Inicio Foros Historias y gestas Aventuras en Eirea

Mostrando 5 respuestas a los debates
  • Autor
    Respuestas
    • Cras94
      Participant
      Número de entradas: 897

      Las velas a medio apagar iluminaban tenuemente la estancia siniestra. Las paredes eran de piedra negra y pequeños grupos de malas hierbas crecían sin un orden aparente por los recovecos, cualquiera diría que se trataba de una cueva natural, o un sótano abandonado y profundo bajo tierra. En la estancia lo único destacable era una mesa de madera podrida al fondo de la pared norte, acompañada por una silla, también de madera podrida, tirada en el suelo de espaldas. El silencio solo era roto por una gotera que caía rítmicamente por el lado derecho de la mesa podrida, sin llegar a tocarla.
      Si alguien vivo hubiera estado en ese momento en la estancia, podría haber escuchado unos cortos pero rápidos pasos acercarse a la penumbra del lugar y sentir como el eco hacía su efecto. Alguien encapuchado de negro entró corriendo portando consigo un candelabro y unos pergaminos enrollados, sujetados por el brazo y el pecho. El ser arrojó lejos de una patada la silla, haciendo que se rompiese al impactar con el otro lado de la pared. La mesa tembló con el estruendo que provocó la silla, y más tembló cuando el ser apoyó el candelabro con un fuerte golpe en una de las esquinas.
      Algunos pergaminos cayeron al suelo, otros estuvieron a punto de quemarse con el candelabro, pero el importante estaba ahora sujeto por el ser ante sus ojos. Con mucho cuidado, desenrolló el lazo del pergamino y lo extendió sobre la mesa mugrienta. A simple vista no se veía nada escrito, cualquiera diría que era un pergamino en blanco. Pero no a ojos del ser siniestro. Movió los labios resecos y se pasó la mano derecha por donde debería tener los ojos y unos tenues brillos iluminaron el pergamino. Con otro gesto de la mano, el pergamino empezó a levitar ante el ser ahora con símbolos y runas iluminadas en tono rojizo.
      De repente un fogonazo rojo iluminó toda la estancia durante un parpadeo.

       

      Mientras tanto, en un bosque muy, muy lejano, un joven elfo se desperezaba subido a una rama alta mientras contemplaba el amanecer. Se frotó los ojos y observó el bosque lleno de vida a su alrededor. Seres vivos de todo tipo se despertaban poco a poco. Las flores se abrían al sol, los animales se estiraban o se lamían el pelaje, los elfos y humanos salían de sus casas con cara de sueño, los enanos roncaban a pierna suelta sobre un charco de cerveza, y los halfling ya estaban preparando su primer desayuno.
      El bosque se componía de 2 partes bien diferenciadas. La única entrada era atravesando el bosque profundo que luego se abría a un claro, con forma de rombo, en cuyo centro estaba la cabaña principal de los druidas y a los laterales algunos animalillos heridos y otras cabañas. Por el otro extremo del rombo se habría un pequeño sendero que daba al poblado colgante, con forma de cuadrado, en el que destacaba en el centro un viejo roble de un tamaño y grosor descomunales. En la copa de dicho Roble, se encontraba este joven elfo divisando.
      El joven elfo saltó al suelo con unos gráciles saltos que no hicieron el mínimo ruido o movimiento en el gran roble, y comenzó a caminar hacia la cabaña situada en el centro del claro. Allí saludó a los druidas mas ancianos, que parecían tener más vitalidad que los jóvenes.

       

      • Saludos Raiduan – dijo el que parecía ser el druida más anciano.
      • Saludos Gran Druida – contestó el joven elfo.
      • Sé que sois joven aún, pero vuestra habilidad con la caza está por encima de la media de los elfos de tu edad. Por lo que necesito que acompañéis al Gran Cazador en la temporada de caza que abrirá hoy mismo, ya que algunos hermanos han enfermado y necesitamos víveres. Solo tenemos para cubrir necesidades durante los próximos dos días y los enfermos necesitan toda nuestra atención – suspiró el Gran Druida.
      • …sería todo un placer, Gran Druida, pero ¿no se enfadará mis padres? Vos sabéis que aún no soy miembro de los Rangers por lo que tampoco del equipo de caza y no estoy seguro de estar a la altura – titubeó Raiduan.

      El Gran Druida le sonrió tranquilizadoramente y apoyó una mano sobre el hombro tenso de Raiduan.

      • No os preocupéis por vuestros padres, yo me encargaré. Y sé que estáis a la altura de acompañar al equipo de caza porque os he observado sin que vos supierais, por eso sé que vuestra habilidad está por encima de la media y seríais de gran ayuda para nuestro poblado.
      • Gra… gracias Gran Druida. Me enorgullecen vuestras palabras – se sonrojó Raiduan. Prepararé mis cosas para partir en seguida.
      • Un momento joven elfo, no tan rápido. Tengo un regalo para vos –

      El Gran Druida guiñó un ojo y de la espalda sacó un arco simple de madera pulida junto algunas flechas en un carcaj de lana listas para ser lanzadas.

