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Capítulo I
… tras una larga estancia en la Biblioteca Al’jhtar estudiando compendios y tratados de diferentes disciplinas, el tiempo puede tornarse… tedioso.
Lo cual, por norma general, hace atractiva la pesquisa de lecturas algo más entretenidas en aquellos volúmenes tan heterogéneos.
Dicha búsqueda llevó mis pasos, y mi curiosidad, hasta la parte más profunda de dicha biblioteca. En aquellas soledades se almacenaban viejos y roídos libros sobre historias olvidadas, gestas perdidas en el tiempo, diarios familiares o, simplemente, delirios febriles de mentes descarriadas que habían quedado inmortalizadas en formato escrito. De los cuales muchos de ellos, pertenecían a antepasados de mi propia familia.El escudriño curioso de aquellas estanterías, colmadas de polvo y telarañas, llevó a mis dedos a posarse sobre un viejo tomo.
“Reliquias del Mundo Antiguo: por Kajjo Al’jhtar”
Al leer el nombre de mi antepasado en la rúbrica de aquella monografía, un súbito escalofrío recorrió mi espina dorsal.
Tenía en mis manos el diario personal de Kajjo el Heterócromo. En el narra, de forma un tanto errática, sus viajes y descubrimientos en los desiertos de Al’Qualanda. Obviando los sucesivos textos sobre ciudades perdidas, diversas artes olvidadas, hechizos prohibidos o en desuso y estudios de toda índole, llamaba la atención la escritura obsesiva sobre la leyenda de una Antigua Reliquia conocida como Viento de Arena.
Comúnmente se la conoce, en las leyendas folclóricas de estas tierras, como un objeto que poseía el poder de desplazar las dunas a voluntad del poseedor. Pero presumiblemente desaparecido durante siglos.
En el diario de Kajjo se desmiente por completo este mito, enunciando que dicho nombre pertenece a una edificación. Más concretamente, en aquellos textos delirantes, hacía referencia a una Pirámide en mitad de las Dunas de Al’Qualanda. Aportando datos y descripciones detalladas sobre la misma.
Para poder esclarecer la verdad sobre sus divulgaciones, decidí estudiar a fondo los escritos, descripciones e información variada del libro que había caído en mis manos.‘Sin duda, será entretenido’, pensé…
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Capítulo II
Las primeras ojeadas al Diario de Kajjo eran, como mínimo, apabullantes.
Las narraciones e investigaciones en el cual se disponían, estaban plagadas de saltos de página, anotaciones y párrafos caóticos pero rara vez inconexos. Dentro de ese barullo de ilustraciones, simbología y textos existía cierto orden, el cual quedaba aún por descifrar, se asomaba un gran conocimiento sobre diferentes materias: Alquimia, botánica, bestiario de Eirea, estudios sobre topografía y recursos… había prácticamente anotaciones sobre cualquier exploración o análisis que había llevado a cabo durante sus años de vida, que fueron muchos.
Pasado un tiempo ensimismado en el riguroso estudio de aquellas palabras y sabiduría escrita, recién descubiertas por mi persona, pude agrupar varios párrafos y compendios que hacían alusión a los mismos conocimientos los cuales se disponían de varios títulos variopintos:
<Zonas áridas, Orografía y yacimientos.> <Recursos y exploración.> <Lagarto ígneo, Delicias culinarias.> <Botánica, de Akbutege a Yavethalion.> <Tierra de Gigantes, piedra va y piedra viene.><Magia Arcana, Luz y sombra>…
Todo un amasijo de nuevos epígrafes se abría ante mí a la vez que recorría aquellas páginas enloquecidas. Era demasiado denso y enmarañado para poder tomar algo a la ligera. Todo debía ser archivado de manera ordenada para poder exprimir al máximo lo que esas páginas podían ofrecer. Sabiduría y divagaciones que recibía encantado ya que, al margen del patente conocimiento que en ellas se encerraba, eran las palabras y escrituras de mi antepasado Kajjo Al’jhtar, El Heterocromo.
Después de varias horas página por página, aojando cada símbolo y letra que en esas láminas residía, llegué a un cambio drástico en la forma de redactar la información que se encontraba en el diario. Kajjo cambiaba súbitamente, de una hoja a otra, su forma caótica y desaliñada de componer los párrafos a una totalmente ordenada y esquemática.
Tratada con escrupuloso esfuerzo gramatical y ortográfico, ordenada y pulida, toda una sinopsis orientada al aprendizaje y estudio sobre una leyenda popular:
La reliquia “Viento de Arena”
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Capítulo III
Después del excesivo esfuerzo desmembrando y acotando los anteriores escritos del diario, fue toda una sorpresa encontrar páginas tan bien ordenadas y esquematizadas. Tras un ojeo rápido sobre ellas, decidí apaciguar mi ansia de conocimiento y tomarme un ligero descanso, no por falta de ímpetu, si no para poder despejar mi mente al completo y amortizar cada segundo que empleara en el estudio de aquella pulida narración recién descubierta.
Sentencié que la mejor opción sería optar por un apacible paseo por mi ciudad natal, Ar’Kaindia. Suele ser una experiencia agradable, dada mi posición como Alto Teócrata, los habitantes de la metrópoli suelen impetrarme consejos de diversa índole, lo cual patrocinaría mi descanso y desconexión mental sobre los escritos de mi antepasado y así apaciguar mis desvaríos sobre estos.
Caminando de manera indeliberada, observando indiferentemente cada adoquín y edificación que se encontraba en las calles que recorría, llegué de manera automática a las calles destinadas al comercio de mi estimada ciudad.
El bazar de Ar’Kaindia es una calle que transcurre bajo las cimbras que soportan la base del Templo Piramidal. En ellas se pueden encontrar todo tipo de trebejos inservibles, multitud de enseres curiosos, variopintos bártulos y otros pertrechos realmente útiles.
Solo con ojear los tenderetes que allí se disponían se podía observar saquitos con exóticos componentes, pociones y tisanas de todo tipo, extraños artículos llenos de intrincadas runas, telares de diversos y hermosos tejidos, objetos alquímicos, túnicas y calzado de gran belleza. En resumen, todo tipo de exóticos utensilios y útiles traídos de los rincones más recónditos de todo Dalaensar.
Multitud de moradores de la ciudad se acercaban al cobijo de mi sabiduría, cultivada durante años en las bibliotecas, para atender mis consejos. Siempre con alguna que otra ofrenda para ser atendidos con una próspera vicisitud. Dátiles y cocos recién recogidos, casullas bordadas, broches de preciosa orfebrería… todo esto llenaba mi morral gratuitamente con el hecho de pasear y atender sus peticiones y ruegos.
Cierta vergüenza me invadía al verme absorto ante los pensamientos sobre aquel diario mientras mis conciudadanos me agasajaban sin cesar. No podía abstraerme, ni siquiera parcialmente, de aquellas letras.
Continuando con mi afán de acabar con la obnubilación sobre dichos párrafos, conduje mis erráticos pasos hacia la Calle Alhamad. Esta calle recorre el nivel rico de Ar’Kaindia, rodeando la zona de los artesanos y el bazar. Durante mi particular travesía llegue hasta la apertura en la calle que desemboca en una amplia plaza con pequeños setos, cómodos bancos de piedra y una estatua a tamaño real de Alhamad, uno de los personajes más influyentes de la historia de la ciudad, si no el que más. Por un agradable instante, me abstraje de los pensamientos que perturbaban mi descanso observando aquella magnifica escultura y el recuerdo de a quien representa:
Un enorme orgo que porta un bastón de mago repleto de runas, un medallón con forma de ojo, y unos ropajes propios a los llevados durante la travesía del desierto. Su mirada es altiva y desafiante.
Alhamad fue uno de los más grandes líderes militares y un poderoso mago astral. Dotado de una envidiable capacidad para la estrategia y del conocimiento sobre poderosos conjuros de encantamiento masivo. El condujo a la victoria al ejército orgo en múltiples ocasiones. De hecho, dice la leyenda que sólo fue derrotado en dos batallas.
Fue así como logró la unificación de Al-Qualanda bajo un mismo estandarte, conquistando todos los desiertos salvo los de Tilva, y subyugando a todas las razas de ogros bajo el dominio de los orgos.
Una punzada recorrió mi espina dorsal al observar detenidamente el bastón rúnico esculpido en aquella estatua. Las runas grabadas en una parte de dicho bastón eran exactas al encabezado de la descripción en el diario que me atormentaba, en este se disponían justo encima del título “Viento de Arena”.
Sin poder soportarlo, emprendí mi veloz regreso a la Biblioteca Al’jhtar, ávido de estudiar y albergar el conocimiento que las palabras de aquel diario, escrito por mi antepasado Kajjo, destinaba para mi persona…
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Capítulo IV
No podía dejar de reflexionar, mientras mis pasos avanzaban por la calle Alhamad hasta el borde exterior, sobre aquel libro. El enfermizo pensamiento de que aquellas letras me conducirían hacía algo más grande que cualquier otra cosa descubierta, un nuevo grado de sapiencia. Repasando mentalmente cada runa grabada en aquellos textos intentaba volver a dar forma completa a las pocas, pero elocuentes, palabras que había podido saborear en mi lectura, hasta ahora, de esos manuscritos.
Mis raudos pasos me condujeron con ligereza hasta las escaleras que conectaban con el nivel inferior de la ciudad, el conocido “borde exterior”.
Rodeado de modestas casas de adobe, sencillas, pero a la vez de gran belleza arquitectónica, el borde exterior circunda absolutamente toda la meseta Ferrian, marcando el límite de la ciudad, y desde este se pueden observar las más increíbles vistas del reino de Al-Qualanda.
La vista, adornada por un precipicio ferroso de varios centenares de metros, mostraba al completo cualquier recóndito lugar perteneciente al reino.
Bajando la vista se observa nítidamente el pueblo de Azhkaind, justo al pie de la meseta, junto con los cultivos alimentados por el rio Baltia, cuyas aguas se alejan lentamente hacia el oeste, hacia el Reino de Tilva (el cual cruza completamente).
Dicho rio desciende desde la cordillera de Cyr, lejos al norte, haciendo un meandro que bordea la Meseta Ferrian, para continuar hasta su delta en el mar de Loereth. Sin duda, este rio, es el auténtico tesoro en el corazón del desierto.
Alzando la vista, más allá del abrupto fin de la Meseta Ferrian (y con ella la ciudad de Ar’Kaindia), en dirección norte, se atisba la aridez extrema del desierto de Erk’Dinmae, enmarcada perfectamente por la colosal cordillera de Cyr, dividiendo el reino de Al-Qualanda con el Imperio Dendrita.
Alejando la vista hacia el sudeste, mientras recorres la extensión del Desierto de Sharframna, se puede ver con claridad el paso del Tangara, formado por el encuentro entre la cordillera de Ostigurth y las montañas de Akhelan Amras.
No escapa ningún territorio lejos de la impertérrita vigilancia de la civilización Orga desde la meseta.
El vasto Ast’Oradith, el desierto más meridional, más allá del cual se encuentra el reino de Kheleb, solo siendo separado de este por la cordillera de las Akhelan Amras.
En dirección noreste incluso se deja entrever el desierto de Ast’Morgadith. Una yerma, y peligrosa, extensión de arena la cual ha servido de tumba a innumerables héroes y aventureros.
Aunque la visión total resulta apabullante, no puede obviarse el espectacular atardecer que acontecía en aquel momento, reflejado majestuosamente en los Riscos del Ocaso.
La obcecación producida por la vista de mi amada tierra natal duró apenas unos instantes ya que volví a ser presa de la obsesión por aquel libro. Debía llegar a la Biblioteca Al’jhtar y apaciguar al fin mis ansias de conocimiento…
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Capítulo V
El destino parecía ralentizar a propósito, de nuevo, que llevara a cabo la empresa que me acontecía.
Esta vez en forma de un objeto metálico y puntiagudo. Había pisado un abrojo. Nada preocupante debido a mi recubrimiento pétreo, el cual impidió que recibiera ningún daño destrozando el molesto artefacto en el proceso. ‘Un abrojo en las calles de la ciudad! El responsable deberá pagar por esto‘ pensé.
Antes de poder dilucidar quién podía haber dejado tal incómodo objeto, escuché una risa apagada en un callejón cercano del cual emergió una silueta femenina que se acercaba de manera parsimoniosa.
Este encuentro fortuito, fruto de mi infortunio, me llevó a cruzar unas palabras con Khalid Cararasgada. Una Orga enjuta de tez terriblemente pálida, aunque de cabello oscuro. Sin duda, el rasgo más destacado de esta Orga es la profunda y llamativa cicatriz que surca su rostro desde el ojo derecho hasta la barbilla.
–Debería saludarte? ¿O Tal vez hincar un puñal en tu espalda? Oh gran Rijja Ato Teócrata de necios e incompetentes hechiceros…– me importunó Khalid con picardía.
–Saludos Khalid, tan viperina como siempre. Pero recuerda, como bien has dicho, ahora soy Alto Teocrata, debes cuidar tus palabras cuando te dirijas a mí. Por tu bien, claro. – Respondí con premura. – Tengo algo de prisa, no estoy para encuentros indeseados. – añadí.
