Inicio › Foros › Historias y gestas › Adrekil: El comienzo de un bonito sueño
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Adrekil, fue concebido y educado bajo las costumbres Nimborianas en un periodo especialmente pacífico en la región de Takome. Criado en una bien asentada casa de la villa, no tuvo ninguna otra responsabilidad que crecer alegre, jugando con sus hermanos y ayudar en lo poco que requería la familia.
Desde los cinco años de edad, donde se descubrieron sus aptitudes mágicas, contó con la ayuda económica y emocional de sus padres para poder desarrollarla con los mejores tutores. Pero pese a la facilidad con la que a Adrekil parecía dominar la magia, disfrutaba más con tareas simples como ayudar a su padre a cargar el trigo que posteriormente sería convertido por su madre en delicioso pan para el resto de ciudadanos de Nimbor.Pese a sus aptitudes arcanas, fue educado y practicante en la religión de Eralie y cada 7 lunas acudía a una pequeña iglesia a rezar con su abuela, quien fervorosamente le explicaba todos los milagros y buenas obras de su bondadoso dios.
Entrada la adolescencia, sus padres pagaron cuantiosamente para que pudiera desarrollar sus aptitudes mágicas junto a los mejores magos de Takome, puesto que el sueño de Adrekil era alistarse en la cruzada para servir a su reino, como lo había hecho con anterioridad su difunto abuelo.
Sus progresos en el campo de la magia avanzaron de forma agigantada y pronto en toda Takome se hablaba de la nueva promesa de la familia Neredrin. Sorprendido por las facilidades que traía ser el nieto de un gran héroe de Takome, rápidamente se convenció de que, al igual que su abuelo, había sido concebido para proteger y promover la bondad en Eirea en nombre de Eralie.
Adrekil disfrutó de varios años de paz en Takome, sin embargo, a los 18 años descubriría que el destino le aguardaba un futuro totalmente distinto.
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A los 18 años, Adrekil fue enviado a la escuela mágica de Draeron, para proseguir con sus estudios, debido a la distancia del viaje y a que abandonaba el reino de Takome, le fue asignado un caballero que le acompañaría para asegurarse que no había ningún incidente durante el mismo.
Adrekil tuvo que esperar largo y tendido hasta que el caballero apareció al lugar acordado.
-¿Se te han pegado las sábanas? – Pregunto amablemente Adrekil.
– Siento la tardanza mi señor, un contratiempo me impidió llegar a la hora acordada – respondió el caballero apenado.
El caballero se acercaba trastabillando mientras asía las riendas de un joven caballo que tiraba del carro con las provisiones para el viaje.
Adrekil detectó rápidamente la poca experiencia del caballero por la dificultad en la que caminaba con la armadura.
-¿Cuál es tu nombre, caballero? – Dijo Adrekil mientras se acercaba al carro a dejar su pequeño petate.
– Mi nombre es Halprion, señor, escudero de lord Ninbel, mi lord me ha delegado la responsabilidad del viaje – dijo Halprion entre bocanadas de aire y muchas pausas mientras se acomodaba la armadura.
– Mi lord… – siguió el caballero una vez sus pulmones se habían liberado de la asfixia.
– Mi lord me ha dicho que esta será mi prueba final, si la supero me recomendará como caballero.
Adrekil repasó una vez más al escudero, supuso que el caballero no estaba muy de acuerdo con la misión asignada, quizás por sentirse demasiado cualificado para la tarea y decidió colgarle el muerto a su pobre escudero.
– Haré lo posible para que esta prueba sea lo menos problemática para tí Halprion – Sonrió Adrekil – Pero ya hemos perdido suficiente tiempo, es hora de partir – Añadió.
Los dos jóvenes subieron al carro y pusieron rumbo atravesando el empedrado camino de Takome a las colinas de Ostigurth a varios días de la ciudad de Anduar.
– ¿Has estado alguna vez en Anduar? – Preguntó Adrekil, que estaba encantado de tener a un compañero de su edad para el viaje.
– Lo cierto es que no mi señor, pero dicen que es dos veces más grande que Takome y que los soldados de élite Nivrim se encargan de que ni un solo altercado quede sin condena dentro de las murallas de la ciudad. – Los ojos de Halprion también chispeaban de emoción.
La conversación no se detuvo durante horas, Adrekil y Halprion se entendieron a la perfección y pronto surgió la amistad.
Todo parecía ir como la seda, no había retrasos y la conversación hacía del viaje algo ameno. Nadie parecía indicar que para uno de nuestros protagonistas el viaje tenía solo billete de ida.
