Inicio Foros Historias y gestas Collar de dientes de Dragón

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      Ghyrduana y Rhomdur se han dejado convencer para ser teletransportados hasta la más alta torre de la más alta fortaleza del malvado Dragón negro… Mergandeviniaser. Sea como sea, un viejo mago semi-elfo se ofreció a llevarlos gratuitamente a cambio de alguno de los tesoros que pudieran encontrar en aquella morada así que… ya sabemos cómo funcionan estas cosas.

      Una vez reunidos todos en la fortaleza de los héroes de Takome, el mago semi-elfo empieza a formular el ritual de teleportación. Ghyrduana nota como sus pelos se erizan y la gravedad cambia. Todo empieza a fluir hacia arriba, como sumergida en pleno mar, no son sus pies ahora la que la sostienen… Rhomdur, ya acostumbrado a dichos viajes, permanece inmóvil con el rostro hecho piedra, firme. Ghyrduana apreta su martillo fuertemente y ve como todo empieza a girar a su alrededor, deformando el espacio-tiempo.

      De pronto, sendos héroes aparecen en la más alta torre de la fortaleza de Golthur. Todos inmóviles. Hasta que Ghyrduana se arrodilla y echa hasta la última papilla comida aquel día.

      Una vez compuestos, Rhomdur desenfunda su Martillo del Trueno y dice dirigiéndose al resto:

      Rhomdur: El plan es sencillo. Ahí dentro, en ese cubil, hay un dragón. El dragón pega muy fuerte y hace mucho daño. Así que, tenemos que matarlo antes no nos mate a nosotros.

      Ghyrduana: Parece tener sentido.

      Rhomdur: El dragón ha nacido, entonces… todo lo que nace, puede morir. Luego, es mortal.

      Ghyrduana siente.

      Rhomdur: Si es mortal, podemos matarlo, ¿no?

      Ghyrduana: Correcto.

      Rhomdur: Y para matarlo, tenemos que golpearle hasta que muera, ¿sí?

      Ghyrduana: Parece cierto.

      Rhomdur: Pues no se diga más, yo entraré… tu oirás ruidos de pelea… me vas curando con enlace vital, ¿sí?

      Ghyrduana asiente.

      Dicho esto, nuestro heorico enano aprieta firme su martillo y se lanza hacia el cubil del dragón negro. Poco segundos después se oye un rugido y ruidos de pelea de metales impactando contra metales. Gritos, arañazos, algún cubo rodando…

      Minutos más tarde Rhomdur aparece de nuevo sangrando, con un ojo morado, un par de dientes menos y la barba desaliñada. Ghyrduana, formula un hechizo de curación y como si se retrocediera en el tiempo, sus heridas sanan y el campeón vuelve a adoptar la apariencia de un inmaculado guerrero dispuesto a todo.

      Poco después el enano volvió a entrar y se repitió la escena. Gritos, salpicaduras de sangre, gruñidos, choques metálicos….

      Rhomdur volvió a aparecer por la entrada con la coraza magullada, los pantalones bajados, el ojo morado, quemaduras y un tremendo corte en el brazo. Sin dientes, esta vez…

      Rhomdur: Bien, Efte bicho ef máf duro de lo que parefe. Entraremof lof dof. Tirate ángelef y… cúrame lo mejor que puedaf, ¿vale?

      Ghyrduana realizó rituales eclesiásticos sanando todas las heridas de RHomdur, del mismo modo que hizo anteriormente.

      Ghyrduana formuló hechizos sagrados y varios ángeles aparecieron a su alrededor protegiéndola de cualquier peligro. Se bendijo a si misma, lanzó un rezo a Eralie y junto a Rhomdur, saltaron hacia el interior del cubil.

      (Descripción en presente)

      Una vez allí… Ghyrduana queda paralizada por la impresionante figura de esa masa negruzca y alada del dragón. Una enorme y colosal pieza metálica de ojos ardientes y fauces agresivas lo mira. Sí, es cierto… le falta algún diente, tiene un ojo morado y magulladuras por todo el cuerpo… pero nuestra heroína queda petrificada ante tal imagen.

      Rhomdur le da una colleja a Ghyrdana y le dice: ¡Espavila coño!

