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Aclaración: algunos jugadores me han pedido historias para sus registros 2. No hay problema, a mí me gusta hacerlas. No las vendo ni nada por el estilo, pero las escribo cuando tenga tiempo y a mi ritmillo (creo que es algo bueno para dar color a los personajes). Como veréis, no son demasiado extensas (creo que así también da algo de facilidad a los dueños de sus personajes a desarrollar el resto del personaje, son más bien «propuestas» que cada cual es libre de aceptar o no. He consultado y puedo reportarlas, así que ahí van. Espero que os gusten.
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Historia para Kunkh
La vida era dura en Mor-Groddûr, y no fue una excepción en el caso de Kunkh. La vida promedio de un goblin apenas llega a los diez años de vida, en caso de incluir el índice de mortalidad prenatal. Cuando nació, Kunkh era el único superviviente de su ‘camada’, habiendo devorado a sus hermanos en el vientre de su madre. Pero es la única manera para un goblin de asegurar su supervivencia: no tener hermanos con los que pelear.
El pequeño goblin pronto comprendió el sitio de la sociedad goblin en donde debía estar. O mejor dicho, dónde debía no estar. No debía de estar a la vista de todos, en donde cualquiera de los mayores le mandaba tareas que él consideraba aburridas y monótonas. Kunkh odiaba limpiar las vísceras de las matanzas de los demás, pero durante su juventud nunca tuvo la paciencia ni la destreza suficiente para desobedecer a sus mayores. Sólo se lamentaba y mientras fregaba la sangre del suelo, tramaba su plan.
No fue hasta algún tiempo después que lo ejecutó. O mejor dicho, los ejecutó. A todos. Por abusones, por viejos, y sobre todo, por darle órdenes. No pensaba tolerar ni una orden más. Descubrió (para sus sorpresa) que los goblins que más gruñen y dan órdenes son los más fáciles de estrangular con sus propias tripas, y que el crack del quebrar de sus cuellos son más similares al crujir de una pisada que pisa una rama seca de lo que quieran admitir. No, los goblins eran débiles y Kunkh no quería ser débil como ellos.
Vagabundeó algún tiempo por los Bosques de Eirea, al aire libre, y después por los desiertos. Kunkh se maldecía en los desiertos. ¡Qué sed daban! Poco después, el pequeño Ojosrojos llegó a Anduar. Se sintió allí un paria, donde pronto todos empezaron a temerle. El pequeño goblin no sabía por qué, acostumbrado a su sociedad brutal. Allí en Anduar descubrió que no sólo los goblins eran débiles, sino también los elfos, los enanos y los gnomos. ¡Ah, y los halflings! En la Horda Negra todos lo llamaban débil, pero Kunkh no conocía rival más fuerte que él.
Comenzó a hostigar a todo aquel que pudo para probarse a sí mismo, derrotando innumerables enemigos por todo el Reino, y con ello ganándose a veces el favor de la guardia de Anduar (otras veces ganándose alguna regañina). Y el guardia con quien más en contacto estuvo era Rogruk el Rompedientes, un semiorco que, pese a ser débil como todos los demás a ojos de Kunkh, le hizo gracia. Al menos era humilde y eso agradó al Goblin, quien aceptó en alguna ocasión en viajar con él en el barco.
¡Oh, los barcos! Eran una fortaleza flotante que no podías destruir con golpes, sino a pedradas de unos aparatos de los cuales Kunkh enseguida se enamoró irremediablemente. Catapultas que servían tanto para disparar proyectiles a enemigos como disparar enemigos de proyectiles. Él y Rogruk pasaron buenos tiempos en alta mar, hasta que Kunkh tomó una decisión.
Sí, los goblins eran débiles, pero los demás también. Su tiempo de limpiar la sangre de la cubierta del lundar había pasado, y necesitaba algún otro que se dedicara a hacer esa tarea (ya que ni el ni el semiorco fueron jamás grandes virtuosos en eso de fregar, si bien es cierto que las condiciones de higiene tampoco les importaban demasiado). Kunkh iba a regresar a Mor Groddûr y a reclamar el puesto que se merecía entre todos los demás débiles.
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Historia para Rhayla
Rhayla nació en Ryniver. Es, podría decirse, una ciudadana de Dendra, o al menos solía serlo. Había coqueteado demasiado con el Culto del Lujo y estaba muy descontenta con ello. Se había abstenido durante su juventud de participar en los innumerables ardides políticos debido a las continuas redadas en la villa. Dichas redadas había condenado al ostracismo o a la horca a varios de sus amigos y allegados, y también a la familia. Por eso Rhayla no quería inmiscuirse.
