Nildrin es un habilidoso luchador, de aguda destreza y rapidez mental que le llevan a sentirse confiado frente a cualquier
enemigo, asumiendo riesgos con audacia y temeridad. Su noble origen y su exquisita formación conformaron un hábil
negociador, destacando sus dotes en los más altos círculos, tanto como anfitrión, donde su casa se cotiza entre las mejores
fiestas de la alta nobleza takomita, como huésped, siendo frecuentemente invitado a las mejores casas. Existen rumores
incluso de que la abierta enemistad entre las hermanas Inverno se debe a una noche demasiado regada de vino donde las
proximidad entre los cuartos de las señoritas confundió la mente del joven Nildrin que salió de una habitación a mitad de la
noche para beber algo más del producto estrella de su ciudad natal y erró la estancia en su regreso, pero, ya se sabe, son
rumores de la corte.
Tras la accidentada muerte de su compañero de entrenamiento y su posterior exilio la dureza de la vida redujo su arrogante
carácter aunque no llegó a difuminarlo. A pesar de todo, Nildrin se volvió más sociable y empático, aprendiendo a tolerar a
otros estratos sociales y valorando de otra forma a las personas más allá de su estatus social. Por otro lado, su reciente
ateísmo, la pérdida completa de la fe, dejó un vacío en su alma que se restituyó con la sabiduría que adquirió en sus
viajes, de los puntos de vista de otros pueblos, de otras razas y otras culturas. Y, aunque odia a los orgos como a todos
los enemigos de su amada patria, admira la civilización del desierto por sus avances tecnológicos combinando su poder
arcano.
