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en respuesta a: Cuestionamientos y Apariciones #328785
Continuación
- ¿Cómo has dicho? -preguntó Tysahtla algo incrédula
- Lo que oíste, dije que debes encontrarte con Ozomatli en persona … Bueno, quizá exageré un poco -respondió burlonamente la anciana- Meditaba yo hace un par de días en las profundidades del pantano -continuó- cuando una fuerte energía me inmovilizó. Paralizada como estaba me rendí a la muerte puesto que estaba segura de que de eso se trataba. Mayor fue mi sorpresa cuando en mi mente resonó una voz sutil pero clara como el agua, poderosa pero casi etérea. La voz no tenía forma, no se expresaba en palabras y, sin embargo, la claridad del mensaje fue absoluta.
- Bueno … y ¿qué decía el mensaje?
- Tranquila Tysahtla, no te adelantes, que poner la carreta delante de los bueyes nunca ha servido para avanzar. Continuó la anciana su relato. El mensaje fue entregado en cuerpo, mente y alma de forma tal que no pudiese yo equivocarme u olvidarlo. Simplemente supe que debía estar hoy aquí en este momento para encontrarme con Tysahtla y decirle lo siguiente: “Ozomatli desea verte y no puedes negarte. Deberás descubrir la manera de hacerlo antes del alba o perderás para siempre la oportunidad de conocerme y aún más, tu vida no será tal, sino que sólo la carcasa vacía de lo que alguna vez pudo ser”. Y eso, mi amiga, es todo lo que puedo decirte.
- Oh sabia entre los lagartos, que a falta de un nombre he de referirme a ti en estos términos tan acertados, por favor ayúdame a entender cuáles deben ser mis próximos pasos.
- Oh mi joven lagarta, no sólo no puedo caminar contigo el camino que te toca andar, sino que ni siquiera puedo mostrarte el comienzo del camino puesto que no lo conozco. Deberás hacer como Ozomatli ordena y encontrar tú misma la manera de lograrlo, pero de prisa, la noche rápido avanza y el alba le sigue a paso firme. Ve, mujer y recuerda, si de algo te sirve, que el temor es el verdadero enemigo.
Totalmente descolocada Tysahtla se puso a andar sin rumbo fijo, sin siquiera una idea de lo que debía hacer, de a donde dirigirse o con quien hablar. La anciana la había despedido con premura y vagos mensajes y recomendaciones. Poco a poco, el mensaje recibido de Ozomatli iba haciendo eco en su mente y, con ello, se iba haciendo cada vez más real.
Tenía que encontrar la manera de cumplir con la orden recibida, y debía hacerlo pronto so pena de arrepentirse para siempre por su ineptitud.
¿Pero qué era lo que podía desear, o incluso necesitar, el dios de alguien tan común y corriente como ella? ¿Necesitaría quizá utilizar su vida para algo? ¿O quizá su ayuda en alguna misión? Pero si era así, ¿por qué Ozomatli habría elegido presentarse ante la anciana y no ante ella misma?
Eran muchas las preguntas, cada vez más de hecho, y pocas las respuestas.
De todas formas, el motivo era ahora lo de menos. Lo importante era descubrir la manera de encontrarse con su dios antes de que fuese tarde.
En primer lugar, Tysahtla sabía que el encuentro no podía ser en el plano celestial puesto que sólo las divinidades tenían permitido estar ahí. Además, ¿Cómo podría llegar en sólo unas horas allí? En segundo lugar, le parecía poco probable que el encuentro se diera en Grimoszk o el pantano pues ella ya estaba allí y recién se había encontrado ahí mismo con la anciana que le dio el mensaje. ¿Para qué enviarla en una búsqueda si ya se encontraba en su destino? No, esto también carecía de sentido.