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Habían pasado tres días desde que su viaje empezó y estaban acercándose a la parte de la cordillera donde se encontraba la legendaria escuela de magia.
– Descansar en Anduar fue una buena idea, echo de menos el camino empedrado – dijo Adrekil mientras su cuerpo se balanceaba arriba y abajo cuando las piedras se interponían en el camino de las ruedas del carro.
Halprion sonrió sin apartar la vista del camino, pero los nervios no le dejaron articular palabra.
Adrekil pese a que también se sentía nervioso por la dificultad que suponía atravesar ese sinuoso camino, no dejo de hablar, pensando que de esa manera sería más fácil distraer los nervios.
Habían recorrido poco más de 100 metros cuándo el fatídico momento llegó, todo sucedió de forma repentina. Adrekil se encontraba en el suelo, dos goblins habían aparecido en medio del camino gritando en una lengua que desconocía y con dos puntiagudas dagas en la mano, el caballo se encabritó y arrancó a correr a toda velocidad, tirando así a ambos jóvenes.
– ¿Halprion?, ¿estás bien? – dijo Adrekil atontado aún por la contusión cerebral y buscando con la mirada a su compañero.
No hubo respuesta.
Adrekil se levantó a duras penas y pudo ver a su recién creada amistad al suelo cubierta en un charco de sangre que emanaba de la cabeza, al caer una afilada piedra halló un camino entre la armadura perforando la nuca y matándolo al instante.
Los goblins se encontraban saqueando su cadáver y gritándose entre ellos.
Al ver que no tenía oportunidad de ayudar a su compañero y no disponer de ningún hechizo dañino para defenderse, decidió hacer caso al instinto y correr.
Pero los dioses también habían tallado una piedra con su nombre en esa cordillera, Adrekil que no podía dejar de mirar atrás al ver que uno de los goblins lo estaba persiguiendo, tropezó y cayó, la inercia de la caída le hizo rodar, saliendo así del camino y despeñándose por el precipicio.
Su cerebro no tuvo tiempo de procesar la información, era incapaz de recordar los hechizos que había aprendido y mucho menos hacer que salieran por su boca, todo parecía indicar que era el fin. Sin embargo, su espalda golpeó un grupo de arbustos que frenaron la caída hacia lo que habría sido una muerte segura.
Una vez recuperado del golpe, Adrekil descubrió que los arbustos cubrían la entrada de una enorme cavidad en la roca.
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Sin perder tiempo para evitar más infortunios con los persecutores Goblins, Adrekil se adentró en la cueva y para su sorpresa encontró lo que a primera vista parecía un pequeño campamento.
Con la sagacidad que le caracterizaba, Adrekil se dio cuenta rápidamente que no había restos de carbón ni madera en el círculo de piedras que una vez había servido para contener el fuego de una fogata.
Eso le permitió respirar tranquilo momentáneamente, hasta que una vez más calmado, recordó que para volver el camino debería escalar la pared por la que se había despeñado y que no tenía ni herramientas ni conocimientos para conseguir tal hazaña.
Una vez más drenado mentalmente, decidió que investigaría con más detenimiento el campamento en busca de pistas o herramientas para salir de esa delicada situación.
Minutos después encontró envueltos en un fardo de cuero un odre con una ración de agua y un pequeño trozo de pan duro y posiblemente en mal estado, que le permitirían pasar la noche y tener energías para la hazaña que debería obrar el día siguiente.
Cuando se familiarizó con la pequeña cueva y buscando con más detenimiento alguna herramienta, pudo notar un pequeño montículo de tierra que parecía haber sido removido.
– Por Eralie, que no sea donde el antiguo inquilino hacía las necesidades – Dijo para sí mismo
Con esa asquerosa imagen en mente, pero con la esperanza de encontrar algo que le diera una brizna de esperanza, se dispuso a remover la tierra. Unos minutos y dos uñas rotas después, tenía en sus manos un extraño cofre púrpura con ornamentaciones doradas.
– No creo que tenga en tan alta estima sus heces – Adrekil sonrió mientras se imaginaba la situación.
Cuándo Adrekil se disponía a abrir el cofre un pensamiento se extendió en su mente, fisgonear entre las pertenencias de otros no formaba parte de la bondad en la que había sido educado y Eralie se sentiría tremendamente decepcionado con su ingratitud, puesto que a diferencia de los víveres, esto no era una necesidad.
