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Crónica escrita por Avendrok Vesdrac y Rhalgrim Girlhim.
Pese al incesante repicar de metal contra metal, el estruendoso llanto hizo detener a todos los herreros al instante.
– Mi pequeño, mi pequeño. ¡Ha nacido mi pequeño! – decía el orgulloso dueño de la herrería.Tropezando con diversas herramientas, armas y armaduras que habían colocadas por el lugar, el feliz enano salió de la herrería sin nada que le importase más que el nacimiento de su vástago.
Por las estrechas callejuelas del barrio residencial de kheleb dum, Thorak recibía ya la bendición de sus vecinos.
El anciano del clan Girlhim incluso dijo:
– Ese muchacho va a ser un formidable guerrero. ¡Menudo llanto! El mismísimo Durin se habría estremecido al escucharlo retumbar tras las montañas.Cuando el herrero por fin llegó a la puerta de su casa, se tomó un par de segundos para recuperar el aliento e intentar tranquilizarse. A continuación, cogiendo una gran bocanada de aire, entró en la estancia.
En el interior se respiraba un ambiente cálido y húmedo. La vieja clériga se encontraba allí limpiando algunos restos de sangre de diversos paños que se habían utilizado durante el parto, el agua de varios cubos se veía rosada, y esto hizo que al enano se le encogiese el corazón.
La sacerdotisa, con gesto serio le dijo:
– Hoy ha nacido un fuerte y precioso hijo de Kheleb. Pero Bretdeth ha sufrido mucho. Debemos cuidarla, pues se ha debilitado demasiado.Sin poder esperar un segundo más, decidió entrar a la habitación.
Su esposa, recostada sobre un lado, mostraba un pálido y débil rostro. Pese a ello, una fina sonrisa se apoderaba de ella. Miró a los ojos a Thorak y con un suave gesto le invitó a acercarse al lecho.
La criaturita era preciosa. De abundante vello capilar, unos grandes y curiosos ojos color escarlata, y un rostro redondito, así como un cuerpo rechoncho y lleno de energía.
– ¿Es hermoso, verdad? – dijo la mujer enana mediante un débil hilillo de voz.- Soy el enano más feliz de todo Kheleb, amor mío – Contestó él.
Rhalgrim creció con el olor a forja de la herrería de su padre. Jugando con espadas, hachas, martillos y armaduras que reposaban en el taller a la espera de guerreros que pudieran darles buen uso. Al alcanzar la adolescencia, ávido de aventuras, se inscribió en la academia de combate. Conoció a Jewan, el maestro de la hoja mellada, Maer el rompe-cráneos y Gurn, el puño de hierro. Los tres despiadados luchadores se encargaron de que Rhalgrim pudiera obtener un gran conocimiento de los diversos estilos de batalla, así como las técnicas adecuadas para cada tipo de filo, martillo u otros tipos de arma. Le mostraron la valía de ser compañero de armas de quienes luchan a tu lado. Ser el escudo de quienes son tu espada, y ser el martillo de quien es tu apoyo durante el combate.
Finalmente, acabado su entrenamiento, decidió enrolarse en una compañía mercenaria junto al viejo Jewan con el propósito de volver a casa cargado de tesoros y gloria. Todos le envidiarían, se decía a sí mismo. Pero su arrogancia le costaría caro pocos días más tarde.
Jewan, aunque era algo viejo ya, poseía una gran habilidad en combate además de la sabiduría que otorga la experiencia. Y por ello, decidió hacer de Rhalgrim un poderoso guerrero, a la vez que una honorable persona. Quizás esta segunda cualidad más difícil que la primera, conociendo el carácter del joven muchacho. Aún así, la tozudez del experto maestro de armas, acabaría por demostrar al joven imprudente lo más importante de una batalla. Aquello que es más valioso que la misma gloria. La supervivencia.
Una noche, mientras descansaban entorno a la hoguera refugiados por una gran pared de montaña, no fueron conscientes del peligro que les acechaba. Gerwen montaba guardia durante las primeras horas de la noche, Pero el aburrimiento se adueñaba de él mientras el resto de sus compañeros contaban historias junto al fuego. Sordaz, un viejo soldado ya retirado, siendo consciente de ello, decidió acercarle el odre de vino al joven vigilante. Aprovechando el descuido de este último, una pequeña partida de orcos que aguardaba el momento ideal, atacó por sorpresa, llevándose la vida del joven Gerwen al instante de un flechazo mortal.