Rhayla tuvo la suerte de ser bendecida con el don de la magia, y cuando pudo marchó a estudiar a la Alta Torre de Hechicería de Dendra. Allí se decantó por la adivinación, una rama de la magia poco practicada, donde numerosos magos la entendían como algo menor en las artes arcanas, y la miraban como poco más que un bufón trilero en las calles de Keel. Nada más lejos de la realidad. Rhayla podía evitarlos si así deseaba, gracias a su arte… o encontrarlos.
Aquello la hizo muy peligrosa para Dendra a su vuelta a Ryniver. Ahora ella se implicó, una vez conocida la realidad de su sádico imperio. Coordinaba los esfuerzos del Culto del Lujo, y lo planificaba con cuidado. Durante algún tiempo ganaron mucho poder sin que las redadas llegaran realmente a nada, pero el imperio de Dendra tiene también sus propios recursos mágicos.
Fue engañada por alguien del colegio de bardos, una mujer de Ryniver que tocaba en la plaza y se acercó al Culto del Lujo. Era una agente de Dendra que tocaba el violín con habilidad. Sin duda estaba emparentada con la nobleza y a Rhayla le pareció apropiado ganar a su causa gente con dinero y poder, pero fue engañada. Si bien consiguió huir, la agente (desconoce su nombre, pero se presentó como Dmitra) la identificó y persiguió por la ciudad, los feudos cercanos y finalmente todo Dendra).
Pronto descubrió su identidad, aunque no su nombre. Era una suboficial del Ejército de Dendra, miembro menor de una Casa Real. Rhayla, convertida ahora en proscrita, clamaba por su venganza. La encontraría y la asesinaría de la forma más lenta y dolorosa posible por haberle arrebatado todo.
Sin embargo, la vida de proscrita renegada era muy solitaria, y se sentía lejos de casa a menudo, sin nadie a quien poder llamar familia. No se había asentado oficialmente en ningún sitio, pero estaba deseando hacerlo para poder volver. El problema de los bandidos y los proscritos es que a veces hay más puñales a la espalda que en la propia Dendra. Allí, por lo menos respetaban las alianzas, y a Rhayla no le agradaba demasiado el honor entre ladrones de la vida del renegado. Sus días se habían convertido en una carrera por sobrevivir y no podía fiarse de nadie… ¿o quizá sí? ¿Quizá debería tomar cartas en el asunto y reunir a su propia banda de renegados? Eran respuestas que sólo el tiempo aclararía.
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Historia para Delanna
Delanna nació en Ryniver, en el seno de la familia Zann. Su padre, afamado cónsul dendrita en Al-Qualanda, había retornado de asuntos diplomáticos del reino del desierto y se dedicaba al control de pasaportes y a organizar redadas en la villa contra los conspiradores del Culto del Lujo. De esa forma, Delanna Zann tuvo a su alcance desde su niñez todo lo que quiso, y su familia (de ascendencia noble) jamás tuvo problemas económicos.
Malcriada por una familia imperial que consentía a su hija única todos sus caprichos, la adolescencia de Delanna rompió con el ideal de familia dendrita de ensueño. Experimentando con las bayas de Cyr y otras drogas, pronto sus excesos se volvieron comunes, causando indignación y vergüenza en la Mansión de los Zann. Era bastante frecuente verla lanzando anillos de humo de marihuana en el pórtico de la misma, y frecuentando camellos por la zona, así como flipando o emborrachándose en las tabernas.
Pronto alguien tomó la decisión de internarla lejos de Ryniver, ya que la familia Zann no quería convertirse en el hazmerreír de Ryniver. Delanna fue enviada al Colegio de Bardos de Dendra, e internada en una dura disciplian a la que no estaba para nada acostumbrada. Fue adoctrinada en la fe de Seldar de una forma tan efectiva que al final se doblegó ante sus instructores. Terminada su estancia allí, se redimió de su pasado en la Catedral de Galador como novicia para purgar sus pecados.
Convertida ahora en una barda imperial, una agente al servicio de Dendra, se alistó en el ejército. Recibió el nombre en clave de Dmitra, y fue asignada a Ryniver en el ámbito del contraespionaje, como antaño hizo su padre. Este movimiento fue cruel por parte del Imperio, porque descubrió su casa reducida a cenizas en uno de los ataques. Nadie de su familia había sobrevivido. ¿Los causantes? El Culto del Lujo.
Delanna, al contrario que su progenitor, no se dedicó a atosigarlos con mano de hierro en noches de redadas continuas. En lugar de ello se infiltró: debido a su pasado drogadicto no le costó apenas esfuerzo establecer contacto y convencerlos de que ella era una activista más. Mientras tanto recababa la información y la enviaba a sus superiores. Finalmente tuvo éxito, y pudo desmantelar una de las células terroristas, ganándose el respeto del Ejército de Dendra.
