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AnónimoInactivo2 febrero, 2020 a las 11:50Número de entradas: 77
Ghyrd roncaba cual caldero de bruja en pleno fuego. Sus bigotes temblaban a cada exhalación de aire y sus sábanas se estiraban en cada aspiración.
De súbito, un extraño y diminuto artilugio gnómico adquirido en Urlom empezó a vibrar cual taladradora, emitiendo un ruido mecánico repetitivo.
Ghyrd se incorporó de súbito y de forma mecánica y autónoma, aun medio dormido, se aseó, se puso sus ropajes de minería, comió alguna cosa improvisada y se dispuso a bajar al segundo nivel de las minas de Kheleb.
- Espera… mi pico, sin el pico… poco haremos.
Rebuscó su pico de mithril con mango de maderas nobles y muescas talladas. Lo buscó en todas las paredes de su vivienda, bajo su cama, en el cofre, bajo la ropa sucia… nada.
¿Dónde diablos debió haber dejado su pico de mithril favorito?
Se asomó por la ventana de su vivienda para avisar al resto que llegaba tarde por el incidente con su pico. Y ahí vio a su vecino, con un pico si no similar… casi exacto al suyo. Mithril, con mango de maderas nobles. De repente, una idea empezó a revolotear por su cabeza con tanta fuerza que hasta empezó a hablar consigo mismo:
– ¿Habrá sido él quien me robó el hacha?… Me pareció que hoy tenía una mirada extraña, como la de los ladrones cuando quieren ocultar algo. Pensándolo bien, también su forma de habla es distinta y parece más nervioso que de costumbre.
Ghyrd agarró un pico de acero y se dirigió con el grupo de mineros.
Dándole vueltas al asunto, comenzó a andar por los alrededores de la mina sin darse cuenta de que se adentraba en la zona más oscura y virgen. Iba tan ensimismado que no era consciente de hacia dónde le llevaban sus pies. La sombra de la sospecha era cada vez mayor porque todo parecía encajar.
A cada golpe y grito de su pico, ante destellos de luces provocados por las chispas, pensaba lo mismo.
- Yo diría que hasta le temblaban las manos y las escondía para que yo no lo notara. Sí, algo me dice que mi vecino es culpable de algo… ¡Creo que fue él quien me robó el pico!
De tanto en tanto se asomaba de su zona y ahí veía a su vecino, con su pico de mithril.
- Fíjate… anda como un ladrón. Se decía a si mismo Ghyrd.
Luego de otro tanto centenar de golpes mecánicos, volvía a asomarse y el mismo pensamiento le invadía la mente:
- Fíjate… trabaja como un ladrón.
De regreso a casa, agotados, Ghyrd estaba el último del grupo y observaba desde su posición a su vecino, feliz, mostrando su pico y con una sonrisa de oreja a oreja.
- Hay que ver… habla como un ladrón. No hay duda alguna.
Al llegar a casa apoyó su viejo pico de acero sobre la pared. Se fue directo al baño y al sentarse y cerrar la puerta, un objeto cayó a sus pies con un sonido metálico y estridente. Era su pico de Mithril. Lo debió dejar en la pared en un apretón desesperado y ahí quedó oculto tras la puerta al salir.
Ghyrd observó detenidamente el pico.
Desde ese momento, empezó a atar cabos y a sentir vergüenza de sí mismo. Su vecino dejó de trabajar como un ladrón, de hablar como un ladrón y de caminar como un ladrón.
Se levantó, cogió la herramienta y se fue de allí reflexionando. Comprendió que había sido un error desconfiar de su amable vecino y culparle, sin ningún tipo de pruebas.
Al día siguiente, en la expedición, Ghyrd no levantaba la cabeza del suelo. Su amable vecino le preguntó qué le ocurría, pero Ghyrd solo pudo responder avergonzado: Nada, nada… una mala noche.
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