Inicio Foros Historias y gestas Dame un buen consejo.

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Autor
    Respuestas
    • Anónimo
      Inactivo
      Número de entradas: 77

      Ghyrd, Bufflin y Gaemlin se encontraban espalda con espalda en medio de la negrura de la noche, en aquel espeso bosque, con el rostro manchado de sangre ya seca y sus armas desenvainadas. Jadeaban, hilos de vapor salían de sus bocas, pero lo hacían lo suficientemente lento como para no alterar sus 5 sentidos, de los cuales dependía su supervivencia. Cada uno cuidaba las espaldas del otro y permanecían atentos al mínimo gesto, movimiento o ruido. A sus pies, 5 cadáveres trasgos decapitados o abiertos en canal, creando un reguero de sangre negra que llegaba hasta sus pies.

      Ghyrd tragó algo de saliva y una gota de sudor le caía por la frenta. Buffin miraba rápido, audaz en todas direcciones. Gaemlin permanecía inmóvil, atento al más mínimo sonido que pudiera provenir de aquella maleza.

      De repente unas pocas flechas salieron como relámpagos de entre unos arbustos, impactando en la armadura de aquellos valientes. Ghyrd gritó y arremetió contra ella, saltó sobre la maleza y con un tremendo tajo oblicuo rebanó la cabeza y pierna de dos engendros del mal. Buffin y Gaemlin le siguieron. Los choques de sus hachas contra las armas enemigas provocaban chispas que iluminaban por momentos la batalla, como flashes de un recuerdo vivido.

       

      Los gritos de esfuerzo enanos se sumaban a los de dolor y sufrimiento de los trasgos. Un tremendo corte horizontal esparramó las tripas de uno, como el que degüella un jabalí en plena celebración. El golpe de mango del hacha de Gaemlin aturdió a otro, el cual acabó de rodillas en el suelo… solo que sin tobillos. Ghyrd alcanzó a otro con un terrible corte vertical ascendiente, empalándole su hacha hasta casi su esternón, levantándolo del suelo unos cuantos centímetros.

      El resto de cobardes asaltantes huyeron ante tal espectáculo y finalmente, los 3 enanos cayeron al suelo agotados, al límite de sus fuerzas.

      Ghyrd, soltó su hacha y exalando suspiros de vitalidad miró a sus compañeros. Bufflin estaba moribundo, desangrándose por una de las flechas que impactó en su cuello, en un pequeño hueco descubierto de su cota.

      Se acercó a él y intentó taponar la herida con sus manos, pero era tarde. Bufflin se desangraba. Le agarró la mano y lo último que vió fue los ojos de su compañero, una mirada no de terror ni de despedida. Más bien la mirada de alguien que acepta su destino como un hombre valiente y se prepara para reunirse con sus Dioses.

      Gamelin, malherido se recostó sobre un árbol. Se arrancó una flecha y la observó. Empapada con veneno. Tenía los minutos contados. No pudo despedirse, el veneno hizo rápido efecto en él y se desmayó.

      Ghyrd sabía que si dedicaba sus últimos esfuerzos en darle sepultura no regresaría a casa para contarlo. No tuvo más opción que recoger sus collares de mithril, sus bienes más personales y regresar a casa.

       

       

      Al cabo de varios días, recuperado de las lesiones y habiendo superado las pesadillas de aquellos momentos, ya en Kheleb Dhum, El capitán de la guardia del Rey se presentó en la casa de Ghyrd junto con 2 hombres. Le informó a este que el consejo de sabios requería su presencia ya que algunas explicaciones de las que dio no habían quedado claras.

      Custodiado por dos soldados, cual enano acusado, fue llevado ante el consejo.

      Este estaba formado por 3 enanos:

      Locke Ghirlim, Malek Ethengard y Ankhalas Ethengard. Se había formado recientemente por una serie de disputas y extrañas circunstancias sobre el antiguo consejo.

      Ghyrd fue presentado ante el consejo, miró a los 3 miembros y dijo con voz firme:

      • Ya he explicado todo lo que ocurrió, ¿A caso no fui lo bastante claro?

      Locke, con una mirada fulminante se levantó de su silla y gritó:

      • ¡Aquí nosotros hacemos las preguntas! ¡Limítate a responder cuando se te diga!

      Locke susurró algo al oído de Malek, el cual solamente observaba y no hacía gesto alguno.

      Ankhalas: Solamente tú volviste, con las manos ensangrentadas. Nuestros exploradores fueron pero no hayaron rastro de los cadáveres ni de sangre alguna de trasgo, ¿Cómo explicas eso?

      Ghyrd: No lo sé, pasaron días. ¿Demuestra esto algo?

      Ghyrd sacó de su bolsillo la oreja de un trasgo y una punta de flecha envenenada (la que mató a Bufflin).

