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Thandorgrim atravesó el Salón de Celebraciones de Kheleb-Dum.
La sala se basaba en un pilar central de tamaño descomunal que ser perdía en la bóveda y una superficie romboide. Multitud de inscripciones y runas enanas salpicaban la superficie del pilar, algunas de ellas talladas en los primeros años de la ciudad. Multitud de alfombras cubrían la superficie de la sala. Unas interminables hileras de antorcha iluminaban la estancia por completo.
Thandorgrim atravesó la sala con el respeto que infunden las runas de sus antepasados y con cierto temor por dejar la alfombra llena de pisadas de barro.
Llegó a la gran estatua de Gloignar, tallada por sus antepasados. Una doncella de unos cuatro metros de altura, tallada a la perfección en la piedra, sostenía una enorme jarra de la que brotaba cerveza hasta caer en la fuente.
Thandorgrim subió al borde de la fuente y, agachándose sobre la fuente, sumergió su odre para llenarlo.
Abrumado por la belleza de la estatua, contempló su reflejo en la fuente:
Un rollizo enano se yergue ante ti, a simple vista no se observa más que su enorme y flácida barriga que cae de forma descuidada sobre su entrepierna. Su cabellera de color rojizo, la lleva recogida en una trenza, hecha con mucho esmero, que le llega hasta sus nalgas, balanceándose y golpeándolas mientras camina. Sus cejas, tupidas, se encuentran juntas, pues su ruda expresión las aproxima tanto que cuesta saber dónde empieza cada una. Su barba pelirroja empieza a mostrar canas, que va juntando cuidadosamente en pequeñas trenzas terminadas con abalorios metálicos. Tanto su trenza como su barba se encuentran salpicadas por diminutas esquirlas de alguna gema y polvo de carbón. Sus piernas son cortas y robustas, apenas se diferencia dónde termina el muslo y dónde comienza la pantorrilla. La pierna derecha la arrastra ligeramente, con el pie torcido hacia el interior.
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La Guardia de Piedra
Thandorgrim pronunció la palabra secreta en su lengua natal y esperó mientras quitaba algunos restos de sangre duergar de su Hacha de Piedra.
Una enorme puerta de piedra se abrió lentamente, acompañada de un rugido recoso y un continuo temblor.
Thandorgrim miró hacia atrás no percibió que nadie le siguiera, únicamente vislumbró los restos descuartizados de los duergar que había ido abatiendo a su paso.
Se internó en la montaña y esperó que se cerrara la enorme puerta de piedra tras de sí.
La sala se sumió en una ténue oscuridad al carecer de iluminación natural, los ojos de Thandorgrim se acostumbraron rápidamente a la iluminación casi inexistente.
Se trataba de un pequeño pasillo ovalado, por el que deambulaban algunos enanos dispuestos a salir en cuanto se abriera la puerta y algunas alimañas, atraidas por el continuo ajetreo.
Atravesó los salones de Khadum Amras, internándose en la ciudad, tenía un importante asunto entre manos y quería terminar ponto su misión.
Con paso decidido, cruzó la Gran Puerta de Kheleb Dum, llegando al fin a la avenida principal de la ciudad. El pavimento de barro de los pasillos anteriores había sido sustituido por un delicado mármol de diferentes tonalidades. Unas interminables hileras de antorchas iluminaban por completo la avenida, como si se encontrara abierta al exterior.
Tras cruzar el Puente de Piedra, echó un vistazo al Gran Pilar, tratar de descifrarlo no le había traido más que disgustos.
Finalmente, tras pasar por la estatus de Gloignar y, tras rellenar su odre en ella, se detuvo frente al Escribiente del Rey Darin.
- ‘Saludos Escribiente, tengo una cita con nuestro Rey.’
El Escribiente levantó sus diminutos ojos del papiro y mirando a Thandorgrim dijo: ‘Y tú eres…’.
- ‘Thandorgrim Girlhim, seguro que estoy en esa lista.’, dijo Thandorgrim señalando el papiro que tenía el Escribiente entre sus manos.
