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AutorRespuestas
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REGISTRO 1
De noble y serio semblante es el humanoide que tienes ante ti, en el que puedes atisbar pequeños pero evidentes rasgos orcos, incluida una inusitada altura. Una ancha mandíbula en la que sobresalen dos cortos pero cuidados y relucientes colmillos, una liviana nariz algo achatada y unas puntiagudas orejas que se alejan levemente de su cráneo, el cual, se encuentra coronado por impecables trenzas grisáceas que recorren su superficie dejando surcos rapados entre ellas. Mantiene una corpulenta apariencia que contrasta con una rectitud inusual para los de su tamaño. Su piel, marrón con toques cobrizos, está repleta de un fino vello de color claro que solo consigue apreciarse al trasluz. Este pellejo que cubre sus vísceras tiene un aspecto parecido al del cuero tratado, y junto a sus gruesas extremidades, le otorga un aspecto más resistente de lo habitual.
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REGISTRO 2
Historia
Los rayos de sol cruzaban el horizonte incidiendo directamente en sus ojos, podía ver el polvo del Erial elevándose debido a la pequeña brisa que corre por la zona. Respiraba cortadamente mientras yacía en el suelo fruto de las heridas recibidas. Su yelmo punzante se encontraba casi destrozado, una enorme grieta en su parte frontal le permitía ver la luz del ocaso, a su alrededor se encontraban varios cuerpos de humanos que habían decidido adentrarse en las fronteras de Golthur Orod sin permiso del Caudillo. No podía continuar aguantando el dolor, sus párpados se entrecerraban poco a poco, cada vez de forma más continuada hasta que por fin el dolor cesó completamente mientras la oscuridad se apoderaba de su visión. Su vida se paralizó y en su mente vio pasar toda su vida al momento.
Arena y rocas cobrizas es lo que se acostumbró a ver durante toda su infancia pues su tribu se encontraba en el linde sudoeste del llamado Erial de los Condenados haciendo frontera con el conocido Desierto de las Quebradas. Un poblado compuesto en su mayoría por semi-orcos llamado Los Solitarios por los habitantes de Dendra y Gorthurd’arok por los Golthur-Hai. Usado por estos últimos para reclutar a la mayoría de sus llamados jinetes sombríos, a los que otorgan sus armaduras punzantes y sus huargos menos eficientes para ‘vigilar’ sus fronteras, aunque realmente los usan carnaza de contención para persuadir a los extranjeros que se atreven a entrar en el reino orco. Guiados por su jefe espiritual, un chamán enviado desde la mismísima Catedral de Gurthang, que es reemplazado cada vez que este muere o sobrepasa los 60 años, quien se encarga de encauzar las desordenadas mentes de estos mestizos que no han llegado a conocer los valores básicos de cualquier sociedad civilizada, la mayoría son entrenados durante jornadas incansables a lomos de los conocidos huargos jorobados de la periferia de Devron, y por supuesto su caso no iba a ser diferente. Estos chicos poseían un nombre durante toda su juventud interpuesto por el Jefe espiritual, la mayoría de las veces siempre comenzaban por el nombre de un animal de la zona seguido de algún adjetivo que describiera su físico o mentalidad, cuando se hacían adultos y eran mandados a la fortaleza se dejaba a los futuros Jinetes elegir un nombre por el serían conocidos por el resto lo que durara su corta vida. Halcón cobrizo, puesto así por el color enrojecido de su piel, fue el nombre que el gran chamán le otorgó, y así fue llamado desde que tiene memoria.
