Inicio › Foros › Historias y gestas › De orcos, dragones y linajes…
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-¡Waaaagh! ¡Padre! Como me lo prometizte… Aquí tienez laz cabezas que me pedizte- Dijo Naghig mientras arrojaba a los pies de Glorbaugh un saco que contenía diferentes cabezas de distintas razas buenas de Eirea. Una de las cabezas pertenecía a una elfa, la cual conservaba una mueca de terror aun estando desmembrada. Naghig clavó su lanza atravesando la cabeza de oreja a oreja y la alzó hacia el comandante buscando un gesto de aprobación.
-¡Groooooarrrgh! ¡Naghig! Ya te dije que no zoy tu padre. ¡Llámame comandante! -Dijo Glorbaugh mientras observaba la cabeza de la elfa desde cerca pasando su lengua por el rostro de la elfa.
-Dezde que era un niño me prometizte que me contaríaz la historia de miz origenez cuando zituara a tuz piez las cabezas de cada una de las distintaz razas de Eirea.
-¡Bazuraz! Enziendan el fuego y traigan algo de beber que la jornada zara extenza- Expresó Glorbaugh mientras se dirija a uno de los goblins que con las manos encadenadas esperaba por órdenes.
El goblin corrió rápidamente para preparar la petición del comandante. Era sabido que una pequeña demora significaría la muerte por lo cual se enfocó únicamente en servir a Glorbaugh para así conservar la cabeza sobre su cuello.
-¡Dhurkrog! Gritó Glorbaugh. Un gigantesco gnoll que se encontraba inmerso en sus oraciones alzó su vista hacia el comandante. -Aun tienez los recuerdos de aquella noche?
-¡Como si hubiese sucedido ayer Comandante! El gnoll se levantó y se acercó al fuego donde se encontraban los orcos. Recuerdo claramente el dia en que el dragón negro nos advirtio…
-¡Alto! Exclamó Glorbaugh. Quiero que lo vea con zuz propioz ojoz… haz el truco tuyo eze de las aluzinazionez que tanto me guzta…-Dijo Glorbaugh mientras analizaba qué hacer con la cabeza de la elfa que había traído Naghig.
Glorbaugh se sentó de piernas cruzadas a un lado del fuego mientras una de sus concubinas masajeaba su espalda. Naghig dejó su pesada cadena a un lado, y se preparó para escuchar la historia que el comandante le había prometido contar una vez que cumpliera con la misión. El gnoll comenzó a mezclar ungüentos de plantas junto con otros ingredientes que guardaba en su mochila.
-¡Naghig… ¡Pon atención pues no repetiré ningún detalle! -Dijo Dhurkrog mientras arrojaba una serie de huesos y conchas al fuego.
El joven orco se sintió mareado y somnoliento dejándose llevar por el sueño que produjo el humo mientras que Glorbaugh reía a carcajadas mirando a Naghig desvanecerse tan fácilmente. Dhurkrog con un rostro completamente carente de emociones cerró sus ojos para sincronizar y ordenar las visiones que Naghig tendría aquella noche mientras cantaba oraciones en una antigua lengua difícil de reconocer.
El humo que comenzó a salir de la fogata comenzó a tomar la forma de un antiguo espíritu chamán que ingresó por las fosas nasales de Naghig haciendo que el orco entrase en un trance mientras se dibujaban las imágenes en su subconsciente que recopilarían su historia…
- Este debate fue modificado hace 2 years, 10 months por Jashraia.
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El día 13 de Mesamin del 128 de la cuarta era los tambores retumbaron más fuerte de lo habitual. El comandante Glorbaugh, acompañado de los altos mandos de la Horda Negra, visitó la sala de las concubinas que acababan de parir con el objetivo de conocer al bebe que había sido vaticinado por el oráculo.
-Al fin llegó la hora de conocerlo… -Pensó Glorbaugh mientras con paso firme se acercaba a la habitación.
El desesperado llanto de una malograda madre orco fue rápidamente silenciado por uno de los acompañantes de Glorbaugh con una precisa perforación que atravesó su cuello mientras el recién nacido era arrancado de sus inertes brazos. El niño fue llevado con inmediatez ante la presencia del comandante, el cual sonriente, llevó al pequeño, aún bañado en sangre y líquido amniótico, al templo de Gurthang donde se iniciaría el ritual que había sido preparado con antelación.
-¿Será posible que por tu interior corra la misma sangre de aquel grandioso guerrero? -Penso Glorbaugh mientras le entregaba el bebe a uno de sus chamanes de confianza.
