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Capítulo I
Vuldeck continúo su avance pesadamente, portando en sus manos un enorme saco de arpillera. Gotas de sangre derramadas por el suelo indicaban el reguero que lo había conducido hacia este pequeño altar oculto en el segundo nivel de Golthur, desde el río que transcurre por en medio del Bosque Baldío.
Al llegar junto a este empezó a vaciar su contenido, depositando cabelleras, corazones y cabezas con mucho cuidado.
Una vez finalizado el proceso, se arrodillo ante este y exclamó:
¡Gurthang! Te ruego que aceptes este sacrificio, pues la sangre de tus enemigos, seguidores de los débiles señores del bien, mancha ahora los terrenos de nuestro amado bosque. Estos no volverán a molestarnos!
Con súbito fogonazo, todos los objetos depositados sobre el altar se consumieron en cenizas mientras una palpitante sensación de regocijo recorría el corazón de Vuldeck. Sabía que Gurthang estaba orgulloso de él.
Sin levantarse del suelo entono una lenta letanía a Gurthang implorándole que le siguiera permitiendo matar en su nombre, y que si llegaba el día en el que pereciese que fuera con el honor de los guerreros.
Al terminar, mientras se levantaba empezó a hablar con el mismo tono con el que hablas a un compañero de armas, a un viejo amigo que te ha acompañado en mil aventuras y correrías.
Sabes, o portador de la Espada Negra y Señor de la Guerra. Deberías sentirte orgulloso de tus súbditos. Por primera vez en muchos decenios, dominamos a las otras razas. Los ciudadanos de la aborrecible Takome nos miran con miedo, y han empezado a realizar incursiones en nuestro territorio por miedo a que sigamos aumentando en número. Saben que si seguimos así, seremos imparables. A llegado nuestra hora y sin embargo, no creo que la aprovechemos. Tenemos los mejores guerreros que han hoyado los reinos anárquicos durante años, y muchas viejas leyendas que habían nos habían abandonado para luchar por su propio honor regresan ahora a Golthur, sedientos de victoria. Pero no servirá de nada.
Cada uno de nosotros lucha por su propia gloria, porque te sientas orgulloso de él y de sus más inmediatos compañeros de armas. Y en combate singular podríamos derrotar a cualquiera de nuestros enemigos. Pero el día que nuestras huestes marchen a Takome o a Grimoszk con el objetivo de arrasarlas por completo… ese día.. Ese día perderemos, oh, dios de los Grandes Cuernos.
Ese día la élite de nuestras tropas se enfrentará a la elite de takome, pero como siempre estos se harán acompañar de cientos de pequeños infraseres que lucharán por ellos, y que no suponen ninguna amenaza, pero si una molestia.
Una espada corta por el filo, la empuñe un guerrero experimentado o la empuñe un campesino. Mientras no tengamos a alguien capaz de comandar y organizar nuestras propias tropas… capaz de unificar a todas esas alimañas goblins, y kobolds y que nos acompañen a la batalla para ocuparse de esos torpes campesinos mientras nosotros, los auténticos guerreros, damos cuenta de las tropas de verdad… Hasta ese día, nunca ganaremos.
Lentamente, se levantó con la mirada perdida y la mente puesta a cientos de kilómetros de aquí, pensando en que quizás valía la pena darse una vuelta por las minas de los enanos. Siempre podías encontrarte a uno de esos barbudos picando, cuando antes de atravesar la salida del templo, una voz lo retuvo con más fuerza que el mejor de los hechizos.
- Espera, hijo mío. Debemos hablar.
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