce favorito en compensación. – Interrumpió Rijja.
-Gracias mi señor! Veo que se acuerda de las largas horas de estudio en su adolescencia. ¡Muchas gracias! – agradeció Leghdan.
Antes de terminar sus palabras de agradecimiento, el bibliotecario se perdió por uno de los pasillos repletos de estanterías para localizar los tomos que se le habían solicitado mientras que Rijja volteaba hacia la salida de la biblioteca. Ya solo le quedaba un libro por encontrar. Un curioso libro, un Grimorium de Pheet y, como era de esperar, sabía perfectamente donde encontrarlo.
en respuesta a: Historias de un Instructor #345483Historia de un Instructor: Libros y Compendios II
Rijja había accedido a una enorme sala, ubicad en un rincón del Templo Piramidal de la ciudad de Ar’Kaindia. Una estancia repleta hasta los topes de librerías colmadas con tratados, numerosos compendios, enciclopedias y toda clase de libros que pudieran suscitar interés, por mínimo que fuera. Sin faltar, claro está, una amplia sección dedicada a la transcripción de papiros arcanos y enseñanzas mágicas. La gran Biblioteca del Templo Piramidal, cuna de la recopilación del saber Orgo.
Conforme cerró la rugosa puerta de madera de aquella estancia, Rijja escuchó un tremendo chasquido, propio de la madera al romperse, y vió como una de las voluminosas estanterías comenzaba a quebrarse y caer sobre uno de sus lados. Con el fin de evitar un “efecto dominó” con el resto de las estanterías que poblaban la sala, el Alto Teócrata alzó una de sus manos y, con un rápido giro de muñeca, extendió un pequeño royo de pergamino que portaba en esta para después farfullar un pequeño sortilegio.
Un muro de fuerza se alzó por la parte de la estantería que había comenzado a doblarse sobre la contigua, deteniendo así el avance de la caída, quedando apoyada sobre el invisible muro que ahora la sostenía.
- ¡Diablos! ¡Que contrariedad! – Pudo escucharse de boca de un anciano Orgo mientras se precipitaba al suelo desde lo alto de la estantería quebrada.
El Ogro se golpeó contra el suelo de manera estrepitosa y, sin apenas esfuerzo, se levantó con ímpetu mirando con sorpresa a Rijja. Se trataba de Leghdan, el Bibliotecario.
-Siempre oportuno mi querido Teócrata. ¡Gracias! Esa maldita estantería me la ha jugado mientras depositaba un pesado tomo en ella. ¡De nuevo, gracias! – Dijo Leghdan con un tono de profunda gratitud. – ¿Que le trae a esta humilde biblioteca?, hace algunos meses que no le veía por aquí. – añadió el anciano.
Leghdan era un anciano Orgo, estirado y pálido que parece aún más intelectual que el resto de Orgos. Sus delgados brazos portan sendas manos que denotan que no ha trabajado nunca duramente, al menos no físicamente. Durante años ha sido el encargado de la transcripción de libros y libros. Este Orgo conoce mejor que nadie todos los tratados y compendios que se pueden encontrar en la biblioteca del Templo Piramidal. Y claro, cualquier Orgo que haya estudiado alguna vez algo de sabiduría histórica, arcana o sobre cualquier tipo de estudio, lo conocía.
Rijja no pudo evitar sonreír ante la situación que había presenciado.
-Leghdan, viejo amigo. He de pedirte que encuentres, y actualices, algunos tratados y compendios para mi. – Dijo Rijja con tono ligeramente autoritario.
Leghdan, ante las palabras de Rijja, sonrió y asintió.
en respuesta a: Historias de un Instructor #345479Historia de un Instructor: Libros y Compendios I
Después del éxito en recopilar todos los componentes que buscaba, Rijja marchaba con un paso simpático hacia el Templo Piramidal de la ciudad de Ar’Kaindia.
Una vez hubo alcanzado la Plaza Mayor de la ciudad y, como siempre, saludado al Tutor que se encarga del entrenamiento de los Orgos de temprana edad, Rijja comenzó a ascender por las gigantescas escaleras que van desde este nivel de la ciudad hacia la base del Templo Piramidal. Desde los primeros escalones, se puede observar la magnificencia de aquella colosal construcción y, una vez avanzas ligeramente por ellas, se divisan las enormes puertas metálicas del Templo.
Conforme alcanzó la pequeña placeta que hay justo a la entrada de aquel Templo, Rijja no pudo evitar detenerse ante la estatua que allí reside, una estatua de el mismo. La figura se yergue de manera imponente, esculpida en una aleación perfecta entre Ferrita y Berilio. Su construcción fue el motivo de representar la figura de Rijja Al’jhtar como uno de los grandes Magos Rúnicos de la ciudad y conmemorar su figura como mandatario dentro del consejo de Altos Teócratas.
El propio Rijja no suele regocijarse en dicho ídolo metálico, pero esta vez fue diferente. Recordando tiempos pasados, ya sean las horas de estudio que fueron necesarias para convertirse en lo que es hoy en día o, simplemente, ecos de victorias militares lejanas. El Alto Teócrata no pudo evitar sonreír al paso en la sombra que proyectaba la estatua.
Los guardias que custodian la entrada al templo se amilanaron al ver llegar al Teócrata.
-Saludos Alto Teócrata Rijja Al’jhtar, a su servicio. – Dijeron al unísono mientras se apartaban en una pose de respeto.
Rijja los saludo levemente con un giro de su muñeca y una sonrisa y se introdujo por el umbral hacia el interior del Templo Piramidal.
Una vez dentro, se encontró en un pasillo alargado repleto de pilares gigantescos, de unos doce metros de altura y, entre los pilares, varios acólitos que se dirigían hacia el pequeño relicario que hay en la parte norte de la estancia, seguramente a conseguir alguno de los objetos consagrados a Velian que allí se ofrecen.