Un liviano ambiente hostil se generó durante un instante solo para romperse, de manera súbita, cuando ambos estallamos en carcajadas. Ambos nos conocíamos desde hace muchos años. Afianzamos amistad durante un conflicto bélico tiempo atrás con los Ogros del desierto, pertenecientes al clan Nast, que desencadeno en una escasez de recursos farmacéuticos debido al corte de algunas rutas comerciales y Khalid se las apañó para suministrar (con un ligero sobrecoste) recursos a toda la ciudad de Ar’Kaindia durante varias semanas. Una contrabandista nata que, al margen de los quebraderos de cabeza para el Alto Consejo Teócrata, había resultado útil y complaciente en muchas otras ocasiones.
–¡Que te trae por aquí, oh! su ilustrísima santidad de la Teocracia Arcana… –Volvió a incordiar Khalid.
–Contrólate, o al final esa cicatriz de tu cara será una bonita “X”. – dije esbozando una sonrisa- Solo estoy de paso, camino a la inmersión en el estudio de cierto libro. Ha sido un placer verte y constatar que, aunque enclenque, sigues sana y salva.
–El placer ha sido mío y recuerda que, si necesitas cualquier cosa, por un modesto precio puedo conseguírtelo. – Dijo Khalid mientras se giraba hacia el callejón con una mueca jocosa.
–Ten en cuenta que, algún día, vendré a cerrar ese pequeño almacén que tienes de contrabando… – Dije mientras emitía un burlesco silbido a la vez que me giraba- Adiós mujer, que Velian te guíe.
Mis pasos retomaron la marcha, fervorosamente ávidos, para llegar a las puertas de la residencia Al’jhtar. La Majestuosa Torre de Cuarzo y Obsidiana.
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Capítulo VI
La llegada a la torre de Cuarzo y Obsidiana fue, debido a los múltiples entretenimientos y encuentros no deseados, ligeramente tortuosa.
Atravesé el umbral con presteza y me dirigí hacia la biblioteca directamente, dejando a los sirvientes de la familia con la palabra, desecha en elogios y agasajos, en la boca.
Una vez en mi librería familiar, para desahogar pobremente mi obsesión por el libro y la tranquilidad de mi llegada, emití un reducido grito de júbilo a la vez que llamaba a mi bibliotecario personal.
Este apareció precedido por un delicioso olor a menta y jengibre, infusión que portaba en una sola mano dejando la otra libre, con la cual hacía extraños aspavientos de desaprobación. Antes de pensar siquiera en saborear aquella deliciosa bebida le espeté visiblemente contrariado:
–Cuál es la razón de no traer el Diario que ocupa mi lectura?, habla.
–No he sido capaz mi señor, me es imposible tocarlo – contesto desanimado- juro que lo he intentado, incluso mediante encantamientos de diversa índole. Es completamente inviable para mi agarrarlo. Realmente estoy atónito ante este hecho, mi señor. – añadió.
–Curioso, ciertamente curioso. No te preocupes, me encargaré personalmente de recogerlo. –dije a modo de consuelo en un tono ligeramente despectivo.
El camino por las galerías de la biblioteca se hizo más largo que habitualmente, era la primera vez que mi avezado bibliotecario no había sido capaz de algo así dentro de la biblioteca. Los encantamientos que imbuyen sus manos, potenciados por las runas de la Torre, son capaces de extirpar cualquier hechizo de protección, o cierre mágico, de las escrituras que allí se almacenan.
Una vez me hube acercado a la estantería que, al margen de otros diversos tomos mágicos, contenía el Diario de mi antepasado, se me antojó ver una sombra con forma humanoide justo delante de donde se ubicaba el libro. Esta desapareció en un instante, antes de poder escudriñarla con claridad, como un sutil cúmulo de humo.
Extrañado, aligeré el paso hasta el libro. Allí estaba, parecía rodeado de un halo luminoso, antojándose como un caramelo bajo la mirada de un niño.
Lo agarré con mi palma sin problema, el cuero de la cubierta parecía asirse a mi mano por voluntad propia. Una sensación bastante extraña ya que en mi anterior lectura no sucedió tal fenómeno. Debido a mi enfermiza obsesión por él no presté demasiada atención a esta rara actividad.
Sin más dilación volví a la mesa de estudio donde me esperaba mi tisana de menta. Reposé el libro al amparo de ese viejo, pero pulido, tablón de madera maciza a la vez que levantaba el vaso para degustar tranquilamente mi bebida, en su punto, como siempre.
No entendía bien esta recién descubierta relación personal que sentía sobre el libro, ni la borrosa visión de aquella extraña sombra.
‘¿Fue una alucinación fruto de la ansiedad?’ – pensé obnubilado.
Ignorando aquellos desconcertantes pensamientos que me asaltaban, abrí el cierre del libro con sumo cuidado y mimo, emitiendo este un «click» que se me antojo altamente melodioso, y sin rememorar juicios de valor sobre lo que había pasado me dispuse a leer y cursar, con fuerzas renovadas, la sabiduría que allí se contenía.
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Interludio I
Las pisadas de una sombría figura resonaban entremezcladas con lo que parecía el sonido de un constante goteo filtrado, desde profundas grietas, en el techo de la cámara contra el amarillento suelo calizo. Unas gigantescas columnas de piedra, repletas de fulgurantes inscripciones, decoraban aquella amplia estancia de manera efectiva y homogénea. Bellos candiles galvanizados, que levitaban mediante artes mágicas, iluminaban tenuemente aquellas soledades con una luz pálida y titilante. La antropomórfica figura no dejaba de avanzar hacia lo que parecía un desvencijado, aunque de belleza inusitada, altar de ceremonias. Junto a dicho altar se encontraba un pequeño púlpito repleto de joyas de diversas procedencias y tonos cromáticos y, junto a este, una figura humanoide tumbada en lo que se antojaba una posición de oración.
Al llegar junto al ambón, la figura aminoró su marcha a escasos metros del ser que se encontraba en el pavimento orando.
- Han encontrado el libro. – Dijo la sombría figura mientras efectuaba el último paso de su marcha.
+ Siempre con tus sacrílegas interrupciones, ¿de qué hablas? – contestó, levantando la cabeza, el ente que se encontraba postrado en el suelo.
–Tu dichoso libro, alelado, lo han encontrado. Y quien lo ha hecho parece disfrutar con la lectura.
- Sea quien sea no podrá descifrar nada, relájate. El que lo haya podido coger es irrelevante, solo significa que es mi descendiente directo. No entenderá nada, aunque lo intente.
- Este descendiente tuyo parece bastante capaz. Incluso goza del cargo de Alto Teócrata en tu antigua ciudad natal, no deberíamos subestimar su perspicacia.
- Te repito que es inútil que lo intente. Lo que encontrará, al margen del resto de compendios y estudios, se le antojará simple mitología y superstición. Y, a propósito de lo que comentas, ¿Cómo sabes que ha sido hallado ese libro?
- He hecho una ligera visita a la residencia de tu antigua familia. Muy pudientes ellos. Una preciosa torre de hechicería, repleta de curiosos artilugios…
- Debido a que has hecho tal viaje? ¿No deberías haberlo consultado con Khur Kaizzul? Está terminantemente prohibido salir del recinto.
- Tenía interés en destruir tu patético diario de Orgo entrometido de una vez por todas y, no te confundas, yo tomo decisiones y me muevo libremente, al contrario que tú. Al margen, no he salido del perímetro, un sutil viaje astral no incumple las normas…
- Como quieras, ese movimiento era en vano, ni siquiera tu podrías tocar ese libro. Fue uno de mis deseos, ¿recuerdas? Un legado indestructible para mi vetusta familia.
- Claro que lo recuerdo, un deseo caprichoso y desperdiciado para tu «antiguo yo». Pero de eso ya nada importa, Khur estará interesado en el descubrimiento del libro por parte ese tal Rijja Al’jhtar.
- Cuéntale lo que quieras, nada de eso me importa ya.
La sombría figura voltea con desdén y emprende el regreso sobre sus pasos a lo largo de aquel agrietado salón abovedado, no sin antes girar la cabeza para añadir un cierre a la conversación acontecida:
–La Filacteria Ámbar se activará pronto, espero que esta vez estés a la altura de las expectativas…
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Capítulo VII
Por fin había llegado el momento. Aislando mi mente de cualquier pensamiento que pudiera distraer mi raciocinio avancé acariciando cada página de aquel manuscrito con delicadeza y, por qué no decirlo, cierta ternura, volviendo a repasar levemente los caóticos párrafos y abstractos epígrafes hasta llegar donde comenzaba la ordenada y pulcra descripción y estudio de la reliquia, comúnmente conocida en el folclore Ar’Kaindiano, “Viento de Arena”.
En esta primigenia disección, Kajjo acometía desde un principio a negar el hecho de que fuera un objeto mágico capaz de mover las dunas al antojo siendo esta leyenda una mera farsa. En cambio, mi antepasado hacía alusión a una Gran Pirámide que aparecía de manera temporal e intermitente en los desiertos de Al’Qualanda, mayoritariamente en Ast’Morgadith. Parte de la descripción que aportaba en sus escritos era la siguiente:
“…una gigantesca edificación poliédrica. Su base está formada por grandes bloques de Ferrita de extrema pureza que parecen asirse al resto de la edificación, la cual aguanta y comprime, mediante campos magnéticos. El cuerpo, dependiendo de cuál de los cuatro lados observases, estaba compuesto de colosales bloques de materiales heterogéneos entre ellos. La pared Este está formada por oro macizo, el cual refleja la refulgente luz del sol con una tonalidad a la cual ni el tesoro de un dragón podría hacer frente. La parte Oeste emite un potente halo argénteo, debido a su construcción exclusiva en grandes bloques de plata. La pared sur está constituida con lo que se antoja como gigantescos bloques de Mithril sin mácula alguna y, el muro Norte sin lugar a dudas, de una oscura, pulida e inmaculada Obsidiana negra.
Coronando esta mayestática edificación se observa, sin poder ocultar la incredulidad que esto conlleva, una imponente pieza de Ámbar de una tonalidad y tamaño jamás vistos en toda Eirea…”
No pude evitar levantar ligeramente la vista de aquel texto, presumiblemente fantasioso, con el pensamiento desbordante de que todo aquello era una mera fábula para continuar leyendo lo siguiente:
“…Una titánica construcción con dotes arcanas, sublimemente bella, repleta de numerosos tesoros y secretos, regentada por un docto y diabólico ente llamado Khur Kaizzul…”
Al continuar leyendo, Kajjo dejaba entender sin lugar a dudas que este “ser” gozaba del control total de la Pirámide y de todo cuanto ella contenía.
Evidentemente, las letras que acababa de interpretar eran fruto de algún desvarío que enturbiaba la mente de mi lejano antepasado y nublaba su buen juicio, ya que no se conocía ningún registro actual, ni reciente ni antiguo, sobre esa edificación. La civilización Orga, en su conquista y dominio de los desiertos, jamás había dejado inventariado conocimiento sobre esto. Esto me llevó a repudiar ligeramente el hecho de que pudiera extraer conocimiento alguno de aquellas delirantes palabras, pero, en honor a mi ascendiente, continuaré descifrando su relato “mitológico” …
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Capítulo VIII
Sin poder cesar en mi empeño por conocer la obnubilada, al menos en apariencia, mente de mi antecesor y su relato, hice el esfuerzo de leer cada palabra otorgándole toda la credibilidad que mi escéptica psique me permitía.
La tenue, pero suficiente, luz que me proporcionaban las rutilantes esferas mágicas de la biblioteca ayudaban a que la lectura fuera continuada e ininterrumpida. Varias páginas únicamente dedicadas a la meticulosa descripción de aquella edificación dieron paso al esclarecimiento del entorno que la rodeaba:
“… toda ella se encuentra amurallada por una tapia de varios metros de altura. Esta, compuesta por adobes de diferentes tonalidades y materiales, la rodea de manera imperturbable dejando un espacio interior de varios centenares de metros cuadrados solo desembarazándola en una gran apertura a modo de entrada. Dicha entrada está custodiada por dos estatuas, en sendos lados de ella, con la forma de imponentes gárgolas aladas que enarbolan dos enormes y brillantes lanzas. Estas figuras están esculpidas en el mismo material que el muro que custodian, salvo las partesanas, compuestas de un largo mango en plata y filos de adamantina. Toda una obra maestra en la metalurgia…”
El detalle con el que describía cada resquicio de aquel lugar daba autentico pavor. Podía esquematizar perfectamente mi reproducción mental sobre aquel lugar. Sin duda, aunque fuera fruto de la locura, esta era una síntesis exacta sobre el tema que exponía.
“…la parte interior, una vez traspasado aquel umbral, contenía toda clase de vegetación conocida y otras completamente ignotas. Grandes palmeras dotadas de dátiles frescos y sabrosos, manzanos en los cuales crecían frutos que competirían con las tonalidades de los rubíes más puros, sinuosas y frondosas enredaderas que proliferaban vertiginosamente creando tupidas techumbres salvajes. Un sinfín de especies exuberantes y profundamente arraigadas en aquella tierra. Es completamente desconcertante que, en mitad del árido desierto, pueda existir un lugar así propio del reino onírico…”
El ruido de unas raudas pisadas junto a la puerta de la biblioteca me provocó un marasmo repentino.
–Mi señor… – escuché claramente la voz de uno de mis sirvientes- siento importunarle en sus actividades, ha llegado el invitado que esperaba. ¿Doy paso hasta el recibidor? – añadió
–Gracias, hágalo pasar, voy en cuestión de minutos– dije con voz apagada y complaciente, escondiendo mi descontento por la interrupción.
