Inicio › Foros › Historias y gestas › A la caza del depredador I
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AnónimoInactivo10 abril, 2021 a las 18:23Número de entradas: 175
Ghyrduana y Rhalgrim han recibido aviso de que un malvado, pérfido y sinuoso hombre-lagarto está causando disturbios entre los lanceros de la senda del Alba, al sur de las puertas de la imponente ciudad de Takome. Así pues, nuestros héroes se visten con sus mejores atuendos de batalla y se dirigen hacia el lugar de los hechos. Con paso firme, sin prisa, avanzan por el desgastado y polvoriento camino de viejos adoquines. El sol rompe en las quebradas y oscuras montañas del horizonte con sus últimos atisbos de luz, creando una imagen magnificente de colores sombríos y rosados en el firmamento.
Nuestros enanos caminan ahora por la Senda del Alba, dejando atrás las puertas de la ciudad. Cada cierta distancia observan el cadáver, aún no descompuesto, de algún guardia desafortunado que no tendrá la suerte de poder cobrar la nómina de ese mes. Miran detalladamente a uno. Su reluciente armadura color hojalata muestra signos de perforaciones y una gran hendidura en un costado. De sus agujeros caen lentas gotas de sangre, aún fresca. Su rostro está completamente desencajado, sus ojos en blanco. Su pose sobre el suelo no resulta para nada natural. Sus armas yacen a escasos centímetros de sus manos. Ha sido brutalmente asesinado.
Nuestros protagonistas siguen avanzando. El sol ya ha muerto y la luna es ahora la única testigo de lo que allí sucede. Iluminando el camino con un velo fino de luz de plata, guía a nuestros enanos hacia el sur, sin apartarse del sendero.
Pero ¡Oh!, qué sorpresa les depara el destino!… cerca del templo de la Luz, observan una figura negruzca y poco definida en medio del sendero. Al percibir el pisar de nuestros enanos, esta se gira y sus ojos rojos como pequeñas brasas de carbón apuntan a nuestros enanos. La sombra se gira y se alza. Ahora parece mucho más grande, de poco más de 6 pies de altura. Sorprendida, o quizá temerosa por la presencia de ambos guerreros, decide correr en dirección contraria a Takome, hacia los terrenos húmedos y pantanosos de Zulk.
- Ghyrduana: ¡Es él!
Sin mediar palabra nuestros enanos corren y avanzan hacia la batalla… pero sus estrechas piernas y sus pesadas armaduras, hacen difícil alcanzar al lagarto.
Al llegar al poste que se usa para orientar al viajero perdido hacia Takome, Veleiron y las ciénagas pantanosas de Grimoszk… ambos se detienen. Rhalgrim observa el suelo detenidamente. Coge una pizca de tierra y la pellizca entre sus dedos, la cual se descompone y cae como un reloj de arena. Luego se huele los dedos y medita.
- Ghyrduana: ¿Sabes rastrear?
- Rhalgrim: No, pero creo que pisé una mierda. Uh…, diría que se fue hacia la selva húmeda de Zulk. Vamos, es lo único que se me ocurre, o sea… no irá a pedir cobijo a Veleiron… y Anduar está demasiado lejos.
Ghyrduana asiente.
Ambos, agrupados como uno, se dirigen hacia el sureste, adentrándose en la zona húmeda. Aquí el calor y la humedad es sofocante. Aves exóticas y el sonido de grillos, ranas y fauna local, junto con el zumbido de mosquitos… agobia a nuestros enanos. Al poco, pisan un suelo poco firme, pantanosos y lodoso. El fango les cubre hasta los tobillos.
- Ghyrduana: ¡Qué asco…! ¿En serio tenemos que ir por aquí…?
- Rhalgrim: No queda otra, si escapó… fue por aquí.
Rhalgrim activa la joya esmeralda de sus botas de dragón. Ghyrduana hace lo propio, pronunciar el canto: ‘Libre Estortus Caminae’. Un aura dorada recubre sus pies y ahora, los dos, pueden caminar libremente sin tener que lidiar batalla contra la ciénaga y sus elementos.
Aquí la naturaleza lucha consigo misma. Interminables lianas se enredan y pierden entre gruesos árboles que luchan por conseguir la mayor cantidad de luz. El calor es insoportable y la humedad empieza a reflejarse en la respiración, cada vez más corta, de nuestros enanos.
Abriéndose paso, llegan finalmente a un sendero firme. Expulsan el fango de sus botas torpemente, golpeando sus pies contra el suelo. Caminan unos cuantos pasos y… se plantan cerca de la puerta oeste de Grimoszk. Allí, 3 guardias se mantienen firmes en sus puestos, para evitar que ningún intruso acceda a la ciudad. El rastro es fresco, pisadas lodosas de lagarto hacia la ciudad. Saben dónde encontrarle.
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AnónimoInactivo16 abril, 2021 a las 13:28Número de entradas: 175
Las puertas de Zulk se representan como un arco de piedra formado por grandes bloques, en los cuales se haya inscritos símbolos de Ozomatli y figuras de lagartos que en su día pudieron ser héroes o generales de la ciudad. El arte rupestre que decora las piedras grisáceas es el legado de la historia de su raza.