Conforme hubo avanzado por aquel pasillo llegó a la sala del Altar de Velian, una bella losa cetrina semejante a una luna de dos dimensiones. Una preciosa cúpula abovedada se encuentra en la cúspide de la estancia, la cual facilita que el brillo que emite el Altar ascienda hasta los mismísimos cielos.
Traspasó aquella estancia con velocidad hasta, después de atravesar un pequeño pasillo, unas escaleras al este. Con la misma velocidad ascendió por ellas hasta llegar a un lugar con varias salas y, sin pararse ni un segundo, atravesó el umbral de una de ellas.
Había llegado a la Biblioteca del Templo Piramidal de Ar’Kaindia.
en respuesta a: Historias de un Instructor #345478Historia de un Instructor: Componentes y Herbolario III
La visita del Alto Teócrata entusiasmaba a Mehlamahd cuernos dorados. Recordaba perfectamente que cada una de estas siempre reportaba una gran cantidad de riquezas o, en su defecto, algún artilugio mágico de gran rareza y la posibilidad de su estudio. Esta vez, no iba a ser menos.
Después de un ligero tiempo de plática diplomáticamente condescendiente, Mehlamahd no pudo aguantar la intriga que le producía aquella visita.
-Bueno, Alto Teócrata. Dejando al margen los saludos y elogios típicos… ¿qué le trae a mi humilde establecimiento? – dijo Mehlamahd con tono de intriga.
-Nunca aprenderás a contener tu afable avaricia, ¿verdad? – dijo Rijja con tono burlesco. -Pues verás, necesito que me consigas algunos componentes para completar cierto… “manual de aprendizaje”- añadió el Teócrata.
- ¡Bravo! Siempre encantado de atenderle. Dígame, ¿qué artículos necesita? – Dijo expectante Mehlamahd.
-Es un pedido nada complicado, incluso tengo existencias propias. Simplemente me apetecía recopilar lo necesario sin tirar de almacén. Verás, necesito un estuche con piedra tratada. Cualquier alumno que se precie la necesitará para el encantamiento de Piel de Piedra, pero, al margen, quiero una bolsita de esa Ceniza peculiar que fabricas. – Enunció el Teócrata.
- ¿Ceniza? A cuál se refiere, ¿Cerezo?, ¿Palmera? – Preguntó sonriente Mehlamahd.
-Palmera, obviamente. Es bastante ligera y confortable de llevar. – Dijo Rijja.
-Perfecto, tengo suficientes existencias para abastecerte. El pago… ¿Cómo siempre? – dijo frotándose las manos el ávaro tendero.
Risa emitió una sonrisa de satisfacción y complicidad.
-Claro, Mehlamahd. Aquí tienes. – Dijo Rijja mientras sacaba de su mochila un extraño artilugio. – Un Artefacto de Alquimia, sumamente raro. Encontrado en el interior de la Torre de Exodus. Espero que disfrutes estudiándolo.
-Oh! ¡Mi querido Alto Teócrata, siempre encuentras verdaderas maravillas! Haré que lleven lo que me has solicitado a su despacho en el Templo Piramidal.
-Gracias, no te demores en demasía. – Dijo Rijja despidiéndose.
El Alto Teócrata salió del establecimiento dejando atrás al tendero jugueteando con su nueva adquisición y dirigió sus pasos al Laboratorio del Templo Piramidal. Ya había conseguido los componentes y plantas que buscaba, ahora era el turno de la sabiduría escrita.
Personalidades y habitantes del Valle de Mnenoic, por Rijja Al’jhtar.
Si empezara a describir a los habitantes del Valle de Mnenoic por edad, seguramente la primera persona que se me vendría a la cabeza sería Yuben, el joven cartero.
Un muchacho joven, muy joven, que no más de trece años tendrá en su haber. De pelo castaño claro, con unos ojos grandes y cetrinos que adornan su redonda cara. Al margen de su aspecto normal hay algo en el que llama la atención de manera extraña, seguramente sea su carácter despistado. Siempre va portando un saco, presumiblemente repleto de cartas, lleno de parches y, debido al uso, con ciertas rajas en su base. Fácilmente deducible la desconfianza que puede generar en la población para con el reparto de su correspondencia.
Al menos, las personas pueden relajarse en sus preocupaciones en la taberna que regenta Ortilez. Un hombre completamente calvo, salvo por un par de pelos castaños, de arrugado rostro considerablemente castigado por el tiempo. Siempre porta una expresión seria y calmada. Da gusto observar la rapidez con la que llena las jarras de bebida en su taberna, algo que delata el tiempo que debe de llevar dedicado al oficio de tabernero.
Si después de una visita a la taberna “El Sueño Dorado” quedaras con hambre o, simplemente, te apeteciera algo dulce, no dudes en visitar a Dorinda la Panadera.
Dorinda es una mujer regordeta, por no decir gordísima, de un profundo aspecto amable. De pelo rizado siempre recogido bajo un pañuelo de cuadros azules. Sus ojos verdes inspiran simpatía mientras son decorados por sus grandes y rosadas mejillas. Siempre viste un ceñido delantal, el cual realza sus enormes pechos hasta tal manera que crea un canalillo en el que se podría bañar un bebé.
Devorando una de las deliciosas rosquillas almendradas que se encuentran a la venta en la panadería e intentando olvidar los exuberantes pechos de Dorinda la Panadera, y dirigiendo los pasos a la zona norte del poblado, podemos encontrar la herrería regentada por Malfor.
Malfor, el Herrero, es un hombre muy fornido de grandes y marcados músculos. Su estatura alcanza casi los dos metros y una larga melena negra cae sobre sus hombros decorando parte de su espalda. Entre tanto pelo y unos apagados ojos marrones, acompañando una cara de ancho mentón, se puede discernir a un hombre con expresión bobalicona, la cual denota que no es un tipo demasiado inteligente. Al menos, es un excelente herrero.
La herrería, como comercio, se ve acompañada de otros establecimientos en la zona, casi siempre todos orientados a la explotación y tratado del hierro. Este es el caso de la tienda de suministros mineros regentada por Ruspel.
