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AnónimoInactivo21 febrero, 2020 a las 19:10Número de entradas: 77
Entre Dolores
Ghyrd termina su jornada laboral de minería. Se seca el sudor de la frente con un paño viejo lleno de carbón, apoya su pico en la pared y regresa a su casa usando el montacargas. Cuando pasa por delante de la herrería el Yunke Pesado, entra y se para frente al tablón que hace de mostrador. Se gira al vendedor y le dice… Quiero unas botas de guerra.
El vendedor, un enano de barba pelirroja y un monóculo ostentoso le responde:
- Cómo no, señor. Veamos, usted le vendrían bien una… talla media, estas mismas.
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No. Quiero la talla pequeña, responde Ghyrd con voz firme.
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Disculpe, señor. Hace más de quince años que trabajo en esto y su pie… a juzgar por su tamaño debe ser talla media.
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La pequeña, por favor. Insiste Ghyrd.
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Disculpe…. Eh.. ¿me permite que le mida el pie?
- Mida lo que quiera, pero yo quiero unas botas de guerra pequeñas.
El vendedor saca del cajón una cinta, mide el pie de Ghyrd y, con satisfacción, proclama «¿Lo ve? Lo que le decía, talla… media…
- A ver ¿quién va a pagar los zapatos, usted o yo?… hágame el favor de dar un par de botas de guerra pequeñas.
El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de botas de guerra pequeñas. Por el camino se da cuenta de lo que ocurre: quizá no sean para él… serán un regalo.
- Señor, aquí tiene. Son 15 monedas de platino.
- ¿Me da un calzador?
- ¿Se los va a poner?
- Sí, claro.
- ¿Son para usted?
- ¡Sí! ¿Me trae un calzador?, gruñe Ghyrd.
El calzador es imprescindible para conseguir que ese pie entre en esa bota Después de varios intentos y de ridículas posiciones, Ghyrd consigue meter todo el pie dentro de una de las botas.
Entre ayes y gruñidos camina algunos pasos … con creciente dificultad.
- Está bien. Me las llevo.
Al vendedor le duelen sus propios pies sólo de imaginar los dedos de Ghyrd aplastados dentro de ese calzado tan pequeño.
- Me los llevo puestos. Fueron las últimas palabras de Ghyrd antes de pagar y salir de la tienda por su propio pie.
Ghyrd sale de la tienda y se dirige hacia su casa. Tiene los ojos enrojecidos y las lágrimas caen copiosamente de sus ojos.
Otro enano minero, que lo esperaba al final de la calle, se da cuenta de la ridícula situación y le dice…
- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?
- No. Son … las botas.
- ¿Qué diantres…? ¿Qué les ocurre?
- Me aprietan. ¡Me están matando los pies!
- ¿Te aprietan? ¿Y por qué diantres usas unas botas más pequeñas de lo que es tu pie?
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Te explico -dice, Ghyrd tragando saliva-. Yo no vivo una vida de lujos y placeres, sabes… soy minero. En realidad, en los últimos tiempos, tengo muy pocos momentos agradables.
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¿Y eso que tiene que ver?
- Me estoy matando con estas botas terriblemente… Pero, dentro de unos minutos, cuando llegue a mi casa y me las quite, ¿imaginas el placer que sentiré? ¡Qué placer, socio! ¡Qué placer!
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