Inicio › Foros › Historias y gestas › Continuación de la mudanza de la Familia Belegarth
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Desde el día en que recibió la misiva de Arkhram, Dauzzy no pudo dejar de pasearse nerviosa por su hogar. Cavilaba una y otra vez en como podría reunir la cantidad monetaria que le solicitaba el general de la guardia de Anduar, al mismo tiempo, que mentalmente empaquetaba las pertenencias familiares y organizaba el traslado de sus enseres.
No iba a ser sencillo. Estaba sola desde hacía algún tiempo, ya que los miembros de su familia, como buenos exploradores que eran y haciendo honor al nombre de su familia, estaban en paradero desconocido, explorando nuevas tierras y desentrañando misterios.
Las expediciones no resultaban baratas. Ella misma lo sabía bien, pues en el último año había estado prácticamente tres estaciones completas fuera de su hogar y entre equipos, alimentos y ocasionales gastos para pagar a informantes, había vuelto prácticamente arruinada a casa. Por este motivo, la economía familiar no era muy boyante y Dauzzy debía pensar algo para reunir lo antes posible la cantidad solicitada.
Dauzzy salió de su cabaña y dirigió su mirada a la copa de los árboles. El sol se filtraba entre las ramas deslumbrándola, por lo que probó a hacer una llamada gorjeando suavemente, pero ningún pájaro acudió a su llamada. Entró de nuevo en la cabaña y se dejó caer en el sillón más cercano resoplando.
Solo habían pasado dos semanas desde que habló con el Gran Druida de Thorin, el cual le comunicó que si bien no les estaban echando de su territorio, si quería informarle de la hostilidad y nerviosismo que los ciudadanos de Thorin estaban manifestándole al respecto de su presencia entre ellos.
Esa misma tarde, escribió dos cartas por cada miembro de su familia, las cuales envió a través de pájaros, como era costumbre entre los Belegarth, pero también las envió a través de las ardillas, menos fiables que los pájaros, pero que en algunas ocasiones también les habían dado buenos resultados.
Aquella noche partió a la gruta, por el sendero hacia las montañas, más allá del túmulo de las arañas infectadas. Cuando llegó ante el sencillo altar de Ralder, se arrodilló y exhausta y entristecida, apoyó su frente en el bloque de piedra. Desde que había dejado Takome en su más tierna infancia y fue acogida entre los Nyathor, Thorin había sido su hogar. Para ella, aquellos bosques no estaban ligados a Eralie, por lo que cuando conoció la verdadera fe a través de Naphra y su Gargante portador, aquel seguía siendo su verdadero hogar.
Pronto empezó a hacer efecto en ella aquel lugar, tal y como siempre le había pasado. Su cuerpo se revitalizó y sintió como su alma se sosegaba al tiempo que cada nervio de su cuerpo se tensaba por un deleite primitivo.
Dauzzy alzó bruscamente la cabeza, con todos sus sentidos a flor de piel y fijando la mirada en la punta más alejada del saliente de la cueva, se puso en pie y con movimientos pausados alzó sus brazos a la noche estrellada.
Argan estaba completamente llena y resplandeciente y Velian en cuarto menguante. Es el momento, pensó, mientras en su cara se dibujaba una sugerente sonrisa.
Bajó lentamente los brazos y con movimientos lentos y pausados de las manos, comenzó a despojarse de sus ropas, una a una. Se desató con presteza las botas de piel de dragón negro, que arrojó lejos de ella con dos certeros movimientos de sus piernas. Al momento el cinturón le hacía compañía a las botas.
Dejó junto a ella, apoyada en el altar de piedra, su mochila y armas, pues Dauzzy nunca se alejaba demasiado de ninguna de estas cosas. Después, uno a uno, fue sacándose por la cabeza, los amuletos que la protegían y tras acercarlos levemente a sus carnosos labios, los colocó con cuidado sobre el altar.
Se desprendió entonces de su piel de Balrog, descubriendo sus firmes pechos. Sus rosados pezones, se endurecieron en cuanto sintieron la brisa de la noche.