Ruspel, apodado “el Vago”, es un hombre de mas de 30 años de edad, bastante poco agraciado estéticamente. A su boca ausente en dientes, se suma un pelo castaño y grasiento, una nariz bulbosa y unos ojos pequeños y redondos bajo unas cejas pobladas. De complexión bastante rechoncha y flácida. Seguramente se ganó su sobrenombre a pulso.
La mayoría de los utensilios de minería que se venden, tanto en la herrería como en la tienda de suministros mineros, son utilizados en las propias minas del Valle de Mnenoic. Dichas minas son administradas por Mornigan, el jefe de los Capataces.
Este delgado hombre, tiene una estatura normal con el rostro siempre manchado de tierra y sudor. Una melena negra, de aspecto totalmente descuidado, esconde ligeramente unas desgastadas lentes tras las cuales pueden verse unos cansados ojos, decorados perpetuamente con profundas ojeras. Apenas puede dormir o comer, ya que el trabajo de administración en la entrada de las minas es excesivamente tortuoso y atareado.
Y claro, al margen de los banqueros, si hablamos de personas influyentes en el Valle de Mnenoic, tenemos que hablar de Oweler, el Párroco local.
Se trata de un hombre extremadamente obeso, tanto que se necesitarían dos personas para poder abarcar su desproporcionada cintura. Siempre ataviado con una túnica que, por su tamaño podría servir de sábanas para una cama de matrimonio, no deja de hurgarse constantemente las mangas deleitándose con las monedas que guarda en ellas. Su grasiento rostro siempre refleja una expresión de avaricia, acentuada hasta el asco. Sin duda tampoco puede pasar desapercibida su falta de higiene personal debido a la cual exuda un hedor a sudor insoportable.
Sin más concluir con una mención a ciertos habitantes, no tan influyentes pero si realmente imprescindibles, y enunciar así a los carretilleros que pueblan el Valle. Distribuyendo con velocidad e ímpetu todo el mineral extraído en las minas y llevándolo a su destino.
Edificios y Lugares Emblemáticos del Valle de Mnenoic, por Rijja Al’jhtar.
Iniciando el comentario sobre los lugares y edificios que podemos encontrar en el Valle de Mnenoic, entrando por la parte sur a esta zona y ligeramente al este, podemos encontrar el Embarcadero. Junto a la orilla del Lazgalgai se encuentra esta estructura de firme madera, la cual se adentra varios metros en el agua. Desde esta localización es posible navegar usando pequeñas balsas o embarcaciones de poca envergadura y así poder llegar al Urzabalgai, siendo Ryniver el destino comúnmente utilizado.
Si seguimos adentrándonos en el poblado del Valle de Mnenoic nos encontraremos la oficina postal.
Este edificio fue construido poco después de la ocupación de este territorio por parte del Ejército de Dendra. Los trabajadores del valle, venidos y traídos desde todos los rincones del Imperio, que no pudieron trasladarse a Mnenoic junto a su familia, enviaban y recibían cartas constantemente, debido a esto el gremio de Carteros de Dendra decidió construir esta edificación. Siempre hay montones de sacos llenos de cartas esparcidos por todas partes y un incesante tráfico de los carteros. El ambiente que aquí se respira inspira cierto agobio en los usuarios de este servicio ya que, viendo tal caos, se preguntan si su correspondencia llegará algún día a su destino.
Para distraerse de manera banal de la tortuosa actividad minera, el poblado dispone de una taberna. La Posada “El Sueño Dorado”. Esta se compone de una amplia sala, con multitud de sillas y mesas, donde los clientes disfrutan de la buena comida y bebida que se proporciona en esta taberna. Al margen de una pequeña cocina, para dar servicio de alojamiento, la posada dispone de una planta alta donde se encuentran las habitaciones que dan plazas a este hostal. Debido al constante trasiego de la clientela, compuesta principalmente por mineros recién salidos de su jornada laboral, el suelo está siempre cubierto por huellas de tierra y polvo.
Desde la puerta de la taberna, y demás establecimientos, puede uno percatarse del intenso y agradable olor a pan recién hecho. De esto tiene la culpa la Panadería del pueblo, “La Dorada”. Un pequeño pero acogedor establecimiento, decorado con multitud de muebles labrados en madera y revestidos con paños bordados. Sobre estos siempre se exponen los productos a la venta de ese día. Sin duda, el gran escaparate que abarca casi toda la pared sirve de expositor para que los habitantes disfrutes con las vistas antes de elegir bocado.
Otro gran edificio presente en el pueblo es el Banco de Mnenoic. Esta construcción vivió su época dorada durante la explotación activa de las minas de oro. Mudos testigos de su gloria son los caros, lujosos y envejecidos elementos decorativos del lugar: enormes pinturas, preciosas cortinas (ahora roídas) y muebles carcomidos de enrevesados diseños. A pesar de que aquí se siguen moviendo grandes cantidades de dinero, gracias a la explotación de las minas de hierro, carece de la antigua exuberancia que el oro le proporcionaba.
Otro de los establecimientos más visitados, sin duda, en este poblado es la Herrería, “El Brillante Martillo”.
En esta herrería, más incluso que en otras, el olor del hierro fundido inunda el ambiente. Repleta de piezas de armaduras y afiladas armas que brillan en los expositores situados en las paredes, realzan el sentimiento de querer ser vendidos. Es palpable la influencia del Ejercito Dendrita en la zona, con tan solo levantar la vista se pueden observar numerosos, y enormes, estandartes de este reconocido gremio.
Después del repaso expuesto, solo quedaría comentar el edificio más especial del poblado. La Capilla.