–Como ordene, mi señor– fueron las palabras de mi criado seguido del sonido de sus pisadas alejándose por el pasillo.
Después de un exhalar un suspiro con ánimo de concentrarme antes de la reunión que se iba a producir, cerré con sumo cuidado el libro dejándolo sobre aquella maciza mesa de estudio y me dispuse a salir de la estancia. No sin antes, ordenar a mi bibliotecario que se apostara junto a él en señal de custodia.
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Capítulo IX
La puerta sonó con un ligero quejido cuando Rijja salió de la Biblioteca Al’jhtar, cerrando el umbral tras de sí, no sin antes formular los pertinentes hechizos de clausura y protección. Nadie debía entrar, ni salir, de la aquella estancia sin su permiso directo.
Las lentas y parsimoniosas pisadas del Alto Teócrata retumbaban, en forma de finos y delicados ecos, por el pasillo que lo conducía al recibidor central de la Torre de Cuarzo y Obsidiana, donde su invitado le esperaba sin atisbo de impaciencia.
Aproximándose al acceso de dicha sala, emitió un ligero quejido en forma de tos para aclararse la voz antes de interactuar con su invitado.
–Saludos Muhaajir, siento la espera. Gracias por acudir presto a mi reclamo.
–Un placer, y bien avenido, Alto Teócrata. Siempre es interesante el hecho de que preguntes por mí, señor.
–Merece la pena contar con tu opinión y servicios hechicero. Debo pedirte un favor.
–¿De qué se trata?
–Conocida es tu habilidad para manipular el Éter Arcano, necesito que elabores gran cantidad de esa cristalina sustancia. Dado que es un tema personal, no escatimaré en abonar el precio que estipules.
–Curiosa petición, sin duda. La sustancia que mencionas es altamente inestable, y acumular gran cantidad en un solo lugar podría conllevar… ciertos percances.
–He pensado en eso, por ello estoy dispuesto a cederte un espacio en mi torre para dicha fabricación. Debido a los encantamientos y protecciones que posee mi laboratorio no es necesario que pienses en las minucias de la seguridad ni la integridad de dicha estancia. Además, tendrás acceso a todos los componentes necesarios, lugar de almacenaje y algunos de mis sirvientes a tu entera disposición. ¿Conforme?
Un sutil silencio se adueñó de la sala a continuación de las palabras de Rijja. Muhaajir estaba ligeramente absorto ante tal proposición y las oportunidades que en ella residían.
–Más que conforme, mi señor. Estaré encantado de realizar la tarea encomendada. Añadir que no hace falta pago alguno, tener la oportunidad de trabajar en su laboratorio personal es suficiente pago por mis servicios. ¿Cuándo ha estipulado usted que debo empezar?
–Cuanto antes mi querido amigo, cuanto antes.
Sin más dilación, el Alto Teócrata ordena a sus sirvientes que acomoden al invitado en uno de los aposentos de la torre y le enseñen las instalaciones donde va a elaborar la peligrosa e inestable sustancia. Una vez termina de dar todas las directrices, se despide afablemente de Muhaajir y voltea sobre sus pasos en dirección a la Biblioteca, no sin antes esbozar una sonrisa ampliamente complaciente.
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Capítulo X
Un extraño halo blanquecino, similar a una niebla leve en densidad, inundaba el pasillo de regreso a la biblioteca. Estaba completamente ensimismado en los numerosos pensamientos que me atormentaban sobre el diario. Repasando cada mentalmente epígrafe, intentando descubrir cualquier cosa oculta en aquellas letras que pudiera darme una pista fehaciente sobre su veracidad. A la vez, me inundaban los quehaceres típicos de alguien de mi estatus y posición y, aun teniendo sirvientes que me alejaran de mis preocupaciones mundanas, no podía dejar de lado mis deberes como Alto Teócrata de la gloriosa ciudad de Ar’Kaindia.
Cayendo en la cuenta de la responsabilidad apremiante que esto conlleva, volteé mi camino justo antes de llegar al pórtico que da paso a la librería, el cual había dejado cerrado a cal y canto mediante conjuros de protección minutos antes y me dirigí al Templo Piramidal a terminar de rubricar los documentos pertinentes en mi cargo ya que, sin duda, podría repasar simultáneamente toda la lectura que había efectuado sobre el Diario de Kajjo mientras me dedicaba a otros menesteres.
Fue curioso el modo en el que, como por arte de magia, el místico halo que recorría el pasillo desapareció por completo dejando en su lugar un ligero olor a vainilla y canela. Tras recorrer de nuevo el pasillo en cuestión, esperando fielmente en la abertura de salida, hallé a uno de mis criados sosteniendo una bandeja de fina plata en la mano diestra en la cual se exponían un par de pastelillos, los cuales había olfateado metros antes, recién hechos junto a un pequeño vaso rebosante de orujo de dátiles. Los ofreció con una sutil reverencia respetuosa.
-Mi señor, apenas habéis comido en varios días, permitidme deleitaros con estos dulces recién horneados y un pequeño licor que he preparado yo mismo.
-Siempre tan atento, agradezco este gesto. Es cierto que ando ensimismado en estudios y preocupaciones estas últimas jornadas. De nuevo gracias.
Mi sirviente no pudo evitar emitir una sonrisa de satisfacción mientras bajaba la vista en un gesto de respeto.
-Es un verdadero orgullo, mi señor. Espero que tenga usted una jera productiva.
Después de degustar el primero de los pasteles allí mismo y, tras devolverle una sonrisa condescendiente, continué mi camino hacia la salida de la Torre de Cuarzo y Obsidiana. Justo antes de atravesar el umbral, engullí el otro pastel de un bocado y usando el contenido del vaso, desahogué mi garganta y estómago.
Sin duda, estaban deliciosos.
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Capítulo XI
La imponente sombra de la Torre de Cuarzo y Obsidiana cobijaba mis primeros pasos hasta salir de la cúpula mágica que la envuelve hasta llegar a verme en las puertas de una destartalada casa, que sirve de entrada y camuflaje para esta. Al salir del callejón donde se encuentra me vi de nuevo paseando por la parte inferior de la ciudad, El Borde Exterior. Esta vez, aun habiendo pasado poco tiempo desde que anduve por aquí, se me antojaba diferente. No podía dejar de escudriñar la árida arena de los desiertos que nos rodeaban, en pos de alguna visión remota de la pirámide, en especial sobre la extensión de Ast’Morgadith.
Avanzando entre conciudadanos y mercaderes que allí se encontraban me abrí paso hasta llegar, esta vez sin interrupciones no deseadas, hasta la parte superior de la ciudad. Debía cruzar el mercado de la urbe antes de poder alcanzar el Templo Piramidal para dar cierre a mis tareas burócratas y diplomáticas.
Mientras atravesaba los innumerables puestos de heterogéneas mercancías no pude evitar escuchar, entre el tumulto del gentío, lo siguiente:
-¡Vengan, compren! Preciosos telares, orfebrería exquisita, raras antigüedades mágicas comparables a grandes reliquias como Viento de Arena…
La alusión de aquel mercader a la fábula folclórica llamó mi atención sobremanera y no pude salvo buscar su tienda para, aunque de manera vaga y superficial, observar lo que tenía en venta. No tardé en localizar su tenderete entre el resto que se apostaban en el Bazar. Mi curiosidad se hizo aún más intensa cuando al acercarme a dicho puesto observe enarbolando en él una bandera, en ella se mostraba una gran pirámide sobre un campo bermellón.
-Curiosa coincidencia- pensé.
El maltrecho tablón de aquel comercio sostenía sobre él numerosos enseres y artilugios como los que predicaba a viva voz el mercader. Varios telares bordados con finos hilos de oro y plata, joyería de cristal ahumado, cuberterías fabricadas en varios metales preciosos, varitas mágicas de diversa índole, gemas… un gran y surtido número de artículos que desentonaban enormemente con la miserable construcción del puesto.
El mercader que regentaba el puesto era un anciano de muy avanzada edad, suposición mediante su voz y arqueamiento corporal, que cubría todo su cuerpo con una vieja túnica azabache. En la pequeña parte de la capucha que dejaba entrever su rostro podía observar su pálida piel y unos ojos blancos, apenas sin vida, propios de la ceguera. Sin embargo, el viejo varón que se escondía tras esos oscuros harapos se movía con presteza tras el mostrador mientras vociferaba multitud de eslóganes para llamar la atención de la clientela.
-Propicios días tendero– espeté nada más llegar a la altura adecuada para ser escuchado- ¿Qué puedes ofrecer, que motive mi curiosidad, en este pequeño despacho?
-Saludos Rijja Al’jhtar -contestó con un leve tono burlesco- Te estaba esperando.
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Capítulo XII
Un gesto atónito recorrió la cara de Rijja, no esperaba ser recibido por aquel misterioso tendero directamente por su nombre. Tan solo duró un instante aquella sensación ya que, pensando en su cargo en la ciudad, era normal que cualquiera de aquel mercado conociera su cara y posición.
Aclaró su garganta y preguntó:
–Esperándome? ¿acaso tienes algo reservado para mí?
–Siempre tengo algo reservado para los mandatarios de la ciudad que visito. Aunque claro está, desconozco sus gustos personales al margen de su conocida colección de gemas y piedras preciosas.
Rijja no pudo evitar emitir una ligera carcajada.
–Entonces pues, ¿Qué crees que puede interesarme entre tus artículos más preciados? debo decir que solo he venido por curiosidad, para llenar un poco el tiempo antes de retomar mis deberes burocráticos.
Sin más dilación, entre una rara mirada expectante, el tendero saco una acolchada manta que escondía entre los pliegues de su túnica y la desplegó ante la mirada atenta de Rijja.
–Mirad, mi señor– dijo- artículos especiales para notorias personalidades.
Rijja no pudo evitar la mueca de curiosidad. Ante sí se habían expuesto verdaderas maravillas o, al menos, eso parecía.
Varias gemas, llamando la atención un par de piezas de amatista tan grandes como un puño. Estatuillas de Jade de gran belleza, acompañadas de otras finas obras de orfebrería en nácar y plata. Un par de frascos que contenían el brebaje que se conoce como «Elixir de Salud». Variadas escamas cromáticas procedentes de diversos dragones, ojos de basilisco, aguijones de viuda negra…
Toda una amalgama de artículos exquisitos o, al menos, de difícil recopilación.
De todos ellos, lo que más le llamo la atención al Alto Teócrata fue unos anteojos. Estaban formados por un cristal translucido, presumiblemente cuarzo, el cual iba enmarcado en diferentes metales dependiendo la lente que envolviera.
La lente derecha, estaba rodeada por un marco de oro macizo el cual era envuelto en mithril, mediante hilos, que simulaban una especie de alambre de espino. La lente izquierda se componía por plata sin mácula alguna, rodeada por la misma forma que la anterior pero esta vez fabricada en obsidiana de un color negro profundo.
Sin duda la composición de las lentes era llamativa, y más aún cuando estaban formadas por el mismo material que la pirámide que se describe en el diario de Kajjo. Intentando disimular el entusiasmo, Rijja espetó al tendero:
–Amigo mío, sin lugar a dudas esta pequeña colección de enseres es impresionante. Me produce curiosidad el precio de esos anteojos tuyos.
–Mi querido Teócrata, estos anteojos han estado en mi familia durante generaciones. Al margen del valor que poseen por los materiales que los componen, no están en venta debido a su valor sentimental.
Un ligero gesto de desaprobación recorrió la cara de Rijja.
–Es comprensible lo que decís, pero, siendo un comerciante nato como vos, seguro que podremos llegar a un acuerdo.
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Capítulo XIII
El tendero parecía nervioso y con un fuerte desagrado ante la situación. Exponía claramente que no quería deshacerse de su tesoro familiar, pero contrariar a un miembro del Alto Consejo no era aconsejable y menos en sus propios dominios. Entre varias negociaciones infructuosas y después de varios gestos de negación titubeante, accedió diciendo:
–De acuerdo gran Teócrata, usted gana. Pero al igual que vos ha hecho sobre mí, yo también tengo una petición que quizás se le antoje peculiar.
–De que se trata? – contestó Rijja impaciente ante la situación de un trato inminente.
–El pago por esta reliquia será otra misma, para mi colección. Un pequeño vial con vuestra sangre, unas pocas gotas bastarán.
Rijja quedó atónito ante tal petición. Sin duda allí pasaba algo extraño.
–Mi sangre? al margen de lo extravagante, y poco común, de esta petición vuestra, la sangre es un artículo peligroso a la hora de ofertarla. Hay magia y, claro está, maldiciones que pueden ser ligadas a ella. Debo rehusar tal petición ya que desconozco lo intrínseco de esta.
–No quería sobresaltaros, mi señor, simplemente… soy un coleccionista como vos.
Dicho esto, aquel extraño anciano removió su oscura túnica dejando al descubierto un pequeño y lustroso zurrón que llevaba asido en su cintura. Una exquisita pieza peletera que, de finos bordados dorados y plateados, desentonaba brutalmente en extravagancia con el resto de sobria y austera vestimenta.
Acto seguido, desató una pequeña hebilla de color bermellón y, tras varios giros del hilo que llevaba sujeto a esta, dejó al descubierto su contenido. Una numerosa cantidad de viales que contenían, predictiblemente, diferentes y heterogéneas porciones de sangre.
