Inicio Foros Historias y gestas Algo se esconde en las entrañas de Kheleb-Dum

Mostrando 1 respuesta al debate
  • Autor
    Respuestas
    • Alambique
      Participant
      Número de entradas: 2304

      Brulgrim se apoyó contra la pared extenuado, había estado picando durante horas sin encontrar nada, ésto no le iba a hacer ninguna gracia a Durin.

      Durin, su rey, se había empeñado en que algo se ocultaba en las profundidades de Kheleb-Dum y se había propuesto ser el primero en encontrarlo, ésto haría que su reinado fuera recordado, sus logros serían cincelados en las columnas del Gran Pasaje.

      Todo comenzó cuando uno de sus espías interceptó a un mensajero del Imperio de Dendra en las inmediaciones de Kattak, entre lo que consiguieron requisar encontraron un manuscrito con unos dibujos y una lengua que ninguno de los eruditos del reino consiguió descifrar.

      Durin trató de comprender los extraños escritos, pero pese a ser un enano culto entre los de su raza, le fué completamente imposible.

      Llamó a su escribiente y le ordenó que buscara al mejor erudito del reino.

      Una semana tardó en cruzar el erudito las puertas del Trono de Durin.

      ‘Mi señor, perdone mi tardanza, pero me encontraba en la ciudad de Aldara investigando unos extraños tapices.’, se apresuró a decir el erudito antes de que Durin lo reprendiera por su tardanza.

      ‘Aldara, Aldara…, qué necesidad de visitar el reino de Takome…’, protestó Durin.

      ‘Necesito que estudies este manuscrito, a ver qué puedes sonsacar’, dijo Durin extendiendo el papel sobre su mesa.

      El erudito rebuscó entre sus pertenencias y sacó un par de diminutas lentes que, tras varios intentos, consiguió colocar sobre su diminuta nariz.

      A simple vista parecía un plano, pero con dibujos incompletos y una extraña simbología.

      Recordó entonces el plano de las alcantarillas de Kattak que encontró hace años, también tenía algunos dibujos incompletos, para dificultar la ubicación exacta, pero él descubrió cómo solucionarlo.

      Cogió una de las antorchas que iluminaban la estancia y la acercó al manuscrito.

      ‘¿Qué haces desgraciado?, ¡que lo vas a quemar!’, exclamó Durin enfurecido.

      Fue en ese momento cuando los dibujos incompletos comenzaron a dibujarse y formar un mapa en condiciones. Se trataba de una representación de túneles y galerías, era Kheleb-Dum.

      ‘Mi señor, esto es Kheleb-Dum, mire, aquí está el Gran Dintel de Piedra’, dijo el erudito señalando un punto en el mapa.

      Qué estaría haciendo un mensajero del Imperio de Dendra con un mapa de los túneles de Kheleb-Dum, se preguntó Durin.

      Sí había algo escondido en las raíces de la montaña lo encontraría, necesitaba al jefe de los mineros.

      ‘Escribiente, llama a Brulgrim de inmediado’, dijo Durin.

      Al rato Brulgrim entró en los aposentos de Durin.

      Se trataba de un enano de mediana edad, a simple vista se podía observar que había descuidado su higiene y su forma física. Su flácida barriga caía sobre su entrepierna, balanceándose con un rítmico movimiento al caminar. Su tupida barba, pelirroja, se encontraba salpicada por diminutas esquirlas de alguna gema y polvo de carbón.

      ‘Mi zeñó, ¿que ze le ofrece?’, preguntó Brulgrim sin quitarse el palillo de entre los dientes.

      ‘Sácate ese palillo para dirigirte a mí, insensato’, le reprochó Durin.

      Brulgrim se sacó el palillo mientras rebuscaba entre sus dientes, sorbió un pequeño resto de carne y lo guardo en uno de sus bolsillos.

      ‘Dizculpe zeñó’, contestó Brulgrim.

      Durin meneó la cabeza con resignación.

      ‘Acércate a mi mesa y observa este mapa, a ver si encuentras algo que te resulte familiar’, indicó Durin.

      Brulgrim se acercó a la mesa de Durin, mientras observaba de reojo la extraña decoración de la habitación.