      • Esto para vos. Es un arco simple hecho por uno de nuestros mejores artesanos. Es mucho mejor que se arco tosco que lleváis a la espalda. Considera esto un regalo personal, porque tengo confianza en vos de que lo haréis bien. – sonrió abiertamente el Gran Druida mientras le hacía entrega del arco y el carcaj con las flechas.

      Raiduan nervioso no supo que decir e hizo una reverencia torpe.

      • No sé como agradecéroslo, Gran Druida. Prometo estar a la altura y cuidarlo cono si fuese una parte más de mi cuerpo. Con orgullo y honor acepto pues vuestro regalo.
      • Prepárate joven Raiduan, y tu agradecimiento será los víveres que consigas para todos nosotros. Lo doy por hecho.

       

      El joven elfo salía contento de la cabaña con su nuevo arco colgado en la espalda, sin ser consciente de las miles de aventuras y desgracias que el destino le tenía preparado en su larga vida élfica.

       

      https://cramores.es/relatos-de-fantasia-prologo/

      Que no te engañen las letras.
    • Cras94
      Participant
      Número de entradas: 897

      Capítulo 1: Thorin, el pueblo arbóreo

       

      La hierba estaba fresca y verde con el rocío de la madrugada allá por donde miraba. Alzando la vista aún podía ver a Argan y a Velian en el horizonte, una llena y la otra en cuarto menguante, mientras que en el otro extremo comenzaba a despuntar el Sol. Un rugido de estómago le hizo centrar nuevamente su atención en la hierba fresca que tenía ante sí. Acercándose con un par de pasos tranquilos, de un bocado aquella hierba fresca desapareció del bosque, igual que desapareció sus limitados pensamientos cuando una flecha certera le atravesó el cuello y otra de oreja a oreja.

       

      El joven elfo observó como sus certeras flechas hacían blanco en el ciervo casi sin manchar el suelo de sangre. Antes de bajar de la copa del árbol, aprovechó su visión de elfo para observar todo el bosque en su amplitud. Era como un rectángulo poco definido. Por el norte se encontraba la fortaleza de Poldarn, los caballeros con montura de Eralie (y dicen que más al norte hay unos montes llamados Montes del Destino), por el oeste una senda larga, tortuosa y llena de animales hacia Eldor, al este la ciudad de Takome y bastión del bien, y por último, al suroeste Thorin, el poblado colgante de los elfos del bosque, lugar natal del joven elfo. Raiduan podía observar las siluetas a lo lejos, pero no sabía mucho de todas estas ciudades o fortalezas, tan solo lo que podía escuchar de pasada en alguna conversación ajena. Sin embargo, pronto llegaría el día que tenga que salir del bosque.

       

      Volvió a centrar su vista en el ciervo muerto y con un grácil movimiento bajó del árbol y se acercó. Demasiado pesado para moverlo con sus pocos desarrollados músculos, así que optó por volver sobre sus pasos y avisar al resto de la partida de caza.
      La partida constaba de 5 hombres adultos, encabezados por el Gran Cazador y también les acompañaba otro joven elfo llamado Jonne, que era como su hermano torpe. De todos ellos, sólo Raiduan y otro eran tiradores, el resto (incluyendo Jonne) eran guardabosques, más diestros con puñales y sables que con arcos, pero todos se complementaban a la perfección y armonía, como un elemento más de la naturaleza.

       

      • Gran Cazador, acabo de cazar una buena pieza de ciervo – dijo Raiduan haciendo una reverencia orgulloso. – Pero es muy pesado para mi solo, por eso no la he traído hasta aquí –
      • Llévanos hasta él y entre todos la llevamos al poblado. Buen trabajo, muchacho – contestó el Gran Cazador dándole una palmada en el hombro de felicitación. – Tus padres estarán orgulloso de tu cacería –

      Raiduan con paso firme se colocó detrás del grupo, al lado de Jonne, el cual le miraba con sus ojillos de admiración, como no pocas veces hacía.

      • Her… hermano, ¿De verdad has matado tú sólo ese ciervo? Guau… – susurró Jonne.
      • Así es, Jonne. Esta noche habrá buena cena en el poblado – contestó Raiduan sonriendo.

       

      Casi al atardecer, después de todo el día de caza, regresaba el grupo hacia el claro de Thorin. El ciervo de Raiduan lo cargaban entre 2 fuertes elfos, las patas delanteras en el hombro de uno y las traseras en el hombro del otro. También otros animalillos de menor envergadura colgaban del cinto del resto. Tres conejos, un par de lechuzas y algún que otro zorro, que servía más como piel que como alimento, pero todo sumaba. Se acercaba el invierno.