En su caso la astucia del animal que le daba nombre parecía correr por sus venas, cosa que llamó la atención de Marmotrok CeraOreja segundo enviado de la Catedral durante la estancia de Halcón en Gorthurd’arok. Gracias a ello comenzó a compaginar sus entrenamientos con charlas que el propio chamán le daba sobre la gran inmensidad de Gurthang y de cómo sus más allegados podían obtener parte de su poder y a su vez le enseño los cánticos religiosos más comunes para reverenciarlo. Esto le otorgó ciertos privilegios que el resto no tenían, por lo que se le dejaba salir del poblado hacia Devron para obtener ciertos recursos necesarios tanto para él como para sus compañeros. Estas pequeñas estancias en este territorio le permitieron mezclarse con nuevas culturas conociendo incluso a individuos de su misma raza que tenían otro concepto de vida totalmente distinto al suyo, pero lo que más llamó su atención fue la presencia y rectitud de los llamados antipaladines, o como el los llamaba los jinetes de demonios. No había visto a muchos, pero los poco que pudo ver de cerca parecían irradiar un aura a su alrededor que hacían sentir multitud de sensaciones con los que tenían contacto, respeto, temor, admiración, envidia… Además, parecían tener un trato con su montura muy parecido al que le habían enseñado en el poblado desde que tenía uso de razón. Se encandiló de aquello, quería que todos sus cercanos lo miraran como a ellos, incluso consiguió entender algunos códigos de conducta a seguir, que, aunque eran inservibles en su sociedad, intentaba adecuarlos para no desentonar en lo absoluto.
Intentó que Marmotrok lo ayudara a tener un mínimo contacto con Gurthang para demostrarle su fe y así obtener su gracia, cosa que nunca llegó a ocurrir durante el tiempo que CeraOreja se mantuvo como Jefe espiritual, aunque no duró mucho más ya que la Catedral mandó un nuevo líder a reemplazarlo después de llegaran a sus oídos unos rumores que dejaban entrever cierta mano blanda por su parte con los aprendices de jinetes sombríos. Solo los querían como carnaza, cuanto más duro y menos sentimientos pudieran adquirir era mejor tanto para Gurthang como para el reino de Golthur Orod. Kronargor UñaSangrente, el nuevo, fue un duro revés para la progresión de Halcón Cobrizo, cortó de raíz todos sus privilegios e incluso hizo que el resto de compañeros lo trataran como un marginado debido a su forma de actuar, bastante más refinada que la del resto de semi-orcos, e incluso su forma de andar, totalmente erguido con sus hombros rectos y la cabeza alta, copiado por supuesto de las conductas de los caballeros que intentaba imitar. Pero aún con todas las burlas, insultos y golpes ninguno pudo cambiarlo, su serio y voluntarioso semblante seguía en su dolorido cuerpo, sus convicciones y la meta de conseguir ser un jinete sombrío fue lo único que lo hizo mantener con vida.
Pasaron dos años hasta que fue su hora de realizar la prueba final para convertirse en un jinete sombrío, poder elegir un nombre y abandonar Gorthurd’arok para siempre. Aunque después de todo su cambio de vida el principio fue muy duro, al cabo de unos meses simplemente lo dejaron de lado, cosa que en cierta parte agradeció, prefirió vivir una vida excluido que una vida de constante tortura mental. Muchos habían perecido intentando superarla, cuando llegaban a los 17 años eran obligados a realizarla, por lo que no tenían que estar preparados para ello. Kronargor preparó la jaula exhaustivamente para esta prueba, no quería que la pasara, la topó completamente con una gruesa hiedra espinosa bañada en veneno de escorpirak para evitar que pudiera escapar de ella, la bestia había sido puesta al límite, era la más agresiva que habían visto en todo este tiempo. Halcón Cobrizo sabía de primera mano que iban a hacer todo lo posible por impedírselo, pero nada iba a cambiar su postura, era la única opción, domar a la criatura y salir de aquel lugar o morir en el intento. Se planto en medio de la enorme jaula, a su alrededor todo era polvo rojizo, barrotes de hierro y una enorme compuerta de donde saldría el animal. Agarró arena del suelo, la expandió sobre sus palmas, cerró sus ojos por un instante y respiró profundamente dejando de oír por momentos los jadeos y aullidos de sus compañeros fuera de la jaula que más que animarlo a él parecían hacerlo con el animal. Las compuertas se abrieron y de ellas apareció un enorme rinoceronte de las quebradas con los ojos inyectados en sangre y la boca salivando de manera sobrenatural que, en un instante, comenzó a galopar levantando una gran cantidad de arena a su espalda