Inicio Foros Historias y gestas Encuentros con desconocidos III

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    • JacobuS
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      Esta tierra es mucho más áspera, agria, desagradable, tosca, desapacible, violenta, ruda, sin compasión. Podría intentar compararla con cualquier otro sitio utilizando mil términos diferentes, pero posiblemente, ninguno le llegaría a ejercer la justicia que se merece. Aunque no puedo negar que esta tierra tiene algo especial que ninguna otra tiene.

      Aun no sé si me agrada o no. Sentimientos de familiaridad y desprecio invaden mi mente por igual. Chocando unos con otros a cada nuevo detalle que descubro de esta tierra. No sé muy bien cómo definirlo, y mucho menos expresarlo. Simplemente es una sensación confusa. Demasiado confusa. Hace ya varias semanas que llegué y aun no termino de entender porque aquí todo es distinto. No tiene ningún sentido. En esta tierra, cualquier cosa es completamente diferente a todo lo que podido aprender en el continente. Puede que sea parte de su encanto y atractivo. Un atractivo visceral que supongo, muy pocos pueden apreciar y menos aún soportar. Aun no sé si yo seré capaz. ¿De apreciar o soportar? No lo sé. Puede que no se pueda hacer una de ellas sin la otra ¿No?

      En este lugar no le importas a la gente, al menos no lo suficiente como para que huyan de ti al verte. Simplemente no te prestan atención. No eres nada para ellos. Todos parecen demasiado ocupados intentando, no se… ¿Vivir? No. Aquí no se vive. Aquí se sobrevive. Y desde luego no todo el mundo lo consigue. Aquí, si no te mata el frió, lo hace la nieve. Y si aun así te empeñas en sobrevivir, cualquiera puede venir y clavarte una daga en la espalda con tal de conseguir unas monedas. Y aun así, el tipo de gente que aquí se encuentra no es lo que más aterra de esta tierra.

      Esta es una tierra yerma. Un páramo maldito. Una tierra condenada a un futuro helado. Repleta de muerte y peligros. De demonios y… bestias. Ja… bestias. No. No se les puede llamar bestias a esas cosas. Esos monstruos son aberraciones. Unos seres que parecen ser una mala broma de los dioses con el único motivo de castigar y hacer sufrir sin compasión a cualquiera que se atreva a vagar por esta tierra.

      Aun no entiendo cómo puede vivir nadie en esta tierra. Una tierra ansiosa por aniquilar, destruir y masacrar. Una tierra que parece ávida por devorar y tragarse sádicamente a todos los seres que habitan en ella y escupir con ira y desprecio los pocos huesos que queden de ellos. Una tierra en la que ahora me encuentro.

      Paso los días y las noches intentando sobrevivir en busca de recuerdos que permanecen ocultos y congelados, como cualquier cosa que se encuentre bajo la blanquecina nieve que piso. No es fácil. Pero el esfuerzo no es del todo inútil. Aquel mestizo… aquel mestizo me hizo comprender que el camino de recuerdos olvidados no será eterno. No solo hay oscuridad.

      Sin duda Keel es la ciudad más extraña que he visitado hasta la fecha. En esta ciudad únicamente puedes encontrar piratas, bandidos, ladrones y traficantes, sin mencionar a la infinidad de prostitutas que llenan las tabernas y burdeles de la ciudad. Aquí cuesta encontrar a alguien normal, y si hay alguien así en la ciudad, muy probablemente se encuentre escondido. Keel es una ciudad sumida en un caos controlado que sobrevive en un inestable equilibrio erigido por su peculiar sociedad. Desde luego no esperaba encontrar a nadie aquí. Y así fue. Realmente, aquel mestizo me encontró a mí.

      Su voz me sorprendió en uno de los callejones del puerto. Seca y áspera, aunque con cierto tono de simpatía y familiaridad. Como la tierra en la que nos encontramos.

      Desconocido te dice: ¡Eh!
      Desconocido te dice: Estaré por la ciudad por si me necesitas.

      He aprendido a no prestar atención a los desconocidos. Y el hecho de no llegar a recordar a nadie, convirtiendo a todo el resto del mundo en desconocidos, te deja completamente solo en este cruel mundo. De todos mis encuentros con ellos no he llegado a sacar nada en claro. Únicamente dudas y preguntas sin responder. Sin embargo, si no hablas con nadie, sabes que no obtendrás respuesta alguna, pero tampoco cargaras con nuevas dudas. Han sido muchos días de soledad, sin embargo, aquellas palabras me hicieron volver a cuestionar mi mundo y mis propias decisiones.