      Raiduan entró sonriente a su cabaña aún vestido de caza. Botas de cuero desgastados, un pantalón que más bien era un taparrabos de piel, un peto de cuero blando y, sin duda lo mejor, unos brazaletes de lobo de buena calidad, así como su carcaj y su nuevo arco en la espalda.
      El aroma a cena e hidromiel invadieron sus sentidos al abrir la puerta de madera.

      • ¡Mamá, papá! ¡Mirad lo que traigo! – gritó entrando en la cabaña y cerrando la puerta tras de sí.
      • ¡Tu padre está fuera, con los druidas ancianos, y yo preparando la cena en la cocina! – le contestó la madre también gritando.

      Raiduan sonriente observó a su madre desde la puerta de la cocina. La típica elfa de 200 años, todavía muy joven y bella. Tan sólo se diferenciaba de otra elfa en un par de flores blancas que llevavba en la cabeza, sujetándole la cola larga y lisa, las cuales se las regaló su padre el día que le pidió la mano.
      El joven elfo se acercó a la mesa de madera pino de la cocina, y con un fuerte golpe dejó caer toda una señora pata de ciervo en perfecto estado. La madre impresionada por el ruido, se giró en redondo empuñando la cuchara de palo con la que removía la olla como si fuese el arma más poderosa del mundo.
      Inmediatamente bajó la cuchara y se quedó boquiabierta sin decir ni una palabra.

      • ¿Cómo has conseguido esa pata de ciervo Rai? – consiguió contestar tartamudeando la madre.
      • Pueeeesss… se podría decir que el ciervo al que pertenecía esta pata lo he cazado yo solito, con el nuevo arco que me regaló el Gran Druida – dijo alegremente Raiduan. – Así que el Gran Cazador en reconocimiento me ha dado esta pata entera para nosotros –
      • Es mucha carne para nosotros tres, ¡aquí tendremos como para cuatro días por lo menos! Me siento muy orgullosa de ti, hijo. Algún día serás Gran Cazador, ya lo verás –
      • Lo dudo madre, pero me esforzaré para ello, lo prometo –
      • Ya verás cuando regrese padre y vea este trofeo que nos has traído. Se pondrá muy contento y orgulloso del gran muchacho en el que te estás convirtiendo. Por cierto, pronto es tu 20 cumpleaños, ¿Qué te gustaría de regalo? – finalizó la madre.

       

      El novicio corría a toda prisa por la catedral sujetando un pergamino enrollado con un lazo rojo. De repente su carrera se frenó en seco con un estruendo metálico y un fuerte dolor en la cabeza.

      • ¿A dónde vas con tanta prisa, novicio? – dijo el guardia equipado con su robusta armadura metálica.

      Sacudiendo la cabeza para despejar la mente, el novicio pudo alzar temblorosamente la mano que sujetaba el pergamino.

      • ¡He de entregar este mensaje urgentemente al regente! ¡El enviado desde el templo de Ankhalas está comenzando su trabajo en Thorin! –

       

      https://cramores.es/capitulo-1-thorin-el-pueblo-arboreo/

      Que no te engañen las letras.
    • Cras94
      Participant
      Número de entradas: 897

      <h2>Capítulo 2: 20 cumpleaños de Raiduan</h2>
      <h2></h2>
      Era casi el atardecer del 14 de Angthe del 78 Era IV y los preparativos de la fiesta se podían escuchar por todo el poblado colgante. Los bardos afinaban sus instrumentos, especialmente los banjos feéricos, los elfos jóvenes corrían y jugaban por todas partes, las elfas terminaban de preparar los aperitivos y los colocaban en la gran mesa central de roble, así como los druidas terminando de arreglar alguna que otra olla con pociones, hidromiel o algo de carne. Por la parte norte, la del claro, entraba la partida de caza con un par de ciervos frescos, un jabalí y varios conejillos colgados del cinto de varios hombres y adolescentes.
      Raiduan iba en la penúltima fila, junto a su casi hermano Jonne, con el arco colgado de la espalda, junto al carcaj de lana que aún contenía varias flechas y sujetando con ambas manos un jabalí mediano. Por el otro lado, Jonne tenía sus puñales en las vainas de las caderas y tan solo llevaba un simple conejo colgado por una cuerda en su espalda, y como siempre, con los ojos muy abiertos mirando todo a su alrededor como si lo viese por primera vez.
      Por el claro solo permanecían un par de ents y varios druidas que les tocaron montar guardia en la entrada, el resto de los ciudadanos estaban ya en el poblado y no quedaba nadie en el claro, así que la partida de caza se apresuró hasta el poblado donde eran los únicos que faltaban a la fiesta. Dejaron toda la caza cerca del cocinero oficial que se encontraba junto a la hoguera lista para cocinar, a excepción de Raiduan y el jabalí que llevaba entre las manos, que se dirigieron al centro del poblado.

      El Gran Druida se acercó a él, y poniéndole una mano en el hombro derecho, se giró y habló alto para que todos pudieran oírle.

