Dudas

No lo es. No es fácil… ¿Sabes?

A cada paso que avanzas. A cada cosa que haces, provocas decenas de murmullos a tu espalda. La gente te mira de reojo, susurran entre ellos y se esconden al poco. Da igual como llegues a una ciudad o a una aldea. Da igual como te aproximes a alguien para preguntarle algo o simplemente para comprar un mendrugo de pan duro. El resultado siempre es el mismo. Pasos apresurados al verte llegar, seguido siempre por el sonido de puertas y ventanas al cerrarse. ¿Qué temen?

Al principio me resultaba extraño. Siempre, a cualquier sitio que fuera, el resultado siempre era el mismo. Intente obtener respuestas de agricultores, campesinos y lugareños. Todos de pequeñas poblaciones. Esfuerzos inútiles que únicamente dejaban preguntas sin respuesta. Todos me rehuían. Y como siempre, me iba con muchas más dudas que cuando empecé. Incluso llegue a pensar que era por mi aspecto, o por alguna enfermedad que se hiciera visible a través de mi piel o mi rostro. No obtuve respuesta alguna. No lo llegaba a comprender. ¿Por qué?

Con el paso del tiempo y los días, la situación paso a ser bastante molesta. Supongo que las noticias de un semi-drow haciendo preguntas no sientan bien a la gente. Y como si de una mierda se tratara, las moscas siempre acudían. Cuando de normal la gente te huye, sabes que cuando te encuentras con alguien que no lo hace, es porque quiere algo de ti. Y por lo general suponen un peligro. Muchos de ellos ni siquiera se paran a preguntar. Simplemente arremeten contra ti. Como si fueran cazadores abalanzándose contra el jabalí de una cacería. Por eso ya no voy a los grandes núcleos de población. Al menos no a los del continente. Takome, Galador, Kattak o Ar’Kaindia están vetadas para mí. Y ni siquiera sé la razón de porque se enfrentan a mí. ¿Cuándo surgió tal odio?

Anduar no es muy distinta. Y aunque la hostilidad de la gente está presente, simplemente se contienen. Supongo que porque no les queda más remedio. Porque hay algo por encima de ellos que les impide hacer lo que les viene en gana. Frenados… Retenidos… Por supuesto, a regañadientes. No me hacía falta preguntar para saberlo. Tan solo me bastaba con mirar a la gente a los ojos. Incluso en algunos casos, en aquellos que se interponían ante mis pasos, podía percibir el odio rezumando en sus pupilas. Ansiosos soñadores por hacer realidad sus deseos de hundir su arma en mi pecho para arrancarme el último suspiro de vida. No, Anduar dejo de ser una opción hace tiempo. Allí hay demasiada gente. No me gusta. ¿Qué es lo que hice?

Sin embargo… todos esos problemas no existen en el agua. Allí abajo no hay nada. No hay nadie. Todo es calma y tranquilidad. Todo un mundo de oscuridad en silencio. No hay conflictos, ni gente que los genere. No hay susurros ni murmullos. No hay miradas esquivas ni sombras alejándose de ti. Únicamente hay depredadores y comida. Y si sabes a cuál de esos dos grupos perteneces, vives tranquilo. En paz. ¿Soy un depredador?

Por eso, últimamente paso mis horas bajo las frías aguas del océano. En medio de la nada. Allí nadie me interrumpe. Nadie me molesta. Únicamente estoy yo. Yo y mis dudas. Se que no obtendré respuesta alguna sobre mi o sobre mi pasado en el agua. Pero al menos tampoco añadiré nuevas preguntas a esa, de por sí, larga lista. No sé muy bien como he llegado a parar a él. Pero el mar me tranquiliza. Calma mis inquietudes. Me siento seguro. Puede ser debido a que allí no perciba su sombra sobre mí. A que su reflejo no me aceche en la superficie de cada charco de agua. A no escuchar su nombre en cada susurro ¿Quién es Jacobus?

Es difícil. Muy difícil. Lo sabes… ¿No?

.Jacobus