–Veis? es solo por satisfacer mi pasión por la colección. Aquí porto numerosos, y fructuosos, intercambios hechos durante mi larga vida con diferentes razas y, por qué no decirlo, criaturas de diversa índole.
–Sin duda una recopilación sanguínea extraña y llamativa, pero, por mucho interés que puedan producirme esos anteojos, debo rechazar el intercambio. Como ya he dicho, no me convence en absoluto el hecho de proporcionar mi sangre, ya sea para una colección o los intereses ocultos que puedas tener ¿no puedo conseguir esos anteojos intercambiando otro tipo de bienes?
El tendero, con una mueca clara de disgusto, quedó en silencio pensativo. Durante el proceso elucubrador del comerciante, Rijja no dejó el puesto, mirando distante el resto del mercado en un ademán de desinterés.
–Está bien Rijja Al’jhtar– dijo finalmente, contrariado, el misterioso comerciante- Tal vez haya otra cosa que pueda interesarme…
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Capítulo XIV
El avispado mercader parecía morderse la lengua antes de emitir el veredicto sobre el intercambio que había pensado. Una ligera mueca de satisfacción, fruto de algún pícaro pensamiento, abordaba su tez como antes no sé había visto durante la conversación con el Alto Teócrata. Afinó la voz con una ligera y simpática voz y espetó:
–Tal vez, si a su señoría se le antojase, podría dejarme pasear por su Torre de Magia. He oído de sus maravillas, tanto arquitectónica como en lo que a académicamente se refiere. Sería un placer, para este ajado anciano, poder observarlas de cerca gracias a una invitación por vuestra parte.
Rijja se percató del cambio en el humor del negociante. Un extraño brillo afloró en su mirada mientras emitía la petición. Sopesando los inconvenientes que esto podía producir, pudiendo ser mínimos si el mismo le acompañaba en dicha visita o, incluso, asignando algunos guardias para que custodiaran el camino del viejo y no pudiera acercarse a algunas de las zonas prohibidas de la Torre, pensó en acceder.
Cuando Rijja iba a emitir un veredicto afirmativo, acorde al interés e ímpetu del anciano, este fue interrumpido abruptamente.
–Saludos mi estimado mecenas.
La voz de Muhaajir resonó en la cabeza de Rijja, interrumpiendo su avezada negociación con el comerciante.
–Te he buscado en el templo infructuosamente, suponía que andarías por aquí. –Añadió Muhaajir.
–Cuál es el propósito de esta interrupción? ¿Ha habido algún avance en la tarea que te encomendé?
–Sin duda, mi señor. Le busco porque lo más propicio sería que me acompañara de vuelta a la Torre de Cuarzo y Obsidiana. Tengo que mostrarle mis avances y… otro tipo de eventos que han ocurrido durante la elaboración.
–Algún daño reseñable?
–Para nada, solo algo que ha sucedido de manera inesperada y, sin duda, creo que será de su total agrado y curiosidad. No debo comentar esto a la ligera, mi señor, de eso el que viniera a buscarle personalmente.
–Perfecto. Dame tan solo un segundo.
Rijja se volteó hacia el comerciante con el que trataba segundos atrás. Este, notoriamente enfadado por la interrupción acontecida, miraba a Muhaajir con una mueca de enfado.
–Tendero, volveré pronto para cerrar nuestro trato. No desmontes tu… extravagante puesto. No tardaré.– Dijo Rijja.
–No hará falta mi señor, tengo asuntos que atender fuera de estos muros, pero, teniendo en cuenta que confío en una respuesta afirmativa por su parte y tengo en cuenta el valor de su palabra de Alto Teócrata, aquí tiene, Los Anteojos del Arcano, mi reliquia familiar. Espero enriquezcan su colección. Me cobraré el pago cuando pueda regresar a la ciudad.
Dicho esto, entregó los extraños anteojos al Alto Teócrata.
Rijja asintió muy complacido ante la predisposición del anciano mientras los guardaba, atesorándolos en un compartimento de su mochila. Después de emitir una sonrisa de aprobación, giró hasta Muhaajir, que le esperaba para emprender el camino a la Torre.
–Vamos Muhaajir, muéstrame eso que comentas.
–Será un placer, mi señor. Procedamos raudos la marcha.
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Interludio II
Las pisadas de la sombría figura resonaban, como hace unos días, en los salones de la cámara. Su dirección, la misma. Entremezclando su sombra entre las titilantes luces de los flotantes candiles galvanizados recorría aquella larga estancia dirigía sus pasos hacia el mismo sitio, pero, esta vez, con un aire distinto.
Al llegar a la altura del púlpito que allí se encontraba volvió a divisar a su congénere, en la misma posición y emitiendo los mismos rezos. En esta ocasión, sería la figura que reposaba junto al enjoyado ambón el que emitiría el primer sonido.
–Qué haces de nuevo aquí? – dijo con gesto inexpresivo el humanoide que allí se encontraba- ¿de nuevo intentas perturbar mi oración? Y, si es así, ¿con qué motivo esta vez?
La sombría figura, que ya se había detenido en el mismo lugar que anteriormente, espetó con un tono burlesco y, claramente, con intención de molestar:
–Solo acudo a este lugar a charlar, y en ocasiones debatir, con un viejo amigo.
-¿Amigos? ¿Es lo que somos?
-Sin duda alguna. Y, como amigo, quiero expresarte algunos de los eventos que se han acontecido mientras tú estás aquí esperando un perdón que, inútilmente, no llegará jamás.
-Deja de increparme y que tu lengua repleta de infortunios diga lo que tenga que decir claramente.
Mientras la negruzca figura que se encontraba en el suelo se levantaba, con un ademán de cansancio y desgana, el dialectico atacante emitió una ligera y maligna risilla.
–Tu familiar directo, ese tal Rijja Al’jhtar, ha encontrado tus preciados Anteojos del Arcano y…
Sin dejar terminar esa frase, con una furia súbita, el forzado interlocutor emitió un grito de sorpresa y enfado.
–No! ¡Cómo ha podido ocurrir tal cosa! Es completamente imposible que hayan sido hallados por cualquier mano mortal. Están enterrados en lo más profundo del desierto!– gritó a la vez que su eco inundaba la sala- Habla! ¡De seguro has tenido que ver algo en este asunto! – añadió.
–Calma, mi sulfurado amigo. Las cosas siempre pasan por una razón. Y ya sabes, esa herramienta le permitirá ver… algunas cosas que no querías. Pero, ¿no me comentaste que no te importaba lo que pasara? ¿A qué se debe esta inusual furia?
–Maldito bastardo! Sé que esta situación es culpa tuya. No sé cómo has conseguido encontrar esa reliquia y que acabe en manos de mi familiar. Pero, juro por mis poderes, que te lo haré pagar con creces.
–Eso solo es una elucubración tuya. No podrás demostrar nada. Además, como ya te dije, Khur Kaizzul quiere verte. Te está esperando en su cámara. Supongo que él te dirá lo que acontecerá debido a este… giro de los acontecimientos.
–Engañoso y maldito malsín! ¡Acabaré contigo por esto!
Acto seguido, la furiosa figura comenzó a realizar unos movimientos y emitir un cántico, acordes a un conjuro ofensivo, hasta que, la misteriosa figura exhaló una niebla brillante y blanquecina mientras chasqueaba uno de sus dedos.
Unas cuerdas relampagueantes aparecieron súbitamente para envolver, y apresar, con fuerza a su adversario antes de que este terminara la formulación de su hechizo destructivo, cayendo al suelo con estrépito entre gritos y maldiciones.
–Veo que aún no has aprendido cuál es tu sitio aquí, mi estúpido amigo. Y ahora, te llevaré a rastras hasta Khur yo mismo.
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Capítulo XV
Los pasos de Muhaajir seguían a Rijja a través del mercado, el cual atravesaron de manera rauda, descendiendo hasta llegar al Borde Exterior. Durante el breve camino, Rijja no podía dejar de pensar en su encuentro con aquel extraño comerciante y en el tesoro que portaba ahora en uno de los compartimentos de su lustrosa mochila. Completamente satisfecho por el trato realizado y absorto en sus pensamientos, el Alto Teócrata no se percataba apenas de las palabras y comentarios que emitía el hechicero que lo acompañaba.
–Mi Teócrata, debería explicarle un poco que es lo que ha pasado en su laboratorio debido a los experimentos mágicos realizados…
Rijja seguía sin percatarse ni prestar atención durante el camino. No podía dejar de pensar fervorosamente en qué relación podía tener el mercader con el Diario que le atormentaba. ¿Era casualidad? No era probable. La mención por su parte de la reliquia “Viento de Arena”, la rasgada bandera con el emblema de una pirámide… incluso los materiales que forman los recién adquiridos anteojos se corresponden con la descripción de la pirámide.
Rijja intuía que allí pasaba algo.
¿Cuál sería el motivo por el que pedir mi sangre? ¿Por qué me entregó los anteojos, que con tanto recelo custodiaba en un principio, con tanta facilidad? Un gran cúmulo de preguntas sin respuesta asediaban la psique del Alto Teócrata el cual, absorto, recorría de manera autómata el trayecto hasta su Torre de Magia familiar, seguido por los pasos y comentarios de Muhaajir.
–Mi señor… ¿Señor? ¿Me escucha usted? ¡Vaya! ¿Estoy siendo ignorado completamente? Fantástico… – expresó con desaliento Muhaajir elevando cada vez más el tono con la esperanza de ser atendido.
No importaba cuantas veces intentara solicitar la atención la respuesta era la misma, ninguna, salvo un incremento del ritmo en la ruta que seguían.Tras varios intentos Muhaajir se dio cuenta que nada de lo que pudiera decir durante el camino sería atendido por el Orgo que le precedía en sus pasos.
Después de percatarse, y resignarse, que Rijja estaba sumamente embotado en sus pensamientos, ajeno a cualquier cosa que el hechicero comentase, Muhaajir esperó pacientemente hasta llegar al umbral de la residencia familiar de su apreciado mecenas para instar a este a darle una porción de su tiempo y escucha.
Fue en ese momento, habiendo llegado ambos al pie de la Torre de Cuarzo y Obsidiana, cuando el hechicero se atrevió de nuevo a llamar la atención del guía que lo había llevado hasta allí.
–Por fin hemos llegado, Alto Teócrata. Verá que sorpresa le tengo preparada.
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Capítulo XVI
Ambos Orgos atravesaron con pulcritud el portón de la Torre de los Al’jhtar dirigiendo, con veloces pasos, su ruta directamente hasta el Laboratorio. Habiéndose acercado a la entrada de este, Muhaajir dijo:
–Con cautela, mi señor. Como ya le he dicho con anterioridad, se han desarrollado incidentes poco comunes.
-Veamos de que se trata- Dijo Rijja.
Nada más quitar la protección mágica de la estancia un extraño zumbido invadió el pasillo, acompañado de fulgurantes destellos violáceos. Al penetrar en la sala divisaron una perturbación, producida por la acumulación de Éter cristalizado en uno de los rincones, en forma de portal. Este se suspendía en el aire, dando paso a multitud de turbulencias en la sala producida por ligeras brisas mágicas.
–A esto me refería. Un portal inestable en el Éter, mi señor. Es una anomalía extremadamente rara de ver. Seguramente producida por el almacenado masivo del Éter que usted pidió crear. –atestiguo Muhaajir, sin poder evitar una sonrisa.
–Realmente interesante mi apreciado hechicero. ¿Alguna vez has visto o tratado con algo así? ¿Entraña algún peligro directo para la integridad en la empresa que te encomendé?
–De hecho, sí, he visto alguno. Pero jamás de tal tamaño. He de decir que nunca había creado tal cantidad de esta sustancia y mucho menos reunir tanto en un mismo lugar. He leído sobre este tipo de vórtice y, realmente, sus características son inestables e insospechadas. Podría acarrear cualquier cosa.
–No me gusta cómo suena eso, procedamos a contener esta reacción inesperada.
Acto seguido, los dos Orgos comienzan a formular encantamientos para tratar de contener la masa energética que habían provocado. Después de realizar varios conjuros, consiguen mermar el tamaño de la anomalía para, posteriormente, aprisionar en un contenedor mágico que afortunadamente se encontraba en el laboratorio.
–Ha sido impresionante verle en acción Alto Teócrata. Asombrosa resiliencia para un caso completamente desconocido. Sin duda, digno de admiración. – expresó Muhaajir en tono complaciente.
–No ha sido nada y, por favor, no te infravalores. Sin tu ayuda habría sido una tarea arduamente difícil encerrar toda esta energía mágica. Ahora debo confesar, que la oportunidad de estudio que encierra este hallazgo es titánica. Debemos aprovechar esta oportunidad.
–Me ha quitado usted la palabra, es algo extravagantemente extraño que pase algo así. De nuevo, gracias por la oportunidad de poder llevar a cabo mis estudios en sus instalaciones. Es todo un honor.
Después de limpiar el pequeño destrozo que se había producido en la sala, Rijja se despide dirigiéndose a la Biblioteca Al’jhtar en pos de atesorar su recién adquirida reliquia en sus instalaciones para su posterior observación. Muhaajir retoma la tarea encomendada, no sin antes separar en diferentes contenedores todo el Éter cristalizado que había producido hasta el momento.
Un gran día para los avances en la ciencia mágica y estudio del Éter.