Dauzzy deslizó suavemente las manos sobre su torso, acariciando su piel que poco a poco iba perdiendo la tibieza de sus ropajes. Mientras murmuraba una letanía a Ralder, comenzó a dibujar con la yema de sus dedos, semicírculos descendentes que bajaron más allá de su ombligo y se enredaron en sus pantalones, los cuales dejó caer lentamente, deslizándolos por las caderas mientras los murmullos subían de intensidad.
Centímetro a centímetro, fue quedando expuesta toda la piel, hasta rebelarse unas largas y torneadas piernas, coronadas por un valle de rojizos rizos.
Una vez liberada de artificios, Dauzzy se dirigió al extremo más alejado del saliente y dejando caer levemente la cabeza hacia atrás, separó sus piernas y extendió sus brazos, ofreciendo a la luz de Argan su cuerpo completamente desnudo. Dauzzy cerró los ojos y la luz la iluminó como si de un relámpago se tratara. El bosque a los pies del risco enmudeció por unos instantes y una brisa empezó a remolinarse a su alrededor, enredando sus rizos y colándose por todos los recovecos de su piel. La druida podía sentir como el viento la acariciaba ahora con suavidad, ahora con fiereza, estimulando las zonas más sensibles de su cuerpo.
Dauzzy comenzó a perseguir las ráfagas de aire con sus manos y dedos, pero y aunque el cosquilleo la recorría todo el cuerpo, no lo sentía como suficiente. Quería alcanzar el más alto éxtasis. de entre sus labios se escapó un gemido suplicante a Naphra. Al momento, el risco se llenó de plantas que comenzaron a trepar, enredándose sinuosamente por sus piernas y ascendiendo rápidamente por ellas.
Cuando las plantas comenzaron a ceñirse alrededor de sus muslos, se percató de que sus piernas estaban inmovilizadas, pero lejos de asustarse, acomodó el peso de su cuerpo sobre ellas y se dejó llevar por la sensación envolvente. Sabía que el éxtasis estaba cerca y se humedeció los labios con la lengua anticipándose de deseo.
Pero entonces algo perturbó las corrientes haciéndola tensarse y poner en alerta todos sus sentidos. Dauzzy abrió los ojos verdes, moteados por manchas de un verde más intenso y brillante y rápidamente vio lo que había ocasionado la perturbación. Shihon estaba a pocos pasos frente a ella y la observaba fijamente, clavando sus pupilas azules en todo su ser.
Durante unos instantes, el follaje, el viento y los sonidos de la caverna y el bosque se detuvieron. Dauzzy escuchaba sus latidos atronándole en los oídos. Entonces vio como Shihon alzaba muy lentamente sus brazos y primero uno y después otro, perdieron sus mutaciones y se transformaron en los brazos musculosos de un hombre. Observó este por un instante maravillado sus propias manos grandes y fuertes. Entonces salió de su ensimismamiento y clavando de nuevo en ella la mirada, dibujó una sonrisa lobuna.
como si hubieran estado esperando su permiso, el viento volvió a activarse perezosamente alrededor de Dauzzy. Las plantas se estremecieron y comenzaron a deslizarse hacia él, entretejiéndose en una tupida alfombra vegetal al tiempo que se aflojaban de las piernas de ella y se enrollaban ligeramente en sus muñecas tirando de ella hacia atrás. En seguida comprendió que debía tumbarse en el risco, sobre la alfombra vegetal y eso hizo, lentamente se dejó llevar por las plantas, que la recostaron con la actitud sumisa de la entrega.
Los sonidos del bosque ensordecieron aquella noche a los oídos de los pobres aventureros que se encontraban en el y sus alrededores. Era como si los animales del bosque hubieran enloquecido. Los depredadores cazaban sin cuartel a toda aquella criatura que no estaba apareándose en su madriguera. Las plantas y los árboles parecían tener movimiento y hasta algunos dijeron que era como si emitieran vibraciones que enloquecían a los insectos que zumbaban sin rumbo ni dirección. Pero lo que más sorprendió a aquellos valientes que se atrevieron a acercarse al claro de Thorin, fueron los sonidos guturales queparecían provenir de la cueva de la Garra, que parecían hacer estremecerse a la misma tierra.
Continuará…
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