Inicio Foros Historias y gestas Crónicas de Rhuuj [Capitulo 1]

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    • Jashraia
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      La noche era fría y tenebrosa aquel 19 de Sayelie del 119 de la cuarta era. Los ruidos de tambores y gritos de batalla se mezclaban en el ambiente con los lamentos de las ejecuciones y los llantos provenientes de la sorprendida tribu de gnolls en aquella fatídica madrugada. 

      Sobrepasados por la hambruna y la desesperación, el grupo de rayados decidió emprender la peregrinación a través del desierto del Sharframna para ver si conseguían una mejor vida en Mor Groddûr donde los rumores decían que sus primos lejanos consiguieron una especie de estabilidad social bajo el anárquico mandato de la temida horda negra. 

      Pero algo salió mal. Las desafiantes y gigantescas dunas de arena parecían no tener fin, esto sumado a las nubes que en principio fueron subestimadas por el grupo de hombres hiena que no les permitieron observar las estrellas que ellos utilizaban por instinto en forma de guía. 

      Derrotados y desesperanzados continuaron su peregrinaje cuando desprevenidos fueron emboscados por una docena de mágicos y corpulentos seres de azulada piel montados en gusanos que hacían guardia aquella noche. Eran los temidos Orgos de la ciudad de Ar’Kaindia que hacían vigilancia y se encontraban en busca de intrusos y enemigos que se acercaban a su fortaleza. 

      Ninguna oportunidad tuvieron el grupo de rayados Gnoll que débiles, hambrientos y perdidos sucumbieron rápidamente bajo el yugo del grupo de avanzada Orga. Estos implacables seres,  bajo las órdenes de su comandante, decidieron acabar con la vida de estos peregrinos que amenazan la tranquilidad de su reino. 

      El comandante de Ar’Kaindia ordenó que ninguno debía quedar con vida, y sus cuerpos debían ser exhibidos en altas picas de madera en las que atravesaron los inertes cuerpos de los desamparados Gnoll. Todo en forma de advertencia para cualquier desafortunado que decidiera cruzar aquella frontera. 

      Acabada la tarea, los Orgos decidieron volver a su ciudad para buscar el merecido relevo tras una ardua noche de vigilancia, dejando tras ellos los cuerpos ensartados de los Gnolls en una especie de sangriento altar dedicado a su dios.

      Uno de los cuerpos era una gruesa mujer Gnoll, que aún vestida con andrajosas pero gruesas telas yacía sin vida atravesada en el pecho con la mitad de su cabeza partida mirando perdidamente al cielo. Aquella mujer había logrado algo impensable al ocultar su abultada panza con aquellos ropajes. Estaba a punto de parir, y aunque muerta, su barriga permanecía intacta con un pequeño ser que abriéndose camino por el sangrante útero de su madre cayó al suelo.

    • Jashraia
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      El pequeño Gnoll, con el cordón umbilical aún conectado a su madre, se encontraba rodeado de una mezcla de sangre y líquido amniótico, aquella fría noche de invierno en un desolado desierto sin nada ni nadie a su alrededor. 

      Unos minutos pasaron cuando el pequeño abrió uno de sus ojos y comenzó a toser sangre. Ya comenzaba a amanecer y el fuerte Sol se dejaba ver y sentir en el cielo provocando altas temperaturas que calentaban rápidamente la desértica zona. En un gesto de primitivo instinto, la criatura alcanzó una gelatinosa masa que se encontraba a su lado y la llevó a su boca. Era la placenta de su madre que yacía reventada por el suelo alrededor del recién nacido ser. Sin saberlo había conseguido las fuerzas para seguir en este mundo por unos minutos más en vez de morir junto a todos los de su tribu. 

      Una hambrienta manada de hienas se encontraba de caza por el desierto guiadas por el olor a sangre que emanaba desde lo lejos del desierto. No habían conseguido nada de comer aquella noche por lo que decidieron alargar la cacería, esperanzados por el aroma que uno de ellos percibió hacia la dirección donde la noche anterior había acontecido una sangrienta masacre. 

      A lo lejos observaron lo que para ellos era simplemente carne de carroña y apresuraron su marcha con gruñidos, ladridos y aullidos en una especie de competencia para ver quién llegaba primero al apreciado botín que yacía ante ellos sin competencia alguna.

      Cuando llegaron al festín de cuerpos ensartados, los caninos se percataron de que uno de los seres, aunque recién nacido, aún se encontraba con vida apenas respirando, mientras el abrumante sol parecía derretir las arenas en las que se encontraban.

      Fue cuando con un feroz aullido, la anciana Hiena madre de la manada se acercó a la criatura, le lamió la sangre de los labios y amenazó de muerte con feroces gruñidos a cualquiera que se atreviera a acercarse a ella y al gnoll. Mientras el resto del grupo se alimentaba de los cuerpos de los hombres hiena, la anciana madre decidió coger al pequeño delicadamente de su cuello y llevarlo a la madriguera que compartía con la manada.

      Fue así que por un golpe de suerte o del destino, el pequeño consiguió una familia que lo crió en su animal seno de salvajismo donde aprendió a dar sus primeros pasos en una dura vida que lo trajo al mundo pero bendecido con una nueva oportunidad de vivir.

