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Los exploradores nyathor observan la lenta caminata del gran druida por el claro Nyathor, meditabundo en algún asunto. De pronto, da un giro de 90º y se dirige hacia la cabaña nyathor.
Astrion se detiene ante los exploradores y saluda con una ligera inclinación de cabeza, mientras estos le hacen una reverencia respetuosa. Acto seguido, se apartan, dejando el camino libre.
En el interior de la cabaña se respira un ambiente hogareño, con el olor de las flores y las rosas que pueblan el suelo, atraídas al interior por la leve brisa nocturna.
Astrion se percata de una figura atareada en el fondo de la sala del concilio, y sonríe afablemente.
Astrion: Lurdahan, amigo mío, ¿qué haces en el interior de la cabaña en una noche como esta? La brisa ululante sopla suavemente entre los árboles, y la paz que deposita sobre nuestra piel es efímera, como la propia brisa. Aprovéchala, amigo mío. Para los asuntos del concilio hay tiempo.
Lurdahan: Gran druida, no te había escuchado. La paz es efímera y le queda poco tiempo, como bien dices, pero para los asuntos de guerra, las cuestiones del concilio no pueden esperar, me temo.
Astrion: Cierto es. Los Dendritas consolidan su territorio, y me apostaría lo que fuera a que en nada bajarán de nuevo sobre nuestras tierras.
Astrion mira con tristeza un árbol que se vislumbra por la entrada de la cabaña, cuyo tronco se encuentra ennegrecido por el hollín.
Astrion: ¡Y avanzarán nuevamente contra nuestro bosque si no los rechazamos! ¿Y quién va a rechazar tan ingente número de fuerzas? Por no hablar de los orcos. Su vengativo dios no para de instigarlos hacia la guerra, y los siervos de la impostora Velian preparan a sus magos orgos en el desierto. Los lagartos se disponen a atacar, aunque no se sabe bien dónde, y nuestros aliados se hallan dispersados, sin poder socorrernos a tiempo. Los enanos de Kheleb Dum se hallan a semanas de marcha forzosa, y únicamente Takome y Eldor se interponen como defensa. Por eso vengo a hablar con el maestro, para ver si puede iluminarme con su sabiduría. El gran cazador y yo hemos sido incapaces de hacer una estrategia lo suficientemente disuasoria para repeler a los siervos del mal.
Lurdahan baja la cabeza, entristecido, y coloca su mano en el hombro de Astrion, reconfortándolo. Acto seguido, el gran druida le dedica una sonrisa agradecida, y continúa su camino, hasta las estancias de Durthan, el druida fundador de Thorin.
Astrion sube por la desvencijada escalerilla de madera, y llega a las estancias del druida fundador, donde una pequeña mesa ovalada y unos estantes con libros y viejos pergaminos conforman el austero decoramiento de la estancia.
Durthan se gira, extrañado por la intromisión, pero al ver a Astrion sonríe con afabilidad.
Durthan: Bienvenido, Astrion. ¿En qué puedo ayudarte?
Astrion hace una profunda reverencia a Durthan.
Astrion: Disculpad que os moleste, maestro, pero necesito consejo de vos. Necesito que me iluminéis con vuestra sabiduría, ya que la mía no es suficiente para las circunstancias por las que estamos pasando.
Astrion: La guerra se cierne sobre nuestros bosques, y la naturaleza empieza a sufrir los primeros estragos. El otro día me crucé con Naiad. Las lágrimas caían por sus mejillas, y me ha dicho que siente dolor en sus carnes por la ingente cantidad de árboles que están talando los dendritas y los orcos para construir sus armas de asedio.
Durthan frunce el ceño y se pasa las manos por sus cabellos.
Durthan: Ya me han llegado los primeros informes de la guerra, y ciertamente la masacre natural está siendo feroz. Los árboles caen en los bosques del jabalí, wareth, maragedom e impenetrable como si fuesen hombres matando a hombres en una guerra sin fin.
Astrion asiente con la cabeza tristemente.
Los ojos de Durthan parecen destellar con un verde brillante, como el verdor floreciente de la propia naturaleza.
Astrion piensa durante un momento y se le ilumina el rostro.
Astrion: Maestro… ¿sería una posible alianza con el círculo del simbionte, y formar así un frente común destinado a proteger a la naturaleza?Continuará…
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