Sordaz se quedó pálido cuando, al dejar caer el odre de vino para echar mano a la espada, notó como el frío filo de una daga recorría su cuello de lado a lado. De nada sirvió al veterano soldado intentar gritar para dar la alarma, pues su inundada tráquea no hacía más que gorgotear sangre.
Mientras tanto, Jewan y Rhalgrim permanecían alegres junto a la lumbre. Hasta que el experimentado maestro de armas, curtido en mil batallas y dotado de un aguzado instinto, notó que algo no iba bien. Su repentino gesto serio fue suficiente para que Rhalgrim comprendiese que debía permanecer alerta.
Jewan empuñó el hacha y se irguió rápidamente. Como por ensalmo, un monstruoso orco arremetió contra ellos armado con una cimitarra. Rhalgrim fue sorprendido, y pese a los conocimientos adquiridos durante años y años de entrenamiento, no consiguió esquivar el ataque. Una terrible cuchillada le atravesó incluso los pensamientos. El joven cayó fulminado al suelo.
Por todos los Dioses, cuánto dolía ese golpe. Cuánto dolía.
Al cabo de lo que parecía una eternidad, consciente de que necesitaba incorporarse, luchar, ayudar a su amigo; ¡Su maestro! abrió los ojos inundados de sangre, y pese a la torpe y rojiza visión, pudo discernir que dos grandiosos orcos luchaban sin cuartel contra el experto Jewan. Debía hacer algo. Pensó. Y acto seguido, aferró su propia hacha y se abalanzó sobre uno de los enemigos asestándole un profundo tajo que lo abatió como si de un árbol talado se tratase. El otro orco, gritando, escupiendo y maldiciendo al maestro de armas, no pudo hacer nada cuando Rhalgrim, pese a mantener una mano cubriéndose el rostro, describió un amplio arco con la hoja del arma que finalizó en su espalda, concluyendo la tarea.
- Has luchado bien. Dijo el maestro Jewan, orgulloso de su discípulo.
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Me han enseñado bien. Contestó Rhalgrim haciendo una mueca producida por el terrible dolor en su cara.
Jewan dejó caer el arma, pidiéndole a la vez a Rhalgrim poder ver sus heridas. En ese mismo instante, un tercer orco apareció de la nada, blandiendo una espada curva a la velocidad del rayo.
No tenía alternativa. La temible cuchilla se dirigía directamente al cuello del desprotegido muchacho. Así que Jewan, sin tiempo para nada más, actuó sin pensar. apartó a Rhalgrim de un empellón e interpuso su propio cuerpo para defender al joven.
La hoja del orco se hundió en la espalda del anciano atravesándolo de parte a parte y dejando asomar la afilada punta por el pecho del moribundo enano. Una temblorosa sonrisa se adueñó del maestro, antes de que sus ojos, llenos de lágrimas, perdiesen la visión del mundo de los vivos.
Rhalgrim, aterrorizado, echó mano rápidamente del hacha de su maestro. Poseído por la ira, arremetió una y otra vez contra el tercer enemigo. No duró demasiado. El orco cayó al suelo sin vida a los pocos segundos. Pero Rhalgrim no cesó en golpear una y otra vez el inerte y maldito cuerpo.
Al amanecer, ya no quedaba nada. Ninguna ilusión. Nada de gloria. No habría compañeros de armas durante el día a partir de entonces. No habrían risas, ni cerveza ni vino, ni amigos con los que contar historias durante la noche.
Rhalgrim volvió a la montaña transformado física y mentalmente. La enorme cicatriz que le deformaba el rostro, impidiéndole sonreír, no era más que un vivo recuerdo de las pesadillas nocturnas que padecería el resto de su vida. Al aparecer por la inmensa puerta de Kheleb Dum, todo el poblado esperaba al joven con tristeza, pues las malas noticias vuelan veloces como el viento. Todos conocían ya los acontecimientos, la furiosa batalla, y el desdichado final. Rhalgrim fue llamado al consejo real, donde depositó unas pequeñas campanillas plateadas. Estas eran las que portaba el maestro de armas Jewan en su larga y cuidada barba. El consejo, decidió otorgarle a Rhalgrim el título de Invencible Combatiente de la Guerra por su valentía, y el permiso para llevar con honor las campanillas de quien fue su amigo y mentor. Tiempo después se le otorgaría el rango de Capitán de la Alianza de Darin.
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