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Capítulo XVII
Mientras Rijja bajaba hasta la primera planta por las escaleras de la Torre de Cuarzo y Obsidiana, rumbo a la Biblioteca Al’jhtar, empezó a escuchar los cuchicheos de varios sirvientes que se encontraban un piso más abajo. Todos comentaban sobre una intermitente niebla que se adueñaba del pasillo que conduce a las librerías de la Biblioteca.
–Lo he visto, es extraño. Un fenómeno totalmente nuevo en esta torre… – decía uno de ellos.
–Es cierto, pero no creo que sea preocupante. Muchos fenómenos mágicos y, ocasionalmente, todavía más extraños se han dado en esta Torre…– Añadía otro de ellos.
–No, no debemos temer nada. El Alto Teócrata Rijja, El Sumo Sacerdote Dawud y el resto de sus familiares tienen bien protegida esta Torre de Magia. Cualquier agente extraño sería repelido de manera rauda y eficaz…
Ese último comentario no pudo evitar provocar una sonrisa de satisfacción en Rijja. Mientras acababa de descender los últimos peldaños de la escalera, uno de los sirvientes lo observó y avanzó rápido a su encuentro.
–Mi Señor. Siento importunarle con lo que seguro son sandeces y elucubraciones estúpidas nuestras, pero, ¿se ha percatado usted de la extraña niebla que aflora de manera intermitente de los estudios en la Biblioteca?
–Cierto, me había olvidado de ella- Dijo Rijja con un aire despreocupado- podéis estar tranquilos. Será algún fenómeno mágico que produce el estudio de unos compendios que estoy manejando. –Añadió en todo distraído.
Los sirvientes, al oír las palabras del Alto Teócrata, respiraron tranquilos y sonrientes. Empezaron a dispersarse para continuar sus quehaceres cotidianos.
Rijja siguió su rumbo hacia la Biblioteca y allí, como acababa de comentar con sus lacayos, se encontraba la extraña niebla envolviendo el pasillo que llevaba hasta su destino. Sin detenerse ni un ápice, se adentró en aquel pasillo iluminado simplemente por las tenues llamas de las antorchas que allí se encontraban mientras escudriñaba a su alrededor a cada paso, examinando incluso las pequeñas grietas de los muros. Por fin, atisbó la puerta que había protegido con sortilegios anteriormente. El pórtico parecía resistirse a ser engullido por la extraña y blanquecina niebla la cual se arremolinaba con más intensidad en sus márgenes, figurando un intento infructuoso de penetrar aquel umbral.
Ante el cambio repentino de la naturaleza de la niebla, algo que en su anterior visita no había pasado, y percatándose de la extrañeza de esta, el Orgo decidió actuar.
Con gran presteza, asió con su mano derecha una de las escrituras mágicas que portaba en su Estuche Lunar desplegándola en el aire.
Con la mano izquierda, comenzó a ejecutar un movimiento pendular mientras pronunció un cántico:
‘Arc magi limpiare’
Un fuerte vendaval mágico surgió con estrépito de las manos de Rijja desplazando la blanquecina niebla, la cual parecía resistirse, hasta el final del pasillo haciéndola desaparecer. Durante el proceso, una pequeña porción de aquel corredor se había resistido a ser arrastrada por la brisa mágica. Fue en este momento cuando Rijja, quien aún sostenía impasible el pergamino que había cogido de su Estuche, descendió con rapidez la escritura mágica hasta apoyarla contra el suelo mientras pronunciaba con firmeza unas palabras que resonaron con fuerza a lo largo del pasillo:
‘Bellum murus nilreber destructure’
La zona del corredor donde se había anteriormente se había desviado el vendaval mágico del conjuro pareció emitir un potente chasquido a la vez que se quebraba lo que parecía un cristal invisible. Había destruido un muro ilusorio que se camuflaba imitando la forma del muro. Después de esto, en la zona apareció lo que parecía un pequeño y asustadizo ser de aspecto extraño.
–Ajá! ¡Te pillé! – Exclamó Rijja en tono burlesco y con cierto júbilo.
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Capítulo XVIII
El encuentro fue gratificante y extremadamente forzado. La pequeña criatura comenzó a mirar asustadamente en todas direcciones percatándose, con gesto incrédulo, de que su guarida mágica había sido descubierta y destruida dejándolo a la vista del Alto Teócrata Arcano.
–Guufppd– exhaló la diminuta criatura – Hiihuiuop op op gru!- añadió en una lengua ininteligible.
Acto seguido, comenzó a desplazarse por el pasillo a gran velocidad en dirección a la salida que daba al salón circular de la torre, que sirve como recibidor de esta, con afán de escapatoria.
Sin demora, Rijja sonrió y comenzó a formular un conjuro:
‘varaknit okliyae sifun wamet ostrifundae elast’
Una esfera elástica surgió, gracias al hechizo de Rijja, para engullir, sin oportunidad de escape alguna, a la criatura antes que pudiera salir de aquel corredor.
–No vas a ninguna parte mi escurridizo e improvisado compañero. Tengo excesiva curiosidad por ti y tus intenciones. – dijo Rijja en un tono calmado- Veamos que tenemos aquí.
Mientras la criatura emitía ahogados gritos de angustia y desesperación, Rijja encamino sus pasos hacia donde ahora se encontraba encerrado aquel ser gracias a su magia para poder observarlo con detenimiento.
Era una enjuta criatura humanoide de piel rugosa y enrojecida. Presentaba numerosas, pero pequeñas, pústulas que supuraban sin cesar una sustancia cetrina y deduciblemente pegajosa, la cual se adhería a la esfera elástica que ahora la envolvía gracias a las convulsiones y saltos que ejercía dentro de ella tratando de escapar. De orejas puntiagudas y alargadas que, gracias a diversas perforaciones, soportaban heterogéneos aros metálicos a modo de ornamento. Un diminuto orificio en su tez hacía las veces de boca, en la cual se apostaban unos retorcidos dientes de variable tamaño y coloración. Sus extremidades eran, teniendo en cuenta la estructura de este ser, extremadamente finas y largas para acabar en unas gordas y lustrosas manos, en consonancia con los pies. Sus ojos, en una expresión de horror, mostraban unos iris grandes de color ámbar, que emitían cierto haz lumínico, y unas pupilas exageradamente cerradas fruto, seguramente, del pavor que la criatura sentía en esos momentos. Sin duda, estos últimos denotaban, al margen del atroz sentimiento de angustia, inteligencia.
Rijja no pudo ocultar su curiosidad, ni su asombro, ya que jamás había visto una criatura de estas características ni siquiera leído documentación referente a ella. No podía dejar escapar este espécimen bajo ningún concepto sin antes averiguar de qué se trataba y, por supuesto, que intenciones tenía.
–Eres realmente curioso, pequeño. No sé si entiendes lo que digo, pero, sin importar el coste de esta empresa, voy a averiguar de dónde procedes y, claro está, que extrañas circunstancias te han traído hasta mi Torre de Hechicería. – Dijo Rijja en un tono autoritario y, por qué no decirlo, amenazante.
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Capítulo XIX
Ante tal encuentro y oportunidad, sin perder ni un solo momento, Rijja convocó rápidamente a los hechiceros que moran en la Torre para que le ayudaran a retener a aquella criatura ya que su conjuro no la mantendría atrapada por mucho tiempo.
Cinco fueron los convocados que acudieron prestos a ofrecer su ayuda a su maestro. Dadas las apremiantes ordenes, siquiera se pararon a recapacitar, al margen de una ligera mirada, en la criatura que se encontraba junto a ellos.
Rijja arrastró la elástica esfera hasta uno de los salones, protegidos mágicamente, reservados para los experimentos arcanos más peligrosos. Una vez allí, comenzaron la liturgia para encerrar al ser que se encontraba apresado.
Crearon un círculo arcano mediante un espolvoreado de polvo de plata alrededor de la criatura, que aún se encontraba confinada. A continuación, mediante una mezcla de limaduras de ferrita, polvo de berilio y Sal de Revan dibujaron varias runas de protección a lo largo de la circunferencia argéntea.
La criatura, viendo el proceso que llevaban a cabo los hechiceros, comenzó a convulsionar de nerviosismo. No cesaba en su empeño de escapar de aquella prisión mágica que la mantenía encerrada a merced del ritual que estaban creando.
-Gludiuuuiu KiiK! Yujjio Klub! – Repetía frenéticamente el extraño ser entre gritos delirantes.
Una vez fue terminado el trazado de la última Runa, el círculo comenzó a emitir un extraño y refulgente brillo añil acompasado por una fumarada, en tonos glaucos, radiada por los epígrafes rúnicos.
Mientras esto acontecía, Rijja estaba envolviendo un Fragmento de Éter en varias hojas de Khadul las cuales fueron apretadas a este mediante un largo y dúctil hilo de oro y, al momento que las runas empezaron a emitir su particular humareda, arrojó el fragmento de éter, que anteriormente había envuelto, al centro del círculo mágico que habían creado a la vez que pronunciaba una lenta letanía de cánticos encadenados y dibujaba unos símbolos en el aire.
‘Fais Alijus , Repelish Forceum, Planum …’
Justo antes de poder acabar el conjuro, el hechizo que, hasta ahora, contenía a la criatura quedó roto. Ante tal visión, el ser emitió una mueca maligna de satisfacción y atacó al hechicero que se encontraba más próximo a él. En un instante, extendió el dedo índice de su mano derecha mientras expedía un fino rayo negro que alcanzó de pleno su cabeza, cayendo este al suelo, y clavó su mirada en otro de sus compañeros mientras agitaba sus brazos evocando la formulación propia en un hechizo de destrucción. Fue justo ahí cuando uno de los hechiceros que se encontraba más alejado pronunció un rápido hechizo.
‘nullos magicka’
Una potente ráfaga mágica sacudió a la criatura impidiendo que pudiera continuar con la realización del conjuro que formulaba. Esta no esperaba tal velocidad de reacción por parte de los ayudantes del Alto Teócrata y no pudo sortear la estratagema a tiempo.
‘…Difractum!’
La voz de Rijja retumbó potente en la estancia antes de que la criatura pudiera reaccionar de nuevo. Acto seguido, el círculo mágico comenzó a brillar con una fuerza igual al sol de mediodía, emergiendo a su vez de él un fuerte vendaval violáceo que envolvió por completo la zona delimitada entre relampagueantes destellos mágicos. Tras alcanzar el perímetro marcado, la recién creada jaula mágica comenzó a menguar en tamaño hasta adaptarse casi por completo a la criatura, envolviéndola mientras esta no cesaba de gritar lo que parecían clamores de venganza. La prisión mágica, una vez alcanzado el tamaño adecuado, adoptó la forma de una jaula de barrotes violáceos y dorados.
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Capítulo XX
La criatura quedó atónita ante la prisión arcana que habían creado especialmente para él. Durante unos instantes acarició los barrotes con gran admiración, como un ladrón observa un diamante de grotesco tamaño, para dar paso de nuevo a una retahíla de gritos y supuestos improperios. En algunos breves momentos de calma, parecía intentar lanzar algún tipo de conjuro a través de los barrotes sin éxito alguno para después continuar retorciéndose en convulsiones de rabia e impotencia.
–Puedes retorcerte cuanto gustes– espetó Rijja- Es inútil. Has sido presa de un antiguo hechizo creado por mis ancestros para retener a grandes demonios y criaturas extraplanares. Este conjuro anula cualquier poder mágico y vuelve más dócil al recluso en cuestión, por así decirlo.
-KiiikUjj! jllumblinpatus! – repetía la criatura con un ademán caótico y asustadizo.
–No puedo entenderte, al menos no todavía, pero creo que tú si puedes comprender mis palabras. De momento tampoco espero ejercer sobre ti ningún daño. Este recién estrenado alojamiento será tu morada por tiempo- dijo Rijja con tono calmado- debes relajarte un poco, mi curioso amigo.
Los hechiceros que participaron en el ritual todavía permanecían en la sala. Dos de ellos intentaban reanimar al que fue víctima del hechizo de aquel ser mientras que la otra pareja observaba con extrema curiosidad a la criatura, eso sí, sin acercarse demasiado.
Una vez se incorporó el Orgo que fue afectado por aquel extraño rayo negro, el resto pudo observar que este había perdido completamente el sentido de la vista, pero manteniendo el resto de sus facultades intactas. Incluso sus globos oculares se habían tornado blancos y apagados en apenas unos minutos, perdiéndose entre ellos por completo la pupila.
Con afán de diagnosticar con más precisión aquella dolencia súbita, el resto de los conjuradores acompañaron a este hacia una sala de la Torre, dedicada a la medicina y sanación, tras una orden directa del Alto Teócrata ya que, aún siendo evidente el efecto, no podían descartarse posibles secuelas, ya estuvieran presentes ahora o en un futuro cercano.
Una vez atravesaron el umbral de la estancia donde se encontraban, Rijja volvió a activar los seguros y cierres mágicos de protección para que nada pudiera salir, o entrar, de aquellas soledades.
–Un conjuro curioso el tuyo, y más teniendo en cuenta que, al margen de la ceguera que has provocado a mi súbdito, no se ha observado ningún tipo de formulación antes de emitirlo y es mucho más potente del hechizo que conozco para provocar el mismo efecto. Sin duda, voy a disfrutar estudiándote. –Comentó Rijja bajo la atenta mirada de la criatura.
–Kuffyit braumlol solereiiikkie- murmuró el pequeño ser con una mueca burlona mientras se agarraba a los barrotes mágicos con delicadeza.