Decidida a ascender como espía para Dendra, Delanna Zann se enfocó entonces en su carrera profesional, pidiendo más y más responsabilidades en Ryniver. El Imperio era reacio a concedérselas, pero Delanna trabajaba duro. Comenzó a acumular logros y éxitos, tanto como espía como barda (su tapadera), hasta llegar a un nivel de virtuosismo tal que fue reconocida por todo el Imperio de Dendra y se publicitó su figura como un ejemplo de nacionalismo dendrita antiterrorista y otras campañas de propaganda, cantando para la causa.
Delanna tiene un personalidad magnética, como la mayoría de bardos de Eirea, capaces de inspirar a los mortales con sus palabras. En su caso, no sobran tampoco los comentarios crueles de aquellos que no son afines, y siempre tiene una pulla escondida en la lengua esperando salir. Eso le ha supuesto numerosas tensiones y desencuentros con sus iguales, pero incluso con aquellos con los que mantiene una rivalidad personal tan fuerte son incapaces de discutirla a nivel profesional.
Una criatura apasionada y que se ha dejado llevar por los impulsos y las emociones a flor de piel en una vida tan violenta y oscura como lo hizo en su niñez es en realidad una mujer necesitada de cariño. Nunca ha tenido una mejor amiga, y rehúye de sus amantes para no aproximarse a ellos. Si no hubiera sido cantante, seguramente se hubiera convertido en monja (lo cual hubiera sido una lástima para todos aquellos deslumbrados por su fama). Si bien le divierte el coqueteo, no ha muestrado ningún interés romántico.
En cambio Delanna siempre ha mostrado un excesivo celo en la consecución de sus objetivos, llegando a sacrificar gran parte de su tiempo personal y de sus recursos en la causa, y despertando a partes iguales la admiración y el temor en sus compañeros. Dura cuando lo requiere, puede ser un puño de hierro o recurrir a tácticas sutiles. No le importa a quien tenga que pisar, no dudará en hacerlo si se interpone en su camino.
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Historia para Snerg
Descripción: Snerg Gorbo es un humanoide de cómico aspecto perruno. Un kobold enclenque y peludo que mira alrededor de forma paranoide con sus nerviosos ojos negros. Hasta los ruidos más monótonos y ordinarios (o rutinarios) parecen asustarle, y desconfiadamente suele llevarse la mano al puñal más cercano (¡aunque de una forma sospechosamente coordinada!). Una mano que, al igual que muchos kobolds, está recubierta con restos de barro posiblemente de excavar en la tierra. Es de complexión muy peluda, siendo su piel una enorme alfombra de pelaje marrón salvaje que crece alborotado y arrastra suciedad y porquería de allá a donde va. Destaca en esa mata de pelo la formación natural de un penacho que crece unos centímetros hacia arriba desde la cabeza en forma de cresta, y desciende por su espalda hasta posiblemente hasta la parte más baja de la misma.
La historia de Ancarak es convulsa, y pese a estar bien documentada por los sucesos acaecidos durante la aparición del Cubo Negro, todavía mantiene un baile de luces y sombras con la realidad allí vivida. Snerg es un claro ejemplo de todo ello, sobre todo en cuanto a convulsa historia se refiere.
Nacido en el seno de la tribu Largohocico, la familia de Snerg siempre fue subordinada del clan Urja. Subordinada, al menos para Snerg, no era sinónimo de esclavizada (otro ser con un criterio un poco más neutral estaría muy dispuesto a discrepar de esto), así que la motivación de los Gorbo era inalcanzable, siendo secuaces de los Urja e ignorando por completo su propia falta de libertad.
A falta de ser un clan (no era un derecho ostentado por aquellos subordinados) se les conocía como Gorbo a todos aquellos emparentados que vivían en el Gorb. El Gorb de Ancarak era una serie de cuevas comunales y galerías que, aunque habían sido el esplendor de las cavernas de los kobolds, se encontraban en un estado pobre y lamentable tras los continuos derrumbes y la falta de atención. Los Gorbo trataban de reconstruirla en medida de lo posible, pero la falta de recursos era bastante evidente. Es por ello que los Gorbo son, quizá, la mayor familia de “albañiles creativos” especializados de toda Eirea. Vamos, chapuzas en toda regla. Y, por supuesto, Snerg no era una excepción.
