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      El Buey de Carga

      Gillius y otros mineros golpeaban fuertemente la roca en aquel angosto y oscuro túnel. Sus picos chocaban contra la piedra maciza en harmonía mecánica, como una máquina vaporizada. El primer “clonk” era seguido por un estallido de golpes y unos segundos de descanso. El minero jefe marcaba el ritmo y si él se detenía, lo hacían todos los demás en señal de sorpresa.

      Un silvido resonó en la cueva, era la hora del descanso. Todos los mineros se agruparon y se sentaron en las vías de la entrada de la mina para desayunar algo.

      Ghyrd puso atención en aquel buey de Carga. Se encargaba de transportar sacos de pesado mineral hacia Kheleb Dhum. Miró al jefe minero y le dijo:

      • Ghyrd: Jefe… creo que el Buey no llega.
      • Jefe Minero: ¿Qué no llega a dónde?
      • Ghyd: A ningún lado. Tiene las patas arqueadas, le cuesta respirar… es demasiado viejo.

      El jefe minero, un enano de larga barba grisácea, pantalones azules y camisa verde se acarició la barba en señal de pensamiento. Observó el animal. Era viejo, con el pelaje canoso y enfermo.

      • Jefe Minero: Pues sí, pinta mal. Quizá lo mejor será que lo sacrifiquemos. ¿A alguien le gusta la carne de buey dura? Hahahah

      Todos reían menos uno. Ratón.

      El apodo le venía por su ausencia de barba y sus grandes ojos que todo lo escudriñaba cual pequeña alimaña buscando el queso.

      Seguía mascando su pan con queso y tramando ve a saber qué idea. Cuando de repente dijo….

      • Ratón: ¡Jefe! Le doy 5 monedas de platino por el Buey.

      Las risas cesaron en un acto de sorpresa.

      • Jefe: ¿5 monedas? ¿Por un cadáver de buey?

      Ratón asintió histriónicamente. El jefe miró al buey, miró a ratón. Ratón, buey, buey, ratón…

      • Jefe: Bueno… es más de lo que me costaría pagar a alguien para que lo entierre, así que es tuyo. ¡Vendido por 5 monedas de platino! Con eso nos pagaremos unas cervezas de vuelta a la ciudad.

      Los enanos celebraban con entusiasmo la idea, pero Ghyrd… permanecía extrañado. ¿5 monedas un buen viejo y enfermo… a dónde querrá llegar con eso?

      La idea se esfumó de su cabeza cuando el jefe dio la orden de proseguir el trabajo. Los mineros cogieron sus picos y volvieron a la mina. Ratón, descargó los sacos del viejo Buey, le puso unas riendas y lo situó en la cola de la fila de bueyes, tapándolo con una manta roja. Con las horas todos abandonaron la idea del buey y se preocuparon de sus aferes.

      ….

      Pasadas unas semanas, Ghyrd se encontró a ratón frente al Gran pilar y se pusieron a hablar.

      • Ghyrd: Oye una cosa…, mira… se que no es de mi incumbencia, pero… ¿5 platinos por un animal moribundo…? ¿Qué fue de ese Buey?

      Ratón sonreía, sacó un pequeño saco lleno de monedas de platinos. Se lo mostró a Ghyrd y le dijo: Aquí lo tienes.

      Ghyrd no salía de su asombro. Sospesó el saco, se lo devolvió a su legítimo dueño y dijo: ¿Lo has vendido por 200 monedas de platino? ¿Cómo diantres lo hiciste?

       

      Ratón dijo: Fue sencillo, te cuento, pero… ¿prometes guardar el secreto?

      Ghyrd asintió sin duda alguna.

      Ratón:

      Bien, no lo vendí. No podía vender un animal tan viejo y enfermo, eso está claro.

      Me fui a Anduar y colgué varios carteles: Se sortea Buey de carga fuerte, de pura raza, ejemplar. Dos monedas de platino la participación. Obviamente el dibujo del cartel era… orientativo. Así que durante unos días fui recaudando todo este montón de dinero, ya ves.

      Ghyrd: Espera, espera… y al ganador del sorteo… ¿qué le dijiste cuando vio tan terrible animal enfermo?

      Ratón: Ah, cuando lo fuimos a buscar, el animal ya estaba muerto. Le dije que lo sentía mucho, que se había enfermado, y me comprometí a devolverle el dinero.

      ¡Ya sabes, los negocios están para quien sabe dónde encontrarlos! Jeje.

      Ghyrd no dejaba de sentir asombro por aquel pequeño enano imberbe y ojón. Y aprendió una valiosa lección.

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