      El consejo deliberó en voz baja, como sorprendidos por aquello. Volvieron a su posición inicial y uno de ellos dijo:

      Malek: Cuando Gaemlim fue herido… ¿qué hiciste?

      Ghyrd: Intenté auxiliarle… pero no pude hacer nada por él.

       

      Ankhalas: ¿Eres acaso tú Sanador, curandero o chaman?

      Ghyrd: ..¿Qué?!

      Ankhalas: ¡Ya nos has oído!

      Ghyrd: No, yo soy minero, ¿qué clase de pregunta es esa?

       

      El consejo volvió a susurrar entre ellos. Hicieron una pausa y finalmente Malek se dirigió a Ghyrd.

      Malek: Te hiciste responsable de Gaemlin al intentar socorrerle, sin tener la habilidad ni el conocimiento suficiente, Gamelin murió. Por tanto, tu eres responsable de su muerte.

      Ghyrd: ¿Qué?! Pero que estupidez es esa, que debía hacer, ¿dejarle morir?

       

      Locke: ¡Aquí nosotros hacemos las preguntas, no tú!

      Ankhalas: Todas las pruebas apuntan a tu negligencia y falta de conocimiento sobre un acto para el cual no estabas preparado.

      Locke: No diste sepultura a tus compañeros, los dejaste a mereced de los carroñeros, eso no honra nuestras normas más antiguas.

      Malek: Tu actitud fue la de un cobarde al dejarlos allí y te responsabilizamos de tus hechos. Te condenamos a 2 meses en la prisión de Kheleb Dhum para que aprendas a recapacitar tus actitudes, y no a más por honrar a tus antecesores y la memoria de tus padres, los cuales sirvieron bien a Kheleb Dhum.

      Malek golpeó con fuerza con su maza sobre la mesa de madera. Dos guardias agarraron a Ghyrd de cada brazo y se lo llevaron de allí. Ghyrd no pudo reaccionar, no sabe si por la sorpresa de la sentencia o por el recuerdo de aquella batalla sangrienta, el cual le paralizó la sangre.

       

      Ya en las mazmorras húmedas y oscuras, espalda contra la pared, despojado de sus bienes y pertenencias se encontró allí a un humano débil, enclenque y cansado. Atado con grilletes a la pared.

      Desconocido: Vaya, compañía. Hacía tiempo que sentía la necesidad de hablar con alguien.

      Ghyrd: Mejor será que te calles, no he venido aquí a hablar con un ladrón, asesino, o lo que sea que seas.

      Desconocido: Ahora somos iguales, presos.

      Ghyrd: ¡No somos iguales!, tu eres un maldito forajido o … ve a saber.

      Desconocido: Sí, fui juzgado… pero se equivocaron conmigo, soy inocente. ¿A caso no lo hicieron contigo?

      Ghyrd no supo que decir.

      Desconocido: ¿Trasgos no? ¿Fueron trasgos?

      Ghyrd: ¿Cómo diantres lo sabes? ¿Quién te lo dijo?

      Desconocido: Nadie, lo “supuse”. Algún día te lo contaré. Es una suerte que regresaras vivo… bueno, para ti si, para otros quizá no.

      Desconocido: ¿quieres un buen consejo?

      Ghyrd no dijo nada. De todos modos, le quedaban bastantes días allí… tenía mucho tiempo por delante para meditar y poco que hacer.

      Desconocido: Ahora te estarás preguntando porqué. Porqué te han juzgado, porqué esos malnacidos están ahí, porque el mundo es injusto. Yo te invito a que te hagas otro tipo de preguntas.

      Ghyrd: ¿Como cuál?

      Desconocido: ¿Algo de lo que vaya a hacer a partir de ahora va a mejorar tu situación?

      Ghyrd se miró los grilletes. No había nada que hacer, solo maldecir y encabronarse.

      Desconocido: Exacto. Hablemos. Compartamos algo. Luego, cuando salgas… que lo harás antes que yo, de eso seguro… tendrás ganas de rebanarle la cabeza a esos sabios. Pero ya no tendrás ganas. La fuerza y la ira se habrán convertido en cansancio, en pena. Ya no importará.

      Has de entender que el mundo no es justo, sino mírate a ti y mírame a mí. No son justos los dioses, ¿porqué deberíamos serlo los mortales, imperfectos y llenos de prejuicios?

      Ghyrd se quedó pensativo. Miró a su interlocutor y entablaron conversa. Conversaron largo y tendido, haciendo que el pesar de aquellos días resultara menos duro. No hay mal que por bien no venga, aprendió todo lo que pudo de aquel hombre aparentemente tan sabio.

      A los dos meses fue puesto en libertad y no volvió a saber de él. La última noticia que tuvo, fue que lo tuvieron que sacar de allí muerto, por enfermedad. El consejo fue disuelto a los pocos meses por extrañas circunstancias, renovado por gente más joven.

Mostrando 0 respuestas a los debates
  • Debes estar registrado para responder a este debate.