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    • megamalkuth
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      La pequeña goblin entró en la taberna de la ciudad de Anduar. Abrió con sumo cuidado la puerta y, apesar de que no era su estilo, permaneció oculta bajo la capucha de su manto intentando pasar desapercibida.

      El lugar estaba muy concurrido, pero la escurridiza pícara se escabulló entre la gente sin el menor problema y llegó hasta la barra. Con un ágil movimiento, dio pequeño saltito y se sentó en unas de las altas banquetas que había frente al mostrador. El tabernero se acercó de mala gala a atenderla, los goblins no le gustaban demasiado y esta parecía no tener ni dinero.

      «Que quieres» dijo el posadero a la cliente en tono casi despectivo.

      La ladrona retiró cuidadosamente su capucha, al tiempo que los cascabeles de los crótalos de sus trenzas siseaban al unísono, dejando su rostro al descubierto y clavando sus ojos dorados, con la pupilas visiblemente dilatadas por efecto de algún psicotrópico, en el tabernero.

      «Quiero un zumo de tomate y grosellas, con una pizca de sal, un poco de pimienta, cinco cucharadas de azúcar y una aceituna» dijo la goblin esbozando la mejor de sus sonrisas mientras enseñaba unos afilados dientes enfundados en oro.

      El tabernero palideció al reconocerla y rápidamente cambió su expresión, mostrando una amabilidad inédita en él.

      «Enseguida, señora, no os había reconocido, perdonad mi insolencia» se disculpó el tabernero, limpiando la barra al instante.

      El hombre mezclo en la coctelera todos y cada uno de los ingredientes con sumo cuidado, agitó lo justo y vertió el contenido en una copa donde previamente había metido una aceituna. Un cóctel perfecto.

      La pícara, se lo bebió de un trago relamiéndose, y se comió de nuevo la aceituna. Sacó su abultada bolsa de monedas y puso 20 platinos sobre la barra, que era mas del doble del coste de su bebida favorita.
      El tabernero se dispuso a recoger el dinero, y la extraña ladrona le cogió del brazo parandolo en seco. El posadero se quedó quieto, y blanco, como una estatua de marmol; el sudor corría por su frente, mientras miraba a la peligrosa goblin sin saber que hacer.

      La pícara retiró su capa con la otra mano, dejando a la vista su puñal de cristal para asustar al posadero, y sacó un sobre lacrado. Con cuidado lo puso encima de las monedas y miró al tabernero con su sempiterna, y estúpida, sonrisa.

      «No necesitas explicaciones sobre a quien darle esto, verdad?» preguntó la ladrona.

      «No necesito explicación señora» tartamudeó el posadero.

      «Y no necesitas saber que has de ser discreto, verdad?» pregunto de nuevo la pícara.

      «Sé de sobra lo que le pasó a mi predecesor por hablar mas de la cuenta, no quiero que eso me ocurra a mi» dijo el temeroso tabernero.

      «Perfecto entonces, en una semana vendré a por la respuesta y… a por otro de tus deliciosos cócteles!!!!» dijo la goblin con entusiasmo mientras se ajustaba la capucha ocultando su rostro.

      De un salto bajó de la banqueta y, sin hacer ningún ruido, se dirigió hacia la salida mezclándose entre el tumulto de la taberna.

      El posadero guardó la carta asegurandose de que nadie le veía, recogió el dinero y la abundante propina y respiro tranquilo ahora que esa loca, imprevisible y peligrosa goblin había salido de su establecimiento.

       