Finalmente, decidió dejar el cofre dentro del pequeño agujero escarbado en el suelo y cansado debido al duro día al que se había enfrentado, cayó dormido.
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La noche no fue fácil, ni el cansancio acumulado logró vencer el frío, que entraba por la cueva acompañado de un intenso viento, y Adrekil lamentó profundamente no haber aprendido a hacer un fuego en condiciones.
Pero no solo el frío le despertaba continuamente, las pesadillas donde Halprion con la cara repleta de sangre le susurraba palabras que no lograba comprender y esos susurros no parecían desaparecer cuando de un sobresalto despertaba, finalmente Adrekil concluyó que se trataba del viento chocando contra las paredes de la cueva, o eso prefirió pensar…
Cuando Adrekil despertó, encontró una pequeña llave negra cómo el carbón en su mano, desconocía como durante la noche esa llave había llegado a posarse en su mano, pero su instinto sabía perfectamente dónde encajaba.
Quizá por la falta de sueño y el cansancio acumulado, o quizá por otras misteriosas y oscuras razones, Adrekil estaba un paso más alejado de Eralie que el día anterior y las cuestiones morales que se había planteado con anterioridad ya no pesaban de la misma manera en su mente.
– Se deben conocer todas las variables para conocer un problema – Dijo convencido.
Al encajar la llave, esta giró sin prácticamente esfuerzo, como si el cofre deseara ser abierto. El rostro de Adrekil se iluminó al escuchar el click característico de una cerradura desbloqueandose, sin embargo, y pese a que el mago jamás admitiría tal cosa, la sonrisa se le desdibujó de la cara al ver un simple kit de escalada.
– ¿De verdad?, ¿Este es todo tu tesoro? – se quejó Adrekil.
Sin estar completamente complacido por lo encontrado en el cofre, centró su atención en la herramienta que tenía que usar para poder escalar hasta el sendero, posó el cofre en el suelo y recogiendo el fardo de cuero con las provisiones, se dirigió a la entrada de la cueva para afrontar su nuevo reto.
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Cuando se acercó a la entrada de la cueva con intención de escalar hacia el camino, se dio cuenta de que había estado tan concentrado en el cofre desde que despertó, que no se había percatado del chaparrón que se estaba produciendo.
Adrekil deslizó su mano por la piedra y se dio cuenta de que si intentara subir con estas condiciones y su poca pericia su final sería fatídico. Por lo que volvió hacia la cueva a esperar unas mejores condiciones meteorológicas.
Se dispuso a dejar el equipo de escalada en el cofre una vez más y recordó que aún no había consumido los víveres que había hallado el día anterior.
Adrekil estuvo unas horas sumido en meditación, pensando cuál sería su próximo movimiento, su corazón le pedía volver a casa, abrazar a su familia y descansar una temporada para recuperarse del desgaste mental de estos últimos días. Pero su cabeza sabía que no tendría la suficiente fuerza mental para volver a intentarlo si abandonaba ahora.
Las horas pasaron, el sol había salido y la paciencia de Adrekil estaba tocando fondo, por lo que una vez terminada una corta oración a Eralie que utilizaba como mantra ante momentos de debilidad, decidió que era momento de afrontar la subida.
Cuando agarró decidido el equipo de escalada una vez más, se percató que el puntiagudo gancho que atado a una resistente cuerda servía para alcanzar las rocas más altas, había perforado parte del suelo del cofre y al tirar de él, el fondo se había levantado mostrando un pequeño compartimento escondido que resguardaba un extraño cristal.
– Así que si había otro tesoro escondido – dijo sorprendido y emocionado.
Adrekil, hipnotizado por la belleza de ese cristal, decidió agarrarlo para contemplarlo mejor.
Al contemplarlo con más atención se percató que parecía una gema, sin embargo, no sabía identificar cuál. El cristal era oscuro y translúcido, parecía tener una cantidad interminable de facetas que contenían en sí mismas pequeños cielos estrellados y prácticamente no le cabía en una única mano, sin embargo, no era para nada pesada.
Una vez revisada la gema por métodos rudimentarios Adrekil formuló un simple hechizo para detectar si esta contenía trazas de magia, y no se equivocó.
La gema reaccionó a su magia y no solo emitió un fulgor azulado, sinó que además, donde antes se podían apreciar los cielos, ahora aparecieron multitud de imágenes, a simple vista ninguna parecía tener sentido, pero una de ellas, le llamó poderosamente la atención.