      Ghyrduana empieza a formular cantos sagrados, arroja su cántaro de Eralie y unas aguas sanadoras se arremolinan alrededor de nuestros héroes. Mientras tanto, Rhomdur se encara con el Dragón y le propina un tremendo mazazo en toda la cabeza, haciendo que la criatura observe con sus ojos hacia direcciones opuestas y su lengua salga de su boca. Un escupitajo de fuego se le escapa ante tal ostión y abrasa a Rhomdur, el cual remata su faena, con un tremendo puñetazo que le hace saltar un diente al dragón. Este da un par de pasos hacia atrás… se tambalea y finalmente, cae muerto.

      El viejo semi-elfo aparece de la nada frotándose las manos con cara de pervertido y recoge unos cuantos pergaminos mágicos del cuerpo de la criatura. Rhomdur y Ghyrduana, recogen algunos pequeños artefactos.

      Rhomdur: ¡Bah! Tanto tesoro… y solo nos ha dado que morralla… no es la leyenda como lo cuentan.

      Ghyrduana: Ya lo puedes decir. ¡Oye! ¿Y si aprovechamos y bajamos a los niveles inferiores a partirle la cara a unos cuantos orcos?

      La cara de amargura de Rhomdur cambió por una sonrisa de loco fanático y ambos héroes descendieron la torre apresurados. Ruidos de pelea, cascos, metales y algún cubo rodando fue lo último que oyó el viejo semi-elfo antes de abandonar la estancia.

    • Anónimo
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      Ficción Purpura (Parte 2, de cómo matar un Dragón).

      Ghyrduana y Durgan discuten sobre banalidades en la posada de Kheleb Dhum, cerveza en mano, una tarde cualquiera de cierto día del mes de Oagk que tampoco interesa a nadie.

      Ghyrduana: ¿Sabes como le llaman al jabalí asado en Takome…?

      Durgan: ¿Cómo?.

      Ghyrduana: Gran Cerdo rostizado.

      Durgan: ¿Gran cerdo a rostizado…? (Sonríe), ¿y eso…?

      Ghyrduana: ¡Tío no tienen ni idea de cómo es un jabalí enorme asado… en Thorin solo hay que ciervos y alimañas, y no las cocinan, por culpa de esos malditos druidas protectores de la naturaleza! Y, además, los jabalíes de allí son más pequeños…

      Durgan asiente sonriendo. Gran cerdo rostizado… suena bien, jeje.

      Ghyrduana: Sabes… la diferencia entre Takome y Kheleb son… pequeñas diferencias.

      Durgan: ¿A qué te refieres?

      Ghyrduana: Ellos tienen lo mismo que en Kheleb, comen la misma comida, pero… el costillar de cerdo, créeme… lo bañan en “salsa de arándanos con hidromiel”…

      Durgan: ¿En serio?

      Ghyrduana: Sí socio, lo vi hacerlo… bañan la carne en esa mierda… y, ¿sabes qué…? En paso de héroes, no puedes entrar con una cerveza. Ni tan siquiera con una de esas pequeñas en una jarra de madera… nada de eso.

      Durgan: ¡Joder socia…, no me quedaría a vivir aquí ni de broma!… ¿Y cómo le llaman al ciervo cocido?

      Ghyrduana: El ciervo cocido… es ciervo cocido, es igual.

      Durgan: ¿También lo bañan en hidromiel…?

      Ghyrduana: No lo sé, nunca me quedé a comer en una posada de Takome.

      Durgan golpea la mesa firme (señal de haber terminado) y con voz firme dice: ¡Vamos a matar un dragón!

      Ghyrduana: ¿Ahora?

      Durgan: Sí, ahora.

      Ghyrduana asiente. Se ajusta su armadura de mithril, empuña su báculo y ambos héroes se disponen a caminar hasta la senda de Ucho, a pocas millas de allí. Una vez en el claro del bosque, se dirigen al noreste y allí usan sus respectivos yelmos de Roc para ascender a un saliente que comunica con unas cavernas sombrías y sofocantes. El olor a Magma y a tierra quemada se hace notar.

      Ambos héroes se dirigen al sur de una sinuosa senda entre las rocas, hasta llegar a un pequeño precipicio donde no existe aparente salida.

      Durgan: Sabes, conoces a… ¿Rhuzkul, el caudillo de Golthur?

      Ghyrduana: Sí, ¿qué le ocurre?