      – ¡Hoy es el 20 cumpleaños de nuestro prometedor cazador Raiduan. Todavía muy joven pero excelente cazador con el manejo del arco, para muestra, este jabalí que trae con sus propias manos! – gritó el Gran Druida mientras hacía levantar la pieza de jabalí junto con las manos del joven elfo.

      Todo el poblado arrancó a vítores y rugidos, tanto, que Raiduan pensó que los puentes colgantes podían romperse. Mientras tanto, se acercaba otro druida humano de unos 45 años que le dio un fuerte abrazo al joven elfo y susurrando le dijo – Te quiero Raiduan, mi hijo, te quiero y me siento orgulloso de quien eres y quien serás –
      De repente, alguien que Raiduan no pudo ver, le pasaron un cuerno y tras separarse del druida humano, Raiduan asintió con determinación mirándole fijamente y se llevó el cuerno a los labios. Sopló lo más fuerte que pudo y dio comienzo la fiesta. Sin embargo, miles de puntitos rojos observaban con extremada atención desde las sombras.

      La fiesta duró un día entero sin descanso, hasta el atardecer del día siguiente, donde pocos quedaban frescos, la mayoría sucumbieron a la hidromiel o a alguna mezcla de hierbas extrañas. Los padres de Raiduan se dirigieron hacia la Gran Cabaña del claro, a descansar junto a los druidas de mayor rango, y Raiduan se dirigió como pudo a su cama.
      El joven elfo notaba algo extraño en el ambiente. Los animalillos estaban nerviosos, muchos se habían escondido en sus madrigueras, los pocos pájaros que no habían volado ni siquiera cantaban, y notaba algo pesado en su respiración, en el aire que le rodeaba. Sin darle mayor importancia que a los efectos de la hidromiel y de la fiesta, se acostó plácidamente en su cama de paja hasta el amanecer siguiente.

      Un grito desgarrador de una mujer elfa sacó bruscamente a Raiduan de su somnolencia. De un salto y reconociendo el grito de su madre en el acto, salió a toda prisa hacia la Gran Cabaña, donde estaban sus padres. El joven elfo, recién cumplido los 20, quedó pálido en el acto antes de llegar a la Gran Cabaña. En el altar de piedra que se encontraba a las afueras de la cabaña, se encontraba su padre tumbado, lleno de heridas y de diminutas mordeduras por doquier, tan solo un pantalón descosido y desgarrado le tapaban lo justo.

      – ¡Padre! ¡Padre! ¡Padreeeeeee…! – gritaba Raiduan abrazando el cuerpo casi sin vida de su padre.
      – ¡Raiduan cariño! ¡Levántate que te pueden picar a ti también! ¡Todavía puede quedar alguna por aquí! – gritaba la madre intentando separar hijo de padre.
      – ¡Déjame madre! ¡Alguna qué? ¿Qué le pasó a padre? – consiguió preguntar Raiduan mientras se incorporaba con tremendo esfuerzo pero todavía con lágrimas brotando de sus elfos ojos.
      – Unas arañas envenenadas salieron de la cueva y atacaron a padre. Estaban desquiciadas, como si estuvieran contaminadas por algo que las hacía enloquecer – suspiró para calmar los nervios la madre.
      – ¡Eso es imposible! ¡Nunca hemos tenido problemas con las arañas de la cueva! ¡Mira que siempre digo de tapar esa maldita cueva! – rugió Raiduan cada vez más enfurecido.
      – Es cierto cariño, las vi con mis propios ojos como volvían a la cueva, pero ya era tarde para tu padre, y parecían envenenadas porque rezumaban un líquido burbujeante. ¡Seguro que es obra de ese maldito Dios de Seldar! – decía desesperadamente la madre.
      – ¡Déjame! ¡Aún respira, acudamos al Gran Druida! ¡El podrá salvarlo! – gritaba Raiduan mientras salía a toda prisa en dirección a la Gran Cabaña de madera.

      Raiduan entró a toda prisa en la Gran Cabaña, las Llamas de Thorin, despertando de un sobresalto al Gran Druida.

      – ¡Gran Druida! ¡Ayuda a mi padre por favor! ¡Se está muriendo! – gritaba Raiduan desesperadamente y fuera de sí.

      Lo que sucedió a continuación son recuerdos nublosos para Raiduan.

      En otro lugar, no muy lejano, en plena oscuridad y rodeado de millones de puntitos rojos, alguien reía macabramente con gran satisfacción.

