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Esplendorosa y omnipotente brillaba Argan aquella noche…
Los vientos de la magia se arremolinaban en pos de una criatura…
Una hermosa mujer intentando comprender la magnificencia del universo…
Tranquilamente, fumando el tabaco que ella misma se había encargado de recolectar días antes, Ayanai, la famosa Conjuradora semi-elfa descansaba en la orilla del río Cuivinien una noche en la cual la luna estaba completamente llena y resplandeciente…
-¿Quién tendrá el poder para crear estos hermosos astros? -dijo para sí mientras inhalaba una bocanada de su pipa.
El caudal fluía como siempre, bullicioso e imponente, pero esto no incomodaba a la mestiza que intentaba encontrar alguna respuesta en el firmamento. Las horas pasaron mientras que tanta pregunta provocó el sueño de la dama. Al momento que cerró sus ojos una gutural pero femenina voz replicó en su interior.
-Ayanai, no duermas, hija mía. -dijo la voz.
Una asustada Ayanai abrió sus ojos, y alzó su mano al río para lavarse la cara y tratar de comprender que pasaba, al momento vio en el reflejo del agua un hacha que caía infaliblemente sobre su espalda.
-«Mior Escudis» -pronunció al unísono con el descenso del hacha sin moverse del lugar creando un escudo mágico que explotó con el golpe en miles de chispas que sin duda hubiesen destrozado su cuello.
Rápidamente se levantó y no vio nada, y sin siquiera percatarse de lo que pasaba pronunció nuevamente «Magius Lios» mientras cogía su báculo del suelo, el cual se encendió levemente para poder advertir lo que pasaba en la densa oscuridad.
-Querida mía, a tu izquierda… -repitió la misteriosa voz.
Sin vacilar, la semi-elfa dió un paso evitando por centímetros una gran flecha que se dirigía velozmente sobre su cabeza atravesando como si de papel se tratase un grueso tronco de un álamo junto al río.
Ayanai volteó hacia su izquierda y tampoco había nada. Algo fuera de lo normal había en el lugar pues sin duda ella se hubiese percatado de cualquier emboscada, al momento que nuevamente sonaba en su mente.
-Confía en mí, cielo mío, cierra tus ojos…-dijo la voz una vez más.
Sin dudarlo, Ayanai cerró sus ojos al tiempo que escuchó un fuerte silbido a lo lejos, el cual se acercaba cada vez más.
Ayanai empezó a perder la tranquilidad pues algo no estaba bien con aquel sonido, por lo cual intentó abrir los ojos.
-No abras tus ojos mi amor, nunca te haría daño.
- Este debate fue modificado hace 2 years, 9 months por Jashraia.
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El ruido se volvió insoportable, penetrando duramente en sus oídos y se hizo tan insoportable que atrofió su mente dejándola inconsciente. Al cabo de unos minutos despertó, pero estaba convertida en un bebé, una hermosa criatura que lloraba en los brazos de su madre. Esta vez la voz que había oído le pareció profundamente familiar.
-Ayanai, soy tu madre.
Eso era lo que temía, la naturalidad de su voz no podía ser de alguien más que de su progenitora, de la cual nunca supo y se le ocultó la verdad, ya que la semi-elfa fue criada por sus tíos. Desde el principio supo que esa armonía podía ser proyectada en ella solo por una persona.
A Ayanai le dieron de preguntarle a su madre que había pasado con ella todo este tiempo, de abrazarla y de besarla pero no podría, puesto que ella era tan solo un indefenso bebe llorando en el regazo de su progenitora.
-Hija mía, discúlpame, no puedo estar ahora contigo por razones que aún no puedo contarte. Fui discriminada cuando te tenia en mi vientre y no encontré otra solución que abandonar mi pueblo, mis raíces y a ti.
Pero algo no estaba bien, aparte de la voz de su madre, se escuchaban llantos y gritos por doquier. Intentando mirar a su alrededor, Ayanai se percató de que estaba dentro de una pequeña estancia que estaba ardiendo en llamas. Mientras su madre le hablaba, la habitación se comenzó a llenar de humo, las columnas que sostenían el techo empezaban a caer, la gente por fuera corría desesperadamente, pero extrañamente Ayanai en el cuerpo de la pequeña criatura no sentía temor alguno, pues algo le decía que estando con su madre, nada le pasaría.
-Mi tesoro, solo te puedo decir que eres descendiente de una noble estirpe de hechiceros que solo buscaban la bondad en Eirea, pero lamentablemente algo les salió mal. Tu eres una Balaeriel, igual que yo, y para que no se olvide te lo dibujare en forma de luna en tu mejilla. Siéntete orgullosa hija mía, tal como me siento yo.
El fuego se hacía cada vez más grande cuando una parte del muro se desprendió sobre Ayanai y su madre aplastándolos. La pequeña criatura instintivamente apretó un dedo de su madre mientras la progenitora cerraba sus ojos y le daba un beso en la frente.
-Adiós, mi amor. -diría la madre, protegiendo con su cuerpo a su hija mientras los escombros no paraban de caer sobre ellos.
Ayanai gritó fuertemente mirando a su alrededor percatándose de que estaba acostada junto al río, intacta, mientras que el tabaco apagado ya desprendía los últimos jirones de humo.
Desconcertada se dio cuenta que todo había sido un sueño, un increíble e indescriptible sueño que pareció ser extremadamente real. La semi-elfa se levantó para humedecer su rostro en el río dándose cuenta en el reflejo del agua de una brillante luna color plateado que tenía tatuada en su mejilla izquierda.
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