      Dices a Desconocido: ¿Quién eres?

      Mis palabras parecieron desconcertar al mestizo tanto como las suyas lo habían hecho hacía unos segundos conmigo. Puede apreciar de nuevo, como tantas otras veces había contemplado ya, esa mirada incrédula y atónita. Como si, mis preguntas, resultaran extrañas o discutibles a todo el mundo que las escuchara.

      Desconocido te dice: Esto… Soy yo, Avendrok.

      ¿Avendrok? Por sus gestos y su tono de voz, el mestizo no parecía mentir. Sin embargo, aquel nombre no producía ningún recuerdo en mi memoria. No lo recordaba. ¿Debía hacerlo? A juzgar por su comportamiento debí conocerlo en el pasado. Tal vez. Un destello de curiosidad, impulsado supongo por las ansias de respuestas, nació en mi interior.

      Dices a Avendrok: No consigo acordarme de ti. ¿De qué me conoces?

      Avendrok te dice: Bueno… no se
      Avendrok te dice: Cada vez que nos veíamos por aquí me pedías ayuda para subir oficio
      Avendrok te dice: Pero bueno… nada

      Mierda. Debí haberme marchado. Apenas una respuesta había generado infinidad de nuevas dudas acompañadas por multitud de preguntas. ¿Había estado antes en esta ciudad? ¿Vivía aquí? Únicamente recuerdo haber pisado esta tierra semanas atrás cuando emergí entre las aguas heladas. ¿Oficio? ¿Qué oficio? ¿Yo trabajaba aquí? ¿En Keel? Y si así era… ¿A que me dedicaba? Esta tierra esta maldita. Únicamente habitada por la peor escoria de mundo civilizado. ¿Era yo como ellos? ¿Un ladrón? ¿Un traficante? ¿Un pirata? Tal vez… ¿Un asesino? Las palabras de aquella vieja gnoma volvieron a mi cabeza: “Ejecutor” e “Yver-Adhras “. Me negué a creerlas cuando me las contó, pero puede que no fueran mentiras como yo había pensado. Necesitaba más respuestas y así se lo hice saber al mestizo.

      Dices a Avendrok: ¿Yo hacía eso?
      Avendrok te dice: Si, así es.
      Avendrok te dice: Hace un par de semanas que no vengo por aquí.
      Avendrok te dice: A no ser que tu ficha la haya usado otra persona, sí.

      ¿El que? ¿Cómo? ¿Qué hacía? ¿Qué era? ¡Dímelo! ¿Qué soy? El corazón empezaba a latirme cada vez más fuerte en el pecho. Podía sentirlo. Sentir cada latido. Bombeando sangre a través de todo mi cuerpo. Lo sentía en la punta de la lengua. Ese sabor metálico. Lo sentía en la yema de los dedos. Ese cosquilleo. Lo sentía en la sien. Esos agudos pinchazos atravesando mi cerebro. Lo sentía en las aletas de la nariz, hinchándose a cada nueva inspiración de ese maldito aire helado. No podía encontrar ninguna respuesta a todo aquello. No conseguía acordarme de nada. ¿Cómo era posible? ¿Cómo? ¿Cómo puede una persona despertar y no recordar nada? ¡NADA!

      Agotado de nadar mentalmente en el mar de dudas en el que me estaba ahogando únicamente logre llegar a suspirar. El aliento emergió de mi boca convertido en blanquecino vaho a causa de las gélidas temperaturas. Disipándose al instante como mi voluntad de obtener respuestas, colapsada por mi resignación ante la absoluta certeza de no recordar nada.

      Dices a Avendrok: Lo siento, pero no consigo recordarte.
      Dices a Avendrok: Ni a ti. Ni a nadie

      ¿Qué me paso? No lo sé. ¿Sobreviví? ¿A qué? ¿Cómo? No lo sé. ¿Hubiera sido mejor morir que quedarme sin recuerdos? ¿Morí? ¿Por qué no morí? No lo sé. El aún se encontraba ahí mirándome, extrañado. Maldito destino.

      Avendrok te dice: De acuerdo. Ya entiendo.
      Avendrok te dice: Bueno, en algún momento me dijiste: Eres mi mago preferidoooo.
      Avendrok te dice: Pero ya veo que… No recuerdas a nadie.
      Avendrok te dice: Mis disculpas entonces.