-Dhurkorg! Exclamó Glorbaugh. -Tú estaráz a cargo de la zeremonia. Te dejo a ti el trabajo de ezcoger los chamanez que zacrificaremoz…Ejem… utilizaremoz para la zeremonia.
-Naghig, Naghig, Naghig, Naghig, Naghig, Naghig, Naghig – Era el nombre que había sido escogido por el oráculo y era el nombre que pronunciaban al unísono los nueve chamanes que habían sido convocados para la ceremonia aquella noche. El grupo de orcos, liderados por Glorbaugh subieron temerosos los fríos escalones de la torre de obsidiana para entregar al recién nacido como ofrenda al magnánimo Mergandevinasander, quien reclamaba con ofrendas de sangre su dominio sobre la oscura fortaleza de Golthur-Orod.
-¡Recordad que el máz mínimo error noz podría costar la vida! -Repitió Glorbaugh mientras tembloroso se acercaba a la guarida del dragón.
-Habéis escuchado al comandante- Replicó Dhurkrog a sus chamanes mientras les ordenaba mantener la cabeza baja y por ninguna razón mirar al gran Mergandevinasander directo a los ojos.
El gigantesco dragón observó al grupo de orcos que se aproximaban a sus aposentos con indiferencia y les ordenó dejar el bebe frente a él. Glorbaugh, temeroso pero convencido, se acercó al wyrm abismal depositando al pequeño sobre un improvisado bloque de granito para luego retroceder paso a paso sin apartar su mirada del poderoso animal.
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-Aquí eztá el pequeño rezién nacido que te prometí Mergandevinasander.
-¡Fuera de mi vista! Exclamó el dragón mientras observaba al pequeño que se encontraba en su lecho.
Mergandevinasander, solo con la pequeña criatura, se preparó para llevar a cabo el sacrificio mirando al orco directo a sus ojos estudiando su alma. Fue en ese momento que el dragón observó algo que no se lo esperaba. Por la sangre del pequeño Naghig corría la sangre de quien fue uno de sus peores pesadillas de otra época, un legendario general orco que había sembrado el terror a lo largo y ancho de los reinos. El antepasado de Naghig era el culpable de la única cicatriz que le atravesaba el pecho y casi había acabado con su vida, el antiguo mandamás y Caudillo de la Horda Negra llamado Wrunk.
-Así que la profecía era cierta… Quién se lo podría haber imaginado… -Pensó Mergandevinasander.
Aquella batalla era recordada con anhelo por el dragón y como nunca consiguió su venganza tras la desaparición de Wrunk, decidió perdonar la vida de Naghig para así darle la oportunidad de crecer y volverse fuerte para en un futuro próximo revivir la pelea de la cual había jurado vengarse.
-GLORBAUGH!- Exclamó Mergandevinasander. -Te ordeno que cuides a este niño como si fuera de tu descendencia. Críalo como un soldado y ponlo bajo la tutela de los mejores guerreros de la fortaleza! No te daré más detalles pero su linaje es de sumo interés para mi. Vuestra vida es perdonada…por ahora. -Dijo el dragón mientras cerraba sus ojos retomando el sueño en el que se encontraba.
Desde ese día en adelante Glorbaugh adoptó al pequeño orco como uno más de los suyos. Naghig contó desde temprana edad con los mejores maestros de combate que el sucio dinero orco podía conseguir transformándolo en un prodigio de la batalla. La inversión parecía dar frutos puesto que Naghig aprendía rápidamente todas las técnicas que eran presentadas ante él tanto como el uso de pesadas cadenas para aplastar a sus enemigos como la preparación de todo tipo de cepos y trampas para capturar a sus víctimas.
-¡Despierta! Exclamó Glorbaugh mientras daba una bofetada en el joven orco interrumpiendo las visiones que este tenia producto del trance pues los guardias de las puertas de Golthur-Orod habían hecho sonar el cuerno que indicaba el ataque de enemigos a la ciudad. Naghig desconcertado y aún tratando de asimilar lo aprendido enroscó la pesada cadena en su brazo derecho y se preparó para defender su ciudad una vez mas…
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(RESUBIDO POR PETICION DE YLVRITH)
El día 13 de Mesamin del 128 de la cuarta era los tambores retumbaron más fuerte de lo habitual. El comandante Glorbaugh, acompañado de los altos mandos de la Horda Negra, visitó la sala de las concubinas que acababan de parir con el objetivo de conocer al bebe que había sido vaticinado por el oráculo.
