Inicio › Foros › Historias y gestas › El origen del clan Gütjjakar
-
AutorRespuestas
-
-
El viento sopló con fuerza agitando los secos pastizales. El grupo de once orcos de la horda liderados por aquel temido Uruk-hai parecía andar en otra de sus típicas excursiones con la gran diferencia que esta vez carecían de antorchas o tambores. Parecían tratar de ser excesivamente silenciosos, siendo cuidadosos con sus pisadas y sin emitir cántico de guerra alguno. Incluso los tres huargos de rastreo que venían guiándolos por más de una hora obedecían a la orden dada en aquel segundo: mimetizarse con la noche.
Las estrellas brillaban con un intermitente tono rojizo y conocidas esencias se hacían perceptibles viajando junto a los aires del norte. Rhuuj sabía lo que se avecinaba y junto a su inquieta manada de hienas se prepararía para lo que sucedería. Este miró hacia las estrellas pronunciando una oración, encontró la señal antes acordada y tras cerrar los ojos se transformó en un mono. Rápidamente subió a uno de los troncos contiguos, para luego, con un par de saltos desaparecer en la frondosa arboleda. El resto de alfas del clan se dispersó por el lugar.
Rhuuj saltaba ágilmente entre los árboles, ayudándose con la cola para no perder el equilibrio. Parecía saber exactamente cuál era la rama que no cedería a su peso puesto que no fallaba ninguno de sus movimientos. El extraño olor se dejaba sentir más fuerte, indicando la cercanía de su destino, pues proveniente del sector pareció oír un poderoso aullido que le hizo recordar lo planeado.
Narha y Dallzkar, los temidos y ahora desterrados gnolls de Mor Groddûr parecían estar acorralados en aquellas ciénagas tras una larga huida. Los colosales huargos jorobados que conducían a la avanzada orca habían percibido la esencia de los asustados hiénidos y tras una larga persecución, los tenían rodeados en lo que aparentaba ser una buena emboscada.
Luego de una larga jornada de sangre tras las incursiones que solían llevar a cabo a diario en los caminos de ciudades enemigas, los gnolls habían sido traicionados por un sucio gnomo con el que solían hacer negocios pues este había alertado a la horda negra de la localización donde el par descansaría aquella noche.
Al llegar los orcos se encontraron con una horripilante escena. Entre el hedor de la humedad, el metro de profundidad de fango y cientos de insectos, estaba Dallzkar montando salvaje y sexualmente a Narha, la cual a pesar de los ladridos y golpes parecía estar disfrutando de la jornada de apareamento. Estos aparentarían no darse cuenta de la horda que se les venía encima y continuaron con el doloroso apareamiento.
-Groooarghh! Azí loz queríamoz encontrar bazuraz! ¡A por elloz! Exclamó uno de los líderes orcos.
La búsqueda había dado sus frutos pues los gnolls estaban acorralados. Los orcos se encontraban hambrientos pues no habían comido nada aquella noche pero el caudillo de la horda negra les había prometido una buena cantidad de monedas por las cabezas de los perseguidos. La noche era fría y el terreno deplorable pero las ganas de atravesar los cuerpos de los forajidos con sus cimitarras para cobrar aquella anhelada recompensa les impulsaba a internarse en aquella apestosa ciénaga.
-
Narha, que se encontraba boca abajo, con el fango en el pecho y un corpulento gnoll encima suyo, miró de reojo a la avanzada asegurándose que todos estuviesen dentro de la ciénaga para luego dar una orden con un poderoso aullido que intimidaría a los presentes.
La gnoll comenzaría a concentrarse en un llamado a la naturaleza al tiempo que eléctricas nubes negras comenzaban a formarse a su alrededor. Dallzkar rápidamente entró en guardia y comenzó el contraataque sacando desde lo profundo del barro una gigantesca espada con una sangrienta ira contenida. Sin dificultad y con una inconmensurable furia partió de una sola tajada a dos orcos por la mitad.
Fue en este preciso momento que todos los presentes sintieron como sus pelos se erizaban pues una poderosa magia parecía estar desenvolviéndose a su alrededor. Un zumbido atronador y un destello blanco iluminarían la zona dejando ver el cuerpo de una hermosa maga semi-drow materializarse desde la nada.
La renombrada maga Drarghagudf se había teleportado a las ciénagas, y mientras flotaba livianamente en el aire para no ensuciarse con el fango, le hizo un gesto a los gnoll para que se apartasen.
– Terribilis gravitas foraminis. -pronunció Drarghagudf.
Aquellas palabras desencadenarían una alteración gravitatoria que comenzaría a ocurrir con energías filtradas a través de fisuras en el tejido del plano material. La luz comenzaría a distorsionarse haciendo mucho más opresiva la atmósfera. Los desesperados orcos se sintieron extrañamente livianos para luego comprender que estaban literalmente cayendo hacia arriba junto al fango, los sapos y las moscas. Estaban aterrados pues nunca se habían enfrentado a tal despliegue de poder arcano.