Se podía decir que Snerg tuvo suerte, pero no es la suerte la que lo llevó a recorrer mundo. Fue su naturaleza paranoide y su capacidad innata para huir de los problemas y tomas todos los atajos rápidos hacia la ganancia inmediata. Ocurrió un Sayelie, durante las celebraciones de libertad de los ancareks. El Caudillo de la Horda Negra exigió una nueva remesa de esclavos a los Urja, pero estos estaban muy ocupados asesinando a todos aquellos que no fueran kobolds y no tenían género que vender. Entonces el Caudillo irrumpió en Ancarak para llevarse por la fuerza a esos esclavos. Los Urja decidieron esconderse, pero estaban tan acostumbrados a ser sociales (o todo lo sociales que puedan ser lo kobolds) que no estaban teniendo mucho éxito en aquello de pasar desapercibidos. Algunos comenzaron a llamar la Decana Trágica a aquellos diez días en los cuales más de diez mil kobolds del Gorb perdieron la vida o fueron esclavizados por la Horda Negra.
Snerg fue el más listo. Jugó a un triple juego: por un lado ayudó a los Urja a esconderse en el Gorbo, en donde los pocos orcos que entraban eran brutalmente asesinados, ganándose así el favor de los Urja sobre el resto de kobolds. Por otro lado, los vendió a los orcos a sus espaldas, dándoles información precisa sobre cómo acceder a algunos de ellos, siendo así “reclutado voluntariamente” por el Caudillo de la Horda Negra. Y por otro lado, aprovechó ese nuevo estatus para arrasar con las madrigueras de los Urja y conseguir todos los beneficios posibles para sí mismo, robándoles sin piedad un dinero que nunca le habían pagado.
¿Y cómo ocurrió que entonces Snerg salió a recorrer mundo? Sencillo, porque ese triple juego fue descubierto, y Snerg tuvo que huir a la carrera de Ancarak. Perseguido, eso sí, pero tampoco demasiado (los Urja estaban lamiendo sus heridas y los orcos no saben diferenciar un kobold de otro) enseguida fue olvidado. Tras un breve tiempo de “estancia” en Anduar, donde batió records en acumular multas por robos y hurtos, regresó a Ancarak con el rabo entre las piernas para comprobar que nadie lo recordaba ni a él ni a sus múltiples traiciones.
Esa fue la gran lección que aprendió Snerg: que si puedes robar algo y desaparecer o esconderte el tiempo suficiente hasta ser olvidado, la vida es más fácil.
Ante todo Snerg es desconfiado. Normal, por otra parte, porque ha traicionado a tanta gente que es ya incapaz de recordar todo nombre de aquellos agraviados. Es por ello que su instinto de supervivencia lo ha tornado paranoide en exceso y es difícil cogerlo con la guardia baja.
Snerg también es un vividor dentro de sus posibilidades. Cree que las hembras de los Urja son mucho más atractivas que cualquier otra hembra kobold de Eirea, y que el riesgo de aparearse con ellas siempre merece la pena. Pero claro, es algo que no suele gustar mucho a los Urja… sólo a ellas, y a veces ni eso.
Cuando vivía en el Gorb, Snerg aprendió a construir o reparar con sus manos las cavernas y hacerlas de alguna forma acogedoras. A veces, encontraba pequeños resquicios de su antiguo esplendor, y trataba de decorar las madrigueras comunales con un estilo particular, especialmente con pintadas. Sueña con reestablecer la magnificencia de la zona, quizá creando un nuevo clan o familia con la cual asentarse allí y llamarse de a iguales con los Urja.
Para Snerg ser un ladrón es una continua carrera por la supervivencia, pero también es el riesgo el que le motiva a hacerlo de una forma ligeramente masoquista. Pretende dar un golpe maestro algún día, y ha fijado las arcas de la guardia nivrim de Anduar como su objetivo.
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Historia para Puruass
Puruass nació en algún lugar de Zumelzu. Su ovada había sido totalmente desechada por el pueblo lagarto de Grimozsk. Había sido abandonada en algún lugar de Zulk, pero los Colmillos Venenosos se las apañaban siempre para comerciar con este tipo de materiales, y traficar con huevos sin eclosionar era un negocio siempre rentable, exportándolos a grandes postores de todos los confines de Eirea por una gran suma de dinero. Claro que no solían sobrevivir a ambientes secos. Esta ovada en particular había sido comprada por alguien en Alandaen. Los Colmillos Venenosos no sabían por qué y tampoco hacían preguntas al respecto.
Sin embargo la guardia nivrim había fletado aquella mañana un barco y lo celebraros esas dos semanas con nuevas redadas. Los Colmillos Venenosos se vieron obligados a deshacerse de la mercancía arrojándola por la borda.
Las corrientes marítimas habían transportado a su huevo sin eclosionar hasta el barro de los pantanos, donde quedó semienterrado. Es, quizá, la respuesta a la pregunta de cómo ningún roedor u otro animal se lo comió desprotegido y a la intemperie.
Desde cría se destacó por ser una gran nadadora. Era capaz de zambullirse en las aguas y bucear para pescar con sus manos peces con los que alimentarse. Dentro del agua se sentía segura, y allí huía cuando se encontraba insegura o en peligro. Se sumergía hasta que pasaba el tiempo y las aguas volvían a su cauce.