–Creo que, en este afán mío por estudiarte, debería empezar por pensar en algo para llegar a entender esas palabras tuyas.- Comentó Rijja en voz alta.
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Capítulo XXI
Tras varias horas escribiendo todo lo acontecido en un pequeño libro, elaborado en fina y lustrosa vitela, bajo la atenta mirada de la enjaulada criatura, Rijja se levantó y empezó a caminar de un extremo a otro de la habitación de forma pensativa. Cada cierto tiempo dirigía fijamente su mirada hacia aquel pequeño ser para luego continuar con su particular caminata circular. Súbitamente, haciendo un gesto similar al de un inventor cuando da con la solución correcta sobre un nuevo artilugio, se dirigió hacia una de las estanterías de la sala.
En ella se encontraban apilados varios ejemplares de usados tomos, múltiples frascos con diferentes sustancias alquímicas y cierto número de bolsitas que contenían heterogéneos componentes para la hechicería. Después de remover varios de estos artículos con afán de búsqueda, encontró lo que buscaba. Un viejo frasco opaco y una bolsita roída fueron los objetivos de su pesquisa. Los tomó raudo para después guardarlos en los bolsillos de su abultada vestimenta.
Acto seguido, volteó hacia la criatura y, pronunciando unas tenues palabras mágicas, la jaula que contenía a esta comenzó a levitar con intención de seguir a su invocador.
Rijja desactivó los hechizos de protección del lugar y atravesó el umbral de la sala rumbo a los niveles inferiores de la Torre.
Se detuvo frente a una puerta repleta de ilustraciones sobre Velian y varios grabados mágicos y, con un tesón delicado, llamó con ligeros toques tres veces.
-Sumo Sacerdote de Velian, Dawud. ¿Podría usted atenderme? – Balbuceo Rijja con cierto toque sarcástico.
No fue por ironía, aunque no lo pudo evitar, el tono de Rijja en esta ocasión. Ya que, aún familiar suyo, Dawud ostentaba el cargo de ser La Voz de Velian. Siempre ha de hablarle con cierto respeto.
La puerta emitió un ligero chasquido y comenzó a abrirse lenta y levemente.
–Alto Teócrata Arcano, Rijja. ¿Qué necesita usted? – Dijo Dawud, devolviendo el comentario con igual toque de sarcasmo.
Después de una ligera risilla por parte de ambos. Prosiguió la conversación.
–Vengo a enseñarte mi nueva mascota antes de proceder a un… estudio más intensivo. – Dijo Rijja a la vez que asomaba la jaula mágica que contenía a la criatura.
–Vaya! – exclamó Dawud – Ciertamente es una curiosa criatura. ¿De qué ser se trata? – añadió
–Desconozco su raza y procedencia, pero procedo a averiguarlo.
–Observo que lo mantienes cautivo con un hechizo de prisión dimensional de Éter ¿Tan poderoso es?, ese hechizo conlleva excesivos riesgos. La Alquimia con el Éter mágico puede atraer atenciones… no deseadas. Lo sabes.
–Créeme, merecía la pena. Al margen de las cualidades que no ha mostrado, todavía, había atravesado las barreras mágicas de la Torre sin problema, al parecer.
–No era una crítica. Solo una acervada curiosidad. Terminaré mis quehaceres actuales y me uniré a ti para intentar desentrañar la naturaleza de este ser. Prosigue tu labor mientras acabo, aunque deduzco que podré encontrarte sin problemas en la Biblioteca… experimentando.
–No haces falta, todavía. Hay demasiados y vetustos libros que consultar primero. Continúa sin interrupción con tus ocupaciones. Te avisaré yo mismo cuando necesite de tu ayuda, consejos y magia.
Dawud asintió y sonrió levemente antes de cerrar, con sumo cuidado, la puerta.
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Capítulo XXII
El descenso por las escaleras que conducían a la planta baja de la torre, para continuar por los pasillos q conducen a la biblioteca Al’jhtar, se hizo más entretenido que de costumbre. Rijja observaba aquella misteriosa criatura con interés y curiosidad, y más aún cuando pensaba en lo que podía desentrañar el conocer la historia y procedencia de ella.
Sabía, o al menos intuía, que no podía ser casualidad su aparición. Desde que encontró aquel libro, El Diario de Kajjo el Heterocromo, habían acontecido diferentes sucesos que, viéndolos con cierta perspectiva, eran una sucesión de albures poco frecuentes.
De una manera prácticamente autómata condujo sus pasos hasta la biblioteca. Después de tumbar los múltiples encantamientos de protección, la puerta de la estancia se abrió con un chasquido que invitaba a traspasarla.
La criatura, luego que la puerta se hubiera abierto, empezó a removerse curiosa. Escudriñando cada rincón de la sala en dirección a la mesa donde se encontraba el diario y, apostado al lado de esta, el bibliotecario. Había cumplido su misión con entereza y no se había movido un ápice, en pos de custodiar lo que su maestro le había encomendado.
–Gracias por la paciencia, he tenido ciertos… percances en mis quehaceres– agradeció Rijja con voz pausada.
–No hay ningún problema, mi señor. Veo que trae usted compañía inesperada y, claro está, de curiosa rareza. – contestó el Bibliotecario.
–Digamos que es un polizón el cual, no por voluntad propia, pasará algún tiempo entre estos muros.
El bibliotecario sonrió antes de, servilmente, hacer una reverencia respetuosa y proseguir con sus tareas comunes.
Rijja chasqueó los dedos y algunas de las flotantes luces que se repartían por la estancia acudieron a él para iluminar cómodamente la zona designada por el Alto Teócrata. Sentándose este en la mesa, que continuaba como la había dejado, hizo un gesto con su mano derecha y la prisión que contenía a la criatura que le acompañaba se posó lentamente sobre la parte izquierda del tablero, quedando el diario en el centro.
-Mi estimado amigo- dijo Rijja dirigiéndose al pequeño reo- antes de empezar contigo debo satisfacer algo más mi curiosidad por mi objeto de estudio. Mantente en silencio algunos minutos y, enseguida, te dedicaré toda mi atención.
-Jumkijiui krumhfg blup- dijo con un gesto que se antojaba simpático.
-Parece que podremos llegar a entendernos, agradezco tu cooperación- replicó Rijja.
La criatura, en un ademán de entendimiento y resignación, se acurrucó contra los barrotes de jaula mágica que lo retenía y se quedó mirando con atención los movimientos del Mago Rúnico.
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Capítulo XXIII
Bajo la atenta mirada de la criatura, Rijja se dispuso a continuar con el estudio de aquel, y obsesivo, libro. Como anteriormente, acarició con mimo la envoltura de este antes de proceder a quitar el pequeño cierre. Una vez abierto, pasó sucesivas páginas hasta llegar donde había abandonado su lectura deteniéndose mientras esbozaba una sonrisa apagada.
Después de todas las alusiones de la edificación y construcción que componía la Pirámide y la flora que a esta envolvía, el diario continuaba haciendo una disección de lo que se intuía como habitantes.
“…Al margen de las exuberantes y extrañas plantas que allí moraban con virulencia, su fauna es impresionante y, en algunas ocasiones, muy peligrosa. Pequeños insectos luminiscentes que formaban, en un vuelo caótico, acumulaciones grotescas de diferentes formas, incluso a veces se antojaban con forma humanoide. Especímenes de aves variopintas, portadoras de colores que abarcaban toda la gama cromática conocida. Numerosos arácnidos, entre ellos escorpiones albinos de gran tamaño que a día de hoy se creían extintos. Diversas maravillas del reino animal, las cuales no tienen cabida en el resto del mundo o, al menos, no deberían tenerla. Dentro de todas las extrañas criaturas que se podían observar en el recinto amurallado que rodea la Pirámide, solo hay una que inspire un miedo irracional: El Córvido Sombra…”
Rijja volvía a sentirse apabullado ante tanta información que su mente se orientaba a almacenar como falta o, cuanto menos, mítica.
Las descripciones eran exactas, gozando de ilustraciones que describían cada criatura meticulosamente y enlazando incluso su papel en la peculiar cadena trófica del aquel vetusto lugar. Del que se decía el más peligroso, El Córvido Sombra, había numerosas páginas que presentaban el animal como un Cuervo de tamaño desmesurado, aproximadamente de un metro y medio de altura, que gozaba de un plumaje mate tan oscuro como la obsidiana y, en su pecho, portaba una calavera de aspecto humanoide la cual, bajo ningún concepto, debía mirarse directamente ya que, debido a una supuesta magia innata en estos seres, acabaría con la vida de cualquiera que lo observase.
Presumiblemente todo esto era fruto de una enfermiza alucinación, ya sea por algún tipo de droga o, en su defecto, producida por la deshidratación en el desierto. Al menos eso pensaba RIjja.
Teniendo en cuenta esta suposición, las palabras que leía no eran almacenadas como conocimiento más allá del que se acumula cuando se lee una novela o fábula de entretenimiento. Al margen de todo eso, El Alto Teócrata no podía dejar de leer.
La Criatura había seguido cada letra en aquellas páginas, al margen de la atención de Rijja, y cuando llegó a la descripción del Córvido Sombra empezó a temblar de manera asustadiza y a sacudirse dentro de su particular prisión.
-Bluuuuu Jiiplioo mpqwool!!- Dijo el pequeño ser señalando la ilustración de aquel animal.
–Qué pasa? ¿No te gusta el dibujo? – dijo Rijja con tono burlón justo antes de observar atentamente la mueca de horror que esbozaba aquella criatura. – Un momento, ¿conoces este animal? – añadió.
La criatura se llevó una mano a la boca, tapando esta, como alguien que acaba de decir algo que no debiera y volteó la dirección de su mirada.
El silencio se hizo en aquellas soledades.
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Capítulo XXIV
Después de varios minutos en silencio, mientras la mirada expectante de Rijja no se apartaba de la criatura ni por un instante, la criatura volteó hacia el con un semblante diferente. Estaba totalmente calmada mientras movía los brazos haciendo gesticulaciones amigables.
– ¿Ya estás más calmado, pequeño? – Comentó Rijja de manera pausada y tranquila.
Bajo la atónita mirada de Rijja, la criatura asintió. El Orgo no pudo evitar sentir un reconfortante sentimiento a la par con su curiosidad por aquel ser, ya que era la primera vez que esta criatura interactuaba de manera directa y coherente con él.
-Mi inesperado amigo, ya que entiendo que me comprendes a la perfección no puedo evitar el hecho de preguntar de nuevo. ¿Conoces, ya sea parcialmente, el contenido de lo escrito en este libro?
La criatura insistió de nuevo, de manera complaciente. El Alto Teócrata no pudo contener la emoción por lo acontecido y esbozó una amplia y vistosa sonrisa. Al margen de cerciorarse sobre el entendimiento inequívoco que poseía su forzoso huésped, este parecía completamente dispuesto a interaccionar con el de manera continuada y pacífica.
Sin esperar ni un solo momento, Rijja extrajo de su zurrón los componentes que había adquirido anteriormente en el laboratorio, antes de dirigirse a la Biblioteca, y los dispuso sobre la mesa en la que se encontraba, dispuesto a preparar lo que parecía algún tipo de ritual mágico. Una vez apoyó en la mesa aquellos bártulos, y bajo la mirada atenta de la criatura, se levantó pausadamente acercándose a una estantería próxima para así alcanzar un pequeño joyero que allí se encontraba para acto seguido volver a sentarse frente al tablón.
Abrió el pequeño frasco y vertió su contenido, un líquido viscoso similar a la miel, sobre una pequeña lámina metálica que se encontraba dispuesta sobre la mesa. Acto seguido, del pequeño y viejo saco, extrajo una extraña limadura cristalina compuesta, a proporciones exactas, por pequeñas partículas púrpuras y añiles, extendió esta con sumo cuidado sobre el viscoso fluido y este entró en una reacción que emanaba unos vapores, ligeramente pestilentes, en tonalidades ocres.
Mientras se completaba de formar el reactivo que acaba de preparar, abrió el pequeño joyero. En él se encontraba un fino anillo de color plateado e intenso brillo. Tenía una figura serpenteante que ejemplificaba un dragón que se muerde la cola en cuyos ojos hay engarzadas dos piedras preciosas de tonalidad bermellón oscuro. Se trataba de un anillo de Lish. Este anillo, como han cerciorado diferentes usuarios y eruditos, contiene un poder que otorga al portador la capacidad de hablar en una mágica lengua sobrenatural que será entendida por cualquier oyente como si fuera su propia lengua materna.
-Dado que me entiendes a la perfección- Dijo Rijja – he pensado una solución para poder llegar a entenderte yo a ti, estimado amigo. Pero no tengo intención de entregarte este preciado anillo. – añadió mientras enseñaba el anillo a la atenta mirada de la criatura – Así que he elucubrado algo más práctico e ingenioso.
Mientras hablaba, la reacción mágica que se estaba produciendo sobre aquella tabla metálica comenzó a llegar a su final. Una vez aconteció este, los reactivos habían desaparecido dejando tras de sí una serie de intrincados grabados mágicos compuestos dentro del límite anteriormente marcado con aquel fluido viscoso.
-Bien, comencemos. –Dijo Rijja con tono impaciente.
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Capítulo XXV
Mientras la criatura esbozaba un gesto desconfiado y a la vez temeroso, Rijja posó el Anillo de Lish en el centro de aquel extraño círculo mágico que había creado con el ritual anterior el cual comenzó a iluminarse tenuemente.