      – ¡Dominaré el mundo! ¡Wajaajajaja! –

      https://cramores.es/capitulo-2-20-cumpleanos-de-raiduan/

      Que no te engañen las letras.
    • Cras94
      Participant
      Número de entradas: 897

      Capítulo 3: El nacimiento del tirador

       

      Sensación de vacío, de estar muerto en vida, de tener los sentidos abotargados, de respirar y no saber por qué ni cómo, de no sentir el corazón latiendo.
      Un pequeño pajarillo se posó en una rama cercana y de un trinar sacó del letargo a lo que parecía un desaliñado elfo muerto tirado tal cual muñeco de paja en una rama inferior del poderoso roble. El árbol se encontraba entre las secciones del bosque más alejadas del poblado, donde por lo general no solía haber visitantes, como así quedaba demostrado por la diversidad de flora resplandeciente y sin mácula, acentuado con el brillo ocasionado por el rocío del amanecer. Todo un espectáculo de belleza.
      Un espasmo recorrió todo el cuerpo del elfo, asustando al pajarillo que echó a volar, y el silencio se hizo de nuevo. Con mirada desenfocada y nublosa, consiguió observar el pequeño bulto que alzaba el vuelo y se perdía en la lejanía. Bajó la mirada y contempló su cuerpo para poder enfocar sus pensamientos. La ropa era la del día anterior, aunque las botas algo más desgastadas y en general toda más sucia. Más allá de sus pies, se encontraba el arco que le había regalado el Gran Druida antes de la partida de caza, apoyado contra el tronco y junto al carcaj de lana con 3 flechas aún.
      Sacudió la cabeza para despejar los pensamientos y se estiró para desentumecer los músculos de la mala postura. Consiguió darse la vuelta y agarrar el arco con una idea en mente. Apoyó la espalda contra el tronco, mientras con la mano izquierda preparaba el arco y con la derecha cogía una flecha del carcaj. Pronto apareció tranquilamente un cervatillo dispuesto a tomar el desayuno. Sin embargo, cuando abrió la boca ya no pudo cerrarla para dar bocado. Una flecha le atravesaba limpiamente el cuello.
      Fue entonces cuando Raiduan se prometió ser el mejor cazador de todos los tiempos, por su padre.

       

      El joven elfo no sabía como había llegado hasta aquella rama de aquel árbol, a simple vista parecía imposible de escalar, como así tampoco supo cómo llegó hasta el claro arrastrando al cervatillo él solo.
      Dejó al animal muerto allí en medio como si nada, simplemente abrió la mano para dejarlo caer y siguió su camino hasta su madre, que aún estaba sollozando en el altar de piedra, donde horas atrás había estado el cuerpo sin vida de su padre.
      Sucio y desaliñado, dio un fuerte abrazo a su madre y mirándola directa a los ojos, Raiduan asintió con la cabeza, no eran necesarias las palabras.
      En menos de 30 minutos, Raiduan se arregló y se presentó en la cabaña de los rangers para comenzar su entrenamiento como tirador, esta vez en serio, no solo como un simple ayudante.
      El joven elfo creía que eso era todo el dolor soportable, que no existía mayor dolor que la pérdida de su padre… pobre inocente e ingenuo…

       

      Los pasos de unas sandalias apresuradas hacían eco en la catedral que se fue atenuando conforme entraba en las diferentes estancias hasta que se detuvieron ante una gran puerta de madera reforzada.
      Toc, toc, toc.
      Toc, toc, toc.
      Toc, toc…
      El novicio se quedó con el puño alzado dispuesto a golpear una vez más en la puerta, cuando esta se abrió de repente y casi golpeó en la cabeza calva del regente.
      Alzó un pergamino extendido ante sí y con voz temblorosa dijo:

      – Querido regente, tenemos noticias sobre Thorin. El enviado a conseguido hacer su trabajo en parte, no todo lo bien que esperábamos, pero sigue allí esperando nuevas órdenes –
      – Muy bien. Dile que se mantenga a la espera un tiempo, años incluso, debemos ir con cuidado ahora – concluyó el regente con un gruñido y arrancando de un manotazo el pergamino, haciendo que el novicio se quedara con las manos extendidas en el aire sujetando aire.

       

      https://cramores.es/capitulo-3-el-nacimiento-del-tirador/

      Que no te engañen las letras.
    • Cras94
      Participant
      Número de entradas: 897

      Capítulo 4: El ataque de Grimoszk

       

      Un pergamino viejo se hallaba extendido en la mesa del general sujeto por 2 garras, una a cada lado, mientras varios pares de ojos lagartos lo contemplaban meditativamente con un silencio sepulcral. En el centro de la estancia y sujetando el pergamino se encontraba el general mariscal Ssratz, a su derecha Maltos, el consejero de mayor confianza, a su izquierda Droock, el general de mayor confianza y mano derecha de Ssratz desde el ataque takomita a Grimoszk de hace 10 años, y por delante 3 generales más de menor estima ante los ojos del general mariscal.