      Durgan: tengo entendido que el otro día arrojó a un orco desde lo alto de la torre de Mergan. El pobre desgraciado sobrevivió… pero ahora tiene una parálisis facial y cojera. Atravesó el techo del segundo nivel.

      Ghyrduana: Me pregunto qué haría para cabrearlo tanto.

      Durgan: Dicen que Ruzkhul lo obligó a hacerle un masaje en sus callosos y duros pies.. y que le hizo cosquillas. En parte, se lo tiene merecido, no siento ninguna lástima por esa escoria orca.

      Ghyrduana: Sí. ¿No crees que arrojar un orco desde una torre por no saber hacer un masaje al caudillo es exagerado? A estos orcos se les va la cabeza…

      Durgan: No, no lo es. Rhuzkur pidió un masaje, y el orco no lo hizo bien, pero… allí es distinto, allí no hacer bien tu trabajo puede significar la muerte, a eso me refiero.

      Ghyrduana: Oh vamos, ¿es que acaso uno nace sabiendo hacer masajes en los pies?, ¿Esos orcos han asistido a eventos en Veleiron para aprender esas chorradas?, eso es Cosa de semi-elfos y de doncellas frágiles y afeminadas, ¿qué esperaba…?

      Ambos héroes miran hacia el precipicio. Durgan observa el cielo y dice… “No es la hora, esperemos un poco”.

      Durgan: A lo que me refiero es… que no lo hizo bien, da igual, Rhuzkur tampoco es un erudito en esos temas… pero no le gustaría, eso es suficiente. ¿Tú sabes dar masajes en los pies, Ghyrduana?

      Ghyrduana: Oh vamos, por favor… he perfeccionado tanto mi técnica que apenas se nota.

      Durgan: Te importaría… ¿darme uno?

      Ghyrduana: Vete al infierno.

      Durgan: es la hora, vamos.

      Ambos héroes saltan hacia el vacío y a pocos metros, caen ante la guardia de Lish, el terrible dragón rojo. Ghyrduana se dirige hacia una grieta entre las rocas y allí aguarda mientras sana las heridas de Durgan, el cual combate ferozmente contra el dragón a vida o muerte.

      Durgan golpea al dragón con su hacha, rajándole un brazo completamente.

      Ghyrduana exclama desde las rocas: ¡Sabes, creo que… no quiero justificar lo que Ruz hizo, me da igual!, pero… ¿por un masaje?, no me lo creo, habría algo más.

      Durgan golpea firmemente a Lish en su mandíbula, dejándola desorientada viendo las estrellas. Luego, recoge su hacha hacia la altura de su espalda, y gritando a la vez que balancea su arma ascendente en un tremendo tajo, grita…

      “Un masaje es un masaje, ¡significa mucho!”, mientras raja la cabeza del dragón. Chispas salen de su Hacha al penetrar la dura piel escamosa de la bestia.

      Segundos después, Lish parece haber recuperado la consciencia, respira con dificultad y se debate entre la vida y la muerte.

      Durgan exclama: Lish, tengo un pasaje memorizado para ti!. ¡El camino del enano recto está plagado por la incertidumbre de los Duergars malvados!

      Durgan asesta un tremendo golpe con la base de su hacha a Lish, dejándola aturdida de nuevo. La cabeza del dragón impacta contra la pared.

      Durgan: ¡Yo soy Durgan! ¡Y sabrás que soy tu ejecutor, cuando la furia del enano caiga sobre ti!

      Estas fueron las últimas palabras del enano antes de asestar una embestida y un tremendo corte horizontal sobre el pescuezo del dragón, el cual cayó en un charco de sangre completamente muerto.

      Ghyrduana salió de su grieta, miró el cadáver y esperó a que Durgan recuperara el aliento. Luego de asegurar la muerte de la criatura, entraron en el cubil. Ghyrduana lo abrió y los tesoros de dentro se reflejaron en su rostro.

      Durgan: ¿Estamos contentos…?

      Ghyrduana observa los tesoros anonadada.

      Durgan: ¿Ghyrduana… estamos contentos?

      Ghyrduana: Sí, estamos contentos. Ya lo creo.

      Sendos héroes recogieron los tesoros, salieron de aquel cubil usando sus respectivos yelmos, y regresaron a Kheleb, a reunirse con el mayor Rhomdur.

       

      Y así fue como sendos enanos acabaron con Lish aquel día. ¡Quién lo diría!

       

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