Inicio › Foros › Historias y gestas › Continuación de la mudanza de la familia Belegarth II
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A la mañana siguiente Dauzzy se despertó tendida en la cueva, frente al altar. A pesar de que el suelo era de roca viva, jamás se había sentido mejor ni más llena de vida. Era como si hubiera rejuvenecido al menos cinco años.
Se estiró perezosamente y observó cuanto había a su alrededor sabiendo de antemano que se encontraba sola. El aspecto de la cueva había vuelto a su ser y la única señal de la presencia de Shihon, unas horas antes en la estancia, estaban en ella.
Poco a poco, fue recogiendo una por una todas sus prendas y pertenencias, mientras canturreaba una vieja balada que escuchó en una ocasión de niña, a un extraño bardo de pelo tan azul, como azul tenía los ojos. -Había un oso, había un oso. Era grande y espantoso.
De este ánimo, fue bajando de la cueva con presteza, poniendo un pie aquí y otro allá, casi sin pensar en lo que hacía, pese a lo complicado del descenso. Su mente estaba muy lejos. En otras tierras… En otros tiempos… Y sobre todo en un hombre. Para ser más concretos, en un semi-drow que había conocido hacía ya muchas lunas y en el que no había vuelto a pensar, pese a ser un punto de inflexión en su historia personal.
Ahora pensaba en él, pues se le había rebelado mientras soñaba, la solución a sus problemas monetarios. Y es que fue este peligroso explorador, quien le contó la historia que podría ayudarla. Bajo un cielo estrellado, en una tundra gélida que les hacía acercarse a las llamas de su fogata, tanto como sus cuerpos buscaban el calor del otro, aunque después, ninguno confesaría haberlo buscado. El semi-drow le relató la historia del pueblo tritón y de como su reina había sido apresada.
Ella tenía una clara idea de donde podría hayar al rey tritón, por las referencias que fue narrándole en la historia, ya que el joven semi-drow, se negó de plano a indicarle donde se ubicaba. No la consideraba preparada para afrontar semejante aventura y mucho menos en aquella peligrosa isla. No solo peligrosa por sus bajas temperaturas, sino por toda clase de alimañas y demonios que la habitaban.
Dauzzy acató los deseos del explorador y permaneció con él, todo el tiempo que le fue posible, aprendiendo a moverse por aquellas tierras inhóspitas. Y se habría quedado aun más, de hecho dudaba mucho que no hubiera seguido allí aun ahora, pues tal era el poder y la fascinación que ejercía el joven sobre ella. Pero tubo que partir rauda, cuando una mañana al despertar acurrucada junto al cálido cuerpo del joven, vio como un cuervo picoteaba a la entrada de la gruta que habían utilizado aquella noche como refugio. Salió de mala gana de debajo de las pieles de yeti, no solo por tener queenfrentarse al crudo frío de la mañana en su piel, sino porque bien sabía ella que ese cuervo significaba que la reclamaban de su familia. Y así era. El cuervo llevaba un pequeño cilindro anudado a una pata, donde resguardaba un pergamino en el que se le solicitaba partir de donde fuera que estuviera lo antes posible y regresar a casa, pues los miembros de la familia necesitaban discutir algunos asuntos importantes.
Regresaron aquella misma mañana a la ciudad de Keel, donde pensó que él mismo la llevaría de regreso al puerto más cercano del continente, pues no solo era un excelente explorador en tierra, sino que también era un lobo marino, terror de los piratas que osaban acercarse a su embarcación.
Fue tamaña su sorpresa, cuando tras estar el joven semi-drow debatiendo un largo rato con un marinero de gesto osco, al que le faltaban no solo el ojo derecho, sino también la oreja izquierda y gran parte de la nariz. Se le acercó este con mirada circunspecta y tras mirarla intensamente a los ojos, gruñó entre dientes un adiós y se giró bruscamente para desaparecer rápidamente entre las cajas y barriles que los barcos atracados habían descargado durante toda la mañana en los muelles de Keel.
-Di me deguid pod aquí deñodita, od modtradé duedtro damadote. Dijo el lisiado marinero, gesticulando exageradamente con los brazos. Al parecer, también le faltaba parte de la lengua y por lo que Ella pudo entrever, casi todos los dientes.
A pesar del aspecto del marinero, que resultó ser el capitán del Serpiente Marina, el viaje fue muy rápido y sin incidentes. Tan solo avistaron un kraken a lo lejos, que acababa por lo visto de dar fin a los desdichados tripulantes de un barco, sospechaba que de proscritos, pues tan solo estos, estaban lo suficientemente locos o desesperados como para tratar de dar muerte a un bicho como ese, para comerciar con sus distintas partes del cuerpo, muy apreciadas por artesanos y sastres y con las que creaban piezas que alcanzaban precios astronómicos en cofradías y mercados negros.
Dauzzy apenas si se dio cuenta del viaje que la llevó desde los muelles de Alandaen, hasta el inicio de los bosques de Thorin, pues su mente atribulada y confusa, no dejaba de pensar en el oscuro compañero que había dejado en la isla. Rememoraba una y otra vez, cada palabra que le había dicho, cada historia, cada movimiento de sus manos, cada mirada y cada latido, pero sobre todo, su última mirada y su cuerpo desapareciendo entre las sombras del puerto. No entendía nada y no era capaz de dar una explicación lógica a tal comportamiento, por lo que empezó a sentirse humillada y tonta. Mas tarde furiosa y avergonzada. Así que decidió cuando ya casi podía ver el claro de Thorin entre los frondosos árboles, que jamás volvería dedicar un solo pensamiento a aquel ser.
Y hasta aquel día lo había cumplido. Bueno, en realidad no lo había incumplido del todo tampoco, ya que se le presentó su imagen en un sueño y ella no era responsable de sus sueños.
De cualquier modo, había sido algo bueno, ya que había recordado aquella historia y si era cierto lo que el explorador decía, el rey la recompensaría si salvaba a su reina. Tenía que partir lo antes posible a Naggrung y conseguir dar con el monarca de los tritones. Tan solo esperaba, no encontrárselo a él en su viaje, o…¿ Quizá si?
Continuará…
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