    • Jashraia
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      La madre hiena que había adoptado al pequeño gnoll era la matriarca de aquel clan. Sus camadas solían producir fuertes y temidos cachorros los cuales llevaban dominando el territorio en el que se encontraban por más de diez años. Día a día los intrusos eran atacados ferozmente y el clan de hienas manchadas reinaba como depredadores y carroñeros casi exclusivos contando con pocos clanes enemigos a su alrededor. 

      La matriarca era inteligente y sabía que para que el clan aceptase al gnoll como uno más de ellos la introducción debía ser de forma gradual, por lo que decidió esconderlo en una guarida cercana por un par de semanas. Cuando el tiempo pasó, y el gnoll apenas ya podía moverse en cuatro patas, la madre decidió sacarlo del agujero y presentarlo a los demás. Era la hora de que reconocieran su olor y para él era la hora de reconocer el olor de los demás. 

      Aunque el tiempo le enseñaría a saber quién es quién, el gnoll ya partía con cierta ventaja, ya que no solo heredó una de las mejores y más nutritivas leches maternas del clan, sino que también un estatus superior. Como matriarca, su madre ocupaba el lugar más alto dentro del grupo, y por ello, el pequeño gnoll contaba con el apoyo y protección del resto de hembras dominantes. Nadie se atrevería a plantarle cara ni a él ni al resto de los cachorros.

      Los años pasaron y el gnoll era uno más de la manada de hienas manchadas que lo salvaron cuando nació. Estos cazaban, dormían y se acicalaban juntos como si no existiese distinción alguna entre sus orígenes. El gnoll comprendía en su totalidad el significado de los aullidos, ladridos, movidas de oreja y de cola que producían sus hermanos, los cuales utilizaba para comunicarse entre sí. En sus sueños se veía como uno más de ellos sin diferencia, en donde corría velozmente y aullaba sin parar por las áridas arenas del desierto junto a sus hermanos.

      Cinco años habían pasado, y las últimas semanas de la temporada seca eran terriblemente calurosas. El paisaje se distorsionaba atrás de las dunas, y la matriarca percibió un extraño cambio en el aire. Se aproximaba una tormenta la cual traería una trampa mortal, el fuego.

      Las llamas se abrían paso por la seca pradera a un ritmo aterrador  y se acercaban a la guarida del gnoll. Los cachorros eran demasiado pequeños para dejar atrás el fuego y si este llegase a la cueva, estos podrían asfixiarse con el humo y el calor.

      El gnoll se encontraba de caza con sus hermanos, y la noche había sido adversa. Solo habían conseguido espantar una manada de leones que los habían atacado desprevenidos mientras se alimentaban de la carroña de unos cuerpos de lagartos alados que yacían en la sabana por los límites de la zona. 

      Sedientos y cansados, el grupo había encontrado un pequeño oasis en el cual podrían hacer un merecido descanso.  Sin saberlo, este sería uno de los momentos más importantes en la vida del gnoll ya que le llegaría una chispa de conciencia al observar su reflejo en el charco de agua. Comprendió que la imagen reflejada era de su mismo ser, miró sus garras desarrollando el concepto de individualidad y admiro las estrellas en su inmensidad entendiendo el espacio que ocupaba en este mundo. Pero esto no fue lo único que vio en aquel reflejo. También se percató de una pesada nube de humo que se movía en dirección a su guarida.

      El gnoll dejó su introspección al instante que instintivamente con su olfato comenzaba a percibir el olor a quemado que provenía desde aquella nube de humo. Este le avisó a sus hermanos con un agudo ladrido de lo que ocurría los cuales comenzaron a aullar nerviosamente por un un par de segundos antes de comenzar a emprender una desesperada carrera de vuelta a su madriguera.

    • Jashraia
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      Aunque tenía sólo cinco años, el gnoll ya dominaba el arte de correr en cuatro patas y desde hace un año, solía acompañar a las hienas cazadoras en sus salidas nocturnas. Al principio algo tímido pero curioso, el ahora respetado miembro explorador de la manada se encontraba una vez más bajo la tutela y protección del cazador alfa por encargo de la matriarca. No era tan veloz como sus hermanos pero sus extrañas manos le permitian aferrarse a piedras y troncos de una forma diferente. Su cuerpo era distinto y poseía cualidades que lo diferenciaban de sus compañeros. Sobre todo la extraña habilidad de fácilmente pararse en sus dos patas traseras para observar y olfatear el terreno a su alrededor.

      El gnoll solía pensar en estas diferencias cuando corría junto a sus hermanos. Pero esta vez no había cabida para estas reflexiones por que lo único que pasaba por su cabeza era un extraño instinto protector que lo hacía cuestionarse cómo se encontraban su madre y los cachorros más pequeños del clan. La veloz carrera que emprendieron las hienas hacia la columna de humo mientras ladraban era frenética, y el gnoll hacía lo posible para no quedarse tras sus hermanos.

      Los terrenos que ocupaba el clan de hienas contaban con una historia catastrófica. Durante más de un siglo los exploradores de Tilva ejercían protección de la flora y la fauna de la zona pero hace algunos años todo cambió y no se les vio más. El azote de la caza furtiva por grupos de orcos del norte se hacía cada vez más frecuente en los ahora desprotegidos parajes y devastaban el área en busca de recursos que explotar bajo órdenes del caudillo de la horda negra. Esta vez los repulsivos habitantes de Golthur-Orod utilizarían medidas extremas para despejar el área y le prenderian fuego al sector para despejarlo de manera más rápida.