–No temas, pequeño amigo. Solo notarás un ligero cosquilleo. – Dijo Rijja.
Al momento, el Orgo comenzó a hacer una serie de acompasados movimientos con las manos sobre la circunferencia donde había posado la joya a la vez que entrecerraba los ojos, para terminar, pronunciando:
‘Mark Devenit’
Un refulgente fulgor, el cual disminuyó su intensidad casi a la vez que aparecía, produjo la aparición del nombre del Teócrata a los pies de las inscripciones que contenía aquel círculo mágico. Acto seguido, con un mimetismo homogéneo impresionante, volvió a ejecutar el hechizo, pero esta vez sobre la jaula arcana que mantenía a aquella criatura presa.
El resultado fue el mismo. El nombre de Rijja apareció sobre la superficie de la Jaula.
Conforme el fulgor de su firma mágica hubo alcanzado la misma intensidad en armas rúbricas, el circuló que rodeaba el anillo emitió un potente, y continuo, caudal mágico que comunicaba la Jaula con este, cerrando así el ritual que el Alto Teócrata había preparado.
–Esto es un círculo de vinculación mágica, mi pequeño amigo. – Dijo Rijja complaciente al ver que todo había resultado tal como esperaba. – A efectos prácticos, es como si llevaras puesto el Anillo de Lish en uno de tus dedos y, por lo cual, eres afectado por su mística magia de dragón. Procede, habla. – añadió con ímpetu el mago rúnico.
La criatura, una vez se constató que el ritual no le hacía ningún daño, adquirió una pose despreocupada con un toque de decepción, como un niño que ha visto el truco de un mago feriante.
–Tonterías. Estos seres solo hacen tonterías. ¿Esto es magia? ¡No ha hecho nada! El amo si hace magia, el amo si es poderoso. Orgos estúpidos y creídos! ¡Siempre estúpidos, siempre creídos! –la criatura se expresó con total claridad para los atentos oídos del Alto Teócrata, fruto de la magia del anillo.
Rijja estalló en júbilo al ver la inminente comunicación, ya exitosa, con aquella misteriosa criatura ya que anhelaba conocer su origen. La criatura no se había percatado de que sus palabras ahora eran totalmente comprensibles para el Alto Teócrata.
-Estúpidos no, creídos… depende. Pero sí, mi querido amigo, esto es magia. –Dijo Rijja sonriendo malignamente. – Háblame de tu amo.
La mueca de estupefacción que se originó en la criatura fue completamente sincera. No podía dar crédito a la comprensión de sus palabras por parte del Orgo que la mantenía cautiva. Empezó a escudriñar nervioso el ritual de nuevo, mirando completamente incrédulo el anillo de Lish.
- ¿Puedes entenderme? – Dijo con voz sobrenatural, aunque notablemente temblorosa, la criatura.
–Claro que sí. Te dije que encontraría la forma. Pero ya que el devenir de nuestra particular relación ha llegado a este punto, no debemos detenernos en minucias de cómo y porqué. Ahora te conviene complacerme, habla. No tienes excusa posible. Si rehúsas, te enseñaré otro tipo de magia más… incómoda para ti. –Sentenció Rijja, esta vez con tono autoritario y seguro.
La criatura se dejó caer sobre la Jaula, en un gesto de cansancio, y clavando sus ojos en Rijja dijo:
–Está bien, Orgo. ¿Qué quieres saber?
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Capítulo XXVI
Las tenues luces que iluminaban la estancia se reflejaban sobre los ojos, atentamente abiertos, de la criatura que se encontraban fijos sobre Rijja, expectantes ante las posibles preguntas del Teócrata y todavía asombrados por la magia de este y su capacidad de entendimiento.
–Dime Orgo, ¿Qué quieres saber? – Dijo con voz sobrenatural la criatura.
–En primera instancia, ¿Quién es ese amo tuyo?, aquel que nombraste. –Dijo Rijja con un ligero tono autoritario- Cuéntame sobre él– Añadió.
–Un ser extremadamente poderoso, Orgo. Tu magia no podría hacerle sombra ni por un instante. Un ser proveniente de otro plano material. No tiene vida, solo muerte. Y maneja esta a su antojo. – respondió la criatura.
–Interesante. ¿Cuál es su nombre? – continuó preguntando el Teócrata.
La criatura esbozo una mueca en pose negativa ante la pregunta, señalando a su vez con su dedo índice hacia su propia boca, mientras extendía la lengua. En el gesto dejó entrever una marca en esta, de un color oscuro, que se extendía por su lengua de manera total dibujando heterogéneas líneas irregulares.
- ¿Ves esto? Es un sello mágico de obediencia. Impuesto por mi amo. Me impide decir ciertas cosas, entre ellas su nombre. No es por miedo a venganza siquiera, simplemente no puedo. Al igual que mi voluntad se ve quebrantada ante cualquiera de sus órdenes directas. –Dijo el pequeño ser.
–Muy interesante, sin duda. Prosigamos. ¿Es cierta la existencia de la Pirámide que menciona este diario? –prosiguió Rijja.
–Sin duda! – exclamó la criatura- Además, es la residencia de mi amo y señor.
Aquellas palabras dejaron por un momento perplejo a Rijja. Lo que hasta ahora daba por simple mitología o intoxicados desvaríos de su antepasado se tornaban en tono de realidad ante él. No podía dejar pasar la oportunidad. Debía exprimir el conocimiento de aquella criatura.
- ¿Dónde se encuentra dicha Pirámide? – Dijo el Teócrata con un tono claro todo de excitación.
La criatura no pudo evitar estallar en pequeñas y tímidas carcajadas.
–Ella no se encuentra. No está en ningún sitio concreto. Solo se yergue ante ciertas criaturas en circunstancias concretas. Es imposible encontrarla, ella te encuentra a ti. Sería necio pensar lo contrario. Solo los designios del amo pueden hacerla aparecer a voluntad y ni siquiera él puede controlarla al completo. Todos somos presos de ella cuando ella lo desea.
A cada palabra que espetaba la criatura, Rijja encontraba menos validez en sus palabras. Hablaba con palabras erráticas y temblorosas y, desde que se le preguntó por su amo, no cesaba de escudriñar los rincones de la habitación, como si esperara que alguien o algo apareciera de repente.
–Espero no estés mintiendo con tus palabras. No estoy preguntando para escuchar locas divagaciones y respuestas falsas. Piensa bien cada palabra que dices, criatura. – Rijja afiló el tono hasta casi cortar el aire- ¿Qué hacías infiltrado en mi Torre?, contesta. – añadió.
La criatura se revolvió desafiante dentro de su jaula, apretando los dientes y tratando de contener el tono con el que emitía sus palabras para no descontentar al Orgo que la mantenía cautiva. Apretando los puños dijo:
–Él me lo ordenó. Y, a mi entender, te has metido en un buen lío, Teócrata.
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Capítulo XXVII
El Orgo mantenía la mirada sobre la criatura mientras esta insinuaba las posibles consecuencias de los sucesos que se habían acontecido, incluyendo su propia captura. Durante unos minutos, la criatura no cesaba en su empeño de comentar el grave error que el Orgo había cometido y que su amo, no por amistad con ella, por temor de lo que el pequeño ser pudiera revelar o simplemente movido por la venganza de arrebatarle a un preciado, aunque forzado, súbdito.
Las palabras de la criatura, lejos de amedrentar al Teócrata, avivaban la curiosidad de este por el misterioso amo y, presumiblemente, los poderes y conocimiento que escondía. Después de un tiempo conversando sobre la situación de la criatura, esta le comentó su procedencia e historia reciente.
Era un diablillo onírico, fruto de un sueño febril perteneciente a un antiguo hechicero que fue presa de la propia Pirámide y esta, en forma de una gran maldición, hizo «realidad» sus sueños, incluyendo a su especie. Según la criatura fueron creados varios congéneres pero que él fue apresado por uno de los múltiples siervos de su actual amo. Después de innumerables torturas, maldiciones y tratamientos mágicos, consiguieron doblegar su voluntad y espíritu. Exacerbaba el hecho de no poder librarse de los sellos mágicos que le ataban a los designios de su amo y, por ello, había perdido la esperanza de liberarse de ellos ya que, según contaba, habían pasado centenares de años desde que estaba a su servicio.
–Realmente ahora, después de todas las torturas, no me encuentro tan mal. El amo es bueno si consigo los objetivos que me solicita y casi siempre lo hago. Además, ¿qué puedo decir? soy fruto de la magia de la Pirámide. – comentaba la criatura con esbozos de lamento y conformidad- Mi existencia es un mero capricho imaginario de alguien ajeno a mí.
–Sin duda, tu existencia es extremadamente curiosa. Esa Pirámide debe contener una magia increíblemente potente para producir este tipo de… «milagros»– Contestó Rijja en tono curioso y complaciente.
El diablillo no pudo evitar sonreír ante el cambio de todo del Orgo. Lo miraba fijamente, con una mueca amistosa, incrédulo ante la ausencia de daño, o desdén, recibido por este.
–Los Orgos sois mágicos también. Vuestras deidades os tratan bien. Pero sois esclavos de la muerte. Frágiles y efímeros mortales. Teócrata, me inspiras simpatía, pero no creo que nuestro encuentro se alargue mucho más tiempo. Pronto vendrán a reclamarme. Debes estar preparado. – Dijo la criatura preocupada. – Si acude quien creo que enviarán en mi busca, estás en graves aprietos.
–Al margen de ti, nadie ha penetrado antes en esta Torre. Sus defensas son potentes. ¿De qué o quién debo protegerme?
–Su nombre es Krimpak. Otrora un poderoso hechicero Drow, ahora, bajo el yugo de los designios de mi amo, es todavía más poderoso. Debes tomar mis palabras como serias y veraces. Su uso de las energías arcanas es devastador.
–No menosprecies mi poder con tu preocupación, criatura, pero gracias por la advertencia. Estaré preparado ante esa posible visita. Mientras eso no ocurra, necesito más información. –Dijo Rijja con tono sonriente.
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Interludio III
El lúgubre pasillo que conducía hasta una inmensa estancia, que empezaba a entreverse al final, era decorado por el tintineo del choque de las cadenas mágicas contra el suelo a la vez que, por los ecos de la oscura figura, ahora presa de dichas cadenas, mientras profesaba maldiciones hacia su captor.
–Maldito! Juro que esta vez no quedará así. ¡Te daré muerte! Engañosa y rastrera criatura– Exacerbaba el prisionero mientras era arrastrado a lo largo del pasillo.
Al otro extremo de la cadena, asiéndola con fuerza, sonreía ligeramente la figura que la sostenía mientras efectuaba cortos, pero constantes y veloces, pasos.
–Es inútil que grites, y lo sabes. Cálmate, Khur decidirá pronto que hacer contigo. Es posible que te perdone como la última vez. – dijo burlona y pausadamente la imponente figura.
Una vez había traspasado el umbral del pasillo, penetraron en una gigantesca estancia. La majestuosidad de los pilares que sostenían el techo de esta era apabullante. Unas columnas que se alzaban más de 30 metros sobre sus cabezas, decoradas con finas hebras plateadas a lo largo de toda la estructura y particularmente llamativas unos fulgurantes surcos, presumiblemente, en escritura rúnica cuneiforme. El brillo de los epígrafes cambiaba de tonalidad, e intensidad, conforme atravesaban la estancia dando paso a potentes destellos ambarinos al final de esta.
Al margen de las portentosas columnas, en la sala se encontraban numerosos tapices colgados en las paredes que describían, con bellas pinturas, diferentes hitos. Sangrientas batallas, constelaciones, coronaciones de reyes…diferentes y heterogéneas representaciones que se volvían más oscuras mientras se avanzaba hasta el final de la estancia.
El suelo estaba cubierto por numerosos tesoros, compuestos por monedas de oro y plata que se albergaban en preciosos y ornamentados cofres, gemas de impresionante tamaño, pertrechos mágicos, fina orfebrería en múltiples metales preciosos… realmente un regalo para la vista de cualquiera que albergara, aunque fuera, una ligera codicia por lo material.
Mientras avanzaban entre las maravillas que la sala ofrecía, empezaba a atisbarse el final de esta: Una enorme pared repleta de escritura arcana, sellos de protección y diversos y antiguos conjuros, los cuales son indescifrables actualmente por las mentes mortales.
En dicha pared, en su parte central, se encontraba un gigantesco arco de formado por plaquetas de obsidiana. Los grabados mágicos parecían concentrarse hasta llegar al límite marcado por el portentoso arco.
La figura que mantenía cautiva con las ataduras mágicas a la otra, soltó la cadena dejando al preso revolviéndose en el suelo mientras se acercaba al gigantesco arco de obsidiana.
Puso una mano sobre este mientras pronunciaba una lenta letanía arcana. Cuando terminó dicho cántico, el arco comenzó a brillar de potente manera para dar paso a la formación de un vórtice entre sus límites. Una especie de Puerta dimensional. Se giró hacia su cautivo y dijo:
–Veamos que designa hacer contigo nuestro amo, maldita escoria desagradecida.
Volvió a asir la cadena con su mano derecha y emprendió, arrastrando a la otra figura, el rumbo a traspasar el portal mágico que recién había creado.
