Nildrin vivió su infancia rodeado de riqueza, poder, arte y cultura. Educado en las más finas costumbres que imponía la
corte desde la capital, Takome, desarrolló una gran pasión por los conocimientos nobles, el arte, la música, la danza y el
estudio que, sumado a su otra pasión, el combate, le llevó a convertirse en un erudito de las runas y las danzas, y cómo
podrían desarrollarse para mejorar la guardia de élite de su ciudad natal, Veleiron.
Así pues, uno de sus principales objetivos en su vida es mejorar las tácticas de combate de los danzantes rúnicos, elevando
su estilo a la categoría de la más letal de las artes. Aunque punzado por el exacerbado ego que la alta cuna en la que nació
le otorga, su interés está motivado por la búsqueda del reconocimiento de su propia destreza, más allá que la del resto de
los danzantes rúnicos, para ser admirado artísticamente y temido como guerrero.
Aún hay otro objetivo que rige sus actos, y viene inculcado también desde la cuna: la prosperidad de la Casa Ler’inen. El
ansia por la gloria de su casa le llevó en ocasiones a pequeñas disputas por la dirección de la misma, por lo que su
propósito es convertirse en el más destacado miembro de su casa para ser un digno heredero para llenarla de riquezas, gloria
y fama.