      Aquella noche la muerte arrasaría por el área colindante al refugio de las hienas. Los leones eran perseguidos por sus valiosas pieles, los elefantes por sus colmillos de marfil y las manadas de hienas por su carne. Cientos de ejemplares morirían antes del amanecer. Las poblaciones de animales a lo largo de los años se habían reducido rápidamente y sin duda, de continuar así, desaparecerían.

      Los cazadores furtivos amaban a las hienas, o más bien lo que obtenían de ellas. A pesar de que su carne como alimento no merecía la pena, su pelaje cubierto de manchas la convertian en un trofeo de mucho valor tanto como para la confección de vestimentas como para ceremonias y sacrificios en extraños rituales chamánicos.

      Al llegar a la guarida la manada de hienas junto con el gnoll se encontraron con un paisaje desolador. El nuevo amanecer traía consigo las brasas de un voraz incendio. El viento había desviado las llamas y el fuego había arrasado con el sector. No se veía ni se escuchaba a los cachorros que solían jugar entre ellos, ni a sus madres vigilantes por ningún lado. Tampoco estaba la anciana matriarca donde solía situarse usualmente junto a su árbol favorito, el cual lucía quemado en su totalidad. El gnoll temía lo peor.

      Lentamente se acercó al árbol mientras su olfato captaba esencias de carne quemada entre tanta desgracia. Una piel chamuscada, carne quemada y huesos por doquier se encontraban esparcidos por el lugar. Al darse cuenta de aquel macabro espectáculo, el gnoll se pronunciaría con un ruidoso aullido que retumbaría con congoja a lo largo y ancho del desierto.

      • Esta respuesta fue modificada hace 3 years, 5 months por Jashraia.
    • Jashraia
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      Una ola de recuerdos recorría la cabeza del gnoll, cómo cuando aullaba mientras jugaba con los otros cachorros a duras pero graciosas batallas de sumisión. También recordó cuando comían juntos insectos y raíces de la zona, o como cuando su madre conseguía traer algo de carne cuando volvía de la caza. Se le vino también a la memoria las silenciosas noches en las que despertaba sintiéndose solo y tras no oír nada ejecutaba un lamentoso aullido para luego escuchar las réplicas de sus hermanos, graznidos de aves, barritos de elefantes y demás seres de la sabana.

      El gnoll sentía que debía huir de allí rápidamente y quizás rastrear la débil esencia que aún quedaba de los seres que habían quemado los alrededores de la madriguera y tal vez encontrar algún hermano con vida encadenado en algún lugar. Sabía que debía ir solo y que tardaría muchos días, o que quizás no volvería. Eso no le importaba, esta vez lo único que pensaba es que nadie respondería sus súplicas cuando despertara solo en medio de la noche.

      Fue así que el gnoll agacho su cabeza junto a los restos de su madre, cogió un par de huesos de esta desde los escombros para luego acercarse a sus desconcertados hermanos a los cuales intentó tranquilizar con extravagantes ladridos. Luego de entender su reflejo en aquel charco de agua todo era distinto. Comprendió que existía una diferencia entre él y el resto de la manada y que no conseguiría más respuestas a sus dudas si quedaba ahí. 

      El gnoll se acercó al alfa cazador sobreviviente el cual entendió rápidamente lo que el joven quería hacer. Prosiguió a oler las partes íntimas del resto del clan en símbolo de respeto entre sus congéneres para luego despedirse con un par de ladridos y comenzar una travesía que lo llevaría donde él jamás se imaginó.

      La leve esencia a orco se camuflaba con el olor a quemado que había en el aire, pero este apuntaba sin dudarlo hacia el norte. El gnoll se esforzaba por captar el más leve olor incluso erigiéndose en sus dos extremidades inferiores en un movimiento que siempre desconcertaba al resto de la manada.

      La oscuridad de la noche reinaba en la imperturbable sabana. El ligero crujir de los arbustos secos alteraba levemente el profundo silencio de estas tierras mientras el gnoll observaba de vez en cuando, los ojos asustados de algún pequeño animal que huía al percatarse de su presencia.

      Así continuó por un par de días hasta que, sobre un monte consiguió observar el territorio en su totalidad y unos caminos y bosques desconocidos hacia dónde se dirigían los rastros de quienes habían llevado a cabo la repudiable acción de quemar su guarida y todo lo que había a su alrededor. 

      Aquella mañana llegaría a una encrucijada de caminos donde la vegetación escaseaba y el calor apretaba. Tenía toda la pinta de llevar siglos ahí a juzgar por la maleza que lo recubría y al desgaste que acusaba la piedra. El gnoll nunca había estado tan apartado de casa y un paso más en este punto lo llevaría más lejos de lo que en su vida se había atrevido a llegar.

      La esencia y los rastros lo llevaban a hacia un extraño y polvoriento camino sin plantas ni piedras donde rocas y escombros habían sido apartados para mejorar el tránsito. Un camino donde los olores se mezclaban con otros que el gnoll nunca antes había sentido. Un camino fabricado por hombres.

      Una rama del camino partía hacia la dirección oeste en donde a lo lejos se veía una aldea. Este era sin duda un lugar transitado y el gnoll ya había observado escondido tras unas piedras a un carro fabricado con madera guiado por animales que él no conocía. También vio un par de seres que caminaban erguidos en dos patas igual que él, vestidos en extrañas vestimentas metálicas que reflejaban la luz del sol, conversando con otros más pequeños ataviados en extraños ropajes hechos de telas desconocidas para el hombre hiena.