       

      – Hace 10 años del ataque de esos malnacidos de Eralie – dijo el mariscal rompiendo el silencio – A duras penas resistimos – miró de reojo a Droock – debemos devolverle con su propia medicina, hemos recuperado fuerzas y estamos preparados para la victoria – finalizó Ssratz.
      – ¿qué opina el Gran Patriarca de todo esto? – preguntó Maltos, reflexivo como siempre.
      – Está de acuerdo en devolver el golpe y coincide que es el momento. Sin embargo, el no participará, dice que debe acudir a una cita obligada en la lejanía Galador. El mismo regente quiere discutir en persona algo que también concierne al asunto que tenemos entre garras. Confía en nosotros para la victoria. ¡Y la obtendremos! – gritó Ssratz haciendo puño con una de las garras que sujetaba el pergamino y dando un fuerte golpe en la mesa.
      – Un ataque directo al bastión del bien es muy arriesgado, algo se huelen, he hecho varias incursiones estas semanas atrás y parece que reforzaron sus defensas. Además me llegan informes de mis camaleones espías de que las herrerías no descansan por un motivo que aún no sé – siseó Droock.
      – Podríamos atacar por el Mar de Plata. Nuestros barcos están preparados y somos buenos nadadores – dijo uno de los otros generales mirando fijamente a Droock.
      – También he valorado esa opción. ¿Pero crees que no me he informado? – le respondió Droock malhumorado – Están terminando de construir un destructor y también hay ajetreo por toda Aldara. Están haciendo montañas de balas junto a los cañones de las almenas ¿Y qué crees que son de adorno? – negó Droock mientras chasqueaba la lengua – De todas las opciones que he valorado en este instante solo habría una opción de obtener una pequeña victoria, no total, pero suficiente para devolver el golpe y debilitarlos por donde menos se lo esperan –

       

      Un incómodo silencio se hizo en la estancia a la espera de que el general continuase hablando.

       

      – ¿Y bien? – preguntó Ssratz impaciente.
      – Thorin – la única palabra de Droock.
      – Podría funcionar si sorteamos la vigilancia del camino empedrado – respondió Maltos meditabundo.
      – Un ataque rápido, silencioso con no más de 5 de los mejores de nosotros. Para recordarles que no estamos quietos y que cobraremos la venganza. Un ataque a gran escala con toda la horda es arriesgados en estos momentos. Debemos esperar al Gran Patriarca para tal ataque y conocer las noticias que nos traiga del regente. Si combinásemos nuestros ejércitos con los de Dendra y D’Hara sería otro cantar. Mientras tanto, el ataque furtivo a Thorin es la única opción – contestó Droock agitadamente.
      – No se diga más. ¡Que comiencen los preparativos! – sentenció el general mariscal Ssratz.

       

      En un bosque lejano un joven elfo de 30 años estaba en el bosque profundo, lejos del claro Nyathor, con su habitual partida de caza compuesta por su medio hermano Jonne, el Gran Cazador de Thorin, y otros cazadores de menor rango. Subido a la copa de un árbol centraba su atención en un par de ciervos que pastaban en la base del árbol siguiente. Cogiendo con suma cautela una flecha del carcaj, la puso en el arco mientras centraba la vista en el cuello del ciervo más cercano. A su vista se le escapó un grupo de 5 lagartos que se acercaban peligrosamente a la entrada del claro thorinya.
      Raiduan soltó la flecha y con un ligero siseo atravesó el cuello del ciervo, asustando al otro, el cual salió corriendo, a la misma vez que entre mezclado le llegaron los sonidos reconocibles de un enfrentamiento armado. Chocar de espadas, gritos… ¿Y qué era eso? ¿Garras? Inmediatamente se giró en la rama del árbol y fijó la vista de elfo al lejano claro nyathor. Observó diminutos lagartos enfrentados en la entrada del claro. Sin vacilación gritó a sus compañeros de caza y echaron a correr a toda prisa de vuelta a casa.

       

      Droock encabezaba el ataque furtivo, oculto entre las hierbas, el primer elfo en caer era un vigilante medio dormido apoyado en un árbol cercano a la entrada. Con un destripar de sus garras óseas le atravesó el cuello, empalando las uñas de las garras en el tronco tras el que se apoyaba, haciendo que el elfo quedara crucificado en una parodia cómica. Al desclavar las uñas, el elfo cayó al suelo como un fardo de paja, sin darle a tiempo ni de saber que había muerto. Hizo una seña a su cuadrilla y se acercaron más.
      Cercano a la entrada, estudiaron los movimientos de los vigías y justo en el de mayor vulnerabilidad, entraron los 5 a la carrera. 3 consiguieron entrar al claro desparramando vísceras por doquier sin dar tiempo a los estúpidos elfos de organizar una defensa acorde. Los 2 que quedaron fuera se enfrentaron a los guardias que cerraron el paso, luchando con rudimentarios arcos y escasas flechas de madera.
      Una bella elfa con una flor en el pelo se encaró con el lagarto que parecía el líder armada tan solo con una vara del génesis. Ella intentó formular un hechizo de columna fuego, pero Droock fue más rápido y le hizo callar con un ataque horizontal de su garra derecha que le arrancó de cuajo el pecho izquierdo y dejando 3 surcos de garras profundas. La elfa cayó al suelo gritando de dolor, a duras penas consiguió formularse un hechizo de curar veneno, pero su poder era insuficiente y estaba agotada. Droock sonrió al pensar en el veneno de sus glándulas y en lo bien que se había preparado.

