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Capítulo I
Parte I: ¿Por qué?¿Por qué? ¿Por qué después de tantos años sigo pensando que la vida vale la pena? El mundo es un asco, es sucio la gente es cruel, hipócrita y sólo se mueve por sus intereses, vivir es ir muriendo poco a poco, jugártela en el mejor de los casos a un uno contra uno dónde el más débil siempre caerá a manos del poderoso. Sólo soy un viejo semi elfo, destinado a morir en el olvido, nadie me conoce, en su tiempo fui un gran combatiente, saqué de su cárcel a millones de almas encerradas en cuerpos a cuchilladas, tanta gente muerta en un baño de sangre y todo eso para llegar a lo que soy ahora, un don nadie.
Si tenéis algo de tiempo me gustaría contaros una historia que paso hace mucho tiempo, se que los relatos de un anciano suelen ser aburridos y pesados, pero os aseguro que es una historia para recordar, la historia de Mirrial Nyer el barboso, conocido por su inmensa barba y por ser un baboso.
Hace muchísimos años, cuando aun andar por la calle era más seguro en una isla perdida de la mano de dios, conocida como keel, estaba en la taberna un pirata conocido por su astucia, su determinación y sus ganas de pelea, Angus Rynie.
-¡Largo de aquí patán!- La dueña del local acababa de sacar la escoba y miraba con furia al chico escuálido y pálido que tenía delante. El chico tenía los cabellos enmarañados y sucios, los ojos rojizos de no dormir e iba medio desnudo debido a sus prendas desgarradas.
-Sólo quiero una copa, mujer, le pagaré lo juro- El chico se cubría con los brazos la cara para parar los escobazos que la señora regordeta que tenía delante le propinaba.
-¿Pagar? Llevas dos semanas diciéndome que vas a pagar ¡largo de aquí, o llamaré a la guardia! ¡Rufíán, mas que rufián!- La señora seguía mirándole amenazante, a la vez que sonreía a los clientes para que continuaran con sus copas sin preocuparse por el altercado.
-Esta bien, ya me voy, ya veo que no soy bien recibido ¿Me podría dejar un buen vino para el viaje?- La cara de la mujer se contrajo aun más tensando los labios de furia y esta vez sin poder remediarlo, le dio un escobazo en la cara tumbándole para atrás y haciéndole rodar escalera para abajo del local. El chico calló boca abajo y ahí se quedó un buen rato, se llevó las manos al muslo que había amortiguado el golpe y suspiró profundamente.
¡Hay! Las mujeres estas tienen muy mal genio, menuda pali..
¡Angus Rynie! Qué coincidencia encontrarte aquí, ¿Tienes mi dinero?- El joven alzó la
cabeza y vio a una gran figura fuerte y esbelta, que agarraba una gran espada en una mano aun cubierta de sangre.
-¡Oh, Guirmen, que placer verle, ahora mismo iba a por si dinero!- Angus se levantó rápidamente dispuesto a irse, pero una gran mano le detuvo agarrándole por el hombro.
-Angus, Angus, Angus, tu me conoces, sabes como trabajo, no me gustan los morosos -jugueteó con la espada mientras hablaba- y tú llevas mucho tiempo, sin pagarme. -comenzó a pasar el filo de la espada alrededor de la espalda del joven dejando caer un pequeño hilillo de sangre y haciendo estremecer al chico por el dolor.
-Jefe, de verdad lo siento mucho, déjeme otra oportunidad, se que puedo hacerlo, le conseguiré el dinero lo juro -respiraba agitadamente – por favor.
Guirmen, sonrió malignamente y apretó la espada clavándola fuertemente en la espalda del chico.
-Lo siento Angus, esta era tu última oportunidad….
El cuerpo inerte del chico cayó sobre el suelo, manchando éste de sangre, silencio, el asesino, desapareció entre las sombras sin dejar huellas, sólo quedaba en medio de la calle el cuerpo, y un rio de sangre…. ¿estaba realmente sola la calle? Un leve llanto se oyó a lo lejos, en uno de los callejones contiguos a la calle, unos pequeños ojos castaños habían presenciado la escena, lágrimas de dolor caían de ellos deslizándose sobre la blanca piel y llegando al suelo.