La Capilla de Mnenoic tiene una base pentagonal, como es tradición en los templos en honor a Seldar, y es iluminada por grandes cristaleras dispuestas por todas las paredes del recinto. Estas, al representar imágenes de sangrientas torturas y mutilaciones, tiñen la estancia de color rojizo, lo cual crea un ambiente óptimo para el rezo y la meditación al dios del mal. La gran bóveda del techo se sostiene gracias a cinco enormes columnas ornamentadas y en esta se encuentra representado el cielo nocturno con una Velian completamente llena. Tras el púlpito que preside la estancia, se encuentra oculta tras unas cortinas una preciosa y valiosísima reliquia: una estatua labrada completamente en oro del Todopoderoso Seldar.
En las proximidades del poblado, en dirección norte, se encuentran las explotaciones mineras. La antigua mina de oro se encuentra abandonada y con la entrada tapiada ligeramente. A las puertas de la que está dedicada al mineral de hierro, encontraremos un campamento, justo a la entrada de las minas, compuesto por numerosas tiendas de tela dispuestas en filas. Estas albergan a los mineros en sus fugaces descansos. El transito infatigable de trabajadores no cesa ni un segundo. Desde esta situación en altura, puede observarse claramente la totalidad del valle de Mnenoic y, más allá del él al sur, la ciudad de Galador.
en respuesta a: Historias de un Instructor #345458Historia de un Instructor: Componentes y Herbolario II
Angela y el Alto Teócrata se conocían desde hace décadas, ambos habían compartido infinidad de horas de estudio sobre botánica e innumerables trabajos de laboratorio. Después de varios minutos de plática apacible y comentar distendidamente sucesos pasados, el Teócrata le comentó su intención de recopilar ciertos componentes necesarios en la actualización de su manual de enseñanza, a lo que Angela aceptó encantada.
-Veamos- dijo Angela- Tengo suficientes reservas de Alhova para que recompongas tu inventario, en eso no hay problema. Pero Eskumla… después de abastecer numerosas expediciones al Bosque Impenetrable, me temo que mis existencias escasean.
-Vamos Angela, ambos sabemos que de seguro tiene algo guardado en tu reserva personal. – replicó Rijja- no te hagas de rogar, por favor.
Angela emitió una sonrisa picarona.
-Veo que me sigues conociéndome bien, de acuerdo. Como ya te digo, las Alhova que solicitas puedo incluso regalártelas. Pero por la Eskumla de mi colección personal… ¿Qué te parece como pago alguna de las gemas de TU colección?
Rijja frunció el ceño ligeramente.
-Maldita seas. Sabes que odio desprenderme de mis queridas gemas. Pero está bien, lo considero justo.
Angela dio un pequeño salto de alegría.
-Seguimos entendiéndonos bien. – dijo la sonriente Angela- Te prepararé lo que me solicitas, en la siguiente jornada haré que te lo lleven al Templo Piramidal.
-Perfecto, mi querida herbolaria. Un placer, como siempre.
Rijja salió del establecimiento con paso firme, no sin antes arrojar sobre el mostrador una pequeña bolsa de joyería, en la cual se alojaban una decena de jades y un par de zafiros, que Angela recogió rápidamente alargando el brazo.
-Yuju! ¡Gracias! – Dijo Angela mientras examinaba el contenido de aquella bola de gemas.
Rijja pudo oír las palabras de agradecimiento de Angela desde donde se encontraba, ya a varios metros de la entrada de la herboristería, en dirección a otra pequeña tienda de la zona, la tienda de objetos mágicos que regenta Mehlamahd cuernos dorados.
Justo al doblar una pequeña esquina junto a la herboristería, se encontraba en el establecimiento que buscaba. Como siempre, este estaba repleto de diversos artículos mágicos, saquitos de componentes exóticos, todo tipo de pociones y extraños objetos rubricados con intrincadas runas arcanas. Todo, también como siempre, obsesivamente ordenado.
-Mehlamahd, amigo mío. – Exhaló Rijja mientras atravesaba el umbral de aquella tienda de magia.
-Alto Teócrata Arcano, un placer. ¿A que debo su visita? – Dijo Mehlamahd cuernos dorados levantando la vista mientras esbozaba una sonrisa amable.
en respuesta a: Historias de un Instructor #345457Historias de un Instructor: Componentes y Herbolario.
Abandonando las soledades de la Biblioteca Al’jhtar, Rijja se dirigió presto hacia el Templo Piramidal ya que, antes de comenzar la ardua tarea de recopilación de todos los componentes y utensilios necesarios para recomponer su “set de aprendizaje”, debía cumplir con las tareas y burocracia típicas de su cargo. Sin más, entró en el templo con el paso decidido hacia la gran mesa de su despacho, esquivando cualquier conciudadano que se cruzara en su camino y desatendiendo cualquier llamada lejana. Una vez allí, rubricando multitud de pergaminos y decretos a una velocidad vertiginosa, dio por terminadas sus labores diarias y, esbozando una sonrisa impaciente, se dispuso a recobrar la tarea que se había auto asignado.
¿Lo primero que haría? La recopilación exhaustiva de componentes y herbolario, y sabía perfectamente por dónde empezar.
Dirigió entonces sus pasos hacia el exterior del Templo Piramidal, ya con un tono calmado y complaciente, descendiendo las amplias escaleras, trabajosamente cinceladas en dura piedra, que conectan la sede del Consejo de Magos hacia la Plaza Mayor de la ciudad Ar’Kaindiana.
No era casualidad que empezara su búsqueda allí. Rijja sabía sobradamente que en el mercado de la Plaza Mayor se congregan ingentes cantidades de mercaderes y, teniendo en cuenta la proximidad de las festividades de la ciudad, todos estarían bien repuestos de mercancía.
Al llegar al centro de la plaza, contemplando la imponente y hermosa fuente central de la ciudad, se dejó llevar por la fresca humedad, acompañada por un intenso olor a jazmín, que rondaba a esta y se acercó para dar un gran trago, anegando su esófago con el refrescante líquido elemento. Emitiendo nuevamente, y sin poder evitarlo, una sonrisa complaciente.
