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    • fyrate
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      La noche caía, y el frío calaba en los huesos.
      Jawzahr terminaba de comer su pierna de kobold asada.
      Y yo lo contemplaba comer, como podía comer tanto en tan poco tiempo.
      Me miró, y me dijo entre eructos, y gruñidos. Acércate al fuego Arkoyris, te vas a volver una pelotita de hielo.
      Una sonrisa se dibujaba en su rostro, mientras se sentaba sobre sus patas traseras, y apoyaba una de sus zarpas sobre mi brazo.
      Como te llamas pequenín, me dijo mientras movía su brazo hacia el fuego, para avivar las llamas de la fogata.
      No lo se, pero tu me dices Arkoyris, dije con una sonrisa picaresca.
      Pensé que lo sabías, o me vas a decir que terminaste en Anduar por una tormenta que te arrastró sin rumbo. Me decía, mientras otra ves una sonrisa aparecía en su hocico.
      Me paré sobre mis piernitas, y mientras daba saltitos, para poder enfocarme bien sobre sus ojos le dije. Solo recuerdo un circo, laboratorios, golpes.
      Llantos, pero nada más, lo único que tengo presente es… como la familia Calamus me usaba para que su gatito jugara!.
      Y luego, como era despedido de una catapulta y caer sobre un pozo de agua helada.
      O como era vendido hacia un dendrita.
      El Gnoll me miró y me dijo entre susurros. No recuerdas nada más pequeño?.
      Negué con mi cabeza, mientras dejaba de saltar, y me volvía a sentar.
      Sabes que?, me preguntó mientras se acercaba a mi. Tu y yo, seremos una familia, o para que suene menos tierno… una compañía!.
      Me retraje contra el suelo.
      No tengas miedo Arko, yo te cuidaré. Y te financiaré todo lo que necesites, para volverte alguien respetado, y juntos vengarnos de todos ellos que nos querían ver fracasar. Me dijo, mientras me alzaba hacia arriba, como si de una corriente de viento me elevase.
      Nunca había estado tan alto, el viento nocturno acariciaba mi rostro.
      El coro de grillos, y de aves susurraban cosas inteligibles, pero para mi solo querían decir.
      Acepta, acepta, Jawzahr te cuidará.
      Cuando iba a aceptar el suelo volvió a mi, y asentí con mi cabeza.
      Gracias por la ayuda. Dije mientras acomodaba mi cresta que se había alborotada.

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