Las horas pasaban más rápidamente de lo habitual y Tysahtla desesperaba cada vez más. Corrió a las cámaras de evolución, a las cavernas subterráneas de Grimoszk, a la ciudad y todos sus recovecos. Habló con los generales y sumos chamanes, solicitó una audiencia con el Patriarca, pero, debido a desconocidos motivos, este no podría recibirle. A cada minuto que pasaba la desesperación la embargaba más y más, y su claridad mental se desvanecía más y más. Corrió a meditar al pantano a ver si lograba aclarar su mente, pero resultó inútil. El miedo comenzaba a apoderarse de ella. Se convenció que el Patriarca tenía la respuesta y se decidió a enfrentarlo aun cuando este no quisiera. Era una mala decisión que podría costarle la vida, pero a estas alturas ya no veía alternativa alguna.
Pidió la bendición y protección de Ozomatli y, decidida, partió al encuentro del Patriarca. Tysahtla nunca lo aceptaría frente a nadie, pero en su fuero interno estaba dispuesta a luchar contra chamanes e incursores, incluso contra los propios generales con tal de lograr su objetivo. A tales extremos la llevaba el miedo al fracaso.
Afortunadamente, debía pasar frente Sshryssta, la anciana chamán guardiana y responsable de los jóvenes lagartos y su educación. La decisión con que Tysahtla avanzaba le comunicó a la anciana que no se traía nada bueno entre manos asique se interpuso firmemente en su camino. Tysahtla se detuvo en seco algo impresionada por el porte que demostraba Sshryssta. En lo que Tysahtla tardaba en decidir que debía hacer, la anciana la golpeó en su cabeza con la punta gruesa del báculo en que se sostenía.
Inmediatamente, Tysahtla aclaró sus pensamientos y se dio cuenta de la estupidez que estaba por cometer. Se dio cuenta que, como le habían dicho, el miedo era el peor enemigo. Miró a la anciana que parecía saber lo que pensaba y, sin poder contenerse, lloró amargamente. Lágrimas gruesas que quemaban su piel y que parecían provenir desde su mismísimo corazón. No podía detener esas lágrimas y a cada segundo que pasaba mayor era la catarsis.
En momentos como éste es que se nota la experiencia de los individuos, y casi no había nadie más anciana y experimentada que Sshryssta. Tysahtla le explicó lo que pasaba en pocas palabras. La anciana dudó inicialmente de la historia, pero al ver la pureza de los sentimientos de Tysahtla y su desesperación, no pudo sino creer en lo que le decía. Luego de pensar por unos momentos la anciana habló:
- ¿Sabes, Tysahtla? Entiendo lo que dices y entiendo tu frustración al no poder dar con la respuesta. Pero me parece que has entendido del todo mal el asunto. Estás buscando con tus ojos y tu cuerpo, y nada has logrado. ¿Qué me dices de tu mente y tu espíritu? ¿Has intentado ver “realmente”?
- Discúlpeme, pero no entiendo lo que dice
- ¿Y te haces llamar a ti misma una chamana? ¿Es que acaso te vales de tu cuerpo, de tu fuerza física para vivir y luchar? O, por el contrario, ¿es con tu espíritu con que te desenvuelves normalmente? Si eres un ser espiritual ¿por qué buscar la respuesta en otra parte que no sea en el mundo espiritual?
La respuesta a su frenética búsqueda que le acababa de ser revelada era tan … simple. Por supuesto, había estado todo este tiempo buscando la respuesta en el lugar equivocado. Estaba decidida, debía partir a otros planos en búsqueda de la respuesta, quizá del mismo Ozomatli.
Tysahtla agradeció sinceramente a Sshryssta y le besó profusamente las manos. Luego de esto, partió presurosa al lugar que sabía era el más adecuado para realizar su viaje astral. El lugar más cargado energéticamente no era otro que el altar a Ozomatli ubicado en el templo.