de una forma feroz. Los pasos del animal retumbaban en el suelo mientras acercaba rápidamente hacia su objetivo. Halcón cobrizo aprovechó la velocidad del animal para, con un rápido movimiento de cadera, agarrarse al cuerno del animal e impulsarse hacia su lomo. Una vez en su grupa posó su pecho contra la piel del animal y extendió sus brazos para ganar un mayor equilibrio, posteriormente, pozo su cara contra la bestia y mientras está se sacudía intentando sacárselo de encima, él comenzó a mural una letanía, una oración aprendida hace años. Ante la atónita mirada tanto del jefe espiritual como ves sus antiguos compañeros la bestia pareció calmarse lentamente hasta que finalmente se tumbó en el suelo dejando al semi-orco bajar de su grupa sin ningún tipo de problema. Aunque el resto no lo supiera, él había seguido orando a Gurthang y practicando las letanías que Marmotrok le había inculcado. Todos quedaron mudos, el silencio creado helaba la sangre y solo podía escucharse la profunda respiración del animal. No tuvieron más remedio que dar por hecho que había superado la prueba, se había ganado el derecho de tener un nombre de ser uno más de los jinetes sombríos, a partir de ahora sería conocido como Bragqotûl el Inquebrantable.
A la mañana siguiente recogió todas sus cosas y puso rumbo al corazón del Reino, la fortaleza negra de Golthur Orod. Sintió como su cuerpo se liberaba como su alma era más libre que nunca, no le costó nada abandonar el poblado y andar por el desierto hacia el norte. Ya lo había hecho otras veces, aunque nunca había superado las fronteras del desierto, nunca había llegado al llamado erial de los condenados, la que sería su futura casa para el resto de su vida. El camino fue duro, incluso vio alguna que otra criatura, kobolds, moradores de las grietas, algún que otro reptador e incluso a otros de su propia raza, otros que ya pertenecían a lo que él sería no dentro de mucho, otros jinetes sombríos que aun viéndolo en la lejanía lo dejaron pasar libre sabiendo que ya era uno de los suyos. Pasó horas caminando, viendo como la fortaleza que al principio parecía diminuta poco a poco iba haciéndose más y más grande, hasta que faltando apenas un kilómetro podía verse en la distancia cómo aquella maravillosa estructura dominaba por completo todo el horizonte y el cielo, era el lugar más grande que había visto hasta el momento, sus jefes espirituales no habían mentido, era el lugar más espectacular de toda Eirea.
Al contrario de lo que pensaba, no fue recibido con honores, ni como un futuro héroe del reino como el jefe espiritual les hizo ver en Gorthurd’arok, más bien al contrario, la mayoría parecían ignorarle y el resto lo trataba como un despojo. Al llegar a las puertas de la fortaleza uno de los guardias al que preguntó para saber dónde dirigirse, le escupió en su espalda mientras lo llamaba rata. No entendía lo que estaba pasando y se preguntaba una y otra vez por qué fueron entrenados durante tantos años sino era para salvaguardar las fronteras del reino y porque esta gente no parecía apreciarlo. Continúo hasta las cuadras de la fortaleza, que es donde le habían mandado para comenzar con su aprendizaje, o eso le habían contado. En cada establo numerosos huargos comían y pelaban entre ellos, algunos se veían majestuosos, fuertes y voraces, estaba encantando y eufórico con aquella visión, pero todo ello se fue en un instante. El capataz goblin que se encontraba allí, ni se dignó a presentarse con él, le instó a coger una de las armaduras punzantes negras que se encontraban allí, que se pusiera la que más cómodo le quedara y acto seguido le entregó las riendas de lo que sería su montura hasta que alguno de los dos pereciera, un huargo algo viejo, con numerosos arañazos y mordiscos por su cuerpo, al menos parecía lo suficientemente fuerte como para llevarlo en su lomo. La armadura era bastante molesta no conseguía ceñirse correctamente a su cuerpo, pero al menos le quedaba la idea de qué era lo suficientemente gruesa como para evitar ser atravesado por algún arma. Agarró las riendas de su huargo e intentó familiarizarse con él haciéndole algún tipo de caricias para que el animal entendiera que estaba en buenas manos, cosas que parece que funciono ya que el huargo estaba siendo más sumiso que lo habitual en otros huargos. Colocó en su grupa una silla de montar bastante roída, la ató fuertemente bajo su vientre y se subió al lomo del animal, dio unas pequeñas vueltas alrededor de los establos y viendo que todo iba bien marchó hacia el punto que le habían asignado una zona bastante inhóspita en la frontera sudeste.
