Observas a un ser de diminutos y esféricos ojos en los que las pupilas parecen haberse tragado por completo al iris y la esclerótica, convirtiéndolos en un par de canicas negras
que flotan en un rostro de redondeadas facciones. Una bulbosa nariz intenta no perderse entre sus enormes mofletes, mientras que unos labios de pez dejan entrever unos dientes de
un blanco resplandeciente. A pesar de que sus extremidades son más bien cortas y enclenques, una enorme panza se expande en todas direcciones en una lucha constante contra la
gravedad. Sus flácidos y estirados pechos parecen derramarse con dirección a su ombligo infructuosamente. Su piel, recubierta por completo por un tinte azul de aspecto aceitoso
está completamente libre de cualquier rastro de bello.