Se desnudó de todo su equipo y sus ropas y comenzó a concentrarse en el proceso de separar su espíritu de su cuerpo. Una vez lo logró, comenzó a descender por los planos y fue ahí cuando notó que iba sin rumbo fijo. Se apresuró tanto que no tenía ahora idea de hacia dónde ir. Decidió ir al abismo pues era un plano que conocía bien. Ya luego podría pensar con más calma los pasos a seguir. Iba en camino hacia el abismo cuando sintió un pequeño tirón en su hilo de plata. No le dio mayor importancia y siguió su descenso.
Ahora el tirón fue un poco más fuerte y Tysahtla sintió un poco de nervios. ¿Qué estaba pasando en el Plano Material? ¿Había algún problema? Nuevamente, otro tirón. Como las cosas siguieran así tendría que volver a riesgo de que se cortase su hilo y muriera horriblemente atrapada en planos desconocidos. THUM! El tirón fue demasiado fuerte esta vez, el delgado hilo de plata se tensó enormemente, pero logró resistir. Ahora Tysahtla temió realmente y comenzó a subir apresuradamente. THUM! THUM! THUM! Ahora Tysahtla comprendía, alguien en alguna parte estaba jalando de su hilo de plata y a ella sólo le quedaba seguir hacia donde la tiraban para evitar que su hilo se cortara. La velocidad era ahora vertiginosa y, mientras ascendía, podía ver toda clase de realidades y criaturas que pasaban frente a sus ojos como pinturas.
De súbito, Tysahtla llegó a un espacio extenso de un color azulado. No había nada alrededor y no lograba vislumbrar un horizonte en ninguna dirección. No podía ver un techo ni un suelo y comenzó a sentir un fuerte vértigo. Perdida y desorientada como estaba trató de seguir su cordón espiritual para ver al menos qué o quién la había traído hasta aquel lugar.
Siguió por bastante rato su cordón, pero este no parecía llevar a ningún lugar. Confundida dejó de moverse y trató nuevamente de encontrar algún punto de referencia. Pasados unos momentos distinguió lo que parecía ser una silueta. La misma avanzaba lentamente hacia Tysahtla haciéndose cada vez más definida. Unos momentos después, Tysahtla logró reconocer una figura familiar. Ahí, parada frente a ella, se encontraba la anciana que había conocido en el pantano y que le había dado el mensaje de Ozomtali. La anciana sólo sonreía.
Tysahtla no comprendía lo que estaba sucediendo ¿Por qué estaba la anciana en un lugar como este? De hecho, ¿qué lugar era este?
De pronto, y casi al mismo tiempo que Tysahtla comenzaba a comprender, la figura de la anciana comenzó a transformarse violentamente en una figura totalmente distinta. Su piel, antes flácida y sin color, se volvía ahora turgente y de un vivo color verde azulado, sus músculos crecían y daban forma a un cuerpo totalmente tonificado; un cuerpo que debía ser de unos 5 metros de alto. Sus fauces se alargaron y crecieron sus dientes hasta completar la figura de un hombre-lagarto descomunalmente grande cuyas solas garras eran del tamaño del tronco de Tysahtla.
De inmediato, Tysahtla se arrodilló y bajó su cabeza en un gesto casi instintivo. Comprendía ahora que estaba frente al mismísimo Ozomatli o, mejor dicho, ante una expresión de este.
Ozomatli la había guiado hasta el mundo espiritual y luego la había llevado hasta este plano especialmente creado para que el dios pudiese comunicarse directamente con los lagartos que él estimaba debían hablar con él.