La anomalía gravitatoria comenzaría a perder masa disminuyendo sus energías. No pasaría mucho hasta desaparecer por completo, haciendo que cayeran al suelo todos los orcos que se habían quedado pegados a su superficie.
Quemados y aporreados, los orcos apenas se percatarían de lo que ocurriría, pues al tocar suelo, Narha alzaría el puño al cielo y este retumbaría relampagueante como respuesta a sus comandos, haciendo caer rayos desde el cielo para rematar a los confundidos seres que se encontraban en el suelo.
Unos cuantos orcos, junto a los huargos de rastreo, habían conseguido evitar la emboscada y preparaban la huida. No se habían percatado que un mono los esperaba sobre una de las copas. Desde lo alto de los árboles el pequeño primate saltó sobre ellos. El cuerpo del mono comenzó a mutar rápidamente en el aire, aumentando de tamaño descomunalmente hasta transformarse en un gigantesco oso, el cual mataría de tan solo caerles encima a un par de orcos.
Rhuuj decapitaría a otro de un poderoso zarpazo manchando su negro pelaje con sangre. Los desgarradores gritos de los orcos mezclados con los gruñidos de una poderosa bestia alertarían al grupo que el animal había llegado. Aquel festín de salvajismo hizo desear a los sobrevivientes haber muerto chamuscados por un relámpago como sus compañeros. Un grupo de hienas acabó con uno de los huargos que se arrastraba malherido por el fango para luego devorar su carne fresca.
-
Solo el líder Uruk-hai quedaría con vida luego de aquella emboscada. Este se pondría de pie blandiendo su amenazante hacha y gritando improperios a sus atacantes. Su objetivo era la maga semi-drow que se encontraba murmurando algunas palabras mientras extrañas luces se formaban a su alrededor. Dallzkar se situaría rápidamente entre Drarghagudf y su atacante con una amenazante sonrisa entre sus dientes.
Kaylryu, el sucio y malhumorado goblin, salió de su escondite tras uno de los delgados árboles moribundos que se encontraba en una orilla de la ciénaga. Para ocultarse había marcado su cuerpo con el apestoso fango del terreno. Este aprovechó la oportunidad como solía hacer a seguido y salió a la ofensiva sigilosamente situándose tras el gran Uruk-hai. De un eficaz movimiento, el ladrón clavaría un hermoso puñal de cristal entre uno de los huecos de la armadura en la espalda de su objetivo haciendo que este cayera de rodillas al suelo. Sonriendo a Drarghagudf, el goblin utilizó el mismo puñal para rasgar la garganta del orco cuyo cuerpo caería sin vida sobre el suelo.
Los orcos yacían muertos por las ciénagas y ya comenzaban a acumular moscas a su alrededor. La emboscada que Drarghagudf había preparado con anterioridad había sido todo un éxito, nadie había salido herido y una vez más el experimentado y temido grupo conseguiría la victoria tras la alianza de sangre que hace un tiempo habían formado.
Luego de discutir por más de una hora quien había acabado con más vidas durante la emboscada, parecía ser que una vez más los ganadores serían Rhuuj y Drarghagudf. El cambiaformas, transformado en una pantera, estaba lamiendo la sangre de sus bigotes mientras yacía acostado sobre un montón de cuerpos. Las hienas de su manada acabarían dándose un festín de carne orca aquella noche e incluso llevarían de vuelta un poco para los cachorros de la madriguera. Kaylryu desollaba vivo a un orco que aun partido por la mitad, seguía respirando. El goblin no pararía de quejarse del peso que tantas pieles ejercían sobre su espalda.
Dallzkar limpiaba su espada con el cuerpo de uno de los orcos mientras escupía sobre los reventados craneos. Narha se encontraba en solitario ejerciendo una oración a su dios mientras se marcaba la piel con la sangre de uno de sus enemigos. Drarghagudf utilizó extraños hechizos para limpiar unas gotas de lodo que habían salpicado su túnica.
El grupo solía discutir que ya no tenían espacio para guardar las riquezas acumuladas tras las diferentes emboscadas, incursiones y ataques cometidos. Aquella noche propondrían establecer un escondite en un lugar físico. Rhuuj, que pocas veces se dejaba ver en su forma original, se transformó en un gnoll, el cual aun en cuatro patas pronunció con entendibles palabras que había orinado por todo este territorio lo cual lo convertía en su propiedad. Este sugirió unas cuevas no muy lejos de ahí en las que solía esconder los cuerpos de sus víctimas una vez que su manada estaba satisfecha. El resto del grupo decidió confiar en su palabra.
Al llegar a las cuevas un grupo de hienas los recibirían. Estas fieles guardianas de pelaje moteado se apartarían del paso del grupo tras una rápida orden de su líder. El lugar apestaba a sangre seca pero su tamaño y ubicación parecían el adecuado para servir como guarida para los objetivos del grupo. Rhuuj desde ahora en adelante los vería como nuevos miembros de su manada.
-
-
AutorRespuestas
- Debes estar registrado para responder a este debate.