No fue hasta cumplidos unos pocos años que Puruass pudo conocer a otro miembro de su especie. Un joven hombre lagarto, llamado Ssshek. Él era un comedor de ratones, un incursor de los pantanos de Zulk. Había viajado muchos kilómetros al oeste desde sus tierras hasta Zumelzu para investigar las ruinas por orden de la Matriarca Elhenja. Al parecer desde Grimoszk estaban interesados en los flujos migratorios de su pueblo. Y allí encontró a la pequeña Puruass, escondida bajo el lodazal del pantano y sin poder contener la curiosidad de haberse encontrado con alguien de su especie.
Ssshek decidió llevarla a Grimoszk como prueba de los flujos migratorios del pueblo lagarto, aunque era una suposición errónea. Tras una tremenda discusión y la comprobación genética subsiguiente, Ssshek fue castigado y Puruass obligada a marcharse de allí bajo pena de muerte. Es así como Puruass comenzó a ser llamada la Tres Veces Desechada por los lagartos.
Ssshek, pese a sus reticencias, aceptó su error y su castigo en Grimoszk, pero a cambio se aseguró de darle un nuevo hogar a la niña lagarta. Y es que, quizá siendo enemigos ahora, todavía sentía por ella un afecto especial que conmovió al general Ssratz. Ssshek la llevó lejos, al Reino de Anduar, en donde podría sobrevivir o ser adoptada, quizá por la guardia Nivrim. “El General Szhysszh es un hombre lagarto cuya ovada también fue desechada, él te adoptará” prometió a la pequeña Puruass. Sin embargo, no lo hizo. Puruass no tenía la edad suficiente como para alistarse en la guardia nivrim, ni tampoco las cualidades físicas necesarias. En cambio, encontró un hogar mendigando en el sitio más inverosímil de todos: las alcantarillas de Anduar. Y allí sobrevivió hasta ser encontrado por la criatura más inverosímil de todas: un hombre-rata.
Llegados a este punto de la historia, Shegor merece un punto aparte. Nacido en Takome, siempre fue un mago mediocre pero de gran inquietud con la experimentación mágica. Aunque no destacaba demasiado como mago de la escuela de Encantamiento, destacó en el desempeño de ser el conejillo de indias de un transmutador mucho más poderoso que él. Shegor nunca menciona lo ocurrido exactamente, pero cuando sale el tema a relucir sus ojos de roedor se hinchan y se inyectan en sangre con todo el odio del mundo. Puruass dedujo con mucha certeza que había asesinado a su mentor cuando vio en lo que el transmutador lo había transformado en aquel ser híbrido y asqueroso. Era un ser humanoide y peludo, repugnante por su aspecto de roedor y posiblemente portador de varias enfermedades, que no sobrepasaba el medio metro de estatura. Cuando tales hechos ocurrieron, Takome expulsó a todo el Cónclave de Magos allí establecido, considerándolos peligrosos, y tuvieron que huir a Anduar. Dichos magos, con Mortus a la cabeza y Shegor como su fiel ayudante, subsistieron en las alcantarillas.
Shegor hacía muchos años que no vislumbraba la luz del sol. Se había resignado a vivir a la sombra de Mortus en la húmeda oscuridad de las alcantarillas de Anduar. Por eso, encontrar a Puruass, tan joven e inocente le reconfortó, y trató de ayudarla para que sobreviviera. Puruass se debatía en entender si fiarse de un hombre rata, porque hasta ahora se había alimentado de cientos de ratones, pero también estaba resignada a sobrevivir. Shegor la alimentó y cuidó durante más de diez años, hasta su mayoría de edad, y a cambio Puruass se convirtió en sus ojos en la superficie. Así es como la Tres Veces Desechada encontró un padre y un shalafi al mismo tiempo.
Carcomido por una sed insaciable de venganza, Shegor – ayudado por Puruass – se vengaron de Mortus el Mago, encerrándolo para siempre en una trampa mágica subterránea de las alcantarillas de Anduar. Desde aquel momento, ya no había maestro, y Shegor ejerció como tal mostrando el noble arte a Puruass.