      Todo lo que veía era nuevo y le causaba una tremenda curiosidad. Curiosidad que lo llevó a acercarse a la aldea guiado por extraños pero abrumadores olores de comidas que le hicieron recordar que llevaba un par de días sin comer. Era la pequeña aldea de mineros de Allel, donde esforzados hombres de la zona extraían valiosos minerales para comerciar con el resto de ciudades del reino.

    • Jashraia
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      • Esta respuesta fue modificada hace 3 years, 5 months por Jashraia.
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    • Jashraia
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      Crecer junto a un grupo de hienas, habían convertido al gnoll en un animal sabio. Aprendió con facilidad la caza en grupo, y aunque no era tan veloz como sus hermanos, era un experto en escoger cual era la presa más fácil. Rápidamente planeaba estrategias para aislarlas del resto de la manada. Su habilidad y sapiencia muchas veces concibió admiración y envidia de los otros machos alfas y guías del clan, pero tras la eficacia de los métodos empleados y sus jugosas recompensas, rápidamente cambiaron el recelo por respeto.

      Su tamaño era normal pero naturalmente más grande que el resto de las hienas, su cuerpo era musculoso, sus brazos fibrosos y con enormes manos prensiles de cuatro dedos. Estas eran perfectamente capaces de manipular objetos como piedras y palos. Su rostro era muy similar al de sus parientes hiénidos, con orejas largas y un hocico chato plagado de bigotes bajo el que se escondían dientes capaces de triturar huesos. Sus ojos eran rojos, carentes de pupilas, y sangraban constantemente endureciendo el pelo a su alrededor.

      Por respeto, el resto de hienas le abría el paso al momento de servirse el trofeo capturado y usualmente se disputaba los trozos más suculentos con los alfa de la manada. Su organo favorito era una masa blanda y nutritiva de color marrón rojizo oscuro conocido como hígado. Era conocido por dejar caer hediondos y pegajosos fluidos nasales al momento de triturar vorazmente la carne con sus afilados colmillos. Poseía derechos exclusivos de reproducción con las hembras más fuertes del clan y sus desgarradores aullidos de luna llena eran oídos por todos los rincones del desierto.

      Su naturaleza le había convertido en un ser que percibía y captaba sensaciones, mecánicas, movimientos y sonidos del mundo que le rodeaba fácilmente. Poseía buena memoria, un desarrollado juicio al momento de tomar decisiones por la manada y un instintivo sentido común animal.

      El gnoll miró hacia todas las direcciones y una corazonada le dictó esperar a que se hiciera de noche. Aunque los olores provenientes de la aldea eran desconcertantes, la mejor idea por el momento era esperar, analizar y tratar de estudiar el lugar en el que se encontraba. 

      Escondido entre unas matas algo secas que brillaban rojizas en tonos muy similares a su pelaje, el gnoll observó a un grupo de personas que deambulaban por el camino. No descuidaba ningún detalle. Lo primero que observó fueron sus empolvadas y agrietadas manos y los extraños ropajes que vestían. El cuero de estos humanos carecía del denso pelaje que el gnoll tenía y este rápidamente comprendió que aquellas telas servían de abrigo para esas delgadas e imberbes pieles.

      Poco entendía el gnoll de aquella civilizada realidad, pero estos hombres eran mercaderes viajeros que solían andar con bastante dinero que conseguían al vender sus artículos en una ciudad distinta a donde los compraban. El gnoll trataba de deducir y comprender los hechos que delataban los polvorientos atuendos de estos hombres, entendiendo que pasaban más de la mitad de sus días caminando a través de estos caminos.

      Otro grupo de hombres de complexión delgada parecían esperarlos escondidos tras unos escombros que habían sido retirados recientemente del lugar. El instinto del gnoll percibió que estos seres estaban con un espíritu de caza, esperando el mejor momento para sorprender a los indefensos y desprevenidos viajeros. Había tensión en el aire, un sentimiento al cual el gnoll estaba acostumbrado cuando acechaba a su presa junto a sus hermanos. Algo iba a suceder.

      Los desprevenidos viajeros casi ni se dieron cuenta cuando el otro grupo de hombres los rodeó por sorpresa. Afilados y brillantes artefactos relucían en las manos de los cazadores las que inspiraban un miedo latente en los mercaderes. El gnoll vio como estos entregaban partes de sus pertenencias a los atacantes a la vez que uno de ellos obligaba al menor de los viajeros a arrodillarse mientras cortaba su garganta con el puntiagudo instrumento. Era la manera de cazar de aquellos hombres, pero no lo hacían por alimento, porque al retirarse dejaron los cuerpos abandonados en el camino. 

      El gnoll esperó en su escondite que se pusiera el sol en el horizonte. No se vieron más personas pasar por aquel lugar aquella noche, y los cuerpos aún yacían desparramados en el suelo. El olor a sangre despertaba los más profundos y salvajes instintos carroñeros del hienido, el cual arrastró uno de los cuerpos al escondite, para darse con un salvaje festín que dejaría en poco menos de una hora a aquel cadáver convertido en un charco de sangre y huesos.