Era un lugar bastante solitario, a veces pasaban incluso día sin ver a ninguno de los otros jinetes, sólo veía piedras, arena y fango. Las noches no eran mejores, La temperatura eran extremas y no había mucho sitio donde esconderse, el frío se incrustaba en la armadura punzante acrecentando aún más la posibilidad de alguna enfermedad basada en la hipotermia acabar con la vida del jinete. La comida era otra historia, por suerte la zona estaba llena de reptiles, cazar alguno y ponerlos en la hoguera hasta que cogieran el punto adecuado cuando tenía fuego o simplemente arrancarles la piel a tiras y comer su carne cruda, nunca pasó hambre.
A plena luz del día un grupo de aventureros, creyendo que los orcos estarían encerrados en sus madrigueras, formado por tres humanos de pequeña estatura, intentaron atravesar el erial para conseguir llegar a la zona conocida como el lago de cristal y estudiar sus propiedades. Para su desgracia los semi-orcos no tienen esa desafección a la luz como las del resto de criaturas que pueblan la zona y Bragqotûl andaba custodiando el camino que habían tomado. El jinete comenzó a galopar hacia ellos, era el primer grupo de humanos que había visto atravesar su perímetro sin ningún tipo de permiso, hablar no era ninguna opción. Equilibró su lanza hacia su objetivo, mientras los humanos desenvainan sus espadas y escudos, en uno de ellos podía verse el emblema de Eralie, estaba más que claro, eran enemigos. La lanza atravesó por completo a uno de ellos quedándose incrustada y haciéndolo caer de su huargo, que algo acobardado hizo el tiempo suficiente entreteniendo a los dos que quedaban para que el semi-orco pudiera levantarse y arrancar de cuajo su arma del cuerpo inerte, antes de marcharse corriendo. Apretó fuertemente su escudo y comenzó con una encarnizada y desigualada pelea contra los seguidores de Eralie, le superaban en número, pero no en coraje y sacrificio. El choque de aceros cada vez era más intenso y continuo, sabía que tenía que arriesgar para poder salir victorioso por lo que bajó la guardia y de golpeo con su salvaguarda en el rostro a uno de ellos para dejarlo incapacitado, pero una fuerte estocada atravesó su armadura por la cintura. Con su armadura algo agrietada por la caída y su profunda nueva herida, cada vez sus movimientos eran más lentos y él se encontraba más impreciso teniendo que posar su rodilla en el suelo por una profunda falta de aliento. Su adversario se acercaba para acabar con él y cuando estaban cara a cara apretó con fuerza su lanza y lanzó un último ataque que perforó el cuello del humano el cual solo podía ahogarse en su propia sangre mientras pataleaba en busca de oxígeno hasta que se quedó totalmente quieto. Bragqotûl se arrastró por el suelo y comenzó a golpear en la cara al que había dejado inconsciente hasta que su cabeza quedó destrozada, terminando totalmente exhausto y quedando tumbado bocarriba mientras jadeaba pensando que había llegado su hora, pero orgulloso porque había cumplido con su objetivo. Sus ojos se cerraron por completo y comenzó a visualizar toda su vida mientras su vida parecía apagarse, cuando de repente una grave voz retumbó dentro de su cabeza. ‘Levanta, ha llegado la hora de que tus plegarias sean oídas, tienes un objetivo que cumplir bajo mi nombre’. Sus ojos se abrieron y Argan y Velian se mantenían luminosas en el firmamento, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero no había ni rastro de sus heridas, en cambio, los cuerpos de aquellos humanos contra los que había peleado se encontraban allí mismos en el mismo estado que el los recordaba. Se levantó, agarró su lanza y su escudo y como empujado por una ligera brisa comenzó a dirigirse de vuelta hacia la fortaleza negra de Golthur-Orod. Se adentró por sus puertas sin echar nada a su alrededor, sentía un silencia sepulcral mientras la voz junto a la brisa parecían mecerlo como una marioneta hasta la antigua biblioteca abandonada bajo las oscuras catacumbas de la ciudad. Los muertos vivientes que moran por ella se mantenían completamente inmóviles, paralizados por lo que parecía ser una presencia de un ser superior. Alzó su brazo y agarró uno de los antiguos y polvorientos libros, sopló y vio como unos azabaches incrustados en la portada hacían de letras dejando visible el título del libro, ‘Mor-Bûjar’. Lo abrió a petición de la voz que seguía guiándolo, no había duda, se trataba del antiguo códice de honor y juramentos de los Caballeros Negros, también llamados como Mor-Bûjar, seguidores acérrimos y portadores de la palabra de Gurthang, quien continuaba retumbando en su mente, ‘Has demostrado algo que nadie había hecho en décadas, posees los valores y convicciones que los Mor-Bûjar demostraban, plasma tu mano ensangrentada en el códice, jura lealtad, representa mi voluntad en Eirea y obtendrás mi favor para que puedas cumplir con todos mis planes, quebranta estos juramentos y yo mismo me encargaré de que pagues por ello’.
Rol
Con una personalidad seria y bastante honorable sabe que desentona con todo lo que le rodea, pero intentará que aquellos que siguen fervientemente la palabra de Gurthang se dejen guiar por una mano de hierro firme que no temblará en llevar a cabo cualquier designio seguido por su señor. Comprende la guerra y la violencia que enriquece las mentes de los subordinados de su dios y las comparte por igual, pero entiende que, aunque la mayoría de las cosas pueden solucionarse simplemente con violencia no todo tiene porque ser así. No se interpondrá en disputas entre seguidores a no ser que crea que esto influye en el equilibrio de la horda negra que Gurthang le ha mandado a resguardar. Intentará por todos los medios ser escuchado por el Caudillo intentando evitar cualquier tipo de barbarie que vaya en contra de su señor.
Objetivos
- Mantener el equilibrio entre los diferentes reinos y razas que componen la Horda Negra, evitando un mayor sometimiento del existente.
- Conseguir un puesto perpetuo en la Horda Negra como Gran Maestre de cualquier Caudillo que opte por el puesto o por el contrario convertirse en el propio Caudillo sino hay nadie lo suficientemente útil para el puesto.
- Continuar expandiendo las fronteras del Reino de Gurthang intentando anexar de forma permanente el Bosque Oscuro y el desierto de las Quebradas y posteriormente continuar con su cruzada hacia el oeste.
- Conseguir que los jinetes sombríos sean mejores vistos por la sociedad y dotarlos de mayor capacidad logística y llegado el caso crear una jerarquía propia de orden de caballería dentro de la Horda Negra.
- Cumplir y hacer cumplir a rajatabla con todos los días sagrados, días que sirven para el equilibrio se siga cumpliendo.
- Cumplir todos los designios de Gurthang, pues su fuerza es la que algún día dominará toda la dimensión de Eirea.
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