Dirigiese entonces sus pasos hacia la Calle Velian, bordeando las lustrosas y blancas casas de las personas más adineradas de la ciudad hasta llegar a la zona sur del Mercado de Ar’Kaindia. Una vez atravesó el umbral de los enormes arcos pétreos que sujetan el impresionante peso del Templo Piramidal, llegó a una pequeña calle del Bazar. En esta calle se encontraba la Herboristería.
Dicho establecimiento se encuentra regentado por Angela, una Orga de rostro pálido y enérgico, sus grandes ojos reflejan una experiencia sin parangón en el estudio y clasificado de todo tipo de plantas.
Rijja penetró en aquella botica y, sin decir nada, quedó expectante mirando fijamente a Angela. Esta, atareada en la disección de una pequeña flor azulada, siquiera se percató de la entrada del Alto Teócrata en su establecimiento. Después de un par de minutos en silencio, ante la impasividad de la dependienta, Rijja emitió un leve tosido.
Apartando sus cabellos rojos y ásperos, que cubrían su cara parcialmente, Angela levantó la vista de su tarea para observar al emisor de tal sonido y, manteniendo una pose firme, emitió una gran sonrisa al Teócrata.
–Rijja! ..Perdón… Mi Señor Alto Teócrata.. – Corrigió Angela con un apagado tono burlesco- ¿A que debo el placer de su visita?
–Mi querida amiga Angela, tan irónica como siempre. Me alegro de verte. – Contestó, emitiendo un gesto complaciente, el Alto Teócrata.
en respuesta a: Historias de un Instructor #345419Historias de un Instructor: Lista de abastecimiento.
Pasadas varias horas desde que Rijja Al’jhtar volcó el contenido de aquel cofre sobre la mesa de la biblioteca, todos los materiales se encontraban ordenados y clasificados en esta. Escudriñando cada parte de aquella pequeña amalgama de componentes mágicos, el Teócrata hizo una lista con cada uno de los remplazos que exigía aquel “set de enseñanza” para que fuese de su gusto y teniendo sumamente en cuenta las necesidades que se requerían o, al menos, eran recomendables para los tiempos modernos y así confeccionarlo de la manera más útil posible. Rubricando la siguiente lista:
Componentes y herbolario:
Alhova, Eskumla, Ceniza y Piedra tratada.
Libros y Compendios:
Compendio de Herbalismo, Libro Reino de las Gárgolas y un Grimorium de Pheet.
Pergaminos Arcanos:
Protección Bien y Protección Tierra.
Pociones y Elixires:
Elixir de curación.
Equipamiento y obsequios:
Anillo de Lish.
Una lista completamente enfocada a cubrir las necesidades de aquel set para con el estudio arcano, sabiduría general y los demás inconvenientes que pueden surgir en las aventuras venideras del futuro alumno. Pensando en todas las posibles carencias a enfrentar y, claro está, para estimular desde el inicio la destreza mental del alumno que lo recibiera. Completando la lista y contando con el resto de componentes que todavía se mantenían intactos, Rijja Al’jhtar había ideado un perfecto temario de entrenamiento rúnico.
Terminado el trabajo y dejando claro su siguiente cometido, el Orgo no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. Era hora de recopilar lo solicitado. Y el Alto Teócrata sabía perfectamente donde encontrar todo lo necesario
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #344495Fascículo 17
Rijja se detuvo a observar con incredulidad el plano donde se encontraba. Aquella vasta extensión en la que la muerte predominaba sobre la vida, un lugar completamente hostil.
Un súbito crepitar, procedente de la brecha dimensional, le sacó de su obnubilación observadora. El portal comenzaba a desdibujarse, cada vez a un ritmo mayor. Presumiblemente, este hecho anunciaba la inminente desaparición de este y, este hecho, conllevaría que el Alto Teócrata quedara atrapado en aquella particular dimensión.
Rijja no estaba dispuesto a que eso pasase.
Un sentimiento completamente normal.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió de manera rauda hacia el portal para atravesarlo antes de que la voluntad de la hechicera dendrita, Dalim, se quebrara dando paso al cierre de aquella brecha dimensional.
Justo antes de cruzar dicho umbral, Rijja observó una extraña y horrible criatura que se dirigía rápidamente en dirección a el. Debido a la lejanía de esta, no pudo dilucidar qué tipo de criatura se trataba, pero vio una especie de candil que dicho ente sujetaba con uno de sus apéndices. Este se figuraba una cabeza humana. Mientras lo observaba incrédulo, Rijja mantuvo su intención y atravesó el portal sin demora.
Chico listo.
Una vez atravesó el éter dimensional en dirección a su ciudad natal, Ar’Kaindia, este se cerró con un gran destello. Como tratado por una costurera, el portal parecía ser cosido mientras la brecha dimensional que había rasgado el velo entre los planos se cerró completamente. Rijja pudo observar como varios clérigos de Velian trataban las heridas del soldado que anteriormente había enviado a través del portal. La herida producida por el seccionado de su pierna había cicatrizado casi totalmente debido a la magia clerical y, a priori, parecía que aquel orgo no corría ningún peligro mortal.
«¡Mi Señor!, ¡habéis vuelto!, vuestra ida al Y502 fue muy imprudente, e improvisada.» exclamó un Sargento Kaindiano que se encontraba presente en la zona.
«Nada de qué preocuparse» replicó Rijja, «Tenemos asuntos que tratar con urgencia, curad a este soldado cuanto antes, debo hablar con él». Añadió el Teócrata.
«Gra.. Gracias.. mi Señor» Dijo el soldado seminconsciente, que yacía en el suelo. «El… sa…saco.. miradlo.. es cuanto.. pudi… pudimos obtener». Añadió justo antes de desmayarse por completo.