Durante una de sus lecciones, la alumna preguntó al Hombre-Rata acerca de la prisión mágica en la cual habían encerrado a Mortus. Entonces Shegor le habló de una Cámara Planar, un lugar que le azotaba vívidamente en sus pesadillas. Había estado una vez allí, antes de acobardarse y huir, cuando aún era humano. Hacía tanto tiempo que no recordaba dónde era exactamente, sólo que era en un templo subterráneo, accesible desde el mar. Puruass podía describir casi palabra por palabra aquel lugar descrito por su viejo mentor:
“La puerta estaba hecha de huesos alambrados, tenía un perno de madera de doble cara y un glifo negro dibujada en el interior de la misma que parece haber sido hecho con alquitrán. Esa habitación tenía el piso de piedra natural tallado suavemente, simple y desnudo. El techo tenía una bóveda de cañón con nervaduras tallado directamente en la piedra, lo cual daba una sensación antinatural. Se habían pintado toscamente símbolos alrededor de la base de las paredes a modo de friso. Trazos de líneas de luz violeta aparecían y desaparecían aleatoriamente por la estancia. La pared a la derecha estába cubierta de musgo verde. Era espesa y húmeda y parecía que el agua se filtraba de la piedra detrás de él. Esta sala húmeda y cubierta de moho estaba iluminada por glándulas de escarabajo de fuego metidas en huecos situados a lo largo de las paredes. En mitad de la habitación había un trono hecho de piel de lagarto estirada sobre una estructura de huesos y madera, todo ello cosido con hiedra. Cadáveres de pájaros y peces cubrían el trono, creando un horrible espectáculo mórbido. Una pila de tesoro se extendía alrededor de la base del trono.”
Puruass se obsesionó con aquel lugar casi de inmediato, llegando a consumirle por dentro desconocer su ubicación. Quería explorar el templo y saquear sus tesoros, al menos antes de que alguien de Grimoszk lo hiciera. Pero su viejo mentor estaba ya viejo y tenía que cuidarlo, no sobreviviría sin ella en las alcantarillas.
Pasarían dos años más hasta la muerte de Shegor, en los cuales aprendió toda la magia posible del viejo Hombre-Rata. Durante esos dos años, y en plena adolescencia, Puruass comenzó a vivir mucho más tiempo del acostumbrado en la superficie, y a relacionarse con la gente de su edad. Poco a poco fue conociendo cómo funcionaba el mundo de su alrededor, y pronto comprendió que la amalgama de razas de Anduar no era la característica más común en Eirea. Sólo aquellos seres anárquicos parecían de alguna forma respetarla, pero a ella tampoco le agradaban en exceso.
Una noche, la joven lagarta regresaba a las alcantarillas sólo para comprobar que se habían infestado de obreros y capataces. Iban a realizarse unas reformas en todo el sistema de desagüe y las alcantarillas ya no eran seguras. Aquella irrupción mató de pena al pobre Shegor, que al final decidió aceptar su destino ante la pérdida de su hogar, y murió apaciblemente dos días después, justo al comienzo del Largo Invierno. Puruass lo enterró para darle un descanso eterno y evitar así la Maldición, y justo después se marchó de allí. Ya nada la ataba, excepto la nostalgia, a aquellas alcantarillas. Era libre para ir a donde quisiera, explorar aquella cámara planar y vengarse de todos aquellos hombres lagarto que la abandonaron. Bueno, de todos no, quizá no de aquel Ssshek que le había ayudado años atrás.
Salió de aquellas alcantarillas con la mirada orgullosa de una superviviente. Ese día empezaba una nueva vida.
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Historia para Caryus
Nacer y crecer en Ancarak con una orientación sexual diferente no resultó fácil para Caryus. Los kobold machos lo veían como un pervertido y las hembras como un depravado sexual. Así, Caryus fue condenado al ostracismo por su raza.
Se refugió en sus ancestros. Pronto descubrió que la homosexualidad no era nada comparado con el poder de invocar a los seres más grotescos del averno. Y eso, sorprendentemente, estaba mejor visto por los cobardes kobolds. Se excitaba con sus rituales y sus contactos esotéricos casi tanto como con los kobolds desnudos, pero el terror que provocaba a su alrededor le daba una posición de poder.
Comenzó a comprar esclavos para celebras oscuras y sangrientas orgias homosexuales por todo Ancarak, algunas basadas en el mero vicio y otras con características ritualísticas. Tales hechos no pasaron desapercibidos en la Caverna, y pronto Caryus empezó a ganar una notable influencia en el tráfico de esclavos. Pronto los esclavistas seleccionaban para él los hombre más jóvenes y varoniles, y Caryus era buen pagador.
Pronto aquel kobold pasó de prácticamente el ostracismo a ser conocido por sus prácticas ya no sólo en la caverna de Ancarak, sino también en Golthur y Mor Groddûr. Durante un tiempo, más y más jóvenes y ancianos gnolls, goblins, orcos, kobolds e incluso humanos de tendencia homosexual acudían a sus ritos voluntariamente. Pronto, la energía sexual contenida sería liberada en sus investigaciones rituales, pero Caryus no se daba por satisfecho. Quería más.