Tysahtla, por su parte, estaba experimentando una transformación radical, una transformación de espíritu, invisible para el ojo terrenal. ¿Cuánto tiempo había estado desesperada, desamparada? ¿cuántas lunas había pasado preguntándose por el significado de su existencia, por el motivo por el cual estaba en la tierra? ¿Cuánto tiempo llevaba con sus sentidos y sentimientos adormecidos, como muertos? Todas esas preguntas cruzaron como un rayo por su mente e, inmediatamente, se vieron respondidas por un único sentimiento. Un sentimiento de completitud provocado por la omnipotente presencia de su dios. ¿Qué eran todas esas preguntas ahora sino un mal recuerdo? Ozomatli estaba ahí frente a ella y eso era todo lo que importaba. Es más, su Dios no tuvo que decir nada. Su sola presencia era toda la respuesta que necesitaba a aquellas preguntas. Y no sólo eso, el simple hecho de estar ahí infundió en Tysahtla un nuevo y fuerte significado en su vida, el más fuerte que podría alguna vez sentir mortal alguno.
Tysahtla supo instintivamente que tenía un nuevo motivo para guiar sus pasos desde ahora y hasta que la muerte la alcanzara y la llevara de vuelta donde su señor. Las lágrimas brotaron como una cascada desde los ojos de la chamana. Un calor inmenso la recorrió completamente concentrándose en su pecho henchido como si fuese a explotar. Llevada por la avasalladora sensación de plenitud que la embargaba, Tysahtla se postró todavía más, tocando el suelo con su frente.
¿Qué era ahora de las dudas que sentía hasta sólo unos momentos atrás? No eran más que un borroso recuerdo sin materialidad alguna. Era casi como si nunca hubiesen existido. Ella era una mujer-lagarto, una chamana, una servidora de Ozomatli, y eso era todo lo que necesitaba saber. Su motivo y significado era su Dios y no otra cosa. No había motivos terrenales de existencia, su esencia era espiritual y su significado como ser vivo era uno: adorar a Ozomatli y vivir según sus designios.
Luego de esta realización, y de forma inmediata, su hilo espiritual la lanzó por los aires y ella se dejó llevar. De súbito, Tysahtla estaba una vez más en Eirea, en el templo donde su cuerpo la esperaba. Se vistió lentamente y salió del templo a enfrentar una nueva vida de sumisión a su Dios y de portadora de su palabra.
en respuesta a: Sobre la acometida contra Mergandevinasander #328300Parte III
Recuento de la Batalla
Maltrechos, llegaron los tres a Galador y decidieron separarse inmediatamente. Ya habría tiempo para conversar en torno a un fuego con un buen trago.
Sin embargo, de momento todos querían estar solos con sus pensamientos.
Quien más afectada se veía era Tysahtla, la chaman. Toda la empresa había puesto gran estrés sobre ella. Durante meses había habitado en su mente y corazón el ardiente deseo de llevar a cabo la caza y muerte del gran wyrm. Esa llama la quemaba por dentro, la forzaba a entrenarse duro cada día y le impedía conciliar el sueño por las noches. Esa pasión la hacía sentir viva, le daba un significado a la existencia en este mundo que, de otra manera, resultaba sin sentido. Pero la aventura ahora había acabado. Habían viajado, cazado y dado muerte a la formidable criatura y ahora, esa llama que sentía en su interior no era más que un fuego fatuo, una llama que no calentaba, un recuerdo casi impalpable como si nunca hubiera sucedido.
Tysahtla se dio cuenta que luego de emprender la más grande aventura posible, esta pasó rápidamente al olvido y sus sensaciones ya no le parecieron propias, sino que las vivía como en tercera persona, como si las viera desde arriba, como si las sensaciones fuesen las de alguien más, las de otra persona que sí experimentaba gozo, disfrute, sufrimiento, etc. Esas sensaciones, esas experiencias estaban casi al alcance de Tysahtla. ¿Por qué no podía sentirlas ya? ¿se estaba volviendo loca? ¿tenía la vida algún sentido realmente? Si acababa de juntarse con buenos amigos y vivió de la aventura más peligrosa y excitante del mundo ¿cómo es que ya se sentía vacía de nuevo? ¿qué le estaba pasando?
Tysahtla trataba con todas sus fuerzas de recordar como fue la aventura recién vivida, como se sentía durante la misma, como experimentaba la vida en aquella situación y como, de hecho, se sentía viva en aquel momento.