Rijja observó el saco que portaba aquel soldado, el cual lo mantenía todavía agarrado con fuerza en sus manos. Se acercó y, levantándolo con facilidad, se lo encaramó a la espalda y se dirigió hacia el Templo Piramidal para efectuar un desglose, catalogación y archivado de su contenido y, así, poder estudiarlo adecuadamente. A gran velocidad recorrió la pequeña distancia que lo separaba del Templo. Una vez atravesó su umbral y, recorriendo varios pasillos raudamente, llegó a una de las habitaciones destinadas al Laboratorio de investigación. Vaciando con cuidado el contenido de aquella saca sobre una de las grandes mesas de madera, se dispuso al estudio de las diferentes piezas que había conseguido recolectar la expedición.
Aquella extraña moneda blanca despertó su curiosidad en demasía.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #344494Fascículo 16
Rijja no dejaba de observar los lentos movimientos de aquella criatura. Si bien el cuerpo de este era bastante lento y pesado, los arenosos hilos que controlaban eran bastante veloces y precisos.
No podía dejarlos sin vigilancia milimétrica.
Corroborando la tenacidad del Alto Teócrata, la criatura lanzó consecutivamente varias acometidas con sus arpones de arena, siendo estos desviados con gracilidad mediante la espada de Rijja.
Cuando el orgo observó una ligera brecha en la defensa de la criatura, lanzó un potente ataque. Concentrando sus energías mágicas en su arma, la cual empezó a brillar con fuerza, se acercó a suficiente distancia para poder descargar un poderoso golpe sobre el cuerpo de la criatura momificada a la que enfrentaba.
Rijja giró sobre su propio cuerpo, haciendo silbar el aire con su propia espada, y atacando horizontalmente el pecho de aquella criatura. Una vez logró un impacto certero, pronunció unas palabras mágicas que hicieron que su Espada Arcana comenzara a iluminarse y deshaciendo las vendas y tejidos que había golpeado en la criatura.
Acto seguido, una vez ejecutado el ataque y mediante una voltereta, regresó cerca de su posición inicial, suficientemente lejos de la criatura para no ser atacado sorpresivamente.
El golpe produjo un gran agujero en el cuerpo del no-muerto, dejando entrever su interior completamente repleto de arena.
Mientras este parecía retorcerse asimilando el golpe, Rijja se dispuso a acabar con la pérfida aberración que enfrentaba.
Dando un paso hacia atrás y efectuando varios sellos mágicos con sus manos, el Alto Teócrata comenzó a formular un potente hechizo destructivo. Esta vez, si lograría acabar correctamente la formulación de este.
Un cántico inundó la zona en un crepitar mágico: «bellum destruct corpore»
Acto seguido, una inmensa proyección mágica surgió de las manos de Rijja.
Aquel formidable, y destructivo, rayo de energía impactó de pleno en la criatura la cual, después de recibir tal descarga mágica, se descompuso en un gran montón de ceniza, acabando así con su vil existencia.
Rijja no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #344412Fascículo 15
La mueca del orgo se tornó en horror cuando se vio ascendiendo unos metros desde el suelo, atrapado impertérritamente por un fino hilo de arena asido a su tobillo, con velocidad. Por su mente pasó la idea de cómo terminaría aquello recordando los cuerpos y armaduras de sus compañeros chafadas por un gran impacto.
Mientras aquel soldado emitía un desgarrador grito de terror y angustia, del suelo arenoso emergía el horrible y resquebrajado muerto-viviente que había dado muerte a sus compañeros y que, cercana e irremediablemente, le aplicaría el mismo destino a él.
En ese momento, el portal dimensional emitió un potente y cegador destello.
Vaya suerte. Aunque ya era hora.
Antes de que aquel soldado pudiera ser arrojado con estrépito contra el suelo, y de que el cegador destello terminara de desvanecerse, una potente voz retumbó en el área:
“¡Maldito! ¡Deja a los ciudadanos de Ar’Kaindia en paz!”
De soslayo, varias esferas, las cuales crepitaban energía mágica, surgieron con virulencia del portal. Estas se dirigían velozmente hacia la criatura que mantenía cautivo al soldado. Las esferas impactaron de lleno sobre aquel abominable no-muerto que, debido a aquel ataque, trastabilló ligeramente obligándole a soltar su presa. El orgo, una vez liberado, se desplomó con fuerza sobre suelo sin producir mayores daños.
El destello finalmente se disipó para, después de esbozar una silueta, dar lugar a la aparición de un nuevo Ar’Kaindiano.
Era un Alto Teócrata Arcano, Rijja Al’jhtar.
Una entrada triunfante, sin duda. Típico, pero inesperado.
El orgo no pudo sino poner un gesto de alivio, acompañado de una risilla nerviosa.
–¡Soldado! ¡Dirígete al portal, rápido! – Exclamó Rijja, a la vez que encaraba al abominable no-muerto.
Mientras el soldado volvía a agarrar el saco de diverso contenido, que había dejado caer tras su infortunado encuentro con aquella criatura, y se dirigía estrepitosa y angustiosamente hacia el portal, Rijja comenzó a formular un poderoso hechizo en pos de acabar con la pérfida criatura.
Aquella momia, lejos de contemplar la escena impasible, extendió sus brazos y lanzó sus finos hilos arenosos como si fueran arpones. Haciendo que el Alto Teócrata dejara a un lado la formulación arcana que estaba realizando para desenvainar rápidamente su espada arcana. Un total de 5 arpones térreos, de los cuales Rijja desvió con presteza cuatro de ellos sin mayor dificultad, pero el quinto se fue a clavar con fuerza en el gemelo del soldado que corría hacia el portal. Tras un instante, entre gritos de dolor de este, la pierna comenzó a menguar en tamaño pareciendo ser absorbida por el propio arpón que lo había atravesado.
Con gran pericia, y sin titubear ni un momento, Rijja seccionó la pierna del soldado con un preciso tajo a la altura de la cadera, justo por encima de donde la putrefacción había llegado y, propinando una inmensa patada en la espalda de este, arrojó al soldado con la suficiente fuerza para que atravesara el portal dimensional. Tanto el propio soldado, como el saco que portaba.
Rápido en reflejos y decisión. Impresionante.