-Al fin llegó la hora de conocerlo… -Pensó Glorbaugh mientras con paso firme se acercaba a la habitación.
El desesperado llanto de una malograda madre orco fue rápidamente silenciado por uno de los acompañantes de Glorbaugh con una precisa perforación que atravesó su cuello mientras el recién nacido era arrancado de sus inertes brazos. El niño fue llevado con inmediatez ante la presencia del comandante, el cual sonriente, llevó al pequeño, aún bañado en sangre y líquido amniótico, al templo de Gurthang donde se iniciaría el ritual que había sido preparado con antelación.
-¿Será posible que por tu interior corra la misma sangre de aquel grandioso guerrero? -Penso Glorbaugh mientras le entregaba el bebe a uno de sus chamanes de confianza.
-Dhurkorg! Exclamó Glorbaugh. -Tú estaráz a cargo de la zeremonia. Te dejo a ti el trabajo de ezcoger los chamanez que zacrificaremoz…Ejem… utilizaremoz para la zeremonia.
-Naghig, Naghig, Naghig, Naghig, Naghig, Naghig, Naghig – Era el nombre que había sido escogido por el oráculo y era el nombre que pronunciaban al unísono los nueve chamanes que habían sido convocados para la ceremonia aquella noche. El grupo de orcos, liderados por Glorbaugh subieron temerosos los fríos escalones de la torre de obsidiana para entregar al recién nacido como ofrenda al magnánimo Mergandevinasander, quien reclamaba con ofrendas de sangre su dominio sobre la oscura fortaleza de Golthur-Orod.
-¡Recordad que el máz mínimo error noz podría costar la vida! -Repitió Glorbaugh mientras tembloroso se acercaba a la guarida del dragón.
-Habéis escuchado al comandante- Replicó Dhurkrog a sus chamanes mientras les ordenaba mantener la cabeza baja y por ninguna razón mirar al gran Mergandevinasander directo a los ojos.
El gigantesco dragón observó al grupo de orcos que se aproximaban a sus aposentos con indiferencia y les ordenó dejar el bebe frente a él. Glorbaugh, temeroso pero convencido, se acercó al wyrm abismal depositando al pequeño sobre un improvisado bloque de granito para luego retroceder paso a paso sin apartar su mirada del poderoso animal.
-Aquí eztá el pequeño rezién nacido que te prometí Mergandevinasander.
-¡Fuera de mi vista! Exclamó el dragón mientras observaba al pequeño que se encontraba en su lecho.
Mergandevinasander, solo con la pequeña criatura, se preparó para llevar a cabo el sacrificio mirando al orco directo a sus ojos estudiando su alma. Fue en ese momento que el dragón observó algo que no se lo esperaba. Por la sangre del pequeño Naghig corría la sangre de quien fue uno de sus peores pesadillas de otra época, un legendario general orco que había sembrado el terror a lo largo y ancho de los reinos. El antepasado de Naghig era el culpable de la única cicatriz que le atravesaba el pecho y casi había acabado con su vida, el antiguo mandamás y Caudillo de la Horda Negra llamado Wrunk.
-Así que la profecía era cierta… Quién se lo podría haber imaginado… -Pensó Mergandevinasander.
Aquella batalla era recordada con anhelo por el dragón y como nunca consiguió su venganza tras la desaparición de Wrunk, decidió perdonar la vida de Naghig para así darle la oportunidad de crecer y volverse fuerte para en un futuro próximo revivir la pelea de la cual había jurado vengarse.
-GLORBAUGH!- Exclamó Mergandevinasander. -Te ordeno que cuides a este niño como si fuera de tu descendencia. Críalo como un soldado y ponlo bajo la tutela de los mejores guerreros de la fortaleza! No te daré más detalles pero su linaje es de sumo interés para mi. Vuestra vida es perdonada…por ahora. -Dijo el dragón mientras cerraba sus ojos retomando el sueño en el que se encontraba.
Desde ese día en adelante Glorbaugh adoptó al pequeño orco como uno más de los suyos. Naghig contó desde temprana edad con los mejores maestros de combate que el sucio dinero orco podía conseguir transformándolo en un prodigio de la batalla. La inversión parecía dar frutos puesto que Naghig aprendía rápidamente todas las técnicas que eran presentadas ante él tanto como el uso de pesadas cadenas para aplastar a sus enemigos como la preparación de todo tipo de cepos y trampas para capturar a sus víctimas.
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