Capítulo 2: El padre de Rubitz.

Rubitz.

Capítulo 2: El padre de Rubitz.

Nunca me atreví a preguntarle su nombre, nos conocíamos de hace años y aunque nunca destacó por su inteligencia, sabía hacer su trabajo mejor que nadie.

Si alguna vez, has visto un orco tan grande como éste, te insto a que mis ojos lo vean.

En realidad pertenece a una raza diferente, los Uruk-hai, creada antaño seguramente, fruto de la ambición de algún hechicero en aras de demostrar su poder.

Su misión es custodiar un almacén provisional del cual desconozco su propósito, lo que si sé, es que frecuentemente es visitado por los jinetes que patrullan por todo el cañón de Golthur, que tienen como propósito, informar de cualquier ataque o repelerlo si fuera posible.

Es por eso que, toda información que llegue al descomunal guardia que custodia el almacén, le es transmitida a estos jinetes, que montados en veloces huargos informan a sus superiores.

Desde éste puesto se puede divisar, con bastante antelación, como las huestes de Seldar o Eralie se dirigen hacia la ciudad de Golthur con fines hostiles.

Es, justo en este momento, en el que los tambores de Golthur se hacen patentes en toda la ciudad y sus alrededores, alertando a sus ciudadanos para defenderse de un ataque inminente.

Los tambores suenan cada vez más fuerte, a medida que los generales sitúan a sus tropas en los puntos estratégicos.

Se conoce que el único acceso conocido hasta el momento, que da a la ciudad de Golthur, pasa por un angosto sendero, aunque la antelación con la que se obtiene la información complica las labores de contención.

Es inevitable, en esta ocasión, las tropas de Dhara avanzan contra la fortaleza, a la cabeza van los jinetes montados en sus respectivos Injhan , protegidos con armaduras dignas de las mejores monturas.

Por detrás se sitúa un ejército de caballeros a pie, que portan enormes estandartes que enardecen el valor de todo devoto a Seldar.

Desconozco si sus rastreadores han avistado ya nuestras defensas, pues no han sido localizados aun.

Nuestro ejército se prepara para la batalla, dos formaciones salen de sendas puertas de la ciudad, con el objetivo de cubrir las dos entradas, a la espera de conocer más datos de los jinetes que patrullan el Erial.

En primera linea de batalla y montados sobre veloces huargos, se encuentran los comandantes de cada formación.

El frente lo componen los soldados más valientes.

Le siguen una horda de fornidos empaladores, que amenazan con desprender la carne del hueso de sus victimas con sus afiladas y largas cimitarras.

En la zona central se encuentran los tiradores, armados de arcos de gran alcance y justo detrás se sitúan las fuerzas que dominan los vientos del éter y el más allá, que carentes de fuertes armaduras, no resistirían un ataque en primera línea.

Desde esta última fila relato mis memorias, mi nombre es Okbe, padre de un hijo y esposo de una mujer, que no ha sido capaz de revelar a su familia su verdadera vocación.

He tenido que hacer muchas cosas de las que no estoy orgulloso, si esa gente supiera que tengo familia, mis acciones pasadas caerían sobre ellos como un martillo aplasta un clavo.

Nunca me perdonaría que mis errores les condenaran a ellos.

Toda mi vida he sido un soldado a ojos de Zigba, y deberá seguir siendo así.

Cuando Gurthang te bendice con un don, no te pregunta si estás preparado para ello.

Simplemente un día, sabes que serás un chamán, que adquirirás la capacidad de ver como millones de almas sufren por toda la eternidad, condenadas a vagar en los diferentes planos.

Jamás podría convivir con ello sabiendo que mi familia dejase asuntos por resolver, en uno de esos confines.

En fin…

Es la hora, se acercan, ya están aquí, no permitiremos que una raza inferior reclame nuestras tierras…

—¡Por Gurthang!, Ancareks!, ¡Uh Ha!

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