Pensaba en el olor de la fortaleza, a veces pútrido, a veces soportable, a veces incluso estimulante. Pensaba en las sombras y los oscuros pasillos, y en las luces y colores de la batalla. Pensaba en el esfuerzo que significaba la empresa para los músculos, como dolían estos al caminar por los largos túneles, al combatir contra los enemigos, al subir las pesadas escaleras. Pensaba en Margandevinasander y en todo lo que a este se relacionaba. Recordaba como había transcurrido la batalla.
Inicialmente, y mientras el wyrm dormía, los tres se posicionaron silenciosamente en formación de punta de flecha por la retaguardia del enemigo. Eligieron esta formación debido a que ninguno, pensaron, soportaría por separado una batalla frente a semejante oponente. Eligieron esta ubicación trasera puesto que determinaron que era la más lejana a las armas del enemigo -sus garras y fauces-. Al unísono, y guiados por la cadencia de la música, comenzaron el ataque. Tysahtla, recurriendo al poder del abismo y del plano material, concentró en su interior la rabia, ira y sufrimiento de incontables almas que vagaban por ambos planos. La cacofonía producida por los pensamientos y palabras de miles de almas casi sobrepasaba sus capacidades mentales por lo que, antes de ser consumida por ellas, liberó un portentoso grito gutural que retumbó en todas las paredes del recinto. Las vibraciones fueron tan poderosas que ni el mismo dragón fue capaz de resistirlas enteramente. Avasallado por el poder del grito, Mergandevinasander quedó inmovilizado por unos momentos. Los otros hicieron bien su trabajo mientras ella se recomponía luego de tan grande esfuerzo. Luego de unos momentos que parecieron eones, Tysahtla volvía a tener control sobre sus pensamientos y movimientos. Como un pájaro que vuela raudo por los cielos, un pensamiento cruzó por su mente durante una fracción de segundo. Casi sin aprehender la idea Tysahtla sintió, más que pensó, que ella realmente estaba viva. Pero la intensidad de la batalla forzó tal pensamiento fuera de su mente obligándola a concentrarse totalmente en el enemigo que tenía frente a sí.
Extasiada con lo que estaba sintiendo, Tysahtla continúo recordando.
Los ataques de los tres parecían estar haciendo mella en el dragón que continuaba afectado por el grito ultraterrenal de Tysahtla y debilitado por la música del bardo. Por un momento, Tysahtla pensó inocentemente que la batalla estaba cerca de su fin. Poco sabía ella que la verdadera lucha estaba por comenzar. Los poderosos ataques del trío podrían haber acabado con casi cualquier enemigo en el acto, pero no a este dragón. Él resistió y no sólo resistió, sino que se encolerizó, y todo el daño que le habían producido hasta entonces pareció desvanecerse como la niebla.
Sin siquiera mirarlos, el dragón supo que sus enemigos estaban tras él. Por ello, girando rápidamente lanzó un ataque que hubiese resultado mortal de haber hecho blanco en alguno de los atacantes. El tamaño de la garra era descomunal, tanto como para separar al trío que había debido saltar en distintas direcciones y que ya, ala de por medio, no podría volver a juntarse por un tiempo. La estrategia debió cambiar sobre la marcha. Pero no fue un cambio desesperado. Los tres habían practicado mucho antes de comenzar la batalla, y habían aprendido mucho del primer encuentro que habían tenido con el dragón. Afortunadamente, el grupo se había separado en una forma que les acomodaba. Tysahtla saltó y se guareció tras uno de los grandes pilares. Los otros dos acabaron juntos en un rincón. Entre ellos se potenciaban y podían seguir con el ataque mientras esquivaran las fauces que intentaban morderlos de vez en cuando. Tysahtla, si bien quedó apartada del dúo no estaba sola. Había invocado rápidamente el poder de múltiples almas y las había obligado, con pura fuerza de voluntad, a que la protegieran de los ataques del wyrm.
