Inicio Foros Historias y gestas El Gusano de Kheleb

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      Ghyrduana y Dezreith se han reunido en los pasillos centrales de Kheleb Dhum. Han oído rumores de que un ser de tamaño monstruoso y apetito voraz ronda por los túneles más profundos y oscuros de la ciudad, bajo las minas del segundo nivel. ¿Y si esa bestia decide desplazarse hasta las minas?… cualquier minero podría correr un riesgo terrible. Pero aquello que los mueve, más que el peligro que supone para otros enanos, es el dicho común: Kheleb es para los enanos, punto. Ese ser no es bienvenido.

      Sea como sea, nuestros protagonistas ya se encuentran cerca del montacargas. Ghyrduana, cetro en mano, observa a Dezreith. Éste último sostiene sobre sus hombros un barril de cerveza.

      Ghyrduana: Oye… ¿Crees que con eso será suficiente…?

      Dezreith observa el barril y responde con cara de duda: ¿Insinúas que no está lo suficientemente lleno?

      Ghyrduana: No, me refiero a que… bah, da igual, sigamos.

      Ambos enanos se introducen en el montacargas, el cual emite un chirrido ante tal carga súbita de peso. Su mecanismo, aunque antiguo, resulta efectivo. Con un movimiento de palanca, ambos bajan lentamente hasta el segundo nivel de las minas de la ciudad.

      Ghyrduana: Pues yo no sé cuándo fue la última vez que le hicieron mantenimiento a este aparato.

      Dezreith: ¿Mantenimiento? Para qué, si funciona sin problemas.

      Ghyrduana: Bueno, pero y ¿si se rompiera alguna silga?

      Dezreith: Pues habría que repararlo.

      Ghyrduana: Ya, pero ¿y si nos pillara a nosotros dentro?

      Dezreith: Pues nos llevaríamos un tremendo leñazo.

      Ghyrduana se lleva la mano al rostro y contesta: Bah… da igual, déjalo.

      El montacargas se detiene finalmente y ambos pasajeros llegan a las profundas minas de Kheleb. Allí no corre prácticamente el aire y el ambiente parece algo viciado. Sin embargo, ni resto de una telaraña. Se nota que hay movimiento diario de mineros subir y bajar de ese lugar.

      Ambos se dirigen al sur y se introducen por un pasadizo estrecho, oculto, apenas perceptible, en la pared. Siguen en fila india hacia el sur. Luego, llegan a unas galerías mucho más altas y anchas. Se abren paso entre alguna masa sombría y algún ser de la oscuridad que tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de ambos enanos. El martillo de Dezreith ya gotea sangre de los mamporros que ha ido repartiendo tranquilamente hasta llegar a la zona sureste de las galerías. Allí, suben una rampa que se introduce en la oscuridad más absoluta y bajo un hechizo de luz, llegan a unas galerías vecinas. El cadáver de un enano los recibe.

      Dezreith golpea con la punta de sus botas el cadáver.

      Dezreith: Éste lleva aquí tiempo.

      Ghyrduana: Ya nada podemos hacer por él, sigamos.

      Ambos enanos se detienen y empuñan sus armas al oír un grito entre las cavernas. Se miran en señal de alerta y observan a su alrededor, pero no perciben nada. Se encogen de hombros y se dirigen hacia el norte, hacia donde han oído rumores que reside tal ser malvado.

      Luego de pocos minutos, llegan a una pared de rocas que les impide continuar. Ghyrduana apoya su cabeza en la pared y espera. Luego golpea la pared y dice…

      Ghyrduana: Está hueca, detrás hay algo.

      Dezreith observa el suelo, hay un rastro baboso que se pierde tras la pared.

      Dezreith: Aparta.

      De un tremendo martillazo Dezreith hace volar pedazos de roca por todo el lugar, como una explosión gnómica hace volar barriles de cerveza de una bodega. El sonido retumba por todas las galerías, espantando murciélagos y pequeñas alimañas. Restos de polvo caen del techo y un pequeño orificio del tamaño de un enano se abre ante ellos.

      Ghyrduana: Bien, seguro que la criatura está ahí detrás.

      Ghyrduana valora la situación.

      Ghyrduana: Pasa tú delante… yo… te asistiré desde atrás.

      Ghyrduana formula una bendición sobre Dezreith, luego le lanza un hechizo de guardia protectora y vínculo vital sobre él.

      Ghyrduana: Ahora estás protegido por la mano de Eralie. Entra Héroe y acaba con… con lo que sea que more ahí detrás.

      Dezreith asiente y entra en el hueco. Poco después, se oyen gritos de batalla al otro lado: Golpeos, gritos, maldiciones enanas, el chocar de piedras, el golpeo del metal del martillo de Dezreith contra algo duro…

      Ghyrduana formula hechizos curativos sobre Dezreith, al percibir que su estado de salud mengua conforme avanza el encuentro, mediante el hechizo de protección guardiana. Algún diente de extraña fisonomía sale volando del agujero. Luego, un par de chorros de sangre verde y trozos de carne dura y blanquecina.

      Al poco se hace el silencio… Ghyrduana, preocupada, observa el agujero con su cetro, empuñándolo a dos manos…

      La cabeza de Dezreith asoma de golpe y Ghyrduana hace el amago de ataque, pero se detiene.

      Dezreith sonríe ampliamente, tiene un ojo morado y le falta un diente.

      Dezreith: ¡Ya acabé con él, y encontré algunos tesoros!, dice mostrando una Espada de Ónice y un Sable Viperino.

      Ghyrduana: Bien, los venderemos en la ciudad. Y allí acabaremos de sanarte. Vámonos de este maldito lugar, me da repelús.

       

      Y así fue como nuestra clériga hizo su primera misión de envergadura en equipo.

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