    • Jashraia
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      Ya con el silencio de la noche, el estómago lleno, y los caminos vacíos, el gnoll decidió proseguir su travesía por aquellos polvorientos caminos de arena que se extendían hacia la aldea. A lo lejos se distinguían construcciones humanas que parecían servirles de morada. La luna blanca se encontraba en cuarto menguante y la luna verde estaba completamente oculta. La noche era oscura, pero las retinas animales del gnoll le permitían analizar todo detalle sin mayores inconvenientes. 

      El gnoll caminó silenciosamente en cuatro patas por la aldea. La pobreza se manifestaba por doquier. Las aglomeraciones de chabolas a su alrededor daban cobijo a decenas de familias que vivían hacinadas y en pésimas condiciones. La plaza central del poblado estaba asfaltada con antiguos y desgastados adoquines. Un grueso sauce, que parecía llevar allí cientos de años, se alzaba imponente en el centro del recinto. El gnoll se aseguró que no hubiese nadie en el lugar, olió la base de este, alzó una pata y con un imponente chorro de orina marcó aquel territorio como suyo.

      De un establecimiento en particular se escuchaba mucho ruido, voces, risas y música. Aunque el gnoll solía cantar con sus hermanos en forma de aullidos durante las noches de luna llena, esta sería la primera vez que escucharía el cautivador y extraño sonido de un instrumento musical. Repentinamente, un par de hombres salieron ruidosamente de uno de los establecimientos conocidos como la taberna, caminando abrazados mientras reían y cantaban, sosteniendo botellas de cristal rellenas con un extraño líquido que el gnoll reconoció inmediatamente por su olor de cuando consumía frutas fermentadas.

      Estos quedarían perplejos cuando se percataron de la imponente criatura que aunque humanoide, se lamía el pelaje de la zona inferior de su cuerpo en una posición casi animal.

      Los hombres se detuvieron mientras trataban de entender si aquel hienido era real o fruto de su embriagada imaginación. Con la valentía que solo el mejor de los tragos solía dar, decidieron acercarse al gnoll el cual, tras considerar el pequeño tamaño y débil complexión de aquellos humanos, instintivamente comprendió que no le suponían amenaza alguna.

      Uno de los hombres comenzó a llamar al gnoll con silbidos y aplausos, mientras el otro decidió arrojarle una piedra que rebotó torpemente bastante lejos de él. No eran una amenaza, el gnoll intuyó. Este se acercó a los borrachos, les olió las partes íntimas y comprendió que no era el mismo aroma de los seres que causando un incendio en la sabana le obligaron a salir de casa.

      GNOLL!!!

      Gritó desde la entrada de la taberna una mujer. Esta había salido a descansar del ruido con una profunda calada a su pipa de tabaco. La música se detuvo rápidamente junto a las voces y ruidos, al momento que un silencio inundó el establecimiento.

      Los borrachos cometieron tres errores fatales en aquel momento. El primero fue el contacto visual que ejercieron sobre el gnoll. El segundo fue dejar que este oliera el miedo del cual habían sido invadidos. El tercero fue darle la espalda al animal para intentar huir.

      El gnoll se sintió amenazado por la gente que comenzaba a salir de la taberna. Algunos proliferando todo tipo de insultos e improperios mientras otros desenvainaban armas y encendían antorchas.

      Al ver las espaldas de los hombres, el gen asesino del gnoll se activó. Instintivamente emprendió la persecución en cuatro patas, encorvado como un perro, y babeando descontrolado. Atacó como lo hacían las bestias. Se lanzó hacia adelante alcanzando a uno de los borrachos propinándole una dentellada que le alcanzó en una pierna para luego darse un festín con la carne arrancada.

      Inmediatamente estaba sobre el segundo hombre, aplastando su cráneo con una de sus patas, haciendo sucumbir sus huesos ante semejante presión. Al girarse sobre su presa, y en una mejor posición se dio cuenta de lo maltrecha que había quedado su víctima, mientras aún masticaba la carne humana de la primera dentellada.

    • Jashraia
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      El gnoll miró con sus amenazantes ojos rojos a los pobladores mientras masticaba la carne de sus enemigos. El pelaje de su hocico estaba manchado de rojo y sangre de humano caía por su boca. Este levantó su cabeza haciendo circular los últimos trozos de comida por su esófago y comenzó a inhalar profundamente. Parecía estar preparando un aullido.

      Los primeros valientes que quisieron atacar se detuvieron por completo quedando paralizados mientras que las otras personas que habían salido del local quedaron en silencio luciendo aterrados rostros. 

      ¡¡¡¡GROAURRRRGHGHHRRRR!!!!

      Tras una rápida inspiración saldría de su boca un poderoso aullido, acompañado de flemas, trozos de carne y algo de sangre. Parecía estar mucho más motivado para matar.

      La gente comenzó a huir corriendo hacia el local pero la puerta ya estaba cerrada. Algunos golpeaban desesperados los establecimientos contiguos gritando para que los dejaran pasar. Otros, asustados corrieron por las calles aledañas. El gnoll entendió que había conseguido llamar la atención lo suficiente y que este lugar ya no era el apropiado para quedarse. Este consideró atacar más personas pero su instinto superviviente le dictaría que por aquella noche lo mejor que podía hacer era retirarse.

      Aquella noche podría haber ocurrido una masacre en el poblado de grandes proporciones. La patrulla consistía de tres jóvenes que no trabajaban en las minas, sino que se dedicaban a vigilar el pueblo por las noches para mantener el orden. Uno de ellos estaba de cumpleaños y se encontraban tan borrachos que ni se enteraron de lo que había sucedido. Supieron de todo al día siguiente.

