Inicio Foros Historias y gestas bandidos aguas negras I

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    • hiold
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      Un jovencísimo Keizo recorría nerviosamente la senda del Alva, ansioso por cumplir su primera misión encargada por la cruzada.
      Takome era asediada por gran cantidad de poderosos enemigos: orcos, hombres lagartos, góblins, dendritas… Sin mencionar que estos solo representaban las mayores amenazas. Existían otros, de menor poderío, pero que a largo plazo causaban más daño.
      Agrupaciones de bandidos aprovechaban el hecho de que la mayor parte de las fuerzas armadas takomitas estuviesen ocupadas peleando contra los grandes peligros, para asaltar caravanas de mercaderes, nobles menores y aldeanos casi con libertad. Es por esto, que la ciudad había decidido reclutar aliados del bien para ayudarles con este, y otros problemas.
      La misión que se le encargó básicamente consistía en acabar con tales agrupaciones, exterminando o desarticulando a cuantas pudiese encontrar.
      Necesitaba el dinero. No solo lo hacía por altruismo y bondad, también cumplía con el encargo por su necesidad de efectivo. Cual halfing en pleno almuerzo, el estudio arcano consumía enormes cantidades de dinero, dinero que se le estaba agotando.

      Siguió caminando, tratando de ser tan silencioso como le era posible. Buscaba una presa, y sabía que no tardaría mucho en encontrarla.
      Razón llevaba, puesto que un griterío y unos sollozos le revelaron un posible asalto en curso.
      Preparándose para la batalla, formuló tan rápido como pudo una serie de hechizos: al finalizar, se encontraba rodeado por 4 imágenes idénticas a él, además de envuelto por unas cuantas auras de colores que cualquier ojo entrenado en la magia habría podido vislumbrar.
      Cogiendo unos cuantos componentes de los bolsillos de su túnica corrió hacia el origen del ruido, deteniéndose cuando vio a los asaltantes.
      Eran 4. Un par mantenían inmovilizados en el suelo a un campesino y a su hija, mientras que los restantes revisaban la pequeña carreta en la que estos viajaban.
      Podía escucharlos reír, mientras golpeaban al hombre y amenazaban con sus dagas a la joven.
      Furioso, pues era consciente de lo que pasaría cuando rapiñasen con la carreta y se encargasen del campesino, conjuró velozmente unos cuantos proyectiles que lanzó contra los que retenían a la familia, mientras que enarbolando su bastón cargaba contra los restantes.
      5 proyectiles brotaron de sus dedos, impactando 3 contra uno de los bandidos, un cuarto contra su compañero, y un quinto perdiéndose a la distancia. El infeliz que recibió los 3 proyectiles cayó al suelo, muerto. Cosa que por lástima no se podía decir del segundo, quien solo resultó levemente herido por el ataque.
      Alertados por los gritos, los 2 que saqueaban la carreta se giraron hacia él, agrupándose con su compañero para presentarle batalla.
      Mientras cargaban en su dirección, keizo los observó fijamente. Extrañado, pues los cubría un aura mágica más fuerte de lo esperado en unos simples bandidos, se dispuso a plantarles cara.
      Tras accionar un mecanismo de su bastón que desplegó una corta y robusta hoja, realizó unos cortos gestos con su mano libre, arrojando una bola de fuego hacia sus atacantes. Y si bien el hechizo dio de lleno a sus agresores, a excepción del herido, estos siguieron corriendo, ignorando a su compañero caído, que se retorcía en el suelo por el dolor de las quemaduras.
      2 dagas buscaron herirlo. La primera le dio a una de sus imágenes, y la segunda se encontró con la sólida madera de su bastón.
      Aprovechando el desequilibrio del que destruyó una de sus imágenes, lo tumbó con un duro golpe de su vara, dejando que el otro destruyese una segunda imagen para distraerlo y poder retroceder.
      Al hallarse junto al derribado por su golpe, con su mano libre conjuró un relámpago que arrojó contra el que aún seguía de pie, mientras clavaba la hoja de su arma en el estómago del caído.
      Con 3 muertos o incapacitados, el sobreviviente decidió huir, queriendo salvar el pellejo. Cobardía que sería su última acción.
      Mientras corría, otros 5 proyectiles fueron conjurados por Keizo, que al ser arrojados contra el último bandido le impactaron a la altura de dónde estaría el corazón si este le estuviese dando la cara, acabando con su vida.
      La pelea fue corta. Hecho revelado por lo poco que se había movido el derribado por la bola de fuego, y por el que el padre y su hija aún continuasen bajo la sorpresa de su aparición.
      Avanzando tranquilamente hacia los bandidos heridos, los remató valiéndose de su bastón, degollando al quemado y al de la herida en el estómago.
      Al disponerse a revisar los cuerpos de los bandidos, observó al padre y su hija que lentamente se reincorporaban y recogían los destrozos causados por los ladrones en su carreta. En silencio los 3 continuaron con su labor, solo mirándose al terminar.
      Le extrañaba lo encontrado en los cadáveres, pues las dagas eran de muy buena calidad, e incluso uno de ellos llevaba una varita mágica entre sus ropas. Sin embargo, lo más extraño era una insignia portada por el que a juzgar por su equipo de mejor calidad era el cabecilla, cuya forma representaba una calavera atravesada por una espada.
      ¿Quizás era el símbolo de alguna banda criminal? no lo sabía, pero conocía quien consultar.
      Se alejó antes de que el padre y su hija si quiera pudiesen dirigirle la palabra, ansiando continuar su misión para cobrar su recompensa. Y para visitar a su amigo, así resolver el misterio de la insignia.

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