Cada vez Mergandevinasander emprendía contra ella, el dragón era repelido casi totalmente por el invisible escudo. Pese a ello, el poder del dragón era tal que con mera fuerza bruta repelió a Tysahtla arrojándola fuera de la habitación. Sus compañeros estaban en peligro. Se preparó mentalmente y se concentró como ya lo había hecho antes y rauda corrió de vuelta a la estancia. Nada más entrar, liberó un nuevo grito cargado de la ira y sufrimiento de multitud de almas. Pero esta vez, debido a la corta preparación, el poder del grito fue mucho menor. Si bien detuvo por unos instantes al wyrm, este emprendió casi instantáneamente el ataque. Afortunadamente, ese instante fue suficiente para que hechicero y bardo se unieran a Tysahtla en la entrada a la guarida. Retomaban desde el punto inicial, pero esta vez contra un enemigo alerta.
Pese a ello, la batalla no estaba igual que como había comenzado. Aunque no lo pareciera, el dragón sí estaba afectado por las heridas recibidas, pero ni siquiera él lo notaria sino hacia el final de la batalla, cuando ya fuese demasiado tarde.
Luego de repelido el ataque inicial, Mergandevinasander tomó una postura baja que era ofensiva y defensiva a la vez. Este fue el momento en que la pelea se volvió más ardua, pero también más monótona. Se trataba de un intercambio constante de hechizos ofensivos, cantos y curaciones, por un lado, y de potentes ataques físicos y aliento de fuego por el otro. Cada vez que el wyrm atacaba, se abrían nuevas heridas en los cuerpos del trío. Estas heridas generaban en Tysahtla sensaciones de gozo y miedo a partes iguales. Rápidamente, la chaman se avocaba a la tarea de sanar los cuerpos del grupo para poder, nuevamente atacar con hechizos y mágicas canciones. Estos intercambios se extendieron por largas horas y, en todo momento, parecía que la estamina del dragón superaría la del trío quienes acabarían, en última instancia, devorados por las llamas. Estos momentos son los que mejor recordaba Tysahtla y eran los que ahora mantenían entretenidos sus pensamientos. Su recuerdo daba a la chaman la sensación de éxtasis y vitalidad que estaba buscando.
Finalmente, y luego de muchas horas la batalla devino en el final que ya recordaba tan bien. Un ataque conjunto donde el bardo llamó la atención del enemigo por un lado, ella misma hizo lo suyo por el otro lado y, debido a este doble movimiento, el wyrm expuso su punto débil por un costado justo frente al hechicero que acabaría todo con un último y potente hechizo que penetró la parte blanda de la piel del dragón para acabar con una gran explosión en los tejidos internos del reptil.
Era este el final del recuerdo de la batalla más grande de su vida. Era también el final del clímax de sensaciones que experimentó Tysahtla. Luego de esto toda percepción, toda experiencia fue en constante declive hasta el estado aletargado en que ahora se encontraba.
Salió Tysahtla de su ensimismamiento y notó que caminando sin pensar se había adentrado a los más profundos barrios de la ciudad de Galador. Ya era hora de ir a descansar para al día siguiente juntarse con los otros dos y discutir lo que acababan de vivir. Quizá oír la experiencia de los otros dos podría dar nueva luz a sus propios pensamientos.
en respuesta a: Sobre la acometida contra Mergandevinasander #328012Parte II.
El camino a casa prometía ser largo y tedioso, pero agotados y heridos como estaban, el trayecto sería un verdadero infierno.
Primeramente, debían desandar todo el trecho desde la guarida en lo más alto de la torre hasta las puertas del primer nivel. Por supuesto, los esperaban una nueva tanda de orcos bien equipados y dispuestos a acabar con los intrusos que a tantos orcos dieron muerte y que tanto daño habían causado a la fortaleza.