      Raiduan y la partida de caza llegó por la retaguardia de los 2 lagartos que quedaron fuera del claro. Rápidamente mató al primero de un flechazo certero mientras Jonne se encargaba del otro con un concentrado cazar. Entraron todos al claro, partida de caza y guardias, cambiando las tornas para los lagartos.

      Todo el claro estaba lleno de sangre, vísceras y partes de elfos y humanos pero tras un vistazo rápido a su alrededor Droock y los otros se dieron cuenta que eso era una ratonera, y ellos los ratones. Uno de los 3 sopló su tubo de cortejo, infundiendo un renovado coraje y vigor a Droock y el otro lagarto. A una señal se abrieron paso hacia la salida, antes que los thorinyas terminaran de armarse y formar una defensa organizada. Sin embargo, Raiduan consiguió acertar al líder antes de que escapara pero sin tener certeza de la gravedad de la herida. Tal vez sea mortal, tal vez solo haya sido un rasguño.
      Cuando lo peor había pasado, una elfa herida mortalmente estaba tumbada en la losa de pizarra (en la que se reza a Eralie) y Raiduan con gran congojo en su corazón se temió lo peor. Efectivamente, era su madre que había luchado valientemente. Las heridas supuraban veneno asqueroso y maloliente.

       

      – ¡Madre! ¡Por favor, no te vayas tu también! – exclamó Raiduan con lágrimas en los ojos abrazado al débil cuerpo de su madre.
      – ¡Rai, escúchame por favor – susurró con un hilillo de voz – No sufras por mí como lo hiciste con tu padre, el no habría querido eso. Sé fuerte, busca a los culpables y sólo prométeme una cosa – dijo con una voz cada vez más apagada la elfa moribunda.
      – ¿Sí? ¡Madre, madre! ¡Te prometo que buscaré a los culpables! –
      – Hijo… prométeme… prométeme… –
      – Dime madre,¿Prometer qué? ¡Madre! –
      – Prométeme que serás fuerte y sobre todo, prométeme que serás libre – exhaló con su último aliento.

       

      https://cramores.es/capitulo-4-el-ataque-de-grimoszk/

      Que no te engañen las letras.
    • Cras94
      Participant
      Número de entradas: 897

      Capítulo 5: el druida extraño

      Ha pasado un año tras aquel fatídico ataque de Grimoszk al verde poblado thorinya, en el cual falleció valientemente la madre de Raiduan pero sin que hubiera significado cambios en el bastión del bien. Todo seguía igual, excepto para Raiduan que ahora era huérfano de ambos padres, aunque todo el territorio sí estaba más alerta a la espera de un gran ataque por parte de los enemigos. Raiduan siguió todo este tiempo entrenando y saliendo con la partida de caza, siempre con la promesa que le hizo a su madre de ser libre, y la que se hizo para sí de vengarse de los causante de su desdicha.
      Una noche, el joven semi-elfo se vistió con su mejor equipo de caza y con un pensamiento fijo y decidido, se dirigió a la senda de las arañas del poblado, no sin antes dejar una nota a su medio hermano Jonne y al Gran Cazador para que no se preocuparan de su ausencia y le dejara emprender este viaje físico y espiritual por sí solo. Lo necesitaba, su alma lo necesitaba. Necesitaba sanarse y encontrar su propio camino en la vida. Y todo empezaba por el punto de origen, las arañas envenenadas que atacaron y mataron a su padre 11 años atrás, donde todo empezó.
      En mitad de la noche y solo ante la entrada de la cueva donde comenzaba la senda de las arañas, Raiduan cayó de rodillas y lágrimas brotaron a su rostro con un ligero sollozo. Todo su ser le pedía gritar, pero no podía hacerlo o alertaría a alguien y le detendría en su camino. Después de unos segundos, se levantó y con mirada fija en la cueva, entró muy despacio, aún con lágrimas nublando un poco su visión élfica. A un escaso metro de la entrada, encendió una pequeña antorcha, puesto que su visión de elfo era buena, no servía en la más absoluta de las negruras, además el fuego alejaría a las arañas y otros seres que acechaban en la oscuridad.
      Efectivamente, todas las crías de araña estaban envenenadas, observó Raiduan, por lo que sólo podía significar que la madre reina araña era la primera envenenada y todas sus crías por tanto salían igual de ponzoñosas y asquerosas. Pasadas un par de horas, calculaba Raiduan, caminando por la estrecha senda de las arañas y sin contratiempos, llegó a una bifurcación en la cueva. Por un lado una senda libre de criaturas y con algo de claridad, y hacia el otro lado otra cueva aún más estrecha, aún más arañas, aún más oscura y aún más abajo.
      El joven semi-elfo se pasó la mano libre por la cara, notando el sudor, y con la otra mano de la antorcha iluminó ambos senderos, con actitud pensativa.