-¿Papá? -
Parte II: El viajero desconocido
Salió corriendo hacia el cuerpo, mientras el frío de la noche le congelaba las lagrimas en la mejilla, dolor, eso era lo que sentía al ver como el alma de la persona que mas quiere había abandonado la cárcel que la encerraba dejando el cuerpo sin vida, blanco como la nieve.
-¡Papá! Respóndeme -lloraba desesperadamente mientras zarandeaba el cuerpo- ¡Respóndeme por favor! -El cuerpo seguía sin responder y sus ropas se comenzaron a empapar de sangre- ¡NOOOOO!
El grito fue escuchado por todo el vecindario, haciendo que varios vecinos salieran a asomarse a las ventanas a ver lo ocurrido.
-¡Hey! ¡Tú! -el chico se viró y descubrió que el que le hablaba era un imponente soldado semi drow alto y fuerte, blandiendo una espada ancha y un gran escudo azul y plateado.- ¿Qué ha ocurrido aquí?
-Fue Guirmen -consiguió decir entre sollozos, el guardia al oir ese nombre se irguió y se colocó bien el yelmo a la vez que hacía una mueca de desprecio.
-Tranquilo joven, lo encontraremos.
Él sabía que no lo encontrarían, Guirmen era demasiado escurridizo, rara vez se presentaba ante sus siervos y cuando lo hacía no era precisamente para agradecerles su trabajo, debía encontrarle alguien que conociera bien las calles y supiera moverse entre ellas, debía contactar con un ladrón de poca monta y sabía quien era la persona adecuada. Hacía años había conocido a un amigo de su padre llamado Yugal, trabajaba en la sastrería de Anduar como tapadera, mientras comerciaba ilegalmente con todo tipo de criaturas, era un chanchullero, pero si algo pasaba en Eirea, él lo sabía.
Dió un empujón al guardia a la vez que se secaba las lágrimas de los ojos con las mangas de su camiseta más que agujereada. Apenas podía pensar con claridad, deseaba venganza y la deseaba cuanto antes, pero tenía que actuar con paciencia y cautela, decidió dirigirse al puerto, a ver que podía encontrar por allí.
Comenzó a llover, el clima en esa isla siempre variaba continuamente pero rara vez se veía el sol, cuando no llovía nevaba y en el mejor de los casos estaba nublado, la temperatura era fría y la humedad se le iba acumulando en el cuerpo. Estaba acostumbrado al frío, comenzó a correr para mantenerse caliente con el movimiento, debía apañárselas bien si realmente querría salir de la isla.
-¡Cuidado! -Había chocado incoscientemente con una figura encapuchada- Deberías mirar hacia delante, podías haberte echo daño, chico.
No podía ver la cara del desconocido, pero juraría que le había sonreido. Tiritó de frío, al haberse parado la temperatura de su cuerpo había disminuido considerablemente y no pudo evitar un chirrido de dientes.
-Eres muy joven para andar en estos lugares a estas horas, y estas helado, ven, vamos a refugiarnos hasta que pase la tormenta -señaló uno de los barcos que estaban anclados en el puerto, se trataba de un explorador bastante destrozado que parecía que se mantenía a flote por arte de magia y no sabia porque le daba la sensación de que así era. – parece viejo, pero te aseguro que se esta muy confortable dentro.
No tenía nada que perder, así que decidió seguir al encapuchado a través de la pasarela para embarcarse. Se dirigió a uno de los camarotes y tan pronto como entró comenzó a notar que el calor volvía a introducirse en su cuerpo a una velocidad impresionante, se estaba realmente a gusto ahí dentro. El desconocido se sentó en una de las camas, se quitó las botas dejando caer en el suelo un pequeño chorro de agua que se evaporó al contacto con éste. Tiró las botas a una de las esquinas de la habitación y se tumbó en la cama suspirando. No dejaba de pensar en que, que grande había sido su suerte, al conseguir tan pronto un barco, ahora debía apañárselas con inteligencia para lograr su propósito.
-¿Quién eres? -El encapuchado se incorporó y bajó lentamente su capucha, dejando a la luz de la luna sus grandes escamas azules, se trataba de un Hombre-Lagarto.
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