Tres empaladores gragbadurs, aperados con las clásicas armaduras de pinchos, se lanzaron de inmediato contra ellos con la intención de apresarlos entre sus brazos y extinguir sus vidas en un potente abrazo. Belgarat se volvió a sus instrumentos y, eligiendo el más acorde a la ocasión, entonó una vigorizante canción que dio, al menos momentáneamente, más energía y poder ofensivo a sus compañeros. Gracias a ello, Dakharhu vió aumentado el poder de sus hechizos y no perdió un segundo en formular una poderosa concentración mágica que descargó contra el techo sobre las cabezas de los empaladores. La roca cedió y grandes trozos de piedra aplastaron a los orcos. Tysahtla, que se encontraba ya sin fuerzas, fue capaz de contactar intensamente con el plano de los espíritus y recibir así aún más energía. Pero más importante, fue capaz de llamar a su lado al espíritu del gran incursor Essegron. Su llegada vino a cambiar el panorama totalmente.
Sorteaban ya los demás orcos el nuevo obstáculo que representaban las piedras caídas y se abalanzaban sobre el grupo. Pero esta vez, los recibió una descomunal figura armada con enormes tridentes que, sin miramientos, ensartaba a los orcos de a grupos completos. Los tres aventureros debían estar en constante movimiento para evitar quedar atrapados tras un montón de cuerpos tal que bloquearán la totalidad del pasillo. Llevaban ya mucho del camino avanzado pero esta vez fue el bardo quien se quedó sin energías. Sin sus encantamientos musicales el panorama se veía cada vez más negro. Optaron por ocultarse por un tiempo en las celdas que los orcos tenían dispuestas para sus esclavos. Sólo les bastó unos segundos en aquella inmundicia para darse cuenta de lo que hacían.
Al entrar voluntariamente en ese chiquero admitían su derrota, admitían que luego de derrotar a Mergandevinasander, el más formidable de los enemigos, unos viles y patéticos orcos acabarían con sus vidas. Oh no, no señor. Eso no iba a pasar. De alguna manera Belgarat sacó fuerzas de flaqueza y entonó, incluso más fuerte e intensamente que antes, mágicas canciones que unían perfectamente el aumento de las capacidades ofensivas del grupo con el detrimento en las habilidades de sus contrincantes. Essegron, estoico y a la cabeza del grupo, no permitía que los orcos se acercasen. Los bárbaros orcos, los más estúpidos pero poderosos de sus filas, atacaban con todas sus fuerzas intentando alcanzar a alguno del grupo para lanzarlo fuera del mismo y acabar con él a punta de choques, golpes y empujones. Pero Dakharhu estaba presente y formulando hechizos especialmente diseñados para tales situaciones hacía que, cada vez que cogían a algún miembro del grupo, su caída fuera ligera y sin problemas con lo que podían volver rápidamente al grupo para mantenerse unidos. Entre las filas orcas se encontraban unos cuantos chamanes de gran tamaño, pero claramente no muy duchos en combate cuerpo a cuerpo. El detenerlos se volvió la tarea principal de Tysahtla y Essegron. Pese a que tuvieron bastantes problemas, viéndose casi sobrepasados a veces por la gran cantidad de chamanes enemigos, finalmente lograron prevalecer luego que Tysahtla se concentrara unos momentos -protegida por el incursor- y fuese capaz de llamar el máximo poder de los más malvados espíritus que habitan este y el otro plano para luego descargarlo en un potente grito que rompió los tímpanos de todos sus enemigos e hizo explotar más de una cabeza.
Llegaban ya a la salida de la fortaleza. Los pocos orcos que continuaban con la persecución de los tres eran recibidos por multitud de rayos y hechizos de Tysahtla y Dakharhu. En definitiva, estos orcos no representaron mayor problema. Al fin, los tres estaban fuera de la fortaleza, lejos del alcance de los pestilentes aunque aguerridos orcos y un paso más cerca de sus hogares.
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