      Para mantener a sus numerosas familias, la mayoría de los hombres de edad suficiente se encontraba trabajando picando minerales en las minas de Mithril, y de los presentes en el poblado, muy pocos tenían armas. Muchas madres con sus niños se encontraban solos durmiendo en las improvisadas chabolas.

      El animal llevó a su estómago los últimos trozos hasta quedar satisfecho. Estos hígados eran pequeños, más oscuros, tenían sabor a alcohol y no eran tan sabrosos como los que solía conseguir en la sabana. Decidió que debía salir del poblado y continuar hacia el norte. Múltiples veces había reconocido la esencia que buscaba en los vientos que venían desde esa dirección.

      El gnoll tenía certeza que un bosque se encontraba cerca. La temperatura era fresca y sentía que la humedad del ambiente era la adecuada para su corazonada. Sus agudos sentidos parecían captar muy a lo lejos sonidos del viento agitando árboles y hasta el sonido de una especie de riachuelo provenía del sector.

      Luego de percatarse que nadie lo seguía, el gnoll emprendió el camino por un desgastado sendero en dirección al noroeste. Este pensaba en lo poco fértil que era aquella tierra porque apenas unos hierbajos crecían a su alrededor, y entendía que los caminos parecían ser utilizados frecuentemente por las personas de la aldea. La luz de las primeras horas del día comenzaba a iluminar el cielo dejando ver a lo lejos una hermosa cordillera. A lo lejos se veía un pequeño campamento, mucho más pequeño que el poblado, y era muy probable que algunos hombres se encontrasen allí.

      El aroma que el animal perseguía venía desde aquella dirección, y este decidió investigar desde más de cerca, comprendiendo que debía atravesar aquella emplazada para continuar su camino hacia los espesos bosques del norte.

    • Jashraia
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      El campamento estaba situado contiguo a las minas de Mithril. La aguda visión del gnolll le permitía observar desde lejos el importante tamaño del yacimiento. También lograba ver una gran actividad de mineros que se movían por todos lados cargando rocas, herramientas y otros extraños implementos que él nunca había visto en su vida. Numerosos picos y cascos estropeados se amontonaban al lado de los corredores, los cuales eran bastante anchos debido a la gran explotación que eran sometidos.

      Esta vez, el gnoll no quería tener problemas o sorpresas por lo que comenzó a hacer lo mismo que hacía cuando se encontraba cazando con sus hermanos de la manada, planeó una estrategia. Este debía atravesar el campamento para llegar al apetecido bosque y su instinto le decía que existían altas posibilidades de sufrir daños a su integridad física si peleaba contra ese alto número de hombres armados con picos y herramientas.

      Unos pequeños y luminosos artefactos llamaron la atención del animal. Eran unas linternas que contenían pequeñas muestras del mismo fuego que a gran escala había acabado con la guarida de su madre. Su sabiduría lo hizo comprender que era una especie de fuego contenido y que si lo dejaba salir de aquel contenedor este podría crecer y propagarse de la misma manera que lo hizo con los secos pastizales que alguna vez existieron en su madriguera. Y quién sabe, quizás las telas de las tiendas de campaña también serían susceptibles a su poder.

      El gnoll esperó escondido tras unos escombros que había a un lado del camino por un par de horas mientras analizaba la entrada al yacimiento. Los hombres entraban y salían con sus ropas sucias y llenas de polvo cargando sacos con pesadas rocas, enfrascados en una rutina y organización que le hacían recordar al de las hormigas de su cueva, hasta que un grito proveniente desde dentro se dejó escuchar.

      VETA DE DIAMANTE!

      El gnoll no comprendió el significado de aquellas palabras pero de lo que sí se percató fue que todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo, dejando sus herramientas y sacos en el suelo para correr en dirección a la voz que había interrumpido el incombustible trabajo de los hombres.

      Rápidamente, y aprovechando la descoordinación de los mineros, el gnoll se acercó a las linternas para cogerlas con sus oscuras y sucias garras, quebrarlas sobre los secos pastizales al tiempo que de una patada tiraba otra al piso contiguo a una de las tienda de campaña.

      El fuego se propagaría rápidamente por el seco terreno, y los ligeros establecimientos de tela sucumbirían fácilmente al voraz caos. Los hombres se organizaron eficazmente para controlar el problema y darle una solución. Algunos arrojaban cubetas con agua para apaciguar las llamas mientras otros arrojaban carros con arena sobre los quemados pastizales.

      En pocos minutos tendrían todo bien controlado sin saber que delante de sus narices pasaría, sigilosa pero rápidamente el mismo peludo gnoll de casi dos metros de altura que había acabado con la vida de aquellos borrachos bajo el sauce en la plaza de la aldea. Tenían suerte que el animal no quería problemas y nunca se percataron de lo que había sucedido. 

      El gnoll llegó a unos túneles donde el movimiento era menor. Estos estaban apuntalados muy precamiente y parecían ser comunes los derrumbamientos. Los mineros no trabajaban aquí debido al riesgo de producirse explosiones y sólo había animales como ratas y murciélagos. El hecho de no necesitar de una antorcha para circular por el oscuro camino facilitó su sigiloso paso.