    • megamalkuth
      Participant
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      Durante esa semana, la peculiar goblin estuvo observando la puerta de la taberna, estaba ansiosa y expectante por ver la respuesta a la proposición que había hecho a la importante organización de ladrones y malhechores. Era la segunda vez que intentaba el contacto; el estúpido tabernero que había antes no entrego el mensaje, y la asesina goblinoide tuvo que enseñarle cuales eran las consecuencias de desobedecer una orden de alguien «criada en las calles» de una forma extremadamente dolorosa y mortal. Estaba segura que el nuevo posadero lo haría tan bien como los «deliciosos» cócteles que preparaba a la pícara, pero estos ladrones debían ser muy buenos porque, por el momento, no había visto a nadie al que pudiera identificar claramente.
      Finalmente el día de recoger la respuesta había llegado, pero esa vez no entró de día, sino que esperó al cierre de la taberna para ocuparse del tabernero si no había cumplido con su parte. Trepó ágilmente por una de las paredes, entró por una ventana de una habitación superior, bajo las escaleras sin hacer el menor ruido y se oculto en las sombras sin que el dueño de la taberna se percatase de nada. Observó como el camarero recogía todas las mesas y limpiaba la barra; una vez acabó se quedo un buen rato con cara de miedo, como a la espera de algo o alguien.
      La ladrona observaba divertida desde las sombras como el tabernero se moría de miedo, y es que le encantaba inspirar esa sensación en esos humanos tan débiles y deliciosos. Disfruto de la situación hasta el último segundo y cuando el posadero decidió marcharse salió de su escondite.
      «Tabernero, un cóctel de zumos de tomate y grosellas, con una pizca de sal, una pizca de pimienta, cinco cucharadas de azúcar y una aceituna» dijo la picara enérgicamente asustando al posadero.
      El posadero se quedó helado y tras unos segundos reaccionó al fin haciendo una nerviosa reverencia.
      «Enseguida señora» dijo con amabilidad.
      Preparó el cóctel con la precisión de siempre, para deleite de la goblin, la cual esperaba que hubiera cumplido su parte, ya que seria una pena tener que comerse a tan apreciado barman.
      «Han traído esto para usted» dijo sumisamente mientras entregaba un sobre a la pícara.
      La pícara sonrió enérgicamente mientras recogía el sobre, puesto que ya no tenía que matar a ese humano tan diestro con los cócteles.
      Abrió el sobre y se dispuso a leer lo que allí había escrito. Al parecer se habían fijado en ella y estaban interesados en contratar sus servicios, pero antes querían poner a prueba sus habilidades sustrayendo objetos. La primera tanda de pruebas, consistía en robar tres objetos, lo cual parecía excitante y tremendamente divertido para la trastornada goblin. Una vez entregados los objetos, tendría que hacer dos tandas de misiones más pero, como buena jornalera, la ladrona iría «por partes».
      Ante el atónito tabernero, la goblin vació el cóctel de un trago y se puso a bailar una extraña danza dando pasos adelante y atrás mientras movía los brazos contenta, para despues salir corriendo por la puerta.
      «Al menos estoy vivo» pensó el posadero encogiéndose de hombros mientras ,mucho mas tranquilo, se dirigía a sus aposentos. Esa noche dormiría como un tronco.
      • Esta respuesta fue modificada hace 4 years, 3 months por megamalkuth.
    • megamalkuth
      Participant
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      Embozada en su manto, la peculiar goblin se deslizó, con rapidez y sigilo, entre las sombras que proyectaban los arboles a ambos lados del camino. Amparada por la oscuridad de la noche, recorrió en un santiamen el camino que separaba Anduar de la villa Celedan, su primer objetivo; tal y como ponía en la nota debía sustraer un objeto, de gran valor, valiendose de sus habilidades de robo.

      Subió a un arbol y oteó el perímetro del lugar, observando una casa en el centro de una gran finca, rodeada de un enorme en infranqueable muro. El dueño de esa propiedad debía ser especialmente adinerado, puesto que su acceso estaba mejor protegido que las murallas de muchas ciudades. Saltar el muro no era una opción, asi que la pequeña delincuente intentó buscar otro metodo de acceso, fijandose en la entrada principal, custodiada por dos enormes y bien armados guardias.

      La ladrona se acercó con sumo cuidado para observar la situación mas de cerca, los guardias parecían fuertes y diestros, pero no muy avispados, puesto que no se dieron cuenta de la presencia que les acechaba. La asesina preparó sus dagas para matar a los soldados, lo cual sería sencillo al no haber sido detectada, pero desechó la idea al acordarse de las especificaciones de la misión: nada de muertes. Observó las pertenencias de los guardias, detectando una llave dorada en los cinturones de ambos guardias, no habia que ser muy listo para suponer que era la llave de acceso.

      La malhechora subió a uno de los arboles cercanos, observando que los guardias hacían patrullas cada cierto tiempo, dejando la entrada libre. Pensó en forzar la entrada, pero no sabía el tiempo que tardaría en hacerlo asi que deshecho la idea y se concentró en encontrar una manera de robar la llave; tras darle muchas vueltas, finalmente tuvo una idea: Primero memorizó los movimientos rutinarios que los guardias usaban para hacer la ronda, despues se situó en la copa de un arbol cercano, donde el guardia daba la vuelta para volver al punto de partida y por último sacó un fino y resistente hilo de araña, en cuyo extremo ató un pequeño gancho metálico.

      Cuando el guardia se paró en el punto final de su recorrido, la diestra ladrona bajó con rapidez su improvisada herramienta de robo hasta la altura del cinturón del guardia y, con un ágil giro de muñeca enganchó la llave, subiendola son sumo cuidado hasta su posición. El pobre guardia no se percato de nada, ni el ni su compañero situado al otro extremo del camino, por lo que volvió a su posición. La sonriente goblin solo tuvo que tirar una piedra a una posición lejana para atraer a ambos gaurdias a una posición alejada de la entrada, momento que la ladrona aprovechó para abrir la puerta y colarse en la propiedad.

      Una vez dentro la cosa fue sencilla, las medidas de seguridad eran irrisorias y se acercó sin problema hasta la casa, colandose por una ventana abierta. Dentro de la casa encontró un cofre con una serie de pertenencias, entre las que destacaba la factura de mantenimiento de una reliquia familiar: La espada de Celedan. Era un cheque de entrega al portador, por lo que podría reclamar su tesoro en la armeria, a traves de uno de sus subordinados, sin levantar sospecha alguna.

      Con el mismo sigilo que entró en la villa, nuestra protagonista, salió de la misma portando el primero de los encargos que había conseguido cumpliendo a rajatabla las divertidas reglas que le había impuesto el gremio de ladrones al que queria pertenecer. Sonrió estupidamente al imaginarse colmada de riquezas una vez dentro.

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