Inicio Foros Historias y gestas El destierro de Avendrok

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    • pequeño halfling
      Participant
      Número de entradas: 106

      — Primera parte —
      Hoy es un dia especialmente frío. Esto hace del bosque blanco una sensación de Yermo helado algo especial. Apenas se escucha nada. Quizá algún grito lejano de alguna aberración, allá, lejos en la tundra helada.
      Las huellas vitales que percibo me muestran una presencia humana hace algunos minutos dirigiéndose al oeste.
      – Parece ser que los cazadores han salido hoy en busca de alimento.
      Veo frente a mi un pequeño túmulo, del tamaño aproximado de un jabalí, apenas cubierto totalmente por la nieve, dejando ver restos de piel peluda blanca de buena calidad. Quizá un lobo blanco murió aquí hace unas horas? veo extraño que no haya acudido ninguna bestia hambrienta a devorar la carroña restante de la muerte del animal.
      Decido acercarme con cautela, pues bien es sabido de los innumerables peligros de la zona. Al acercarme lo suficiente, 3 o 4 metros del extraño hallazgo, la piel envuelta por la nieve se mueve rápidamente espolvoreando copos de polvo blanco por la atmósfera mientras una gran y corpulenta figura crece de entre un hueco formado bajo esta.
      – Una trampa – me digo a mi mismo mientras me preparo para formular algún hechizo defensivo – Me han tendido una trampa.
      Al disiparse la nube de partículas heladas del lugar, poco a poco, distingo una figura humana. Es un cazador de Nalaghar. Sus ojos se clavan en mi rostro con gesto serio mientras dice:
      – Honorable Avendrok. Bienvenido a Nalaghar. La aldea queda por allí -dice el cazador señalando al sudoeste- El Gran Gurú os espera.
      – Gracias amigo. Disculpa mi torpeza. Seguramente he estropeado tu espera de caza.
      El cazador, con cierto gesto de desagrado y sin decir palabra, se vuelve a colocar dentro un agujero practicado por él mismo con el propósito de quedar oculto, y vuelve a taparlo con la piel blanca peluda. No tardará en quedar cubierta totalmente por la nieve de nuevo, eliminando cualquier rastro en el lugar.
      Decido dirigirme hacia el sudoeste donde, ya a lo lejos, entre una atmósfera de copos de nieve que viajan prácticamente horizontales por la acción de una brisa constante, puedo apreciar levemente la imponente empalizada de la aldea.
      – Ahí estás, Nalaghar!! Bastión superviviente de los auténticos hijos de Naggrung.

    • pequeño halfling
      Participant
      Número de entradas: 106

      Con paso firme y rostro alegre me dirijo hacia la puerta de la aldea para darme cuenta de que los guardias de la entrada me observan con rostro serio.

      Al entrar a la aldea, los dos fornidos bárbaros se echan a un lado para darme paso con total indiferencia.

      • Buenos días, ocurre algo?

      Sin mediar palabra, los dos guardias continúan vigilando las cercanías de la empalizada en previsión de cualquier criatura aberrante que pudiese aparecer de imprevisto.

      Debe haber gato encerrado aquí. Antes el cazador se mostró muy distante hacia mí, y ahora, los guardias no muestran precisamente su más caluroso saludo. Mientras avanzo por la calle hacia el almacén, algunos niños que jugaban con la nieve, se han marchado corriendo hacia sus chozas. La calle ahora mismo está desierta. ¿Qué es lo que ocurre?

      Decido pues visitar al gurú de la aldea. Al entrar en su choza, un agradable y caluroso ambiente me da la bienvenida. Al fondo de la choza, sentado en posición relajada se encuentra el gurú. Este me hace una seña amigable para que me acomode enfrente suyo.

      Realmente la choza del gurú de la aldea es cálida y confortable. En el centro de la misma, ha dispuesto una pequeña fogata para mantener cálido todo el entorno de la choza, y en el lado opuesto al que él permanece sentado, queda un confortable lugar donde sentarse.

      • Es muy agradable ser recibido en lugar tan cálido y confortable cuando el frío afuera castiga duramente mis huesos, gran gurú.

      El gurú sonríe tímidamente, y con unos ojos vacíos y llenos de tristeza, toma aire para a continuación dirigirse a mí mientras suspira:

      • Amigo Avendrok. Nunca podré pagar lo que has hecho por nosotros en Nalaghar, pues has dotado a estas gentes de pieles, grasas, carnes y hierbas de todo tipo.

      El viejo gurú, enciende su larga pipa utilizando una pequeña rama encendida de la pequeña hoguera y aspira el humo profundamente.

      • Sin embargo, he sido informado de algunas prácticas de brujería oscura por tu parte.

      Mi rostro se transforma en un gesto entre sorprendido y desconfiado. Pienso: Oh, me temo lo peor. Realmente las advertencias de Thirza no iban mal encaminadas.

      • Oh, gran sabio, no estaréis pensando que yo…
      • Avendrok! los dos sabemos acerca de tus artes oscuras, y sabes bien que esta aldea es uno de los últimos bastiones de quienes sobrevivieron a la guerra de las mil lágrimas. Vivimos bajo el acecho de aberraciones, espectros, demonios y otras criaturas oscuras. Estas gentes, no ven con buenos ojos tus artes mágicas.

      • Comprendo, mi señor. Pero mi intención jamás ha ido en contra de los intereses de esta aldea.

      • Y lo sé, querido amigo. Y por todo eso, esta aldea te estará siempre agradecida, pero… comprende que no puedo permitir que mi gente viva atemorizada.

      El gran gurú de Nalaghar, baja su mirada y observa como el fuego consume los leños de su hoguera. Da una buena bocanada a su pipa y continua.

      • Por el bien de todos. Avendrok, deberías abandonar esta aldea.
    • ¿Me estáis expulsando de Nalaghar?

    • No, no es así. Tú siempre serás bien recibido pese al recelo que guardan estas gentes a tus artes mágicas. Nalaghar nunca olvida. Pero debes comprender que tu convivencia aquí, no favorece a nadie.

    • Indignado, me pongo en pie y sin mediar palabra, recojo mis pertenencias para abandonar el lugar. Estando a punto de cruzar la puerta de la choza para marcharme, la voz del gurú me retiene unos instantes.

      • Avendrok, espero que puedas comprender algún día el motivo de esta conversación.

      Acto seguido, abandono la choza con paso decidido hacia la cruda y fría realidad.