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AnónimoInactivo15 octubre, 2020 a las 13:06Número de entradas: 175
Aesiria se encuentra en la sala de administración de Keel. Una pequeña oficina, con una mesa y algunas sillas dispuestas para la recepción y trato de los ciudadanos. Se dirige a Lésfora y sin pedir turno, le entrega unas pequeñas insignias oscuras manchadas en sangre ya seca. Como ambos son sujetos de pocas palabras, la intendenta le da una pequeña bolsa llena de monedas. Aesiria las toma, da la espalda a su acompañante y se dispone a irse.
Justo en ese instante Lésfora cambia todo el peso de su pierna a la otra y mano en la cintura le suelta…
Lésfora: Deberías quedarte a vivir aquí. La gente como tú no la quieren en ningún otro lado, ¿Dónde se supone que vas a estar mejor?
Aesiria se gira y con cara de asombro responde: ¿Gente como yo?
Lésfora le muestra las insignias bañadas en sangre.
Aesiria: Es posible. Pero ya te conozco demasiado como para saber que me vas a pedir algo a cambio, aquí nada se da gratis. De qué se trata.
Lésfora: Bueno, podría mover algunos hilos para que consigas la ciudadanía de Keel. Sin embargo, no queremos a cualquier despojo borracho formando parte de esto así que deberías mostrar tu valía.
Aesiria con voz firme: Sigue.
Lésfora: Bien, existen algunos demonios merodeando por la isla. Al noreste de aquí, si sigues el camino, verás un enorme cráter. Ahí está el origen del mal. Acaba con esos hijos de Oskuro y muestra que puedes ser de utilidad para la ciudad. Luego, podemos hablar de lo otro.
Aesiria sale de las oficinas con aire dubitativo. Realmente… no tiene mucho interés en formar parte de la ciudad de Keel… le da completamente igual… pero… ¿demonios?, Demonios significa problemas. Y seamos claros… las mayores riquezas, suelen estar rodeadas de ellos.
Nuestra clériga sale por la puerta oeste de la ciudad, camina a través de la pesada nieve dejando un rastro de huellas fácilmente rastreable. Al llegar al cruce, se dirige al noreste. Una vez allí, observa un enorme cráter. Como si un meteorito gigante hubiera impactado resquebrajando la tierra, abriendo un orificio enorme lleno de pequeñas fisuras hasta el mismísimo infierno. El olor a azufre esta presente y la temperatura del lugar no es acorde a la época del año.
Aesiria se acerca a una de las fisuras y la observa. Total, oscuridad. No resulta un problema para una clériga del dios de las mentiras la Oscuridad en si…. Más bien lo que en ella se esconde. Posa su rostro tocando el suelo. Ni un sonido…
Saca un arpeo de la mochila y lo coloca, afianzándolo con cuidado. Luego suelta la cuerda y comprueba que esta llega al final. Luego, desciende por el arpeo lentamente.
La oscuridad la envuelve. Poco a poco, mientras desciende metro a metro, una tenue luz de color rojizo empieza a iluminar las paredes de tierra y roca negra, dándoles un toque granate. Al cabo de unos minutos, finalmente llega al final del arpeo y sus pies contactan con suelo firme. Con movimientos sutiles y escondida bajo la máscara de las mil mentiras, se agacha y observa a su alrededor. Luego, palpa las paredes como el que busca una entrada oculta. Aspira y huele el hedor de la roca. Desenvaina su Puñal espectral y se funde con las sombras como si fueran uno, embozada en su capa. El baile de sombras producido por las luces de aquel lugar juega con Aesiria. Esta camina sigilosa hacia alguna dirección, hasta encontrarse con un demonio Grakknar. Es una criatura demoníaca tan difícil de describir como mortífera.
Aesiria aprovecha que la criatura rebusca entre un cadáver de enano en avanzado estado de descomposición para saltar sobre ésta y atravesar su espalda, clavando su espina espectral hasta la empuñadura del demonio. Éste, sorprendido, se gira y arroja a nuestra protagonista violentamente contra la pared. Luego, con dos cortes rápidos y fugaces corta la carne del demonio… aunque no parece ser suficiente. La criatura del mal (Grakknar) desgarra las vestimentas de Aesiria produciéndole algunas heridas. Aesiria, en un giro equilibrado, corta a Grakknar con su Espina espectral, aunque este consigue esquivar los cortes mortales del Puñal Cristal de la clériga.
LA lucha es encarnizada, a vida o muerte. Las sombras de ambos se proyectan en la roca en un combate feroz sin tregua. Finalmente, el demonio cae abatido al suelo en un charco de sangre y su cuerpo se consume, dejando restos de cenizas y huesos calcinados.
Aesiria se sienta, se aparta ligeramente la máscara y respira. No quiere ni imaginarse qué criaturas deben aguardar aquel lugar. Sea como sea, el mal mora en ese cráter… y ella aún no está preparada para enfrentarse a aquello.
Una vez ha recuperado el aliento regresa a su arpeo, ahora algo herida. Trepa por él, lo recoge y se dirige a la posada de Keel. Siente vergüenza de regresar donde Lésfora con las manos vacías. Esta vez, aprendió una buena lección. Puedes ser buena, pero nunca la mejor.
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