Podía corromper sexualmente a jóvenes dendritas y “convertirlos” a la fe de Guthang, lo cual todavía le causaba más satisfacción a la par que incrementaba su poder. Sin duda, la fama se extendió como si fuera una especie de Súcubo en el Imperio de Dendra, y Dendra no tardó en contraponer medidas. Se contrataron asesinos especializados, que pronto empezaron a infiltrarse en su culto con tal de recabar información y asesinarlo. Dendra no podía permitirse esa corrupción. Y en gran medida casi lo consiguen gracias a los servicios secretos, pues al menos consiguieron escarmentar a Caryus y obligarlo a desarticular sus rituales chamánicos homosexuales. Pronto todas sus orgías se saldaban con varios asesinos al servicio de Dendra y en más de una ocasión se vio obligado a huir, perdiendo la canalización de la entergía mística del ritual chamánico.
No sabía quién había sido la persona que coordinaba a los asesinos, pero juró venganza y odio eterno al Imperio. Había sufrido una dura derrota, pero Caryus no era de los que se rendía fácilmente. Y estaba dispuesto a preguntarse si la venganza le causaría también el mismo placer que sus sangrientas orgías o la canalización de los ancestros de otros planos o dimensiones.
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Rogruk
Rogruk Rompedientes no tiene muy claro quién es su padre, pese a sus sospechas. Helga, su madre, siempre contó muchas mentiras y de todas las formas, no sería de extrañar que ésta fuera una más. Lo que sí sabe es que amor familiar no le faltó durante su infancia. La historia “oficial”, o al menos la versión más conocida y simplificada que Helga admitía, era que un terrible pirata orco apodado “Colmillos de Hierro” la raptó y la violó. Llevado quizá por esa fantasía, en aras de una venganza se apodó a sí mismo Rompedientes. Sea como fuere y conjeturas aparte, Rogruk nació en Alandaen el 6 de June del 129 de la Era 4ª.
Su madre trabajaba de cantinera en la taberna “La Mar Revuelta”… o eso decía. A Rogruk no le importaba mucho que fuera una vulgar prostituta. Hizo lo que hizo por él y por su medio hermano Zakamwel, y eso le bastaba. Nunca le faltó un plato de comida, y de niño fue relativamente aceptado entre las pandillas que jugaban en el puerto. Su adolescencia, en cambio, fue terriblemente traumática.
Crecer siendo un semiorco no había supuesto ningún problema a los ojos inocentes de los niños, pero los niños empezaron a ser crueles con Rogruk. Los comentarios hirientes y pullas constantes lo enfurecían. “Tu madre es puta, tu madre es puta”, decían para provocarle, y Rogruk les atizaba ráfagas de sendos puñetazos como represalia. Lo cual ocasionaba desbarajustes totales a su madre con el resto de sus vecinos. Ésta se escudaba rápidamente y lo defendía como una gata panza arriba, con una ferocidad que a veces asustaba hasta al propio semiorco.
A un semiorco corpulento como él le interesaban otras cosas de las que cualquiera podría imaginar. Recluido en su mundo de marginación infantil, se refugió en los libros de aventuras que le regalaba su tío Zarador, un viajero trovador que tocaba puerto en Alandaen cada ciertos años y no dudaba de visitarles. Compartía con él la pasión de viajar libre y aprender de todos los sitios los idiomas y sus costumbres. ¡Incluso le enseñó a pescar! Al igual que a él le gustaba hablar con la gente, y poco a poco se fue soltando con los adultos del lugar menos recelosos de su naturaleza pese a sus traumas, y sólo fue entonces cuando creyó conveniente salir de todo lo que conocía para explorar ese mundo que tanto captaba su atención, uno lejos de los vulgares cotilleos de pueblo envenenados por rumores y opiniones cerradas de mente.
Trató de enrolarse en el destructor de los Nivrim, pero no lo consiguió. Con apenas cumplidos catorce años el teniente de navío rechazó su solicitud. Sin embargo, eso no lo desanimó y a los quince se despidió de su madre (a quien procura visitar siempre que puede) y fue admitido,
esta vez sí, en la Guardia Nivrim de Anduar.Desde entonces se ha esforzado, pese a lo caótico que es, en cumplir con sus obligaciones como Nivrim. Además siempre está preocupado (¡casi obsesionado!) con el contrabando y la piratería de Alandaen. No ha descartado pedir allí su traslado, o incluso ser Almirante Nivrim – si eso existiera – protegiendo valientemente las costas libres de la Libre Ciudad de Anduar. Y de permiso, explorando los más recónditos lugares de la tierra, claro está. Por tierra o por mar.
Si bien hay una evidencia real, constatada y verificable de un pirata orco llamado “Colmillos de Hierro”, no le quita el sueño al semiorco. De quien realmente sospecha su parentesco es de otro semiorco, más refinado y menos sanguinario, y hábil cuentacuentos y poeta. La impulsividad y la agresividad, ya le vienen de familia materna.