      Brulgrim se mesaba la barba mientras, sin darse cuenta, dejaba caer sobre la mesa restos de carbon y esquirlas.

      ‘Ezto ez Kheleb’, contestó Brulgrim orgulloso.

      ‘Vaya, ya sabemos por qué te has dedicado a picar y no a descifrar pergaminos’, contestó Durin malhumorado.

      ‘Zi, zi. Digo que ezto ez Kheleb y ezto de aquí arriba parezen loz tunelez de ezplotazión del primer nivel de nueztraz minaz’, se apresuró a completar Brulgrim.

      Durin observó el mapa, el minero tenía razón, los túneles de explotación se encontraban pintados de un color rojizo, allí tenía que esconderse algo.

      ‘Minero, baja de inmediato a esos túneles e investiga, tiene que haber algo allí abajo, algún pasadizo, algo…’, ordenó Durin.

      Brulgrim asintió, no sin antes soltar un suspiro que deseó que su rey no escuchara. Justo acababa de terminar su turno de doce horas y sólo deseaba ir a la taberna y humedecer sus barbas en una jarra de cerveza.

      Brulgrim se dirigió al montacargas, pasando por el almacén de utensilios de minería y recogió su zurrón y su pico que hacía un rato había guardado.

       

       

       

      • Este debate fue modificado hace 4 years, 3 months por Alambique.
    • Alambique
      Participant
      Número de entradas: 2304

      Brulgrim echó un trago al odre que llevaba y observó de nuevo los túneles, algo se le estaba pasando.

      ‘Vamoz, zi encontramoz el puñetero pazadizo oz invitaré a tantaz jarraz de cerveza que tendréiz que zalir de la taberna rodando’, animó Brulgrim a la cuadrilla de mineros que había conseguido reclutar.

      No le había sido fácil a Brulgrim reunir un grupo de mineros, pues todos habían terminado su jornada recientemente y se encontraban exhaustos, el nuevo capataz apenas les dejaba descansar, estaba obsesionado con superar el cupo de mineral que extraían cada día.

      Brulgrim les ofreció cantidades ingentes del preciado líquido, ésto bastó para convencerlos y ahora tenía a cuatro mineros a su lado, golpeando sin cesar cada palmo de los túneles tratando de encontrar el pasadizo.

      Brulgrim rebuscó en las alforjas de su rothe y extrajo un odre que ofreció a sus compañeros.

      ‘No eztá muy fría, pero ezta cerveza zeguro que noz da el empujoncito que necezitamoz’, dijo Brulgrim mientras ofrecía el odre a un minero.

      Brulgrim acarició a su rothe, aún estaba domesticándolo y tenía que ganarse su confianza.

      Los rothes eran unas bestias lanudas que moraban cerca de la suboscuridad, los enanos aún no habían conseguido reproducirlos en cautividad, pues se negaban a aparearse si no se encontraban en libertad. Así que de momento la única opción era organizar una expedición hacia las zonas más profundas de Kheleb y, en el caso de encontrar algún rebaño de rothes, capturarlos y encerrarlos en los establos y ,con muchísima paciencia, domesticarlos.

      ‘Por cierto, en la meza de Durin he vizto unos planoz de una fuente de cerveza’, comentó Brulgrim tratando de animar a los mineros.

      ‘¿Una fuente de cerveza?’, preguntó uno de ellos.

      ‘Habrá que buscar el emplazamiento, nivelar la zona, ver dónde se coloca el depósito, mantener el depósito frío, las canalizaciones, el drenaje de la fuente, si el depósito se encontrará por encima de la fuente o bien instalar algún tipo de sistema que impulse la cerveza, el sistema de drenaje…, muuuuuucho trabajo’, comentó otro minero.

      ‘Sí, mucho trabajo, pero tendremos una fuente de CER VE ZA’, le respondió otro minero.

      Los enanos sonrieron, imaginaban esa nueva fuente, rebosante del líquido dorado, poder sumergir la cabeza en la fuente y tragar como si no hubiera mañana y, si no había nadie a la vista, bañarse desnudos en esa fuente y notar como las burbujas de cerveza acariciaban todas las partes de su cuerpo.