      El mestizo se dio la vuelta y empezó a caminar lentamente hacia la salida del callejón. Ahí se alejaban parte de mis recuerdos y ni siquiera podía retenerlo. En aquel momento sentí esa sensación. Esa sensación de angustia que asciende a través de tu garganta para colapsarte por completo todos los sentidos de tu boca, llenándola completamente de dolor y amargura. Esa sensación que únicamente sientes cuando realmente eres consciente de que no eres nadie y que lo has perdido todo. Apenas podía pensar y únicamente llegue a balbucear frases sin sentido. Posiblemente fueran una disculpa ante aquel desconocido, o simplemente un pensamiento en voz alta para que alguien me escuchara.

      Dices a Avendrok: Tus palabras me causan inquietud
      Dices a Avendrok: Hay confusión en las palabras de todo el mundo.

      Apenas giro su cabeza para decir las últimas palabras de aquella conversación mientras levantaba uno de sus brazos a media altura a modo de despedida.

      Avendrok te dice: Quizá otro día… me recuerdes. No sé. En fin, gracias por todo.
      Avendrok te dice adiós.

      La silueta de aquel mestizo semi-drow llamado Avendrok desapareció tan pronto como éste doblo la esquina del callejón. Yo, sin embargo, permanecía allí de rodillas, sobre la fría nieve. Ni siquiera recuerdo el momento en el que caí sobre el suelo de aquel callejón. Mi mirada permanecía fija en el extremo opuesto, allí en donde el semi-drow había desaparecido. Cerré los ojos e intenté apartar de mi cabeza cualquier pensamiento. Podía escuchar mi respiración. El latido de mi corazón. Los copos de nieve al caer sobre las piedras y ladrillos. El lejano sonido del mar. El silencio.

      Al cabo de unos minutos me descubrí a mí mismo con los ojos de nuevo abiertos. La mirada fija en el mismo punto. Y unas palabras recorriendo mis pensamientos una y otra vez.

      Quizás otro día… Esperaré. Tengo toda la eternidad.

      .Jacobus

      I'm alone... On this icy island of death and darkness ...

    • pequeño halfling
      Participant
      Número de entradas: 106

      – Posadero, prepárame una buena sopa. Necesito que mis huesos entren en calor.

      Avendrok se sienta junto a la lumbre, orientado hacia la puerta de salida. Desgraciadamente y debido a su experiencia, el mago ha aprendido que en este mundo no existe criatura en la que confiar. Exceptuando, eso sí, aquel joven discipulo humano a quien enseño sus artes necrománticas.

      – La región de la que vengo es muy fría – Comenta Avendrok al posadero.

      – Y peligrosa – contesta el posadero.

      Avendrok se lleva una cucharada de sopa a la boca, gimiendo de placer.

      De repente, viene a la memoria el recuerdo de Jacobus.

      – Que le habra ocurrido en la cabeza a ese mentecato? Quizá el frio le habrá afectado a la cabeza?

      Avendrok reflexiona:

      Aún recuerdo el primer día en que me encontré a ese semi-drow. No me cabe duda de su gran capacidad para la autodefensa y la caza. Ese tipo posee grandes dotes de ocultación y la capacidad de sorprender a cualquier adversario sea cual sea el entorno. Mucho me temo que si su cabeza ha enfermado, es posible que la vida de cualquiera corra peligro.

      Por la fuerza de la naturaleza, la vida de cualquiera, o incluso la vida de él mismo.

      Lo que debería averiguar, es a que oficio se dedicaba Jacobus. Y si fué quizá el hecho de construir artilugios la razón que lo volvió demente.

      He sido un tonto por no haberme detenido a observar que tipo de artilugios fabricaba con mi ayuda. Mi inocencia en este sentido me llevó a prestarle mi humilde ayuda sin pedir explicaciones de nada. Y esa ha sido la semilla que he sembrado.

      De esa nula explicación, obtengo ahora una nula información de lo que le haya podido ocurrir a Jacobus.

      No digo que pueda poner la mano en el fuego por él, pero sinceramente, su presencia me hacía sentir seguro en Keel.

      Debo hacer algo. No puedo quedarme aquí parado sin más.

      Avendrok se levanta de la silla y se dirige al posadero. Pone en sus manos una pequeña bolsa de monedas y observa el muelle desde la ventana.

      – Creo que mi ‘Perla Negra’ está lista ya para partir.

      Sin mediar una palabra más, Avendrok se tapa con su capa y capucha de piel de Yeti y abandona el lugar.

      En el exterior, una fuerte brisa indica la posibilidad de la aproximación de una tormenta desde el sur.

      – Se avecina una gran tormenta… hay que darse prisa.

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