Inicio Foros Historias y gestas Descubrimiento del Diario de Kajjo, el Heterocromo III

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    • Rijja
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      Después del excesivo esfuerzo desmembrando y acotando los anteriores escritos del diario, fue toda una sorpresa encontrar páginas tan bien ordenadas y esquematizadas. Tras un ojeo rápido sobre ellas, decidí apaciguar mi ansia de conocimiento y tomarme un ligero descanso, no por falta de ímpetu, si no para poder despejar mi mente al completo y amortizar cada segundo que empleara en el estudio de aquella pulida narración recién descubierta.

       

      Sentencié que la mejor opción sería optar por un apacible paseo por mi ciudad natal, Ar’Kaindia. Suele ser una experiencia agradable, dada mi posición como Alto Teócrata, los habitantes de la metrópoli suelen impetrarme consejos de diversa índole, lo cual patrocinaría mi descanso y desconexión mental sobre los escritos de mi antepasado y así apaciguar mis desvaríos sobre estos.

      Caminando de manera indeliberada, observando indiferentemente cada adoquín y edificación que se encontraba en las calles que recorría, llegué de manera automática a las calles destinadas al comercio de mi estimada ciudad.

      El bazar de Ar’Kaindia es una calle que transcurre bajo las cimbras que soportan la base del Templo Piramidal. En ellas se pueden encontrar todo tipo de trebejos inservibles, multitud de enseres curiosos, variopintos bártulos y otros pertrechos realmente útiles.

      Solo con ojear los tenderetes que allí se disponían se podía observar saquitos con exóticos componentes, pociones y tisanas de todo tipo, extraños artículos llenos de intrincadas runas, telares de diversos y hermosos tejidos, objetos alquímicos, túnicas y calzado de gran belleza. En resumen, todo tipo de exóticos utensilios y útiles traídos de los rincones más recónditos de todo Dalaensar.

      Multitud de moradores de la ciudad se acercaban al cobijo de mi sabiduría, cultivada durante años en las bibliotecas, para atender mis consejos. Siempre con alguna que otra ofrenda para ser atendidos con una próspera vicisitud. Dátiles y cocos recién recogidos, casullas bordadas, broches de preciosa orfebrería… todo esto llenaba mi morral gratuitamente con el hecho de pasear y atender sus peticiones y ruegos.

      Cierta vergüenza me invadía al verme absorto ante los pensamientos sobre aquel diario mientras mis conciudadanos me agasajaban sin cesar. No podía abstraerme, ni siquiera parcialmente, de aquellas letras.

      Continuando con mi afán de acabar con la obnubilación sobre dichos párrafos, conduje mis erráticos pasos hacia la Calle Alhamad. Esta calle recorre el nivel rico de Ar’Kaindia, rodeando la zona de los artesanos y el bazar. Durante mi particular travesía llegue hasta la apertura en la calle que desemboca en una amplia plaza con pequeños setos, cómodos bancos de piedra y una estatua a tamaño real de Alhamad, uno de los personajes más influyentes de la historia de la ciudad, si no el que más. Por un agradable instante, me abstraje de los pensamientos que perturbaban mi descanso observando aquella magnifica escultura y el recuerdo de a quien representa:

      Un enorme orgo que porta un bastón de mago repleto de runas, un medallón con forma de ojo, y unos ropajes propios a los llevados durante la travesía del desierto. Su mirada es altiva y desafiante.

      Alhamad fue uno de los más grandes líderes militares y un poderoso mago astral. Dotado de una envidiable capacidad para la estrategia y del conocimiento sobre poderosos conjuros de encantamiento masivo. El condujo a la victoria al ejército orgo en múltiples ocasiones. De hecho, dice la leyenda que sólo fue derrotado en dos batallas.

      Fue así como logró la unificación de Al-Qualanda bajo un mismo estandarte, conquistando todos los desiertos salvo los de Tilva, y subyugando a todas las razas de ogros bajo el dominio de los orgos.

      Una punzada recorrió mi espina dorsal al observar detenidamente el bastón rúnico esculpido en aquella estatua. Las runas grabadas en una parte de dicho bastón eran exactas al encabezado de la descripción en el diario que me atormentaba, en este se disponían justo encima del título “Viento de Arena”.

      Sin poder soportarlo, emprendí mi veloz regreso a la Biblioteca Al’jhtar, ávido de estudiar y albergar el conocimiento que las palabras de aquel diario, escrito por mi antepasado Kajjo, destinaba para mi persona…

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