      ‘Bueno, zigamoz buzcando, vozotroz doz avanzad hacia el norte de los túnelez y vozotroz doz venid conmigo, zólo noz queda ezta ramificación por revizar’, ordenó Brulgrim tratando de que se centrasen en el trabajo de nuevo.

      Los dos enanos recogieron sus petates y sus picos y, con la tenue iluminación de una lámpara de carbón, se adentraron en los túneles de la zona norte.

      Brulgrim colocó las herramientas en su rothe y, acariciándolo primero, tiró suavemente de las riendas en dirección este.

      Llegaron al final del túnel, irían revisando todas las paredes desde ese punto hasta la intersección con el túnel principal, que era donde se encontraban antes.

      Descargó las herramientas del rothe y las depositó en el suelo, a los pies de sus compañeros, junto a la lámpara de carbón.

      Observó con preocupación uno de los soportes de madera de esa parte del túnel, la humedad había hecho mella en él y estaba completamente podrido.

      Golpeó en la base del soporte con cuidado y la madera podrida cayó al suelo, el daño era irreparable.

      ‘En cuanto terminemoz con ezto hay que zuztituir ezte zoporte de madera’, ordenó Brulgrim con preocupación.

      Los enanos suspiraron, a pesar de la promesa de la cerveza, ya iban sumando horas y no podían ocultar su cansancio.

      Recogieron sus herramientas y comenzaron a golpear con un pequeño martillo a lo largo de la superficie del túnel, esperando escuchar algo distinto.

      Brulgim se centró en la pared del final del túnel, mientras que sus ayudantes se repartieron las dos paredes restantes.

      Brulgim observó la pared que tenía frente a él, la oscura piedra no podía ocultar las muescas que las herramientas de antiguos mineros habían hecho sobre ella, como si hubiera sido arañada por una inmensa bestia.

      Se arrodilló y comenzó a golpear con el pequeño martillo desde la base de la pared y fue subiendo poco a poco, asegurándose de recorrer toda la superficie.

      Cuando llegó a media altura de la pared se detuvo, este último golpe había sonado diferente, se aseguró y golpeó de nuevo, sonaba diferente…

      ‘¡Aquí, aquí, he encontrado algo!’, exclamó Brulgrim ilusionado con el hallazgo.

      Sus ayudantes se apresuraron a llegar a la pared, casi tropezando entre ellos.

      ‘Golpea aquí’, se apresuró a ordenar Brulgrim.

      Uno de los mineros golpeó en la zona indicada y, tras compartir un extraño gesto con Brulgrim, golpeó en una zona más alejada, eran sonidos completamente distintos.

      Brulgrim sacó un pequeño trozo de carbón de su petate y, conforme iba golpeando dentro de la zona extraña, iba marcando la zona con el trozo de carbón mediante unas pequeñas marcas.

      Cuando hubo terminado de golpear toda la zona, recorrió los puntos con el trozo de carbón, uniéndolos.

      Brulgrim observó la zona marcada, ocupaba una superficie de unos dos palmos, tenía también una textura diferente, como si alguien hubiera tratado de esconder algo con una argamasa. Habían conseguido imitar la tonalidad del resto de la pared, incluso habían tratado de imitar algunas muescas que dejarían las herramientas de los mineros.

      Brulgrim no pudo con su curiosidad y, tras ordenar a sus acompañantes que se alejaran de la pared, descargó con todas sus fuerzas el pico contra la pared.

      Saltaron restos de argamasa por toda la estancia y entre la fisura se vislumbró un rayo de luz plateado.

      Brulgrim descargó de nuevo su pico en la zona de la argamasa consiguiendo agrandar la fisura.

      Una ráfaga de viento helado atravesó el hueco, refrescando a Brulgrim.

      Brulgrim olfateó el aire que salía por el hueco, ese olor le recordaba a viejo, lo había olido en otras ocasiones…

      ‘¡Hay que agrandar ezte hueco, necezito entrar, ayudadme!’, exclamó Brulgrim nervioso.

       

Mostrando 1 respuesta al debate
  • Debes estar registrado para responder a este debate.