Inicio › Foros › Historias y gestas › Crónicas de Gilledus. El despetar de Izgraull Parte 1
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Un silencio sepulcral, el gran coro de fondo entonando las alabanzas al más grande, su rostro enfadado al fondo nos llena de paz. Rezos y más rezos, me encontraba absorto en mis plegarias, solía escuchar susurros de mi señor mientras las realizaba, más que susurros eran pequeñas órdenes. Todo lo que realizo es por y para él, y como Regente de su Inquisición debo salvaguardar que todos sus fieles lleven a cabo su senda.
De repente el silencio se vio perturbado, un gran estruendo, parecía un choque de montañas, una voz en mi cabeza, estaba escuchando a Ralder, como se atrevía ese dios menor a interrumpir mis oraciones. Decía que había tomado Wareth como suya, creía que nuestro señor iba a permitirlo, miré hacia atrás, la catedral entera abría sus ojos, el coro había parado de cantar, todos con gesto de pánico, todos se encontraban escuchando a Ralder. Con un simple gesto de tranquilidad, todos bajaron sus cabezas, y el coro prosiguió sus alabanzas, volví a inclinarme y continué las plegarias a mi señor.
Otro estruendo, Ralder había llegado a Urlom, pero en ese momento deje de escuchar su voz, todo se convirtió esta vez en silencio. Miré a mi alrededor, parecía que el tiempo se había detenido a mi alrededor. El rostro de Seldar empezó a cobrar vida, sus palabras fueron claras, no iba a dejar que ese llamado Dios reclamará parte de su reino como suyo, me instigó a reunir un ejército, él se encargaría de llevarnos a la batalla, había que destruir todo indicio de vida de Ralder, de repente todo volvió a la normalidad. Abrí mis ojos, me levanté rápidamente e hice llamar a todos los altos inquisidores, así como al comandante y a los capitanes del llamado Ejército de Dendra, Seldar había hablado y teníamos que estar preparados.
Los estruendos y las voces de Ralder se repetían una y otra vez, pero estábamos preparados, los rostros ya no mostraban caras de pánico, en todas ellas una leve sonrisa maquiavélica podía vislumbrarse, pues todos sabían que contaban con el favor de Seldar.
Pudimos sentir un último estruendo muy lejano, de repente numerosos portales comenzaron a abrirse a nuestro alrededor, Seldar no nos iba a abandonar. Atravesamos los portales sin miedo, aunque no sabíamos que había tras ellos, un gran flash cegaba nuestros ojos al entrar en ellos y de repente las alabanzas del coro que seguían sonando por órdenes mías dejaron de escucharse, sonidos de animales salvajes sonaban a nuestro alrededor, al recuperar la visión nos encontramos rodeados de árboles, aunque estos parecían estar nevados. Reorganizamos nuestras filas, Velminard no dudó, pues como enlace de Ankhalas identificó el lugar sin problemas, nos encontrábamos en el Bosque de las Llanuras, en Naggrung.
Las hordas de Ralder ocupaban el lugar, animales gigantes aparecían por doquier, cada vez más poderosos, los destruíamos uno tras otro, podíamos vislumbrar como la figura de Ralder se alzaba sobre la copa de los árboles, lanzando sus rugidos e improperios. Cocodrilos, leones, gorilas, toda clase de animales acompañaban a su señor, aunque ellos sólo iban a ser el principio, las huestes de Eralie también habían llegado a la zona, supongo que para defender a su Dios amigo, aunque parecen no saber que Ralder es irracional, es mejor acabar con seres irracionales que puedan ponerse en tu contra.
La batalla era encarnizada, las hojas de las espadas chocaban entre sí a la vez que criaturas cada vez más gigantes llegaban al lugar. Aun así, las huestes de Eralie mermaban su número y conseguimos hacerlas retroceder, masacramos a todos los seguidores de Ralder que pudimos, sus cuerpos se amontonaban en el campo de batalla y los soldados peleaban encima de ellos como si una montaña más se tratara. Ralder volvió a rugir, su voz volvió a retumbar en mi mente, se dirigía al Bosque de Cristal. Llamé a los oficiales, di orden de reagrupar las tropas y dirigirnos hacia aquel lugar, nadie se imaginaba lo que estaba a punto de ocurrir…
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