      – Voy a coger el sendero libre, a ver donde me lleva. No será complicado volver atrás y seguir de nuevo la hilera de arañas. Supongo que hacia abajo estará la madre reina araña, pero al otro lado… – pensó Raiduan, rodeado de miles de puntitos rojos por todo su alrededor.

      Efectivamente el otro sendero enseguida estuvo despejado de arañas y de paredes rocosas, pero siendo noche cerrada parecía una extensión de la propia cueva. Raiduan, se permitió el lujo de tomar un descanso en una de las rocas del sendero. Clavando la antorcha en el suelo, cogió su petate y sacó un trozo de pan, de queso y un poco de hidromiel que no tardó en engullir. Ya algo más repuesto, alzó la mirada al cielo. Una resplandeciente Argan le miraba directamente, y más allá una Velian en cuarto menguante, como si le guiñara un ojo.
      Recogiendo sus cosas y la antorcha en la mano izquierda, se dispuso a continuar el sendero. Perdió la noción del tiempo, los minutos no parecían discurrir, todo en el cielo seguía en la misma posición y el camino, aunque tranquilo, a Raiduan le resultaba andar en círculos. Hasta que al final encontró la entrada a otra cueva, pero muy diferente a la de las arañas. Entrando con cautela, se dio cuenta que cientos de osos estaban dormidos, o hibernando. La cueva disponía algo más de claridad que la otra cueva, lo que significaba que no era muy profunda y entraba claridad por la entrada.
      Tenía algunas bifurcaciones, pero más que bifurcaciones eran pequeños huecos en la roca, como si simularan habitaciones. Sigilosamente y sin despertar a ningún oso o hacer el más mínimo ruido, el joven semi-elfo cansado, llegó hasta el final. Donde, con gran asombro, encontró un bloque de piedra extraño. El bloque parecía emitir una luz tenue, con restos de sangre y vísceras, y los osos de alrededor parecían rezarle al bloque en actitud meditabunda. Lo que hizo comprender en seguida a Raiduan que era un altar a algún tipo de Dios primitivo o animal.
      Una voz llegó de alguna parte y de ninguna a la vez, retumbando en toda la cueva pero no se movió ningún pelo de oso. Raiduan acojonado se ocultó mejor tras una pequeña estalactita.

      – ¡Eh, tú! ¡Sé que estás ahí! Puedo oler tu miedo, oír tu respiración ¡Sal de tu escondite! No voy hacerte daño, al menos de momento… – dijo la voz.
      – ¿Ho… ho… hola? No… los osos no hablan, son imaginaciones mías… – se descubrió el joven semi-elfo de la estalactita. – Me estoy volviendo loco… –

      Presto a salir corriendo, un zarpazo, mortal de haberlo querido, retuvo a Raiduan. Y dicho oso comenzó a cambiar de forma ante los ojos del joven cazador.

      – Sí, te estoy hablando yo – dijo el ser mientras terminaba de convertirse en un druida, algo raro. Se le fue gran parte del pelaje, las garras se convirtieron en dedos, se hizo más pequeño…
      – Per… perdona… ¿Quién eres? – respondió Raiduan con un hilillo de voz asustadiza.
      – Hola, Raiduan. Me llaman Thruth. Lo sé todo sobre ti. Tenemos inquietudes en común y soy consciente de tu desgracia. También he estado ayudando a Ruthrer con la investigación de las malditas arañas envenenadas por la peste de Seldar. Pero no te hice venir hasta aquí por eso – dijo el druida extraño mientras le tendía una mano normal y amistosamente.
      – En… entonces… – susurró el joven semi-elfo.
      – Sé que pretendes salir solo del bosque y adentrarte en lo más profundo de la cueva. Sin embargo, es un suicidio. No puedes vagar solo por Eirea y sin adiestramiento de verdad. Hay mucho fuego en tí, lo veo en tus ojos azules, pero necesitas ayuda y aprender a controlar tus emociones – gruñó con voz gutural Thruth.
      – ¿Tú vas a venir conmigo? ¿Alguno de estos osos? – respondió Raiduan algo más calmado.
      – Siento decirte que no, mi amigo cazador. Pero te vas a llevar algo mucho más grande – dijo el druida extraño con voz misteriosa.
      – ¿Más grande que un oso? ¿Y qué es? – suspiró el joven.
      – Paciencia, paciencia. Todo llegará en su momento. Ahora sígueme, necesitas descansar y reponer fuerzas. Tu entrenamiento acaba de empezar. Y no te preocupes por los osos, no te harán nada mientras estés conmigo – sentenció Thruth.

      Así es como Raiduan conoció a Thruth, su maestro y guía, y empezó de verdad su entrenamiento, pero eso… ha de esperar… ahora toca descansar de la travesía por el sendero de las arañas.

      https://cramores.es/capitulo-5-el-druida-extrano/

      Que no te engañen las letras.
Mostrando 5 respuestas a los debates
  • Debes estar registrado para responder a este debate.