Inicio › Foros › Historias y gestas › De como la Élite volvió a custodiar el Bastión Imperial
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El recién nombrado Regente de la Inquisición esperaba ansioso en el interior de la ciudadela, en la zona reservada para el control económico y político de la ciudad. Ensumismado en sus cábalas pasaban los largos minutos a la par que se iba haciendo más acentuado su serio gesto de intranquilidad.
- Creo que tenemos asuntos que tratar -comentó Visart tras retirar una larga y oscura capa que cubría casi la totalidad de su figura.
- Ya pensé que no llegarías para el ocaso… Siempre rozando la impuntualidad -rechistaba con una mueca en su boca.
- Y bien… ¿que han decidido «las altas esferas»? -dice con tono desganado y sin quitar ojo a una gran bolsa que el Regente porta en su mano siniestra.
- Entendemos las demandas del Ejército, coincidimos en que son tiempos duros y los recursos se han ido escatimando, dando prioridad a otros menesteres que… no son de tu incumbencia. Sin embargo -prosiguió con el ansia de quien teme no poder concluir su discurso sin ser interpelado- la ciudad se encuentra en disposición de hacer cargo a las necesidades de nuestro glorioso Ejercito y por ello sufragará los gastos de entrenamiento y especialización de las nuevas tropas de elite encargadas de apostarse y custodiar nuestros accesos. Somos conocedores de….
- Ambos sabemos que todo este lenguaje ampuloso no es necesario, recuerda que a mi ya no tienes que convencerme -interrumpió la Oficial con un tono seco, aunque menos sarcástico que de costumbre.
- …A fin de cuentas, lo que estamos haciendo es comprar seguridad y tranquilidad para poder servir a nuestro Señor, para poder dedicar nuestros esfuerzos a arrasar a sus enemigos y glorificar, más si cabe, su nombre. Toma -añadió lanzando la bolsa hacia Visart-, ya sabes que hacer con ella y recuerda… si el resultado es satisfactorio, no será la última que veréis.
- Informaré a las tropas de las nuevas. Ve preparando un par más, creo que en el fondo nos va a salir barata la inversión…-comentó mientras se despedía con un rápido giro de capa y esbozando una reverencia.
Pasadas apenas unas horas un pergamino colgaba en las estancias del Ejercito, en él se anunciaba el regreso de los más especializados combatientes del frente, para tomar un breve pero merecido descanso antes de ocupar su nuevo destino, la custodia del Bastión Imperial, y con ello cumplir con uno de los mayores honores a los que un militar imperial puede aspirar.
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