Ahora Rhalgrim y Ghyrduana caminan hacia la entrada oeste de la ciudad, donde son recibidos por un Incursor, un Pretoriano y un chamán lagarto. Son guerreros feroces y bien pagados, así que no van a abandonar su puesto tan fácilmente.
Tiene lugar una lucha encarnizada entre nuestros protagonistas y los defensores del reino. Rhalgrim golpea con ferocidad y ira a los guerreros ovíparos con su Ira sangrienta y su Florete del Duelista, causándoles severas heridas. El filo de su arma corta la piel de los lagartos como las tijeras de un sastre rajan una prenda y su florete atraviesa sus defensas dejándoles marcas sanguinolentas. Ghyrduana hace lo propio, defenderse de los pobres ataques de los guardias y de tanto en tanto, formular cánticos sanadores para reparar las heridas sufridas por su acompañante. Si en algún momento un mal golpe crea una cicatriz demasiado profunda en alguno de ellos, un cántico a Eralie es suficiente para cerrar la herida de nuevo. El combate estaba definido antes de empezar, el desgaste causado por el soldado enano y las curaciones de Ghyrduana minan la moral de los defensores, los cuales ya no pelean por defender la ciudad, sino por su propia vida. Finalmente Rhalgrim propina el golpe mortal al último de ellos mientras el Gong del campanar de Grimoszk suena en el reino avisando de la incursión enemiga. Ghyrduana aparta el último cadáver de una patada y maza en mano, ambos se adentran en la ciudad. Soldados lagartos intentan detener infructuosamente el avance de nuestros héroes, clientes y mercaderes huyen y corren… y sendos enanos se dirigen hacia el Ziggurat, la fortaleza y último bastión donde Greszh pudo haberse ocultado. Un rastro de sangre lagarta así lo confirma.
Allí, una chamana y un par de ciudadanos se sitúan en la entrada. No dispuestos a negociar y con poco tiempo que perder, nuestros enanos golpean en el cráneo a la chamana, esparciendo sus sesos, trozos de cráneo y dientes sobre el suelo, como si le hubiera caído un meteorito en toda la mollera. Sin dar tiempo a reaccionar, uno de los ciudadanos se encuentra estampado contra el muro del Ziggurat, dibujando un charco de sangre en la pared y viendo como sus piernas se separan de su cavidad torácica, debido al golpeo. El otro ciudadano tuvo más suerte, simplemente huyó.
Rhalgrim y Ghyrduana avanzan en la torre y ascienden hacia el primer nivel, como si conocieran aquello de antemano. Se sitúan en una estancia circular con varias salidas y un guardia vigilando. Éste último intenta recoger sus armas y posicionarse en defensa, pero al ser descubierto tan rápidamente, no es capaz ni tan siquiera de empuñar su arma, Rhalgrim le golpea con su Gran Almádena en el pecho y lo convierte en una masa de carne y metal abstracta, más digna de un museo que de otra cosa.
Ahora, sendos enanos se encuentran tras una puerta. Saben que hay al otro lado. El generla Ssratz y su corte de lameculos. Posiblemente entre ellos Greszhx.
Ghyrduana formula un cántico y los ángeles que le rodean parecen separarse ligeramente de ella en señal de desaprobación. Súbitamente un terremoto se forma ante ella y se dirige al norte, rompiendo la puerta, convirtiéndola en un amasijo de astillas y trozos de madera mal encajados. El grito de dolor de Greszxh al otro lado confirma sus sospechas.
Sin más que hablar, ambos enanos saltan hacia el norte y allí entablan combate con el General Ssratz, un chamán, un lagarto defensor y Greszhx. Centrando todos sus golpes contra el lagarto que venían persiguiendo, Rhalgrim envaina su Almádena y enarbola su Ira sangrienta y su Florete. De un tremendo tajo le corta en la mandíbula a Greszhx, el cual aún no ha tenido tiempo de sanar completamente sus heridas. Luego, lo remata con un ágil movimiento de su florete de Duelista. Ghyrduana, ha arrojado su cántaro al suelo y las aguas purificadoras de Eralie se remolinan en aquella habitación, sanando a nuestros héroes y causando daños en los enemigos. Creando una situación de pavor y caos.
A los pocos segundos el cadáver de Greszhx se esparrama por el suelo, formando un amasijo de metal, cuero, carne y tripas. Han cumplido su cometido, pero no pueden huir de ahí tan fácilmente. El general Ssratz, contorsiona su cara y en un ataque de ira, golpea a Rhalgrim con su cola y bloquea la posible escapatoria enanil. Pero eso no es tampoco problema para nuestros enanos.
Poco después Rhalgrim y Ghyrduana abandonan la estancia, lentamente. Con una espada de Grimoszk en la vaina, un tridente rúnico, algunos tesoros y un collar de dientes de lagarto sangrante que se acaba de improvisar la clériga. Regresan a Takome, pues la cacería ya ha terminado.
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