Inicio Foros Historias y gestas Dos forrajeadores y una extraña aparición

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    • Alambique
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      Thyria se adentró en el bosque, aunque ya lo había hecho en otras ocasiones, nunca lo había hecho tan tarde, casi anocheciendo.

      Sacó un papel arrugado de uno de sus bolsillos y lo examinó de nuevo a la vez que suspiraba.

      ‘A ver donde encuentro yo esto…’

      La noche iba cayendo en el bosque de Thorin, las sombras se alargaban hasta formar zonas oscuras en el bosque, los cantos de los pájaros daban paso ahora al sonido de los grillos, al ulular de rapaces nocturnas y otros sonidos difícilmente identificables.

      Un sonido la alertó, algo parecido a un jadeo o un gemido provenía de unos arbustos cercanos.

      Thyria se detuvo y prestó atención al sonido, jamás había escuchado un animal así, en ocasiones parecía como un jadeo con cierto ritmo, pero de repente se tornaba en un gemido.

      Se armó de valor y, empuñando fuertemente su bastón, golpeó el arbusto del que provenían los ruidos.

      Dos semi-elfos surgieron de la nada, sorprendidos por la presencia de Thyria.

      ‘¡Mierda, nos ha pillado fo’, exclamó uno de los varones semi-elfos.

      ‘Rajeando, eso hacíamos, forrajear hierbas’, se apresuró a completar el otro varón mientras se abrochaba el cinturón disimuladamente.

      Thyria trató de quitarle importancia, ‘Hola, lo que estuvieran haciendo es asunto suyo, no me concierne’.

      ‘Lo sabe, lo sabe, se lo dirá al gran Druida’, le susurró uno al otro.

      ‘¿Y qué trae a una semi-drow a estas horas por el bosque de Thorin?, pregunto uno de ellos.

      Thyria, al contrario que ellos, no tenía nada que ocultar.

      ‘Pues, necesito pieles de lobo y algunos cueros duros, así que pensé que éste era el mejor lugar, aunque llevo un buen rato y no he visto ningún lobo’.

      ‘Vaya, otro amante de la caza…’

      ‘No, no. No es que me guste cazar, es más una necesidad. Un conocido sastre necesita esto para elaborar una magnífica capa de pieles de lobo y la verdad es que paga muy bien…’

      ‘Bueno, podemos hacer un trato, nosotros te indicamos dónde puedes cazar lobos y tú no nos has visto…’

      ‘¿A quién?, yo no me he encontrado con nadie…’, contestó Thyria, dando por aceptada la propuesta del semi-elfo.

      ‘Está bien, si sigues ese sendero llegarás a un claro, pues justo antes del claro hemos visto una pequeña manada de lobos, al contrario que los de su especie, suelen cazar separados, por lo que no te será difícil dar con ellos’.

      Thyria se despidió de los semi-elfos, mientras trataba de alejar de su mente el espectáculo que acababa de presenciar.

      Hizo caso de las indicaciones y se adentró en el sinuoso sendero, la oscuridad iba creciendo, en algunas zonas era casi imposible seguir el sendero.

      Thyria pronunció un cántico y de su bastón surgió una cálida esfera luminosa, que flotaba a varios centímetros de uno de los extremos del mismo.

      Siguiendo el sendero vio que desembocaba en un pequeño claro, a estas horas de la noche no le quedaba otro remedio que pasar la noche ahí.

      Clavó con fuerza su bastón en la tierra húmeda y aprovechando la luz que emitía fue recolectando ramas secas con las que poder hacer un fuego.

      No tardó en apilar un conjunto de ramas secas de todos los tamaños, acercó sus manos a la pila de ramas y concentrándose consiguió que una pequeña llama brotase del centro de ésta.

      Se sentó junto al fuego y, cobijada en su túnica, se dedicó a pensar cómo había terminado en ese extraño claro.