Se trataba de una imagen donde se veía a su familia muy preocupada y trasladando su preocupación a lo que parecía ser un cruzado. A juzgar por los ropajes que llevaban, la imagen no parecía corresponder a la actualidad, por lo que Adrekil infirió que se trataba de una visión del futuro, o de un posible futuro, quizá uno donde él había muerto o desaparecido por un largo periodo de tiempo.
Concluyó que el objeto podía tener algún tipo de relación con la escuela de adivinación, y la curiosidad que sentía, le hizo autoconvencerse de que quien lo había guardado ahí se había olvidado de ello, o peor, había pasado a mejor vida. También pensó que una vez mejorará sus poderes de adivinación, o con la ayuda de un profesor podía encontrar la verdad sobre el antiguo dueño y devolverle su preciada gema si era preciso.
Adrekil se guardó el cristal, dio un último vistazo al pequeño campamento y por última vez se dirigió a la entrada de la cueva para nunca regresar.
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El ascenso resultó ser más fácil de lo previsto, Adrekil, pese a ser un mero aprendiz, conocía algunos de los hechizos más básicos, puesto que los había aprendido para jugar con sus hermanos o ayudar en las tareas a su familia.
Entre ellos se preparó con el hechizo de caída de pluma, que le permitió una segunda oportunidad al levitar en un par de veces que se resbaló, y también hizo uso del hechizo de fuerza, que aumentaba sus enclenques músculos de forma temporal permitiéndole aguantar el peso de su cuerpo con una sola mano si era necesario.
Una vez arriba no tardó en localizar el camino de ida a la roca y lamentablemente, camino a la escuela de magia y un poco apartado del camino pudo ver los restos de su amigo, seguramente apartados del camino por un viajero que al igual que ellos habían utilizado carreta.
Adrekil quería acercarse a buscar si aún conservaba algo de valor sentimental que pudiera devolver a la familia, pero a simple vista podía ver que los Goblins o quien fuera que viniera después no le había dejado ni las botas.
Aún sensible por toda la situación, no pudo evitar soltar una lágrima y encomendar su alma a Eralie mientras pasaba de largo.
Pocos minutos después se encontró la gigantesca roca de granito, que destacaba enormemente en esta montaña de piedra oscura.
La piedra contaba con unas runas talladas que mediante un hechizo cobraban sentido y formaban una frase.
Adrekil ya había sido advertido de la escritura y la como debía proseguir, y pronunció los cánticos que fueron seguidos de un temblor que desplazó la roca, permitiendo el paso a una escalera que descendía en la tierra.
Lo primero que se encontró fue una gigantesca recepción iluminada con multitud de antorchas y un igual de gigantesco Golem de acero custiodándola.
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Los ambarinos ojos del golem le escrutaron intensamente, pero este no se movió ni un ápice.
Adrekil se encontraba congelado sin saber cómo actuar, ya que nadie le había indicado que hallaría una vez dentro de la escuela.
Varios alumnos con túnicas rojas pasaban de un lado a otro detrás del golem, hasta que varios minutos de incomodidad e incertidumbre después uno de ellos se percató de su presencia y se le acercó sonriendo.
– Impresiona, ¿verdad? – preguntó el amable semi-elfo de pelos dorados que se le había acercado.
– So.. Soy un recién llegado – tartamudeo Adrekil
– Está bien, todos hemos pasado por esta pequeña sorpresa, pero si has sido invitado a la escuela no tienes nada que temer.
El semi-elfo le agarró la mano y le acompañó a la siguiente sala, pasando por el lado del Golem que seguía vigilando la entrada detenidamente en busca de posibles intrusos.
– Mi nombre es Rinael – sonrió el semi-elfo. – ¿Recuerdas el nombre del profesor que se te asignó?
– El profesor Reonlas, de la escuela de adivinación – Dijo con un hilo de voz Adrekil.
– Has tenido suerte, la otra opción era mucho peor – Se rio el Rinael
– ¿A qué escuelas perteneces, Rinael? – Preguntó con curiosidad.
– Soy un mago conjurador, por lo que, desafortunadamente, no coincidiremos en las clases – respondió el mestizo.
Caminaron por un par de pasadizos que parecían cambiar a cada paso, para finalmente encontrar el pequeño despacho que utilizaba el profesor cuando no estaba dando clase en una de las aulas.
– Bien, esto es todo por el momento, tengo que marchar o llegaré tarde a mi clase – Dijo Rinael.
– Gracias por tu ayuda, realmente la necesitaba – comentó de corazón Adrekil.