El Alto Teócrata se encontraba ahora solo, en la inmensidad de aquel páramo, frente a un poderoso enemigo y con el portal dimensional a su espalda.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #344411Fascículo 14
Mientras sucedía el incidente con aquel muerto viviente momificado, y disecado, y centrando la atención en el recolector que se había escabullido de la muerte, a manos de seres fantasmales, enterrándose parcialmente en la arena salina que gobernaba aquel desolado lugar…
El Orgo, con uno de sus ojos libre para escudriñar lo que le rodeaba, observó que el torrente de criaturas fantasmales se había alejado lo suficiente de su posición para que no pudieran detectarle al salir de su improvisado, pero eficaz, refugio. Desenterrando completamente su cuerpo, emergió de su escondite para recoger el pesado saco, repleto de materiales, joyas y aquella extraña moneda blanca, que había dejado al lado de aquel extraño arcón que encontró. Sin pensarlo dos veces, agarró aquel saco y se dispuso a portarlo con rapidez las decenas de metros que lo separaban del pequeño fortín kaindiano que rodeaba el portal dimensional y, según creía, volver con el resto de sus compañeros a Ar’Kaindia. Realmente, después de lo vivido, lo deseaba con fuerza.
Una vez anduvo varios metros, lo más sigilosamente que la carga que portaba le permitía, para detenerse súbitamente.
En el cielo, emergiendo desde la localización del fortín al que se dirigía, se hacían visibles tres luminosas bolas incandescentes que ascendían con gran rapidez. Era la señal de retirada. Se detuvo un minuto, oteando el horizonte, esperando visualizar el resto de señales de sus compañeros. No vislumbró respuesta en ninguna dirección.
“¿Solo han sobrevivido tres de mis compañeros?” pensó. “Es una catástrofe” añadió para sí mientras concentraba su magia innata, dando lugar a una réplica luminiscente a modo de contestación dirigida a sus compañeros de armas.
Una vez se cercioró que había lanzado aquella suerte de bengala mágica de manera correcta, emprendió de nuevo el camino hacia sus compañeros. Esta vez con un paso mucho más rápido y agónico, como un perro abandonado que corre tras el carruaje de su antiguo amo.
Después de varios metros, cerciorando a cada segundo que nada lo perseguía o acechaba, llegó a las proximidades de la brecha dimensional.
Debido a una posición en altura cuando arribó al lugar, pudo obtener una visión privilegiada del terreno. La vista era dantesca. Al este del campamento pudo observar a los múltiples, y desmembrados, cuerpos de los no-muertos que habían atacado el fortín. Retorciéndose todavía, y cubiertos por una nube ponzoñosa de asfixia, los no-muertos continuaban lanzando furiosas dentelladas al aire sin cesar ni un ápice su comportamiento excesivamente agresivo y voraz.
Luego de escudriñar el terreno al completo, dejando de lado la parte este donde se encontraban aquellos despojos inhumanos, se percató de lo que parecían los cuerpos inertes de sus compañeros, con las armaduras aplastadas y rotas. Evitando ser visto por cualquier criatura que aún permanecía allí, descendió desde su posición raudamente, dirección a los cuerpos de sus compañeros caídos. Mientras se acercaba paulatinamente, observó que en el interior de las armaduras que yacían en el suelo solo permanecían trozos de piel disecados, hechos girones y cubiertos de una fina arena. Cuando constató que otro compañero yacía muerto, en las inmediaciones del portal dimensional, agarró el saco y se acercó para comprobar si había corrido la misma suerte. Para su desgracia, sí. En las mismas condiciones, encontró la armadura devastada por un fuerte impacto rellena del mismo material organico, completamente disecado, en su interior.
Sin poder deducir siquiera que les había pasado a sus compañeros, decidió volver el solo por su cuenta, a la ciudad de Ar’Kaindia, atravesando el portal.
Con un gesto cabizbajo, ejecutando pesados y tristes pasos, se encaminó a la brecha dimensional. Mientras se acercaba a esta, la brecha comenzó a titilar emitiendo ligeros destellos y distorsionando levemente la forma de esta.
Dalim estaba perdiendo el control, si es que alguna vez lo tuvo…
Deduciendo que el portal había perdido estabilidad, aceleró sus pasos hacia el para así poder traspasarlo antes de que desapareciera y lo dejara atrapado aquel terrorífico lugar. Justo antes de llegar, mientras afianzaba sus pertrechos y se encaramaba aquel saco a la espalda, un fino hilo de arena emergió del suelo para después agarrar con fuerza el tobillo de aquel desdichado Orgo.
en respuesta a: Estudios Recientes : Plano Y502 #344395Fascículo 13
Después de recomponerse ligeramente, los 3 soldados que habían sobrevivido a la marea mortal formada por el extenso grupo de no-muertos, maquinaron rápidamente el nuevo plan a seguir. La primera medida a tomar seria avisar al resto de sus compañeros de escuadrón de que se avecinaba la hora de irse. Sabían que perder a sus compañeros, sobre todo a los recolectores, harían de la misión un fiasco y sería vano el sacrificio que habían realizado. Para ejecutar dicho aviso, los soldados concentraron su magia innata, típica de la raza orga, y extendieron sus brazos al unísono para proyectar 3 potentes bolas lumínicas que ascendieron rápidamente sobre el firmamento. Era la señal acordada. El resto de compañeros debían responder de la misma forma para así, indicar exactamente su posición. Después de esperar cierto tiempo, cayeron en la cuenta de lo que les había sucedido a sus compañeros. No recibieron ninguna respuesta.
Apenados ante este hecho, se dispusieron a recoger el resto de sus bártulos y algunas minúsculas muestras del terreno en un gesto desesperado por que aquella misión no resultara completamente inútil. Fueron apilando, de manera ligeramente desordenada debido a la prisa y la angustia, todos esos pertrechos cerca del portal que los llevaría de vuelta a casa.