‘Mmmmm… Thab, Thabin, Thacerin, Thadol, Thagon, Thajul,… Thandorgrim, pues sí que estás. Pasa y compórtate’, dijo el Escribiente.
Thandorgrim restregó sus botas en la alfombra, tratando de sacar el máximo barro de sus botas ,y entró en la sala del trono.
Se trataba de una enorme oquedad, excavada con gran maestría en la roca. La pared trasera del trono se encontraba repleta de una multitud de grabados rúnicos, en la antigua lengua. Thandorgrim trató de memorizar algunas runas, sabía que en ese muro se escondían algunos de los más poderosos encantamientos rúnicos.
Se sobresaltó al escuchar un sonoro carraspeo y dejó de contemplar el mural.
‘Espero que tu visita sea para algo más que escucriñar nuestras runas.’, le recriminó el propio rey Darin.
‘Su majestad, disculpe. Pero ese mosaico de runas me tiene muy intrigado.’, contestó Thandorgrim excusándose.
‘Bueno, cuéntame a qué has venido, como sabrás la vida del rey es bastante ocupada.’, dijo Darin.
‘Vengo a hacerle saber que he terminado con la misión que me encomendó. Ha costado lo suyo, pero está todo hecho.’, dijo Thandorgrim.
‘Y esa misión era…’, dijo Darin esperando que Thandorgrim continuase.
‘La misión para ser aceptado en la Guardia de Piedra. Mire, lo tengo todo.’, dijo Thandorgrim.
Thandorgrim dejó el saco que portaba a los hombros en el suelo y, desatando una correa de cuero, lo abrió mostrando su contenido.
‘Una escama de hidra marina…’
‘Las garras de los demonios de Tierra…’
‘El cráneo de Golvag el Tumulario…’
‘Y… este es el más me ha costado, el manto del demonio’
‘Veo que está todo lo que te pedí.’, dijo Darin aparentando seguridad, aunque apenas recordaba ese extraño encargo.
‘Sí, ha sido toda una aventura, pensé que me llevaría unos días conseguirlo todo. Jamás pensé en tardar varios años.’, dijo Thandorgrim.
‘Espero que hayas disfrutado entonces tus largas aventuras.’, dijo el rey Darin.
‘Disfrutar no es exactamente la palabra, he requerido de bastante ayuda para conseguir todo esto y algunos compañeros han caido en esta aventura…’, contestó Thandorgrim con un semblante más serio.
‘Bueno, eso si que es una lástima, creéme que no era la intención de esta misión.’, contestó el rey.
El rey miró a Kharin mientras señalaba un pequeño armario.
Kharin dejó su hacha apoyada en el trono y, tras hurgar en el armario, regresó con una extraña herramienta metálica que entregó al rey.
‘Acércate hermano y levanta la barbilla.’, dijo el rey.
Thandorgrim se acercó al trono e inclinó la cabeza, perdiendo la mirada en la inmensa bóveda que coronaba la sala del trono.
‘¡CLONC!’
Un sonoro ruido invadió la sala al caer las barbas de mallas que llevaba Thandorgrim.
‘Esta es la primera parte de nuestro trato, al haber completado la misión, yo te despojo de estas barbas. Has sido liberado de la vergüenza de portarlas.’, dijo el rey.
Thandorgrim pasó su mano por su barba. mesándola con gusto, había soñado tantas veces con ese momento.
‘Y como segunda parte de nuestro trato, a partir de ahora formarás parte de la Guardia de Piedra, podrás pasear con orgullo por Kheleb Dum de nuevo.’, sentenció el rey.
Thandorgrim sonrió, todo ese sacrificio, todo ese esfuerzo había valido la pena, había conseguido algo casi único, pues pocos enanos eran los que llegaban a formar parte de la Guardia de Piedra.
‘Ahora descansa, hermano. Pronto te mostraré algunos de los secretos de la Guardia de Piedra y de sus runas de poder.’, dijo Darin.
‘Gracias señor, a su servicio.’, dijo Thandorgrim mientras realizaba una ridícula reverencia y abandonaba el salón del trono.
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