Cuando el semielfo se marchó, Adrekil usó unos minutos para meditar cómo contaría los sucesos, puesto que quería causar una buena impresión y la realidad es que no se había comportado como un hechicero ejemplar, perdiendo la concentración y huyendo de dos goblins asalta caminos.
Una vez ordenadas las ideas en su mente, caminó hacia la puerta donde conocería a su futuro shalafi.
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Al acercarse a dar un par de toques a la puerta como acto de buena educación, esta se abrió repentinamente.
– Pensé que te ibas a quedar pasmado en medio del pasillo todo el día – dijo una aguda y desafinada voz.
Adrekil dio un pequeño paso atrás y se quedó congelado.
Quien había abierto la puerta era un verdoso goblin, con grandes anteojos y una extraña barba azulada.
Adrekil sabía que la escuela de magia era una zona neutral en la que todos los magos acordaban un pacto de no agresión en pos al conocimiento de la magia arcana, pero, encontrarse nuevamente una criatura de la raza que había matado días atrás a un compañero, no pudo evitar sorprenderlo.
– Cuándo hayas decidido si vas a completar el registro para iniciarte como aprendiz, puedes entrar y sentarte.
El goblin se sentó de nuevo en su despacho y empezó a trabajar de nuevo en lo que parecía un ungüento pastoso y con un extraño olor a magnesio.
Adrekil se deshizo del bloqueo mental tan pronto como le fue posible y entró en el despacho de su nuevo profesor.
– Mi nombre es Reonlas, aunque eso ya debes saberlo – El goblin le acercó unos papeles y una pluma con tinta – La escuela necesita que rellenes estos papeles para aceptarte como alumno.
Adrekil miró los papeles atentamente y empezó a rellenarlos, se trataba de unos papeles muy básicos donde el alumno constataba que entendía los riesgos de la práctica de magia, que no la usaría con fines negativos para otros aprendices o profesores y que renunciaba a cualquier tipo de hostilidad basándose en su diplomacia mientras durara el periodo de aprendizaje.
Mientras el alumno estaba rellenando los papeles, Reonlas se untó el ungüento por la frente dibujando unas líneas que se asemejaban a unos tatuajes de guerra.
– Una vez termines puedes explicarme qué ha sucedido en tu viaje hasta aquí con más detalle – Dijo el goblin con la mirada puesta en Adrekil.
Adrekil detuvo la pluma por breves instantes e intentó recuperar la compostura.
– No será problema, profesor Reonlas
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Una vez hubo firmado los papeles necesarios, Adrekil se animó a contar lo que había sucedido, pero por miedo a que le confiscaran ese extraño cristal que le había permitido ver a su familia aún estando lejos, decidió obviar esa parte.
El maestro mantuvo un rostro serio y preguntó detalles en los momentos en los que Adrekil se dejaba llevar por las emociones y estas le impedían explicar correctamente lo sucedido.
Adrekil tuvo la sensación que todo le había encajado al adivino y este pareció confirmarlo, no preguntando sobre el cristal o excesivos detalles sobre la cueva.
-Me encargaré de avisar a tu familia de que todo está en orden y has sido admitido en la escuela – Dijo Reonlas mientra recogía los papeles firmados por Adrekil
-Gracias profesor – comentó Adrekil esperando la siguiente orden.
-También intentaremos recuperar el cuerpo de tu compañero e informaremos a su familia del trágico incidente, por el momento puedes retirarte – Añadió Reonlas.
Las siguientes semanas fueron tranquilas, el semi-elfo Rinael le enseñó la escuela y le explicaba los rumores y cotilleos que se generaban. En los primeros días, Adrekil no estaba muy interesado en ninguno de los dos, sin embargo, cuando los días se tornaron semanas sin prácticamente ver la luz del sol, era lo único que tenía para entretenerse.
Adrekil dedicó sus horas de estudio en las escuelas en las que se había mostrado afín, principalmente la adivinación. En su tiempo libre se escabullía para que Rinael no le siguiera y estudiaba el cristal en un laboratorio o buscaba información del mismo en la biblioteca.
Dedicar todo este tiempo al estudio hacía que avanzara a pasos agigantados y destacara en clase, desafortunadamente dejaba muy poco tiempo para descansar y cuando dormía soñaba con extrañas cosas que no podía recordar, pero que le dejaban intranquilo y fatigado al día siguiente.
No fue hasta los tres meses que no logró sus primeros avances en el estudio de conocimiento del extraño cristal, esto le emocionó tanto que finalmente decidió contárselo a Rinael, desafortunadamente la reacción del semi-elfo no fue la que Adrekil esperaba.
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