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Capítulo XXVIII
Las horas pasaban mientras Rijja conversaba de manera tranquila y ordenada con el Diablillo que tenía de prisionero. Dejando al margen la información que había solicitado con anterioridad sobre el amo de este y su súbdito Krimpak, Rijja se centró en preguntar diferentes cuestiones sobre la Pirámide que enunciaba el diario de su antepasado.
Entre las múltiples preguntas, sacó cierta información muy relevante.
Según decía la criatura, en la pirámide habitaban infinidad de criaturas. Desde humanoides de múltiples razas pertenecientes a Eirea, como seres de otros planos materiales, los cuales moraban la pirámide en diferentes estratos y lugares.
La pirámide constaba de varias estancias en las que bien cabrían castillos enteros, desde laberintos de diversa índole a bibliotecas majestuosas, pequeños retales de bosque… una surtida y amplia gama de diferentes hábitats, creados mágicamente, convivían en el interior de la pirámide. Todos ellos habitados por criaturas que habían caído presa del influjo de la pirámide y de los designios de su actual amo.
Al margen de los moradores “involuntarios” de la pirámide, esta se caracterizaba por estar regida por 4 entes. Gobernando se encontraba su amo, del cual no podía dar el nombre debido a la maldición que le subyugaba. El trío restante se componía por 3 Djinns de poderes sobrenaturalmente devastadores que servían a su amo ciegamente. Al margen de estos, una serie de criaturas, en las que se incluía el diablillo, realizaban diversas tareas y misiones encargadas por los Djinns. Contrariar a cualquiera de la cadena de mando tenía consecuencias nefastas para el que lo hiciera.
La criatura cortó su parloteo con una súbita mueca burlona diciendo:
-Eso sí, fuera de la pirámide, su poder se ve reducido y deben usar a terceros para conseguir sus fines. Embaucando y engañando para que los asuntos fluyan como ellos quieren.
Rijja sonrío ligeramente al oír esas palabras, deduciendo que lejos de su fuente de poder, sus posibles futuros adversarios mermaban en poder considerablemente.
–Un momento – dijo el Teócrata- ¿Qué fue de mi antepasado Kajjo?, ¿Cómo es posible que escribiera tan minuciosamente sobre la Pirámide? – añadió.
–Tu antepasado Kajjo llegó a la pirámide. Entró en ella y, siento decirlo, sucumbió como el resto ante el poder de los Djinns– Dijo la criatura con un gesto ligeramente consolador.
–Entiendo, pero ¿Cómo pudo salir de la pirámide su diario personal? Si sucumbió al entrar en la pirámide. ¿Cómo llegó este diario a la biblioteca Al’jhtar? – replicó Rijja.
–Fue uno de sus deseos. El último, además. A modo de un último regalo para su estirpe, en pos de ofrecer cierta información a las generaciones venideras. Un legado indestructible.
-¿Deseos? ¿De qué hablas? – contestó el Orgo cada vez con gesto más alterado.
–La Pirámide. Ella oferta deseos a cambio de la maldición. El sé dio cuenta a tiempo, no quería que nadie más de su linaje cayera en el mismo error que él. Pero, según he visto, todo fue en vano.
-¡No entiendo nada, explícate! – exigió el Teócrata.
–No hace falta que lo entiendas, simplemente es una realidad demasiado abstracta para un mortal como tú, Orgo. Debes usar las herramientas adecuadas. Me consta que tienes en tu poder unos curiosos anteojos. Úsalos, enunciaran la verdad. Maldita sea, como ya he dicho con anterioridad, no tengo tiempo para explicarlo, ya viene. –Dijo el diablillo con una mueca de preocupación.
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Interludio IV
Captor y cautivo atravesaron, aunque de manera diferente, el portal mágico que se había creado anteriormente ante ellos.
El primero, con un paso autoritario y constante, cruzó el portal de manera decidida. El segundo, arrastraba el dorso derecho mientras era arrastrado por la cadena mágica que lo envolvía y mantenía preso.
Una vez atravesado, ambos individuos quedaron aislados en la dimensión en la que acababan de penetrar. Una densa extensión de… nada.
Un inmenso vació de tierra yerma que se perdía en un horizonte coronado por un cielo que poseía una potente tonalidad ambarina. En este parecían ocurrir repetitivos fenómenos atmosféricos de naturaleza eléctrica, que emitían constantes destellos cetrinos.
Lo único que rompía el homogéneo paisaje era un imponente obelisco que se erguía, situado a escasos metros de los nuevos visitantes, imponente. Era realmente impresionante. Se trataba de una cantidad colosal de Éter cristalizado que se impolutamente se alzaba, al menos, 80 metros desde su base. Este se encontraba parcialmente envuelto, como si estuviera siendo parasitado, por una especie de ramificaciones vidriosas de color ámbar que se concentraban hasta llegar a la parte más baja del cristal. En sus cimientos, se encontraba su origen: Un enorme trono, compuesto del mismo material que las ramificaciones solo que mucho más liso y pulido.
Aún cubierto por la túnica que lo envolvía, pudo entreverse una sonrisa en la figura que continuaba arrastrando a su particular reo.
–Ya casi estamos. – dijo mientras apartaba la vista del obelisco para dirigirse a su cautivo- Veamos que nos depara este particular encuentro.
Conforme se iban acercando, la oscura silueta de alguien sentado en aquel trono, se hacía más y más clara. Un imponente cuerpo humanoide, de al menos 3 metros de altura, se encontraba sentado en aquel solio. Estaba completamente vendado con una serie de retales entrelazados con refulgentes hilos esotéricos. Las vendas, estaban repletas de inscripciones en algún idioma antiguo, parecían pertenecer a algún tipo de mortaja. Una extraña y delgada figura encapuchada se encontraba postrada a los pies del trono. Alcanzada una distancia relativamente cercana, la figura que mantenía cautiva a la otra detuvo sus pasos prudentemente y, haciendo un gesto respetuoso, se postró frente al trono, a un par de metros detrás de la delgada figura que ya se encontraba allí, quedando completamente en silencio y cuidando de no molestar la conversación que había en curso.
- ¿Así que ha conseguido atrapar a esa escurridiza criatura? – Una terrorífica voz se hizo brutalmente audible en todo aquel yermo. Era profunda y desgarradora, pero, a la vez, transmitía serenidad y sabiduría. Provenía de la figura sentada en el trono.
–Sí, mi señor. Un hecho curioso, sin duda. Debe ser hábil con las artes mágicas. – Contesto la delgada figura, sin levantar la cabeza desde su pose sumisa.
–No suelo apreciar este tipo de curiosidades. Ve, Krimpak. Ocúpate tú mismo. Pero no mates a ese tal Rijja Al’jhtar, veamos donde conducen sus pasos.
-Sí, mi señor.
Krimpak comenzó a realizar unos armónicos movimientos con sus manos a la vez que se incorporaba.
-«trans ikrat ondomendo wiclat skrauwen«- Pronunció con claridad. Acto seguido imagen se diluyó rápidamente en el aire hasta desaparecer.
La extraña figura vendada que se encontraba en el trono clavó su mirada en la figura que se encontraba presa por las ligaduras mágicas en el suelo y, haciendo un gesto con la mano, indicó al captor de esta que se acercaran.
–Vaya, vaya – Dijo la figura momificada- Creo que hace falta una… reeducación jerárquica.
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Capítulo XXVIV
En ese momento, una fuerte ventolera irrumpió en la Biblioteca Al’jhtar removiendo la estancia. Los manuscritos de las estanterías comenzaron a caer, las estanterías crujían con estrépito y las fulgurantes bolas que iluminaban la estancia se arremolinaban de forma caótica.
La ventolera comenzó a acumularse, como agua por un desagüe, en torno a una de las esquinas de la habitación dando paso a lo que parecía una brecha en el espacio de tonalidades ambarinas.
– ¡Es Krimpak! – Exhaló angustiosamente la criatura. –¡Vete! no tienes oportunidad posible.
Las palabras de la criatura hicieron que el Teócrata esbozara una nerviosa sonrisa.
Rijja comenzó a lanzar una retahíla de conjuros mágicos de protección. Numerosos y variados escudos y auras mágicas surgían de sus hechizos y lo envolvían hasta desaparecer. Y, adoptando una férrea posición defensiva, esperó la inminente llegada de Krimpak.
Mientras la brecha comenzaba a menguar surgió de ella una densa niebla que, tras unos segundos, formó una silueta humanoide. Al tiempo que la fisura se cerraba completamente, la figura se consolidó de manera corpórea.
Rijja había permanecido en silencio durante todo el proceso observando fijamente la fisura que se había creado en la estancia y ahora, una vez vio que la figura que había emergido de la niebla se había formado completamente corpóreo, hizo un rápido movimiento de muñeca derecha emitiendo un chasquido con sus dedos. Las tenues bolas de luz que flotaban por la estancia iluminándola, antes titilantes, se dirigieron con estrépito hacia aquella delgada figura mientras refulgían furiosas, parando en seco y arremolinándose incandescentes girando sobre ella.
–Has entrado en mi torre sin invitación. Si haces cualquier movimiento raro esas llamas que ves serán tus fuegos fatuos particulares. ¿Quién eres? – Dijo Rijja con tono autoritario.
La delgada y siniestra capucha se mantuvo inmóvil durante unos instantes, observando lentamente aquellas furiosas llamas giratorias. Alzó lentamente ambas manos llevándoselas hacia la cabeza, acto seguido apartó con suavidad la capucha que le ocultaba dejándola caer hacia atrás.
Era un anciano de la raza Drow. Realmente anciano. Profundos surcos en la piel cruzaban cada una de sus facciones. Los pómulos se marcaban como si estuviera famélico y sus labios habían perdido su tonalidad natural, tornándose de un apagado color azul. Sus ojos, intensamente inexpresivos, otearon la estancia en su totalidad. Como ignorando al Teócrata, clavó profundamente la mirada en el demonio onírico.
La criatura, presa todavía en la jaula mágica, miraba aterrada al nuevo visitante mientras mantenía un silencio sepulcral.
Rijja, visiblemente molesto por la situación, volvió a increpar al Drow.
–Anciano, es de mala educación no contestar a un anfitrión y máxime cuando es forzado. Viendo tu interés por encolerizarme, veamos que depara este encuentro…
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Capítulo XXX
Justo al terminar de hablar, con gran velocidad, Rijja trazó unos símbolos en el aire de los cuales brotaron unas esferas de energía. Dicha magia se precipitó vertiginosamente sobre la figura del anciano.
Al margen de esto, el Alto Teócrata cerró sus manos emitiendo un ligero golpe al tiempo que las candentes esferas que rodeaban al Drow cerraban su cerco sobre este con la intención de envolverlo en llamas.
Un gesto de muñeca bastó.
Acompañado de una especie de onda de choque, emitida desde él mismo, el movimiento de aquel mago anuló por completo, y simultáneamente, todos los ataques de Rijja para después clavar la mirada en el Orgo.
–Chsss. – Chistó Rijja con una visible decepción. – Eres muy habilidoso, Drow– Añadió.
–No oses entrometerte, Rijja Al’jhtar.- La voz de Krimpak se extendió por la sala como un viento gélido. Esta no era desagradable, pero, debido a la profundidad y tono de su voz, se tornaba fuertemente segura y autoritaria. – Esta criatura no te pertenece, mi amo la reclama– Añadió Krimpak, aún más frío si cabe.
–No me importan tus motivos, ni amenazas. Has entrado en mi hogar sin permiso y eso debe ser castigado. – Contestó Rijja, denotando gran serenidad en su tono de voz.
De soslayo, Rijja comenzó de nuevo otro ataque y, acumulando energía mágica hasta el crepitar en sus dedos, se dispuso a ejecutarlo. Krimpak hizo lo propio, esta vez no esperaría a recibir el ataque, al menos no mansamente.
Rijja extendió las palmas de las manos y, formando un triángulo enmarcando la figura de Krimpak y se dispuso a recitar el hechizo: ‘Bellum Destruct Cor…’
Justo cuando Rijja estaba a punto de terminar su conjuro, un cántico retumbó en la sala.
‘Defenestrate’
Krimpak había sido más rápido en la ejecución de su ataque. Una enorme ventana, fruto del hechizo del Drow, se formó al instante, justo detrás de Rijja, entre una humareda chispeante y, a la vez que Krimpak extendía los brazos en dirección a Rijja y cerraba los puños, el Alto Teócrata salía despedido hacia atrás, empujado por la fuerza del conjuro y hasta atravesar, dolorosa y estruendosamente, la ventana mágica que se había formado con anterioridad.
Rijja voló varios metros hacia atrás, chocando con los bártulos y estanterías allí dispuestos y quedando ligeramente dolorido y con algunos cortes en la piel. El Teócrata clavó una furiosa mirada en aquel anciano Drow. Aquel extraño hechicero, de mueca seria e inexpresiva, no pudo evitar emitir un ligero esbozo de sonrisa orgullosa.
Con un rápido gesto, Rijja alzó su brazo derecho y, después de extender con fuerza su palma pronunció: ‘xilyx de gadrum’.
Un rayo surgió de las manos del Teócrata para precipitarse vertiginosamente sobre el anciano Drow. El impacto de aquel conjuro hizo que el hechicero convulsionara ligeramente mientras emitía un gesto de dolor. Este gesto se tornó al instante en enfado a la vez que clavó una mirada desafiante a Rijja. Lo cual, como anteriormente a su adversario, hizo sonreír ligeramente al Alto Teócrata mientras este se ponía de nuevo en pie.
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