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Rubitz
Capítulo 7: Una solución desesperada.
Faltan tan sólo dos días, la promesa de un ser que no alberga la palabra piedad en su vocabulario no será olvidada pasado ese tiempo.
Okbe despierta al alba, lamentándose de un intenso dolor de cabeza. Las penas apaciguadas la noche anterior tras la ingesta de alcohol hoy se convierten en una nueva pesadilla difícil de evitar.
La única realidad que el kobold estaba dispuesto a aceptar era que no cumpliría las órdenes de Su Maligna Señoría.
Cómo haría para evitar la fatalidad…
Esa es la gran incógnita que Okbe tendría que despejar.
Mentiría si dijera que no le preocupaba su vida, pero su mayor temor era que sus actos se vieran reflejados en el porvenir de su familia, quería con locura a su mujer y adoraba a su cachorro.
El kobold se detiene ante una charca, se lava la cara e intenta despejarse. Busca un lugar tranquilo y se dispone a meditar en busca de paz interior que le ayude a resolver el conflicto.
Carente de resultados, Obke acude a los aposentos de Kurkur, un anciano y raquítico chamán que alberga grandes conocimientos.
—Me encomiendo a tu gran sabiduría, sabio anciano.
—¿Qué te trae por mi humilde morada?—Pregunta Kurkur mientras se atusa el bigote.
—Tengo un problema al que no encuentro solución, pues me encuentro entre la espada y la pared, quizás el consejo de un viejo sabio pueda serme de utilidad.
El anciano deja de lado lo que estaba haciendo y se dirige hacia su invitado.
—Te escucho con atención…
Okbe expone al anciano su problema.
Kurkur se atusa de nuevo el bigote pensativo tras escuchar las palabras del kobold.
—Creo que tengo una solución, pero no se si va a gustarte… Si no he entendido mal… ¿Sacrificarías tu vida por la de un amigo? Sería un acto muy noble…
—No exactamente, sacrificaría mi vida para no traicionar mis principios y para que mis acciones no recaigan en mi hijo, que tiene toda una vida por delante.
—No me gustaría estar en tu pellejo… Pero si lo que quieres es proteger a tu cachorro… Existe un objeto, según cuentan antiguos escritos. Lo creó un poderoso chamán con el fin de albergar en él los espíritus arrancados de sus enemigos mediante magia divina. ¿Con qué finalidad? Pues no lo sé. Pero se me ocurre una forma en la que puedes proteger por siempre a tu hijo.
Okbe asiente mientras escucha las sabias palabras que salen del hocico de Kurkur.
—Como te contaba… ¿Y si en vez de un objeto, se pudiese albergar un espíritu en una runa? Pregunta el anciano con entusiasmo.
—Creo que se lo que quieres decir, jamás hubiera pensado que eso fuera posible.
—Ni yo tampoco, pero de ser posible, aquel que posea la runa inscrita, tendría la capacidad de atraer al espíritu en su favor. Eso sí, el precio que tendrás que pagar, será la muerte en el plano material.
—Me he quedado sin opciones, en dos días habré muerto igualmente y mi alma quedará exenta de voluntad para ser condenada ardiendo durante toda la eternidad, creo que de ser posible, me quedo con tu solución.
—Existe otra opción, el exilio…
—¿Y ser un proscrito? ¡Antes muerto que abandonar mi tierra y ser perseguido por toda mi existencia!—Exclama Okbe exaltado.
—Entonces ve a ver a Vuur, dile que te he enviado yo y que has estado en el plano de la llanura, él lo entenderá y podrás preguntarle sobre el objeto del que te he hablado. Se cuidadoso con tus palabras, cualquier recuerdo que avive su pasado podría frustrar tus posibilidades de éxito.
Okbe se despide de kurkur con una gentil reverencia y se dispone a emprender su viaje hacia Golthur, donde espera encontrar al ser del que le ha hablado y hallar la forma de llevar a cabo las indicaciones del viejo chamán.
Con la finalidad de perder el mínimo tiempo posible, el kobold se hace con un veloz huargo y en pocos minutos se planta en frente de un enorme monolito, allí, frente a la gigantesca piedra, se encontraba Vuur.
Okbe siguiendo las indicaciones que le habían dado, intentó explicarle sus intenciones.
El anciano orco apoyado en su particular bastón, aceptó con entusiasmo la conversación.
—Entiendo pequeño kobold, conozco el objeto del que me hablas, te encuentras ante su creador. Pero mis dominios acaban ahí, lo que pretendes tiene que ver con la magia arcana, y Gurthang sabe que no es el don que se me ha concedido. Aunque… Creo que sé quien nos podría ayudar. ¿Alguna vez has estado en el cuarto nivel de la fortaleza?
Okbe niega con la cabeza lentamente.
—Allí habitan los arcanos de la magia, deseosos de descubrir nuevas formas de poder. Si les expones lo que me has contado, quizás despierten su curiosidad y nos ayuden a llevar a cabo nuestro propósito. Voy a entregarte éste salvoconducto, o el Principal que protege la entrada no te dejará ni que te acerques a ellos. Apresúrate y pregunta por el Arcano de las Runas, si accede a tu propuesta, házmelo saber y trabajaremos juntos en este cometido.
Okbe se dirige al cuarto nivel de la fortaleza, allí un corpulento orco custodia la entrada, antes de que el kobold pueda entregarle el salvoconducto es empujado con tal fuerza que se da tremendo golpe contra la pared.
—¡A no ser que quieras morir quédate donde estás! Éste no es lugar para una rata insignificante como tú.
Okbe se levanta como puede y saca a relucir el salvoconducto. El Principal, que lo arranca de sus manos con pavorosa rapidez, intenta leerlo pero no tiene ni la más remota idea de lo que pone en el papiro.
—¡Vamos a ver! Por lo que leo aquí, Angra te reclama para satisfacer las necesidades de su harén… No seré yo quien lo impida…
El orco que custodia el cuarto nivel abre las puertas y deja pasar al kobold que queda atónito ante la abrumadora inteligencia del protector de la entrada.
Ante la mirada inquisidora de los empaladores arcanos que protegen los pasillos de intrusos, Okbe se apresura a encontrar al Arcano especialista en las runas, que finalmente consigue y accede a ayudar al kobold, pues como había pronunciado Vuur, estos seres son devoradores del conocimiento con el único fin de alimentar su poder.
Ahora solo quedaría hallar la forma de llevar a su hijo de forma discreta y culminar así el plan.
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