Si bien sus modales no son corteses en ocasiones, al menos procura siempre mantener las formas, especialmente cuando está de servicio. Es directo y poco diplomático a veces, pero sólo se comporta bruscamente si se siente provocado o amenazado, o por instinto de protección a los suyos. Como guardia es atento, aunque su organización en general suela ser caótica y despistada. No es muy hábil tampoco interpretando las leyes de una manera estricta, así que a veces se deja guiar por una moralidad extraña: una que fomente la convivencia y favorezca la supervivencia de los menos favorecidos, como los aldeanos que malviven en los suburbios. Con ellos, suele hacer la vista gorda a veces (“bueno, ha robado un pan porque tenía hambre, no es tanto crimen”… “de qué sirve multar si no van a poder pagar”… “esta vez es un aviso pero la próxima hablaremos seriamente”… son algunas de sus frases más empleadas en altercados muy menores). Cuando está de servicio le gusta pasearse por la ciudad y hablar con sus gentes de forma tranquila, le gusta la diversidad de Anduar.
Cuando no está de servicio es común verlo en las tabernas, pero suele tratar de juntar todos sus permisos para poder emprender viajes a distintos sitios de Eirea, por el mero amor a la aventura. Ganas de explorar no le han faltado nunca. Especialmente tabernas, explorar una taberna nueva es siempre un gran placer para él.
Pese a su dura infancia, sigue preocupándose por Alandaen. No en vano allí tiene familia, y no duda en socorrer sus desgracias. Quiere implicar a los Nivrim con una jurisdicción fija en Alandaen, principal puerto y vía comercial de Anduar. Rogruk quiere explorar el mundo y aprender de él lo máximo posible. Por mencionar unos pocos, visitar Zulk y sus habitantes, ver con sus propios ojos a los Kuo-Toa que viven debajo del mar, aprender la lengua secreta de los enanos, adentrarse en lo más profundo de las entrañas de la tierra y navegar los mares de Eirea. En cualquier orden.
Es un ateo convencido, pero encontró un extraño símbolo en un templo perdido durante una de sus aventuras… un extraño martillo de bronce. Perteneciente a un dios ya olvidado llamado Lummen. Esto le plantea muchas preguntas: ¿por qué los dioses desaparecen? ¿La falta de seguidores los vuelve débiles? ¿Qué sucedió con Lummen en particular?
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Historia para Aplexius
Aplexius había vestido la máscara tantas veces que ya no recordaba cuándo fue la primera vez que Khaol le habló. Solía congregarse con otros iniciados en Khaol en los Acantilados del Trueno, pero hacía ya tiempo que no dejaba verse por ahí. Desde el primer día que Khaol le habló en privado. Había conocido a Khaol por casualidad, casi a modo de juego con sus hermanos y hermanas. Aquella primera máscara, la que confundió con un disfraz, cambió su vida para siempre.
No podía saber qué pensaba Khaol, ni qué tramaba o qué planes tenía para ella con las misiones que le encomendaba. Sólo sabía que en cuestión de poco tiempo había dejado de preguntárselo. Él la había elegido de entre sus fieles para cumplir sus propósitos. No, no era una asesina lo que buscaba de ella. De esos tenía montones, y eran prescindibles. Tampoco buscaba una ladrona ni una espía. No siquiera una sacerdotisa al uso con la cual extender su culto. No. Buscaba una diplomática, y encontró en Aplexius la candidata perfecta.
La halfling era perfectamente capaz de tratar con diferentes culturas, y Khaol lo sabía. Le allanaría el terreno para su regreso a Eirea.
Lo primero que necesitaba el Dios era un dominio. Un lugar que reclamar para sí en el primer plano material. Y para eso Naggrung era perfecto. Keel era perfecto. «Sembrarás discordia entre los habitantes de Keel para que preparen mi regreso» le había dicho Khaol a Aplexius. «E impedirás que ojos curiosos se acerquen a ella, si adoran a Seldar o Eralie, pues mi secreto ha de ser mantenido». Por último, le había añadido: «También amasarás una fortuna que poner allí a mí disposición y a la de mis intereses».
Interpretaba sus designios como buenamente podía, debido principalmente a la falta de un sacerdocio oficial en el culto. Aquellos payasos que se congregaban en los Acantilados no merecían la pena. Si Khaol no les prestaba atención era por algo. Si Aplexius no lo había entendido mal, tenía que preparar el regreso de su Dios en aquel lugar. Había mucho que hacer, comenzando por chantajear a Lesfora para poder operar libremente por Keel.
No iba a ser un camino corto ni fácil. Pero, al fin y al cabo, Khaol no elige a mediocres.
- Esta respuesta fue modificada hace 2 years, 4 months por rogruk.
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