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    • fyrate
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      Las hojas del bosque se movían con el viento.
      El trino de las aves taladraban el ambiente.
      —Eyrhien…
      Levanté mi mirada.
      —Szeks…
      —Me enteré de todo, ya se por que sufres tanto en este bosque.
      Bajé mi cabeza.

      —Szeks… no quiero hablar de esto…
      —Eyrhien…
      —Tu me ayudaste en su tiempo, y yo te ayudaré a ti.
      Negué con mi cabeza.
      —Solo quiero que el bosque deje de sufrir Szeks.
      —Quiero que sea un lugar donde una persona como tu pueda venir a disfrutar de el hermoso paisaje que te ofrece.
      —No hay un paisaje hermoso Eyrhien, no hay nada hermoso en este lugar.
      —El lo volvió un teatro donde cualquier aventurero se convierte en su marioneta.
      —Y lo sabes muy bien.
      —Szeks sabes por que no pedí más ayuda?.
      Negó con la cabeza.
      —La vez que pedí ayuda alguien más terminó en sus garras.
      —Alguien más se volvió su títere de hueso.
      Me interrumpió.
      —Eyrhien hice la investigación necesaria, pero para terminarla necesito tu ayuda.
      —Me falta la parte de un basilisco, un basilisco que mora en este lugar.
      —Si obtenemos ese ojo podremos formar la pieza de pirámide que hace falta.
      —Y entrar a ese lugar, a que puedas vengarte, a que puedas desquitarte, quitarte toda esa ira que te inunda por dentro.
      Por dentro la euforia de ir me atacaba, pero por otro el miedo de perder un aliado más estaba muy alta.
      Me reincorporé y asentí con mi cabeza.
      —se mi guía hacia el basilisco.
      —Y intentemos devolverle al bosque esa vida que tiene cuando la luz del sol quema toda la maldad nocturna.
      Szeks esbozaba una sonrisa.
      Vamos dijo mientras le hacía un gesto a un ancestro que se encontraba escondido.
      —Aprovechamos la luz del sol, y la compañía de las bestias para cruzar todo el bosque.
      Llegamos a la orilla de un río, y un enorme hueco se encontraba escondido por hierbajos y huesos.
      —¡Aquí está, aquí está!
      Un hedor horrible nos aturdió por segundos cuando apartamos los hierbajos y los huecos roídos de la entrada.
      Al apartar todo lo que cubría la entrada un enorme túnel se encontraba ante nosotros.
      El pequeño resplandor solar formaba sombras adentro del túnel haciendo que todo en ese lugar parezca peor aún si cave.
      Tras un momento de pensarlo nos adentramos a paso lento hacia la profundidad del túnel.
      Huecos y huesos adornaban el túnel, y las gotas de agua que llegaban del techo dejaba al reflejo pequeñas alimañas que roían cadáveres y cadáveres de distintas razas de Eirea.
      Un sonido horroroso nos alarmó.
      —Ahí está Eyrhien.
      Asentí con mi cabeza.
      —Dejame mirarlo un segundo.
      Szeks asintió mientras se dejaba a la vista el cansancio y la falta de aire que lo azotaba.
      Entré sigilosamente al cubil de la criatura y ahí estaba.
      Un imponente reptiloide de ocho patas, acabadas en feroces garras, y más de dos metros de largo. Posee una larga y gruesa cola que mueve con facilidad y potencia. Sus movimientos
      son lentos, pero precisos. Su piel escamosa de un marrón apagado, deslucido, que se convierte en amarillento en el vientre, esta cubierta a lo largo del lomo por gruesos pelos
      óseos. Su cabeza, similar a la de un cocodrilo, tiene un par de amplios ojos, y unas mandíbulas muy desarrolladas equipadas con unos afilados dientes. De la parte frontal de estas
      mandíbulas surge un pequeño cuerno curvo, mientras que de la parte inferior le nace una preciosa mata de pelo semejante a la perilla de algunos humanos.
      Una gota de sudor calló al suelo, y la bestia se percató de eso, con ferocidad empezó a moverse y a provocar que el túnel empezara a desmoronarse por algunos lados.
      ¿Los nervios me iban a ganar?, probablemente, pero no podía darme el lujo de dejar ir esa oportunidad, cada vez estaba más cerca de tener cara a cara al causante de la locura de Drazzar.
      Me aferré a la empuñadura de mi florete y con sadismo se lo enterré en su lomo.
      El rugido que la bestia soltó provocó que una piedra caiga en mi espalda, dejándome fuera de combate por un segundo, un segundo que fue perfecto para que la bestia me vuele al otro lado de la cueva.
      Szeks estaba en ese lugar sentado, y al ver lo sucedido se reincorporó con velocidad.
      Los cánticos de Szeks retumbaban en el túnel haciendo que todo parezca un sueño.
      —Estás bien?.
      Asentí con la cabeza.
      —Un pequeño golpe, un pequeño golpe…
      Con pequeños esfuerzos me levanté del suelo, y volví a donde estaba la bestia.
      Otra vez con sigilo me acerqué a el y con un veloz movimiento de muñeca castigué la boca de la bestia con el sable que Drazzar me había dado.
      Aprovechando el despiste de la criatura le enterré mi florete en su ojo izquierdo, haciendo saltar sangre y chillidos a la bestia.
      Mi respiración estaba demasiado acelerada, mis músculos totalmente entumecidos, y la criatura en el suelo, sumergida en su propia sangre.
      Saqué de mi bolsillo un pequeño puñal, y con el poco aliento que me quedaba le arranqué el ojo que había descolgado de su cuenca.
      Otra vez esa sensación volvía a mi cuerpo, otra vez estaba tan cerca de encontrar a Velzhar.
      —¡Szeks!
      —¡Ven ya pude derrotarlo, o eso creo!…
      Szeks se acercó y tras unos cánticos hizo que mi cuerpo recupere la movilidad que tenía.
      —Bien Eyrhien, ahora tenemos que ir a la pirámide, y y podré saldar la deuda que tengo con tigo.
      Negué con la cabeza.
      Szeks no tienes ninguna deuda con migo, pero aún a si, si me ayudas a derrotar el mal que mora este bosque, yo y Drazzar…
      U calor se apoderaba de mi cuerpo.
      Mis ojos empezaban a brillar.
      Lágrimas se deslizaban por mis mejillas.
      —Te agradeceremos.
      Szeks me contemplaba, contemplaba ver caer mis lágrimas.
      —Lo mejor Eyhr será volver mañana a hacer eso.
      Asentí mi cabeza, mientras secaba mis lágrimas con mi capa.
      El viaje de vuelta a la ciudad fue muy silencioso, ambos estábamos concentrado en un solo objetivo.

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