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Las llamas que se mecían en las velas se envalentonaron revueltas al paso de un corpulento Orgo por aquel solitario pasillo.
Dicho Orgo, perteneciente a los administradores censales de la ciudad, se encaminaba raudo y veloz hacía las dependencias del supremo consejo de magos con el ceño fruncido y las manos repletas de libros y pergaminos.
Durante su particular travesía por aquellos pasillos, varios sacerdotes intentaban importunarle con algunos comentarios, ligeramente despectivos, sin efecto alguno. Aquel Orgo tenía claro su destino y la vehemencia por alcanzarlo con rapidez.
En uno de los sucesivos giros que daba por aquellos laberinticos pasillos, debido a su concentración por avanzar, se topó con otro Orgo.
En el choque desafortunado que se sobrevino, los royos de pergamino y libros que portaba aquel Orgo salieron disparados por doquier, repartiéndose por diversos rincones de aquel pasillo.
Farfullando maldiciones, sin percatarse de con quién o qué había chocado, el Orgo de dispuso a recogerlos ávidamente.
La figura con la que había topado se quedó impasible, erguida junto a él.
Cuando el Administrativo terminó su particular recogida de papeles, levantó la vista dispuesto a increpar a dicho individuo. Su eventual irá quedo aplacada con solo una mirada.
-Sss..Señor Rijja Al’jhtar- dijo con voz temblorosa- disculpe mi torpeza. No sabía que era usted. – añadió el Orgo.
-No se preocupe. Este tipo de accidentes suelen ocurrir y más teniendo en cuenta, claro, su velocidad por estos pasillos. ¿A qué se debe dicha avidez? – Dijo Rijja.
-Mi Alto Teócrata, me dirigía a verlo a usted. Encaminaba mis rápidos pasos a la sala del consejo, con un motivo más que justificado.
-Bueno, parece que el encuentro que buscabas se ha sucedido. Ven, sígueme hasta los despachos del templo. Allí tendrás la oportunidad de explicarme que sucede.
Después de unos minutos, tras avanzar por algunos corredores del Templo Piramidal, llegaron a unos amplios habitáculos que hacían las veces de salas de reuniones.
-Bien- Dijo Rijja – ¿De qué se trata?
-Mi Señor- comenzó diciendo el Orgo mientras esparcía abiertos sobre una mesa los pergaminos y libros de cuentas que portaba- El Censo Ar’Kaindiano ha crecido inconmensurablemente los últimos años. Las filas de guerreros y hechiceros novicios han engrosado nuestros ejercitos de manera significativa.
-Buena noticia, sin duda. – Interrumpió Rijja.
-Si mi Señor, sin duda. Pero tal número ha disparado la demanda de entrenamiento y pertrechos entre dichos novicios. Debido al poder económico que esto conlleva, debemos restructurar las cámaras acorazadas del servicio bancario para poder almacenar los nuevos dividendos. Y claro está, las propias arcas de la ciudad.
-No entiendo el problema pues.
-Verá, debido a la acumulación y el saneamiento de las Arcas que el Consejo ha llevado a cabo los últimos años, lejos de ser una mala noticia, las arcas están repletas. Las obras de este ámbito suelen contraer ciertos inconvenientes en las transacciones durante unos días y, siendo las fechas que son, no sería prudente acometer estas y paralizar el comercio de la ciudad.
-Entiendo. No se preocupe, con intención de equilibrar la cantidad de efectivo, la ciudad desembolsará al completo el coste de los entrenamientos de los novicios que comentas, incluyendo incluso a cualquiera que quiera ampliar sus conocimientos y poder bélico.
-Mi señor, si entiendo lo que quiere decir… ¿Habla de suprimir el impuesto y que la ciudad costee todos los entrenamientos de los ciudadanos? Esto desequilibraría la balanza del ahorro que han llevado a cabo estos últimos años.
-Estás en lo cierto, una proclama así debería acarrear ciertos problemas económicos para con la ciudad, pero nada más lejos de mi intención. Apunta y esquematiza cada una de las monedas que se invierta en esto. Al final de la temporada, desembolsaré de mi propio bolsillo todos los gastos acarreados por esta actividad. Ahora ve, organizad todo para que quede acorde a lo hablado.
-Sin duda, un gran aporte, mi Señor. Un placer servirle.
El Administrativo desapareció por la puerta raudamente mientras que Rijja volteaba dirigiéndose a uno de los balcones de la estancia que proporcionaba una visión perfecta de su querida ciudad natal y esbozó una ligera sonrisa.
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