      Una vez al final del túnel, el camino se abría a una olvidada senda que apenas resistía el embiste de la naturaleza. Todo a su alrededor estaba de alguna u otra manera destrozado por la acción de la industria y la vista era desoladora. Aunque muchos árboles habían sido arrancados literalmente del suelo y sucumbían apilados a un lado de la vereda, el camino se internaba en el anhelado bosque.

    • Jashraia
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      El gnoll, ensimismado, se internó por primera vez en su vida en un bosque de semejantes proporciones. Era el denso bosque de Maragedom. Aquí el ambiente era húmedo y el tamaño de los árboles era gigantesco. Sus ramas no llegaban a cubrir el cielo por muy poco. A pesar de haber caminado por algunos minutos, aún se percibía olor a humano, y se veían huellas pertenecientes al arrastre de árboles dirigiéndose al sur. Su instinto le dictaba entrar a las profundidades del bosque para alejarse de los hombres.

      El animal recorrió el bosque tomándose su tiempo y sin dejar de sorprenderse. La atmósfera era oscura y sombría lo cual hacía que los animales ni se inmutasen a su paso. En el pueblo se contaban diferentes leyendas sobre brujas misteriosas y seres terroríficos provenientes de lo más profundo de aquella floresta pero el gnoll no sabía nada de ellas. Su conexión con el miedo era diferente y el bosque no parecía tan siniestro para él.

      Luego de caminar por varias horas el gnoll advirtió que los árboles crecían retorcidos y con un color más oscuro del habitual en esta zona. La noche se dejaba caer rápidamente como un manto negro sobre los árboles. La luz que iluminaba el bosque de día había desaparecido dando paso a una oscuridad que no dejaba ver un metro más allá de la nariz de un humano común. La mayoría de los animales estaban ocultos entre la maleza aunque alguno de vez en cuando rompía el silencio con sus pisadas.

      Una extraña sensación provenía desde el norte. El gnoll llegaría a la conclusión de que estaba cerca de los límites del bosque por el súbito cambio en la humedad y el diferente aroma proveniente de los árboles. Pero esto no era lo único que él sintió. No sabía precisamente la razón, pero su instinto le advertía que debía proceder con cautela.

      En este lugar el bosque se abría en una especie de senda. Esta era sin duda obra de la mano humana ya que la zona había sido despejada a la fuerza y apenas había uno que otro árbol disperso a los lados del camino. El gnoll se internaría en esta senda por horas hasta llegar a un segundo bosque. Parecía ser más pequeño pero mucho más antiguo. El terreno alrededor estaba plagado de altos y frescos árboles que parecían llegar a tocar el cielo. La luz se filtraba por sus hojas iluminando el suelo, plagado de hierbas, arbustos y todo tipo de plantas. 

      Luego de inspeccionar por algunas horas el gnoll encontraría un enorme y profundo cráter que dominaba esta parte del bosque. Los árboles que aún se aventuraban a crecer sobre el exponían las raíces de aquellos que ya habían sucumbido. Una enorme losa de piedra yacía de forma vertical en el medio del agujero y el gnoll detectaba una extraña e inexorable fuerza emanando de él.

      El bloque parecía brotar del suelo y estaba completamente en bruto. Tenía sangre reseca por todas partes y le rodeaba un alto círculo de huesos de diversas procedencias. Parecía ser un altar y al mirarlo, el primer pensamiento que se le vino a la mente al gnoll fue el de un profundo respeto mezclado con un inmensurable temor. Extrañamente alguien había dejado trozos de carne fresca a su alrededor y el animal luego de asegurarse que no había nadie cerca se los devoró.

      El gnoll decidiria descansar y quedarse allí hasta el amanecer. Quería investigar qué era aquella extraña sensación que provenía de la piedra y la examinaría con más atención con la luz del día. Un agujero al costado de un gran cerezo caído a un lado del camino tenía el tamaño perfecto para cobijarlo por aquella noche. Este le recordaría con sutil melancolía el refugio que hace un tiempo atrás compartía con su madre. 

      Los sueños de aquella noche cambiarían al gnoll para siempre. Soñó con una gigantesca bestia gargante que dormía tranquilamente en unas extrañas cuevas. El gnoll se acercó valientemente a la criatura sin un atisbo de temor hasta situarse al lado de uno de sus grandes ojos. Esta abriría uno de sus párpados deslizando lentamente las membranas de sus ojos desvelando una salvaje pupila felina. El gnoll contempló su propio reflejo en el iris de la bestia al momento que comenzó a sentir una gran fuerza crecer dentro de él. Era la combinación perfecta entre la furia animal y el poder de la naturaleza.

    • Jashraia
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      El animal decidió quedarse en esta zona por un tiempo. Recurrentes eran las extrañas visiones que él tenía sobre aquella bestia. Noche tras noche le hablaba en una especie de lenguaje animal mental que él parecía comprender a la perfección. Todo era muy extraño ya que en algunas ocasiones la criatura pondría sensaciones y sentimientos en su cabeza. Este nivel de comunicación cognitivo y entendimiento no lo había alcanzado ni siquiera con su madre.

      Pasados un par de días, mientras descansaba en su lecho luego de haber devorado un enorme jabalí que había sorprendido no muy lejos de allí, apareció una extraño ser cargando un ciervo muerto a sus espaldas. El gnoll no había conseguido oler ni percibir nada ni nadie acercándose y decidió no hacer el  más mínimo movimiento. Ocultando su presencia en aquel agujero, decidió observar al peculiar personaje. 

