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Yrlin se arrodilló ante el altar, como cada mañana dedicaba un par de horas a sus rezos matutinos.
Un sacerdote se acercó temerosamente hacia la Cruzada Suprema, sabía de sobra que odiaba que la interrumpieran mientras rezaba.
‘Ehmmm…, perdone Cruzada Suprema…’
Yrlin levantó la mirada y vio cómo el joven sacerdote le tendía una carta con la mano temblorosa.
Yrlin tomó la carta y esbozó una sonrisa que consiguió tranquilizar al novicio.
Se incorporó y observó la carta, tenía el emblema Legionare.
Abandonó la Catedral y se dirigió a sus aposentos con la carta en la mano.
Cerró la puerta tras de sí y arrojó un par de leños a la chimenea, que amenazaba con apagarse.
Se sentó en la silla y colocó la carta en la mesa, la abrió con cuidado con un estilete, no quería romper el sello de lacre, le encantaban los escudos familiares.
Una vez abrió la carta, se dispuso a leerla…
Todo comenzó a cobrar sentido, Era… Eralie.. mi dios y protector , se magnificó ante mí cuando la
oscuridad me envolvía, todo tenía sentido, los recuerdos comenzaron a envolverme. Aún no era mi final,
estaba hecho para algo más en estos reinos, no podía morir en esta isla. Pero estos recuerdos volvieron
más fuerte que nunca, albergaba una inseguridad en mi interior que me hacía vulnerable y me debilitaba
pero una sensación de valor me recorrió y decidí volver al continente.Una vez en el continente, sentimientos de inseguridad y terror inundaban mi mente, los recuerdos eran
demasiados dolorosos e intensos y todos ellos me llegaban de golpe y muy rápido para asimilarlos, por lo
que decidí retirarme al bosque cercano a los montes del destino, el bosque de Thorin.Allí me recibieron con un enorme respeto y afecto, era lo que buscaba, no estaba preparado para las
grandes ciudades y las continuas guerras en nuestro continente, por lo que decidí aceptar la bienvenida
entre los habitantes de Thorin, para un retiro espiritual entre la naturaleza y armonía. Pero sabía que
esto no duraría toda la vida, en algún momento mis raíces, mi ente espiritual me obligaría a volver a
retomar el camino pasado, el cual, se quedó a medias. Esos recuerdos no eran todos los que tenía, algo
no terminaba de encajar y tendría que encontrar respuestas. Necesitaba fortalecer la mente en calma y en
paz y recuperar mis fuerzas y mi sabiduría en el arte de la adivinación, superar mis prejuicios e
inseguridades y retomar el control de mi vida.Gracias a los habitantes del pueblo natural de Thorin, el cual respetaron mis decisiones y valoraron mi
labor con el estudio del herbalismo, fui recuperando mis energías y fuerzas y sentía que mi fin en esta
parte del trayecto entre este pueblo iba terminando. Era el momento de coger las riendas, era el momento
de volver a la vida pública. Era el momento.Ha llegado la hora, grandiosa Cruzada Suprema de la Cruzada de Eralie, Yrlin , máxima autoridad de la ciudad de
Takome después de la reina. Por lo que solicito en esta carta que le envío incorporarme al reino de
Takome lo antes posible y retomar mi labor y función dentro de la Cruzada, comprometiéndome a servirle a
su majestad y a su máxima autoridad con mi propia vida si hiciera falta a cumplir todos sus deseos y a
cumplir sobretodo la palabra de Eralie.Es nuestro momento.
Yrlin dejó la carta en la mesa y miro pensativa el fuego de la chimenea.
Kuurg Legionare solicitaba mediante esta misiva su reconocimiento como ciudadano del Bastión de Plata.
Había escuchado historias sobre Kuurg, era un miembro bastante activo en la Santa Cruzada de Eralie y últimamente había conseguido acabar con la vida de un gran número de enemigos de la Ciudad, y por supuesto de Eralie.
Y se le había presentado Eralie… ERALIE. Este hecho había llamado la atención de Yrlin por completo, era una muestra de su devoción hacia Eralie.
Entre sus logros recientes y su ferviente adoración, no veía por qué no otorgarle a Kuurg la ciudadanía.
Había hecho méritos más que suficientes.
Además, necesitaba contar con el apoyo de un General en la Cruzada, últimamente Lusi apenas dedicaba tiempo a los menesteres políticos, y tenía la certeza de que Kuurg se desenvolvería como pez en el agua en ese cargo.
Yrlin desvió la mirada hacia la mesa y observó un papel con varios números en rojo, se trataba del último balance de las arcas de la Cruzada.
Últimamente apenas ingresaban en ellas, la codicia había invadido a los miembros de la Cruzada, se dedicaban a tomar cosas del baúl como si fuera suyo sin reponer y mucho menos ingresar en las arcas.
Los gastos de la guardia, las mejoras en la Catedral y un sinfín de cosas inútiles mermaba las arcas día tras día.
Podría pedirle a Kuurg que realizara un donativo a las arcas, todos los miembros agradecerían ese gesto.
‘Está bien, deberá realizar una donación de mil monedas de platino’, pensó Yrlin.
Con esa donación podrían estar una temporada en números positivos, ya vería más adelante como sanear la economía.
Yrlin releyó la carta de nuevo, decía que había estado en Thorin viviendo una temporada, eso era muy interesante…
Era un experto en herbalismo, tal vez sus dotes beneficiaran a la Cruzada, podía pedirle además que surtiera el baul de la Cruzada de plantas medicinales o curativas, todos agradecerían esas plantas en momentos de guerra, ya que, sabía por su propia experiencia, que muchas veces los poderes de Eralie no daban para todos los defensores del Bastión de Plata.
‘¡Eso haré, le exigiré una donación de mil monedas de platinos y un surtido lote de plantas curativas!’, exclamó Yrlin sonriente por haber llegado a una decisión justa.
Yrlin tomó un papel y mojando una larga pluma en el tintero redactó la carta con las peticiones a Kuurg Legionare.
Una vez hubo terminado de escribir la carta, la secó con un poco de papel secante y la dobló meticulosamente para introducirla en un sobre.
Aproximó a la vela una barrita de lacre carmesí y, cuando comenzó a derretirse, dejó que goteara en abundancia en el sobre.
Acercó su mano al líquido carmesí y, con fuerza, presionó su anillo, dejando patente el escudo de la Santa Cruzada de Eralie.
‘Novicio, ven por favor’.
Se escuchó cómo alguien llamaba a la puerta de la Cruzada Suprema.
‘Pasa’.
El novicio se acercó a la mesa de Yrlin.
‘Necesito que le hagas llegar esta carta a Kuurg Legionare, no importa dónde esté, búscalo y entrégasela’, dijo Yrlin mientras le tendía la carta al novicio.
El novicio recogió la carta y, sintiéndose importante por la confianza depositada en él por la Cruzada Suprema, se dirigió escaleras abajo.
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