      Una corriente de aire gélido recorrió el claro, como si se tratase de un remolino.

      Thyria notó un escalofrío que le subió desde la rabadilla hasta la nuca de la cabeza, algo extraño estaba ocurriendo en ese lugar.

      El fuego crepitó sonoramente y desprendió una intensa llamarada azulada.

      Thyria se levantó atemorizada y contempló el fuego emanaba un extraño humo que parecía condensarse en una figura.

      Sacó de su túnica una pequeña bolsita, sea lo que fuera, tenía que estar preparada.

      La figura terminó de formarse, se trataba de un semi-elfo, delgado, con síntomas de malnutrición, su cabello castaño se encontraba recogido en un sinfín de diminutas trenzas.

      Thyria intentó tocarlo con su bastón, pero no consiguió más que atravesar su cuerpo etéreo.

      La figura se giró y sus profundos ojos verdes se clavaron en Thyria.

      Thyria dio un pasó atrás, había escuchado multitud de leyendas sobre claros en los bosques en los que aparecían fantasmas, pero siempre había pensado que no eran más que leyendas.

      ‘¿Quién eres y qué quieres de mi?’, se atrevió a preguntar Thyria.

      ‘¿Me ves?,¿me estás viendo?’, cuestionó la aparición.

      ‘Claro que te veo, y menudo susto me has dado.’, replicó Thyria.

      El espectro intentó tocarse sus brazos, pero sólo consiguió atravesarlo.

      ‘Soy Astrion, bueno, era…, ¿o lo sigo siendo?, no lo sé…’

      ‘Lo siento no te conozco, o conocí…, ¿qué quieres de mí?’

      ‘Quiero tantas cosas, quiero volver a mi cuerpo, quiero recorrer estos bosques al atardecer junto a mi amada, quiero convencerla de que formemos una familia, quiero ser feliz junto a ella,… pero ya es demasiado tarde para todo esto.’

      ‘No sé en qué puedo ayudarte, pero si puedo hacer algo dímelo.’

      La aparición suspiró y contempló a Thyria, estaba a punto de pedirle algo que supondría toda una hazaña para la semi-drow.

      ‘¿Has estado alguna vez en Naggrung?’

      ‘Sí’, respondió Thyria firmemente. Había vivido una larga época en la isla, no podía decir que la conocía como la palma de su mano, pero sí que conocía muchísimo secretos.

      ‘Necesito que hables con mis compañeros del gremio Nyathor, diles que me has visto, que necesito su ayuda.’

      ‘Así lo haré.’

      ‘Necesito también que investigues en Naggrung, sé que en algún lugar se puede realizar un ritual druídico, allí mis compañeros tendrán que realizar el ritual y traerme de vuelta a la vida. No se trata de un ritual necromántico, no tema, jamás haríamos algo así los druidas. Se trata de un ritual en el que la energía de la propia naturaleza se canaliza…’

      Thyria asintió, la tristeza invadió a Thyria al contemplar a Astrion, no quería imaginar cómo se sentiría estando en esa situación.

      La aparición comenzó a desvanecerse, algo estaba ocurriendo.

      ‘¡No, no he terminado!, alguien está llamando a mi espíritu…’, el espíritu contempló horrorizado a Thyria.

      ‘Veo algo, un portal… y una figura… es una mujer, tiene el cabello dorado, de ojos violetas, lleva un tatuaje en el brazo de un ninfa con un cántaro…’

      La voz del espíritu era casi inaudible ya, no era más que un susurro.

      ‘¡Háblale de mi a Eudesuntha!, dile que volveré junto a ella, no sé cómo pero volveré. No sé en qué cuerpo, pero nada nos separará’, y dicho esto el espectro se desvaneció por completo.

      Thyria contempló cómo el tono azulado del fuego iba desapareciendo hasta alcanzar su tonalidad corriente, suspiró profundamente y se sumió en un insondable sueño.

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