      Era un elfo cuyo rostro estaba marcado por cicatrices y arrugas características de las bestias habían vivido más de una decena de batallas. Olía a tierra mojada, dos largas trenzas se dejaban caer por sus hombros y sus ojos eran de un azul profundo. La característica más llamativa que poseía eran sus brazos. Uno de ellos era grueso y peludo, repleto de afiladas garras, mientras que el otro era quitinoso, segmentado y rematado por un aguijón. Un extraño poder emanaba desde su interior.

      El gnoll percibió en aquel elfo un aura y una naturaleza similar a la que solía sentir cuando soñaba con la bestia gargante. De alguna u otra forma aquellos seres estaban relacionados.

      El elfo depositó el cuerpo del ciervo en la base del obelisco y con un afilado cuchillo comenzaría a abrir la carcasa del animal, rociando su sangre sobre la piedra y situando trozos de este en una especie de símbolo en la base de la roca. Luego entraría en un poderoso trance que terminaría con un fuerte aullido que haría temblar el terreno a su alrededor.

      El animal vería a este extraño ser volver a la roca a ejecutar el mismo ritual una y otra vez cada cierta cantidad de días pero siempre lo observó cautelosamente desde su escondite y nunca se atrevió a acercarse a él. El día de hoy sería diferente ya que mientras el gnoll trataba de entender el ritual del elfo, una voz le hablaría claramente en su mente.

      – Porque no te acercas y lo ves por ti mismo?

      El gnoll asustado se levantaría rápidamente de su refugio tratando de buscar en el aire la voz que le había hablado. Luego se percató de que a pesar de todo el ruido causado, el elfo parecía no dar hincapié de su presencia. 

      – Se que estás ahí. No temas y acércate, hace días que quiero hablar contigo.

    • Jashraia
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      El gnoll comprendió que la voz mental que oía en su cabeza provenía del elfo y comenzó a caminar, cauteloso y en cuatro patas, en dirección al extraño ser.  Como de costumbre, el animal olería las partes íntimas de su recién conocido y aunque la criatura era visualmente extravagante, su aroma le dotaba de una natural tranquilidad.

      El elfo invitó al gnoll a acercarse a él para mostrarle su ritual. Este comenzaría a dibujar extraños símbolos en el suelo, cavaría un pequeño hoyo con una de sus garras y depositaria gentilmente una semilla que sacó de una bolsa verde hecha de hojas. Luego taparía el agujero con la tierra que había liberado.

      Pasados unos segundos, un retorcido brote de vid emergió de la tierra removida del suelo abriéndose paso lentamente para tantear la luz y el aire en su exterior. Luego el tallo de la vid comenzaría a crecer enroscándose en sí mismo.

      Sorprendido quedaría el gnoll cuando en menos de un minuto aquella planta creciese girando en sí misma hasta elevarse dos varas del suelo. De sus hojas oscuras, con olor a menta, colgaban capullos de colores vivos. El aroma de estos era perfectamente patente, pues cubría la zona de agradables aromas cítricos. Un aura cálida, húmeda e intensa comenzaría a rezumar de la planta que estaba germinando. 

      El elfo se acercó a la vid y cogió uno de sus frutos. Era una semilla translúcida del tamaño y forma de una almendra. La dejó en el suelo, cerca del gnoll y luego se retiró unos pasos esperando que el animal se acercase a examinarla. Este cautelosamente caminó hacia la semilla, observando que en su interior un pequeño núcleo de color rojo anaranjado parecía palpitar e irradiar un tenue brillo.

      Semejante luz era una expresión de la poderosa magia vital que concentraba aquella fruta. Al ser similar la sensación que el gnoll sentía cuando conversaba con aquella gargante criatura de sus sueños, el animal se acercó sin miedo a oler aquel capullo. Miró al elfo con signo de aprobación y este le respondería que la fruta era toda suya autorizándolo a comérsela. Al ingerirla el gnoll se sentiría mucho más irascible. Su corazón comenzaría a bombear sangre a muchísima velocidad produciendo un ritmo que resonaría como tambores en sus oídos. 

      La sensación era prácticamente indescriptible para el gnoll. Ni la adrenalina de cazar con sus hermanos o la serotonina que producía al reproducirse con las hembras del clan se asemejaban a lo que aquella fruta le había hecho sentir. 

      El elfo se acercó al animal para dibujar una marca en su frente. Al momento que este tocó al gnoll, este sintió al instante todas las sensaciones que recorrían cada uno de sus nervios. Cada centímetro externo e interno de su ser. Tanta información abrumó al animal por unos momentos pero pronto fue capaz de dominarlo. 

      El elfo pronuncia una extraña combinación de sonidos y palabras mirando al gnoll fijamente a los ojos mientras que luces amarillas y azules brillaban a su alrededor. Este caminó hacia el gnoll entregándole una zarpa de un felino que había sido arrancada de su propietario y que había sido debidamente tratada para que no se pudriese. Al tomarla con sus garras, el animal sentiría una energía inagotable, creía poder ser capaz de correr hasta el fin del mundo sin cansarse.

      Esto es parte de un gran poder que podría ser tuyo hijo mío. Su nombre es Ralder, y él personalmente me ha dicho que quiere contar contigo como uno de los suyos.

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