Súbitamente, sin poder siquiera reaccionar, dos de ellos fueron alzados en el aire por unos serpenteantes lágitos compuestos de una fina arena. Después de ascender varios metros, bajo la mirada horrorizada del compañero que mantenía los pies en el suelo, fueron lanzados por aquellos peculiares tentáculos y estampados contra el suelo con la fuerza de un kraken.
Sus yelmos se quebraron por el impacto, al igual que la mayoría de piezas de sus armaduras como si fuera hojalata, esparciendo parte de sus sesos y vísceras por la zona. Pero, en lugar de soltar los cuerpos, el tacto de los tentáculos parecía absorberlos. Deshidratando los cadáveres de los orgos a tal extremo que quedaron reducidos a, prácticamente, arena reseca y jirones de piel muerta completamente agrietada.
No era una muerte merecida. No así, no sin sus Yhjlemas en mano.
Ante la atenta visión del soldado que permanecía con vida, de la arena salina que cubría aquel mortal y extenso yermo, un muerto viviente de silueta humanoide emergía rápidamente. El cuerpo de este estaba completamente resecado, como si hubiera sido completamente exprimido y deshidratado. Su resquebrajada piel estaba colmada de surcos profundos que estaban repletos de una especie de arenisca. Numerosos hilos de arena parecían derramarse constantemente por las grietas que poblaban todo su cuerpo los cuales parecía manejar a su antojo. La criatura carecía de ojos y no poseía facción alguna, pero, debido a su pose apabulladoramente agresiva, parecía mirar directamente al soldado que seguía con vida.
En una mezcla entre horror, cobardía y afán sobre el deber de regresar con vida a su ciudad para informar de lo sucedido, el cuerpo del soldado emprendió una frenética huida hacia el portal que lo conduciría de nuevo a casa. Avanzó con gran rapidez hacia su destino, dejando a su temible adversario varios metros atrás. Con cierta ventaja en el terreno, el orgo pensó que lo conseguiría. Realmente volvería a casa a informar de la horrible crueldad de aquel vasto territorio de muerte. Esos fueron los últimos pensamientos alegres que tuvo ya que, a escasos metros del portal, a la vez que emitía un terrible grito de horror fue alcanzado y levantado por los tobillos por un fino tentáculo de arena. En ese preciso momento, el orgo pudo atisbar una luminiscente bola que ascendía rápidamente surcando el cielo. Uno de sus compañeros todavía estaba vivo.
Tuvo el tiempo de esbozar una sonrisa justo antes de reunirse con sus camaradas.
Experimentó la muerte de la misma forma que sus compañeros de armas. En cierto modo, es poético.
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Aquellos experimentados soldados se disponían a efectuar la misma estrategia, dando así tiempo a que su compañero se dispusiera en una posición ventajosa a la altura adecuada, y comenzaron a correr de nuevo hacia el grupo de no-muertos. Afianzando sus Yhjlemas, producían cortes y rajas devastadores para todos aquellos que las recibían. Sin embargo, aunque cercenadas y desmembradas, aquellas criaturas no morían. La acumulación de cuerpos, que se movían agresivamente, en el terreno fueron un obstáculo difícil de salvar cuando los soldados intentaban imprimir velocidad en su ataque. En una de las siguientes acometidas que se sucedieron, uno de ellos, fue atrapado en la carrera, debido a su deficiente velocidad, por un no-muerto que se encontraba en el suelo. La fuerza con la que agarró su tobillo era tal que le fue imposible librarse a tiempo, obligando su tropiezo y caída precipitada al suelo. Inhaló involuntariamente el aura de asfixia que gobernaba aquella zona debido al traspiés y, mientras era incapaz de recuperar el aliento y reincorporarse, se vio rodeado por las numerosas criaturas que instantes antes combatía.
La escena fue, sin dudarlo, cruda.
Mientras, el pobre infeliz, no tuvo tiempo salvo de poner una mueca de horror antes de que se le echaran encima. Infinidad de poderosas manos, o directamente fauces, se clavaron en su piel con virulencia. Debido a los tirones y desgarros que le producían, la piel se desprendió de su cuerpo en numerosos jirones que, en todas direcciones, iban a parar a las rechinantes y pútridas bocas de aquellos no-muertos, para continuar desmembrando completamente y en irregulares trozos el resto del cuerpo. En apenas unos segundos, aquellas criaturas despedazaron y devoraron por completo al valiente soldado orgo que había caído en sus manos.
Su compañero solo pudo observar a decenas de metros, una vez se alejó ligeramente para evitar caer presa de la asfixia, como los restos de su antiguo camarada desaparecían tras los gaznates de aquellas malditas criaturas.
El espectro, que había permanecido completamente impasible durante todo el tiempo, parecía adoptar una mueca jocosa y de satisfacción mientras observaba aquella escena.
Fue en ese momento, después de que el soldado de la retaguardia volviera a desatar una tormenta de proyectiles mágicos entre maldiciones devastando al resto de no-muertos humanoides, cuando el guerrero que se había situado en una posición ventajosa en la altura acometió contra la imponente criatura espectral.
Efectuando un enorme salto desde la roca en la que se encontraba, enarboló su Yhjlema Kaindiana mientras dirigía su caída hacia la posición del Espectro. Aquel soldado concentró entonces todo el poder mágico de su fuero interior y lo canalizó a través de su arma con gran rabia. Descargando un terrible golpe a la vez que desencadenaba todo el poder mágico que había acumulado en la Yhjlema. El arma impacto de lleno en la figura del espectro, deteniéndose levemente contra el cuerpo etéreo, para luego terminar su trayectoria hasta el suelo, partiendo trasversalmente la figura espectral de este.
Tras emitir un terrible grito ahogado, digno de las pesadillas más terroríficas, el espectro se deshizo en una nube de fino polvo.
Con gran presteza, el soldado escapó del radio de acción de la nube de asfixia para poder reunirse con sus compañeros.
Buen combate. Buena victoria. Todo es inútil.
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